El siglo XV fue un período de grandes viajes, y desde la perspectiva europea, una era de grandes descubrimientos. En 1492, Cristóbal Colón llegó al Nuevo Mundo. Seis años después, el navegante portugués Vasco da Gama recorrió una ruta marina entre Europa e India, pasando por el Cabo de Buena Esperanza.
Un poco más hacia el oriente, los marinos portugueses en 1517 avistaron una isla en las aguas cercanas a la costa oriental de China mientras hacían su travesía hacia Japón. Cautivados por la belleza de las verdes montañas que se elevaban sobre la isla, ellos la llamaron Ilha Formosa —la “isla hermosa”. Después de esto, durante siglos, Taiwan fue identificada en los mapas occidentales como Formosa. Décadas después, en 1582, los primeros europeos —un grupo de comerciantes de barcos portugueses en vías hacia Macao— pusieron pie en la isla. Se quedaron sólo seis semanas en la costa suroccidental de Taiwan, pero los siguientes europeos que llegaron mostraron mayor resistencia.
Los holandeses, quienes estaban un paso atrás de los portugueses y españoles en la competencia por la colonización del territorio asiático, estaban buscando una base desde la cual comerciar con los chinos y japoneses, después de haber establecido una base en Indonesia en 1596. En 1622, la Dutch East India Co., que fue fundada para llevar a cabo relaciones comerciales, y administrar las colonias recién adquiridas, construyó una base militar en las Islas Pescadores, un grupo de islas al oeste de Taiwan conocido localmente como Penghu.
La compañía fue obligada a retirarse de Penghu tras la firma de un tratado con los gobernantes de la Dinastía Ming, y se trasladó a la propia Taiwan en 1624. El consiguiente encuentro de los colonizadores chinos residentes y las flotas comerciales occidentales marcó el comienzo de la historia moderna de Taiwan. “La ocupación holandesa de Taiwan es un período colorido, interesante e importante en la historia”, dice Tsao Yung-ho, académico de la Academia Sínica. “Señalizó el comienzo de la era histórica de Taiwan. Otro punto de interés es la participación simultánea de los aborígenes de Taiwan, los chinos, los japoneses, los holandeses y los españoles”. Debido a que la mención documentada de Taiwan antes de la llegada de los holandeses es rara, los volúmenes considerables de correspondencia, instrucciones y pedidos de la Dutch East India Co., así como los informes y diarios escritos de los misioneros, son muy valiosos para el estudio de Taiwan en esa época, agrega Tsao.
La ocupación de la isla fue importante para los holandeses como una base militar estratégica ya que les permitía interrumpir las rutas de comercio que conectaban a China y las Filipinas, dominada por los españoles. Desde su primer día en Taiwan, los holandeses se prepararon para la resistencia de los habitantes locales y la interferencia de los extranjeros intérlopes —portugueses, españoles, e ingleses. En Anping, cerca de la actual ciudad de Tainan, los colonizadores holandeses construyeron el Fuerte Zeelandia, y un año después en lo que ahora se conoce como Chihkanlou, construyeron el Fuerte Provintia. Los cañones de las fortalezas apuntaban no sólo a los invasores potenciales del mar sino aquellos del territorio mismo.
Taiwan también resultó ser un lugar ideal como centro de transbordo para el comercio marítimo con los países de todo el Pacífico. Aunque los fuertes holandeses fueron construidos como fortalezas militares, el Fuerte Zeelandia fue usado principalmente como un puesto comercial, mientras que el Fuerte Provintia sirvió como cuartel general de hospedaje y almacén.
En comparación con los gobernantes de la Dinastía Ming, los holandeses estaban más conscientes del valor de Taiwan. Ellos mostraron un gran interés en el desarrollo de la isla como una empresa colonial, convirtiéndola en su base comercial en las rutas marítimas internacionales, así como un centro para sus esfuerzos misioneros cristianos. Sin embargo, ellos no fueron la única potencia occidental interesada en Taiwan. Los españoles también querían asegurar la isla para proteger sus intereses en las Filipinas y evitar que los holandeses monopolizaran el comercio con China y Japón.
En 1626, la flota española, atracando en la costa oriental de Taiwan para evitar un enfrentamiento con las fuerzas holandesas, llegó al extremo nororiental de la isla y lo llamó Cabo de Santiago. Luego, los españoles establecieron un puerto donde actualmente se encuentra Keelung, llamándolo La Santísima Trinidad. Los Fuertes San Salvador y Santo Domingo fueron construidos en Keelung y Tamsui, respectivamente.
