China fue siempre para todos, desde los tiempos de nuestra niñez, el compendio maravilloso del misterio y del encanto del oriente. Así todavía, posiblemente pueda apreciarse en el Continente, pero esta aseveración, elevada a la quintaesencia, es lo que encontramos en una República de China, al admirar el prodigioso milagro de Taiwan. Y digo milagro, porque en esa maravillosa realidad convergen el misterio y el encanto tradicional de la China milenaria y de la fabulosa superación del pueblo de la República de China, en todos los órdenes.
Recorrimos la isla con la inmensa avidez del que quiere verlo todo, para continuar descubriendo nuevas metas de engrandecimiento y de acierto y así aumentar una reverencia, una admiración y un respeto por un pueblo que ha continuado y aumentado las tradiciones y las glorias de una nación legendaria y fascinante. Esa fue la impresión que recogimos en las amplias avenidas de Taipei, enriquecidas por grandiosos monumentos. En Hualien y el desfiladero de Taroko, admirando los prodigios de la naturaleza y en Kaohsiung con sus empresas de industrias pesadas, sus maravillosos astilleros, el laboratorio marino de Tungkang, su inigualable Academia Militar y sus espléndidas granjas porcinas.
Caminamos tanto y aprendimos tanto, que a la vez que la retina se nos llenaba de paisajes, el corazón se nos inundaba de admiración y la mente comenzaba a elucubrar programas de superación para nuestro propio pueblo y nos decíamos jubilosos: "¡Qué bueno que pudiéramos imitar estar virtudes, estos logros, estas realidades!"
Tal vez la impresión más fuerte y duradera la recibimos al comprobar el espíritu del pueblo chino de Taiwan, compenetrados con los deberes de patriotismo, dedicación y trabajo, e inspirados en los tres principios que forman la base de su filosofía política:
"El Principio del Nacionalismo, con la Etica. El Principio del Bienestar del Pueblo, con la Ciencia y el Principio de los Derechos del Pueblo, con la Democracia".
De ahí surgen todas las virtudes del pueblo chino, la respuesta a sus logros presentes y ese respeto profundo y eterno que sienten por sus héroes. Basta sólo con recorrer los monumentos a los mártires, al Dr. Sun Yat-sen y al Generalísimo Chiang Kai-shek, para verificar la autenticidad de nuestro testimonio. De estos tres, el más nuevo y más grandioso, moderno y extraordinario, es el Monumento al Generalísimo Chiang, construido apenas entre los años 1976 y 1980, con donaciones hechas por los chinos de ultramar y el pueblo de la República de China y que se yergue orgulloso en el centro de Taipei, en un precioso parque de unos 250.000 metros cuadrados.
Para darnos cuenta de la importancia del Monumento, es bueno notar que tiene una altura de 70 metros, con dos pisos y que simboliza "el baluarte de la libertad y de la democracia y que además es el faro de la reconquista nacional."
El segundo piso, que es el principal, tiene un salón central que es en donde está colocada estatua del Presidente Chiang Kai-shek. Esta estatua es de 6.3 metros de altura y presenta al Presidente sentado, con una expresión facial bondadosa y plácida, pero muy solemne. Con un jardín lleno de flores en la base del Monumento y con paredes sobrias, en las cuales están inscritas frases que resumen la filosofía del líder:
"El objetivo de vivir es buscar una vida mejor para el ser humano. "
"El significado de la vida consiste en la creación de una nueva vida. "
En la base de la estatua está grabado el testamento del Presidente Chiang instando al pueblo chino a recordar siempre los Tres Principios del Pueblo, la recuperación del Continente y la tarea de hacer renacer la cultura china en las instituciones democráticas. En el primer piso hay once salas de exposiciones que ilustran temas relativos al nacimiento, vida y obra del líder.
El parque, que es de una gran belleza, contiene lagos, puentes, jardines, etc., está delimitado por una gran pared que está franqueada por dos portales principales, con la misma arquitectura que el monumento principal: los portales de Hsiao y de Ta-Chung. En sus frentes, estos portones tienen unos caracteres chinos derivados de las enseñanzas de Wan Yang Nun, un erudito de la dinastía Ming y de la "Invariabilidad a la medioescencia del Confucianismo."
Estos caracteres representan la Justicia y la Rectitud que son rasgos que se identifican con la personalidad del líder. Los otros portales complementarios se denominan: el portal de la Gran Lealtad y el portal del Gran Amor Filial.
El conjunto es impresionante y majestuoso. Su contemplación eleva el espíritu y hace crecer la admiración hacia la reverencia que con él se manifiesta, de una manera increíble.