Noticias de Taiwán
Así nos ven: Esta es una reforma agraria ejemplar - Por Mario Castro Arenas
16/07/1981
Los arrozales avanzan paralelamente a las avenidas rectas como una regla, hundiéndose en el laberinto urbano chino, hasta detenerse a unos metros de la gasolinera. Y por donde extienda la mirada el viajero occidental sorprenderá por doquier el combate entre el campo y la ciudad, el aprovechamiento máximo de la tierra como fuente de alimentación al pueblo laborioso.
Lo que uno descubre en las ciudades de Taiwan desde el punto de vista agrícola no sólo es el resultado de las ancestrales tradiciones chinas sobre la consubstanciación entre el hombre y la tierra. Es, por en cima de todo, consecuencia directa de la Reforma Agraria de Taiwan, uno de los procesos de distribución de la tierra realizados con mayor acierto, realismo e inteligencia en este siglo.
Convertida en un laboratorio abierto en el que confluyen en busca de enseñanzas técnicos agrarios de todo el mundo, la reforma agraria de Taiwan es resultado directo de la ideología del fundador del Kuomintang (Partido del Pueblo Chino) doctor Sun Yat-sen (1866-1825).
Los apologistas del desarrollo económico-social de Formasa no siempre destacan que la reforma agraria, al igual que todas las reformas sociales, provienen del gran político chino, pionero del frente único de clases, de izquierda democrática, y que, en consecuencia, es indispensable inscribir el movimiento chino dentro del contexto ideológico del Kuomintang para que no se confunda con el desarrollismo capitalista.
En uno de sus primeros manifiestos políticos, el doctor Sun sostuvo: "Los beneficios de la civilización deben ser disfrutados por todos los ciudadanos sobre una base igual. Debe mejorarse la organización económica de la sociedad, y hay que determinar el valor de la tierra en todo el país. El precio corriente de la tierra debe pertenecer todavía a su propietario original, pero la plusvalía de la tierra, como consecuencia de mejoras sociales y del progreso después de la revolución debería ser del Estado para su disfrute en común por todos los ciudadanos. Estableceremos una nueva sociedad y una nueva nación en donde cada familia y cada individuo estén en condiciones de ganarse la vida y nadie en el país carezca de medios de subsistencia".
Medio siglo después que el doctor Sun lanzara este principio programático, la reforma agraria de Taiwan ha cumplido fielmente su sueño casi al pie de la letra. Con una superficie de 35,961 kilómetros cuadrados, la isla de Taiwan, gracias a la reforma agraria, no sólo satisface las necesidades alimenticias internas sino que tiene un importante excedente para la exportación. Taiwan tiene la dimensión de Cajamarca y una población similar a la de todo el Perú. Pero ahí acaban las semejanzas. Porque en volúmenes de producción agrícola y en otras áreas económicas, que damos muy rezagados.
En nuestro viaje reciente a Taiwan, visitamos la sede principal de la reforma agraria y durante tres horas los técnicos chinos nos hablaron de su notable experiencia. Los funcionarios chinos se remontaron a la época terrible del feudalismo en la que el campesino era a veces menos que un siervo. Cuando las fuerzas armadas de Chiang-Kai-Shek se vieron obligadas a abandonar el continente chino y radicarse en Taiwan, persistió un régimen de tenencia de la tierra que, si bien no alcanzaba a tener los perfiles siniestros de los antiguos señores de la guerra, sí mantenía una injusta distribución.
Fue entonces que se puso en acción el plan agrario creado por el visionario doctor Sun Yat-sen. Bajo el apotegma social "la tierra para el que la cultiva" (en el tiempo velasquista sólo se imitó el slogan y nada más), el gobierno de Chiang-Kai-Shek procedió a reconstruir el gigantesco tablero de ajedrez que era el agreste territorio de Taiwan. Como se sabe, China es un país con agricultura en pequeña escala, de parcelas diminutas diseminadas por aquí y por allá. Como contraste ominoso se erguían· las grandes propiedades.
Para eliminar las diferencias, el Gobierno dictó una ley por la cual compraba las tierras a los propietarios para venderlas a los campesinos. Pero no se trataba de una venta fraudulenta cancelada en bonos sin valor real. El Gobierno cumplió sus obligaciones financieras con los dueños de la tierra y por añadidura decretó estimulantes ventajas para los propietarios que desearan invertir el producto de sus transacciones agrícolas a la industria.
Así, en una sola operación, canceló el latifundio, distribuyó la tierra entre los campesinos y financió la expansión industrial. Quienes afirman con impulsiva ignorancia que el auge de Taiwan se debe exclusivamente a las zonas francas monopolizadas por las trasnacionales deberían estudiar la incidencia benéfica del proceso de reforma agraria en el desarrollo chino.
Allí, en la reforma agraria, se procreó la prosperidad taiwanesa en un sistema de vasos comunicantes entre la agricultura y la industria. Hoy en día la agricultura china está en una avanzada fase de mecanización y productividad, a la vista de cualquier visitante. El taiwanés rebosa salud. Frutas, verduras, carnes de cerdo y vacuno, se agolpan en los mercados al alcance de los bolsillos populares. Igualmente los restaurantes ostentan menúes paradisíacos con todos los estilos y variantes de la culinaria china.
El sueño del fundador del Kuomintang, expresado en un programa sobrio y precursor, hunde raíces en una realidad que no puede anular la intemperancia demagógica de los adversarios ideológicos de ésta que sí es una isla feliz. (Adaptación de Correo, de Lima)