El año siguiente, los holandeses enviaron una flota hacia el norte en un intento de expulsar a los españoles, pero fueron derrotados. En esa época, los holandeses estuvieron también interesados en convertir su fortaleza del sur en un centro de importación, exportación, recolección, y distribución de artículos, para evitar que los españoles establecieran una base en el norte de la isla. De allí que Taiwan fue controlada por dos administraciones coloniales.
Esos esfuerzos de establecer un centro comercial no fueron en vano. De los diecinueve centros principales de la Dutch East India Co. en Asia, las ganancias logradas en Taiwan quedaban en segundo lugar, sólo detrás de Japón, representando un 26 por ciento de las ganancias agregadas de la compañía en Asia en 1649. Las importaciones de Indonesia incluían especies, lata, ámbar, algodón y opio, mientras que la porcelana, las medicinas herbarias y el oro se traían a Taiwan desde China. Entre tanto, el azúcar y la piel de venado de Taiwan eran intercambiados por plata de Japón.
El desarrollo agrícola de Taiwan recibió un impulso enorme cuando la compañía holandesa estableció granjas para la crianza de bueyes importados de India. Estos animales reemplazaron la mano de obra humana en los campos de cultivo, mejorando dramáticamente la productividad. La extensión de terreno dedicado al cultivo fue aumentada y se introdujeron nuevos cultivos, tales como col, frijoles, tomate, mango, y pimiento picante.
Huang Fu-san, profesor de historia en la Universidad Nacional de Taiwan (NTU, siglas en inglés), indica que hasta que llegaron los holandeses, la economía de la isla era bastante primitiva. “El impacto principal de la colonización holandesa fue transformar Taiwan de una economía autosuficiente a una basada en el comercio”, expresa Huang. “Ellos buscaron desarrollar las industrias de Taiwan, que tenían valor comercial, creando posteriormente beneficios económicos substanciales”. Esta contribución estableció una tradición que ayudó a Taiwan a convertirse en una de las principales economías del mundo, agrega.
Otra contribución significativa, afirma Huang, fue el establecimiento y la expansión de un cultivo de caña de azúcar en la isla. Durante los últimos tres siglos hasta finales de los años sesenta, el azúcar continuó siendo un artículo de exportación principal en Taiwan. Para aumentar la producción, los holandeses en los años 1630 ofrecieron incentivos a los chinos de China continental para que se mudaran a Taiwan y cultivaran caña de azúcar. Antes de esta época, sólo un pequeño número de piratas chinos y japoneses, que acechaban la costa suroriental de China, usaban la isla como una base o escondite. Al mismo tiempo, muchos chinos, particularmente de las provincias costeras de Fukien y Guangdong, procuraron escapar de las guerras civiles, el hambre y los intrusos, emigrando hacia Taiwan. Como el arroz era el alimento básico principal entre estos nuevos residentes, su producción aumentó dramáticamente. El arroz no sólo sirvió para alimentar a la población local, sino también para la exportación.
Entre tanto, poco después del comienzo de la construcción del Fuerte Provintia, llegaron los misioneros a Taiwan procedentes de Jakarta, en ese entonces conocida como Batavia. Ellos propagaron el cristianismo y mitigaron la resistencia de los aborígenes. Por primera vez, algunas lenguas aborígenes fueron romanizadas, permitiendo a los misioneros imprimir copias traducidas de la Biblia, entre otros documentos. El documento Shinkang, un contrato de terreno entre los inmigrantes chinos y los Sirayas que vivían en Shinkang cerca de Tainan, es uno de esos ejemplos. El contrato es ahora una fuente valiosa de estudio histórico, indica Huang Fu-san.
Los españoles, por su parte, emprendieron también proyectos pioneros, tales como la mina de sulfuro en Peitou, un suburbio de Taipei, con la ayuda de los nuevos inmigrantes chinos, así como de los aborígenes. Para convertir a los residentes locales al catolicismo, los misioneros españoles, que eran en su mayoría dominicanos, compilaron un “diccionario de Tamsui” y enseñaron ciencia médica occidental.
Aunque los españoles controlaron el norte de Taiwan, no desarrollaron bien su comercio con China y Japón, ni la propagación del catolicismo en Japón. Además, los suministros procedentes de Manila se perdían frecuentemente en medio de tifones, y más de la mitad del pequeño grupo de españoles sucumbió a los ataques aborígenes o enfermedades como la malaria. Su ambición por controlar Taiwan fue desapareciendo rápidamente, y en 1638, redujeron sus fuerzas y abandonaron el Fuerte Santo Domingo en Tamsui, en un intento por fortalecer su base comercial en el Fuerte San Salvador. Viendo esta debilidad como una oportunidad, una flota holandesa avanzó hacia el norte en 1642 y se apoderó de Keelung, poniéndole fin al control español en la parte norte de Taiwan.
