Por más de 50 años, el padre Andrés Díaz de Rábago ha realizado en Taiwan una valiosa labor basada en el amor al prójimo.
En octubre de 2020, se publicó en Taiwan El amor es como la lluvia, la autobiografía del padre Andrés Díaz de Rábago, un centenario misionero jesuita cuya labor de amor manifiesta lo que él mismo llama “un optimismo sobrenatural”. En un mundo abrumado por la pandemia de COVID-19, el padre Díaz de Rábago resalta que la historia de su vida no es para exaltar su memoria, sino que está escrita con el fin de transmitir un mensaje de optimismo y de amor al prójimo por encima de uno mismo, como base para vivir una vida feliz.
El título del libro viene de un juego de palabras con el nombre en chino del presbítero. Desde la portada, el libro comienza a transmitir este mensaje de amor.
“Vea el subtítulo del libro: Living, loving and believing (vivir, amar y creer)”, señala el padre Díaz de Rábago, explicando que vive la vida amando a los demás, y que es capaz de amar a los que se encuentra en el camino de su vida y actuar a fin de ayudarlos porque tiene una fe que alimenta ese amor.
“En realidad, no tengo ningún mérito, pero (el título) ha dado en el punto: eso es lo que quiero ser yo. Si yo vengo aquí como misionero, es porque tengo algo que dar. Amo como misionero, ese es mi ideal y lo he dicho siempre en mis clases, y hasta ahora que tengo más de 100 años de vida”, afirma el presbítero.
El misionero jesuita y sacerdote centenario Andrés Díaz de Rábago, oriundo de España, ha dejado huella no solo dentro de la comunidad católica en Taiwan, sino en la sociedad en general. (Foto cortesía de la Comunidad Hispana Católica en Taiwan)
Díaz de Rábago, quien nació en Galicia (España) en 1917, estudió medicina y llevado por su inclinación hacia las misiones, ingresó a la Orden de los Jesuitas en 1940. Llegó a Shanghái (China) en 1947 para aprender chino, siendo ordenado sacerdote en 1952, poco antes de que los religiosos fueran expulsados de China por orden de Mao Zedong. En su labor misionera y como enseñante pasó por Filipinas y el naciente Timor Oriental antes de llegar a Taiwan en 1969. Desde entonces se ha abocado no solo a prestar sus servicios como religioso, sino también a la enseñanza en el ámbito de la medicina, aunque es su pasión por el cuidado de los enfermos en la comunidad lo que más ha hecho huella entre los que lo rodean.
“Ahora no me dejan salir tanto”, dice entre risas durante su entrevista. Si pudiera, el padre Díaz de Rábago seguiría haciendo sus rondas por los hospitales, llevando un mensaje de amor y alivio a los pacientes.
Huellas de amor
“Yo di clases de muchas cosas. En la Universidad Nacional de Taiwan di clases de ética médica. He tenido una experiencia casi única, fui profesor en varios países y en varias lenguas. ¡Recuerdo la paciencia de mis alumnos, tratando de entender mi chino! Porque también di clases en otros idiomas: en China y Taiwan, en chino; en Filipinas, en inglés; en Timor Oriental, en portugués. Y es algo que no he buscado, sino que he sido llevado por la labor misionera, que me ha mandado a estos sitios y he tenido esta experiencia, que me ha llevado a conocer a gente de muchos países como alumnos”, recuerda el padre Díaz de Rábago con cariño.
Aparte de su práctica en varios idiomas, la enseñanza le permitió moldear jóvenes mentes en un ámbito bastante especial, rozando la fama, al que fuera el futuro primer presidente de Timor Oriental, Xanana Gusmao; y quien recibiera posteriormente el Premio de la Paz 1996, el obispo Carlos Felipe Ximenes Belo.
El exvicepresidente Chen Chien-jen (derecha) se funde en un abrazo con el padre Díaz de Rábago durante una ceremonia realizada en 2017. (Foto cortesía de la Presidencia)
“Como profesor, he tenido una experiencia que tienen pocos, sin mérito mío. Usted sabe que tuve como alumnos un Premio Nobel de la Paz, un primer presidente de una nueva nación, así como a los primeros obispos autóctonos de Timor Oriental. Estas son unas condiciones rarísimas que un profesor haya tenido esta experiencia no buscada y sí, llevada por el amor a los hombres, y guiada por Dios, por supuesto, porque fui misionero. Esto no es mérito mío. Fueron las cosas yendo así y tengo esa experiencia. Hay muy poca gente (que puede decir) un alumno mío fue Premio Nobel de la Paz. ¿Por qué fui yo? Porque Dios lo quiso. Yo, ni pensar haber tenido un Premio Nobel de la Paz como alumno”, afirma Díaz de Rábago, señalando que lo más importante de dicha experiencia es inculcar a los alumnos el amor al prójimo.
“Haber podido ayudar a personas a ser de una categoría superior en el mundo. Y yo (lo hice) siempre siguiendo el mismo camino, cómo amar más al otro y cómo hacer que los alumnos también amen más a los demás”, afirma el presbítero.
El servicio misionero, el servicio a los demás
Para ilustrar su filosofía del optimismo y amor en acción, el presbítero narra una historia que leyó en el Reader 's Digest y que le impactó de tal manera que comparte con todos los que puede, a fin de ponerla de ejemplo y explicación sencilla a la vez.
