10/10/2025

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Comunismo trasnochado

16/07/1991

Pekín ha quedado como uno de los pocos lugares del globo donde los dirigentes comunistas aún veneran a Karl Marx como gran maestro al que hay que defender a toda costa, y caiga quien caiga, de cualquier intento de ilustración o liberación.


El marxismo se está abandonando en Europa Oriental. Incluso se está marchitando en la Unión Soviética, donde tan largo tiempo fue protegido en detrimento tanto del país como del pueblo.


Los comunistas chinos, sin embargo, parecen estar empeñados en un esfuerzo solitario, terco, inútil de detener la marea en la que saben que, al final, se van a ahogar si no cambian.


No parecen haberse enterado de que la población de todos los demás países en los que un día se implantó el comunismo está hasta la coronilla de él y, a la menor oportunidad, demuestra sin rodeos su repulsa hacia la tiranía y el bajísimo nivel de vida de los cuales el engendro de Karl Marx les ha hecho víctimas.


Menos aun se dan cuenta de que la población de su propio país no es una excepción a esto. El pueblo clama por la vida digna en libertad que se le niega y la directiva comunista, anquilosada, no se quiere enterar.


Tal fanatismo dio lugar a un deplorable espectáculo el 1 de julio cuando los partidarios de la línea marxista dura dieron una fiesta a la cual, probablemente, muchas personas fueron invitadas pero pocas querían asistir. Los "ultras" celebraron el 70 aniversario del Partido Comunista Chino.


"¡Viva el marxismo!" gritaron hasta la saciedad al mismo viento que hace bien poco llevó los gritos patéticos de sus jóvenes víctimas en la Plaza Tienanmen de Pekín.


Chiang Tse-min, jefe del Partido Comunista Chino, hombre que nunca desaprovecha una ocasión para explayarse ante un auditorio forzoso, obligó a éste a escuchar su autocomplacida y trasnochada retórica a lo largo de una arenga de dos horas llena de bravatas.


"Pekín resistirá al pluralismo político," prometió. "Pekín resistirá al capitalismo," juró. "Pekín resistirá a las influencias culturales procedentes de Occidente," amenazó. "Fuerzas internacionales hostiles intentan subvertir el sistema comunista chino en China continental," advirtió. "La lucha de clases de los comunistas chinos continuará largo tiempo," predijo. "El marxismo ha alcanzado una gran victoria en China continental," fanfarroneó.


De lo que no se vanaglorió fue de que unos 60 millones de ciudadanos chinos del continente han muerto a manos de los marxistas, según éstos han llevado adelante el proceso de la "victoria" - un tanto dudosa - sobre su propio pueblo en sus luchas de clase, revoluciones culturales, grandes saltos adelante y otras "reformas".


Chiang representa la tercera generación de jefes comunistas chinos desde que un grupo de insurgentes mal aconsejados organizaron un movimiento destinado a hacer arder China, en caso necesario, con el fin de que ellos mismos pudieran ser reyes de un infierno en lugar de ciudadanos responsables de una república constitucional. La farsa de la "fiesta de cumpleaños" del Partido Comunista Chino demuestra que nada ha cambiado.


Una reina demostró antaño su insensibilidad respecto a las realidades de la vida de los menesterosos, y su incomprensión total de la situación, cuando, al ser informada de que los campesinos no tenían pan, respondió: "Que coman tarta". Es probable que la mayoría de los habitantes de China continental prefererirían pasar hambre antes que gustar de la tarta comunista.

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