El impacto del régimen español en Taiwan fue bastante limitado, señala José Eugenio Borao, profesor en el Departamento de Idiomas Extranjeros de la NTU, porque sólo estuvieron aquí durante dieciséis años. “El comienzo de un período de colonización sirve generalmente para desarrollar la base para una mayor expansión”, indica Borao, autor de Españoles en Taiwan, una serie de dos volúmenes sobre la ocupación europea de Taiwan, publicado en 2001. “Sin embargo, la segunda etapa ni siquiera ocurrió porque los españoles fueron expulsados por los holandeses”.
Taiwan fue importante para los españoles por dos razones. Una fue proteger la ruta comercial entre Manila y la Provincia de Fukien, que estaba amenazada por la base holandesa en Tainan. La segunda razón fue que Taiwan podía usarse como un trampolín para el trabajo misionero en China, ya que los dominicanos españoles tenían prohibido entrar a China continental a través de Macao. Cuando llegaron por primera vez a Taiwan, los españoles fueron cuidadosos en la conversión de los aborígenes, pero después de 1635, se volvieron más agresivos, dice Borao. Al término de su estadía, los españoles afirmaban haber convertido a más de 1.000 aborígenes. En cambio, los holandeses registraron un total de 6.078 convertidos entre los 10.109 habitantes que habían en 1659.
No mucho tiempo después que los españoles abandonaron la isla, Cheng Cheng-kung, conocido también como Koxinga, llegó a Taiwan procedente de China continental acompañado de un pequeño ejército en 1661. Este leal —difícil de matar— de la Dinastía Ming intentó usar la isla como una base para derrotar a los invasores manchúes y restaurar al emperador Ming. No obstante, una vez en Taiwan, él procuró expulsar a los holandeses. Con la ayuda de los residentes de la isla, que cada vez resentían más las altas contribuciones que tenían que pagar a la Dutch East India Co., Cheng venció a los holandeses en 1662, terminando su ocupación de treinta y ocho años de la isla.
Ang Kaim, investigador de la Oficina Preparatoria del Instituto de Historia de Taiwan de la Academia Sínica, dice que bajo el régimen holandés, Taiwan se convirtió en una importante base comercial que atrajo comercio de China, Japón, y el Sudeste Asiático, y se hallaba conectada al mercado mundial. Sin embargo, Ang tiene sus reservas sobre hasta qué medida contribuyeron los holandeses a transformar la economía de Taiwan, aseverando que hubiese sido una progresión natural sin la influencia holandesa. El también recalca que las enormes ganancias cosechadas con el comercio de Taiwan fueron recolectadas en su mayoría por la Dutch East India Co. “Las contribuciones que los holandeses hicieron al progreso económico de Taiwan han sido exageradas”, opina. “Tenemos que adoptar una postura más neutral al ver el impacto de este período en la historia de Taiwan”.
Sin lugar a dudas, los europeos dejaron su marca en la primera etapa de la historia de Taiwan. Bajo su dominio, los holandeses, por ejemplo, procuraron clasificar la isla en cuatro distritos y organizaron reuniones regulares con los aborígenes de manera alternativa en estos lugares. Esto ayudó a iniciar intercambios entre los diferentes grupos aborígenes que estuvieron anteriormente aislados uno del otro. Esta clasificación de distritos administrativos y los métodos de tratar con los grupos étnicos minoritarios sirvió luego como un modelo para los administradores de la Dinastía Ching.
Además, varios documentos históricos que quedaron después de la colonización holandesa y española, ofrecieron evidencia de que muchos de los inmigrantes chinos se trasladaron a Taiwan con la intención de hacer de la isla su residencia permanente después de casarse y tener hijos, formando aldeas. Esta contribución, indica Ang, es significativa.
La rica historia de la antigua presencia europea en Taiwan es el tema de una exhibición a gran escala en el Museo Nacional del Palacio llamada “Formosa: Taiwan, Holanda, y el Este Asiático en el Siglo XVI”, que ha sido programada para abrirse al público desde el 24 de enero hasta el 30 de abril de este año. Con la cooperación de algunos treinta museos públicos y privados, tanto locales como extranjeros, así como de coleccionistas privados, se mostrará un total de 240 artefactos, incluyendo documentos, pinturas, mapas, modelos e ilustraciones históricas. Los visitantes que vayan a la exhibición tendrán la oportunidad de remontarse en una travesía al período de la ocupación europea —una época en la que barcos enormes, cargados con mercancías diversas, navegaban las aguas congestionadas alrededor de Taiwan. El recorrido por el museo, así como aquéllos viajes del pasado, seguramente será uno de nuevos descubrimientos.