El padre Díaz de Rábago recibió su cédula de identidad y el certificado de naturalización como ciudadano de la República de China (Taiwan) el 13 de abril de 2017. (Foto de CNA)
“Yo siempre cuento un cuento que me ha hecho mucho bien. Yo leí esta historia en el Reader´s Digest cuando estaba yo en Filipinas, debe haber sido en el año 1950. Llega una señora americana de mediana edad a Rusia. Por lo que fuese, la condenan a un campo de concentración para mujeres y la mandaron al norte, a Siberia. La primera noche, se le acerca una viejita rusa y le dice: señora, esta es la primera noche que usted va a pasar aquí, y yo llevo ya muchos años. Si quiere vivir aquí, lo que se dice pasar bien, piense en hacer felices a los demás. No piense en usted. Si se encierra en usted misma, le puede pasar lo que le ha pasado a otras señoras que he conocido, que se han vuelto locas. Pero si usted piensa más en los otros, usted puede vivir aquí feliz. Y esa señora, cuando ya la liberaron y se marchó para América, escribió su historia de ella, y cómo pensar en los demás, hacer feliz a los demás, más que a ella misma, la salvó. Eso que cuenta esa señora es lo que nos mandó el señor: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Y esa señora, al haber amado a los otros como a sí mismo, salió con ánimo para contar su historia y para hacer mucho bien a los demás”, afirma Díaz de Rábago con convicción.
“Y es lo que he dicho muchas veces: en nuestra vida, hay que pensar en los demás, en el otro antes que en nosotros. Eso es una cosa que para mí, que lo he vivido no solo con la hermandad de Jesucristo, es obvio, pero más que todo porque es una realidad; que si se experimenta amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, te salvas, te da serenidad”, insiste el presbítero.
“Lo que quiero decir es lo mismo que dijo Jesucristo, repetido de otra manera, digo eso como misionero y católico, pero lo mismo puede decir cualquier persona, sin forzarlo a ser cristiano. Mi mensaje es que realmente nos amemos más unos a otros y nos sacrifiquemos más unos por los otros y eso es lo que quiere Jesucristo nuestro señor que hagamos los misioneros”, señala Díaz de Rábago.
El presbítero atesora el recuerdo del honor que le impuso el entonces presidente Ma Ying-jeou: la Orden de la Estrella Brillante en el Grado de Gran Cordón Violeta. (Foto de Pang Chia-shan)
“Ahora, nosotros los misioneros que creemos en Jesucristo, damos el mensaje, y si quieres hacerte cristiano, bienvenido, pero esto no es cuestión solo de cristianismo, es una cuestión de humanismo. No ser yo el primero y todo el mundo gira alrededor de mí, no, yo siempre giro alrededor del otro. Primero el otro y después yo. Y así es como se pasa la vida feliz aún en los momentos más difíciles, como los que estamos pasando”, advierte el padre.
Optimismo en medio de las pruebas
El padre Díaz de Rábago no es ajeno a las temibles epidemias, ya que como cuenta, nació durante la primera gran pandemia de la era moderna.
“Si vemos la historia, en aquel momento, la situación del mundo fue trágica, primero con la guerra y después que vino la pandemia que fue mal llamada gripe española. Después de la guerra, la situación del mundo era tan trágica como hoy o más…bueno, y se salió de ella. Había las antiguas pestes, que se llamaban entonces, y siempre Dios nos ayudó a sacar al mundo de la trágica situación. Y eso es lo que debemos nosotros buscar”, declara el presbítero.
Para Díaz de Rábago, la solución es obvia: “en este momento estamos diciendo: Feliz Año Nuevo, pero el año nuevo es un número. Yo no tengo que esperar que el Año Nuevo sea mejor, sino que tengo que hacer que el Año Nuevo sea mejor. Tú eres el que tiene que provocar que el Año Nuevo sea mejor. No es quedarse diciendo ‘Señor, mándame un Año Nuevo mejor’. No, haz tú ese Año Nuevo mejor. Que es difícil, sí. Pero si todos nosotros nos ponemos ante ese sentido positivo, y si algo he querido resaltar con mi libro es el optimismo, todos juntos podemos llegar a crear un nuevo mundo y todos juntos podemos lograr que el año 2021 sea mejor que el anterior. No es esperar, tú tienes que hacer el Año Nuevo mejor para ti”, asevera Díaz de Rábago.
La biografía del padre Díaz de Rábago busca llevar un mensaje de optimismo y amor al prójimo. (Foto de Pang Chia-shan)
El presbítero vuelve a resaltar el subtítulo de su biografía, insistiendo en que “la parte más positiva en cada uno de nosotros es el optimismo y contagiar ese optimismo a los demás. Claro, eso es muy difícil para nosotros. Por eso, está esa parte de creer. Que creamos que Dios nos ayuda, que realmente podemos hablar con él, porque Dios está siempre de nuestra parte y a nuestro lado, pero Dios no nos quiere con las manos cruzadas. No, no y no: tenemos que trabajar”.
“Yo lo que creo es que todos tenemos que provocar un optimismo sobrenatural. El Año Nuevo va a ser mejor si nosotros lo queremos hacer así. Que Dios nos da libertad, pero no nos abandona. Él sigue con nosotros”, reafirma Díaz de Rábago.
Reconocimientos
El padre Díaz de Rábago adquirió la nacionalidad de la República de China (Taiwan) en 2017 y al votar en las elecciones de 2018, se convirtió en el votante de más edad hasta ese momento.
El 26 de febrero de 2021, Díaz de Rábago recibió un doctorado honorario por parte de la Universidad Providence, ubicada en Taichung, en el centro de Taiwan. En 2015, el entonces presidente Ma Ying-jeou le confirió la Orden de la Estrella Brillante en el Grado de Gran Cordón Violeta por sus décadas de contribuciones a la sociedad. También en 2015 el Ministerio del Interior le concedió un reconocimiento por su labor pastoral. En septiembre de 2017 recibió el Premio de Contribución Médica otorgado conjuntamente por el Ministerio de Salud y Bienestar y la Fundación de Salud, Bienestar y Ambiente.