Una de las diferencias entre el KMT y el Partido Demócrata Progresista (PDP) es que en éste existe la costumbre de resolver los problemas interno de forma democrática; no hay en el PDP un dirigente que pueda decidirlo todo por sí mismo. Cuando surgen asuntos controvertidos, los miembros del partido toman las decisiones por votación. Por el contrario, el poder del KMT ha estado siempre concentrado en un solo líder, tanto si el partido estaba dirigido por los dos presidentes difuntos [Chiang Kai-shek y Chiang Ching-kuo] como por el actual [Lee Teng-hui].
Es bastante comprensible que la lucha por el poder sea intensa dentro del KMT, ya que el ganador adquiere el control sobre todos los recursos políticos y los vastos recursos organizativos y financieros que se derivan de la gigantesca burocracia del partido y de sus empresas dependientes, mientras el perdedor sufre una derrota total. Por ejemplo, después de las luchas intestinas entre la corriente mayoritaria y las facciones minoritarias, a menudo la carrera política de los miembros de estas últimas sufre un estancamiento o se les echa sin más. Esta es una tradición del partido, ya que el KMT no ha aprendido el arte del compromiso y por ello pasa con frecuencia por crisis de abandono masivo entre sus filas.
Pero ahora el Partido Nacionalista debe establecer nuevas normas mediante las que se pueda asegurar el consenso dentro del partido, especialmente a medida que el poder del presidente Lee pasa a sus posibles herederos. En este momento, esos herederos políticos cuentan con poderes similares; ninguno de ellos sobresale como sucesor único de Lee. Se diría que al KMT le está llegando la hora del liderazgo colectivo. El partido debería prepararse concienzudamente para ello ideando un mecanismo de integración mediante el compromiso y el reparto del poder dentro del partido, al menos en las altas esferas.
Tras el fracaso en las elecciones locales del año pasado, algunos miembros han reconocido la seriedad del problema. Creo que ahora están más dispuestos a realizar cambios en el partido para evitar futuras derrotas electorales. Pero la supervivencia del KMT depende de la estrecha cooperación entre su élite, la generación media entre los cincuenta y los setenta años. Si éstos persisten en seguir el ejemplo de sus predecesores y se pelean por el puesto de presidente del partido con la idea de que el ganador se lo lleva todo, la lucha interna será grave y el partido estará abocado a la fragmentación.
Otro problema es que el poder político del KMT se ha basado durante mucho tiempo en relaciones de clientelismo con las facciones locales y los magnates empresariales, mientras el PDP y el Nuevo Partido (NP) confían más en su ideario político a la hora de movilizar a los votantes. Ello no significa que el Kuomintang no tenga objetivos políticos, pero sí ha perdido su idealismo; está más resabiado, y su actitud es mucho más pragmática. Aunque todos los partidos deben tener su parte administrativa, el KMT ha ido demasiado lejos, y ello produce inestabilidad.
Cuando el Partido Nacionalista era aún el único partido dominante, las facciones locales estaban unidas estrechamente porque podían beneficiarse del clientelismo político. Además, los grandes grupos empresariales evitaban hacer donaciones al PDP para no ofender al KMT. Pero si éste pierde terreno, o aquél puede ofrecer mayores incentivos, tanto las facciones como los grupos se pasarían al otro lado.
La lealtad al partido es difícil de mantener si el partido en cuestión no tiene el idealismo como uno de sus valores. Por el contrario, aquellos que cuentan con éste pueden conseguir un apoyo electoral más desinteresado. El éxito electoral del KMT se ha basado en su anterior actuación en el plano económico y en su connivencia con las facciones locales más que con una visión de futuro, lo que podría provocar una grave crisis. Más aún, es obvio que el KMT se está quedando atrás con respecto al PDP y al NP en cuanto a prestigio entre los jóvenes, especialmente los de educación superior.
Los sucesores de Lee ya pasan de los cincuenta o sesenta años y aún tienen que consolidar sus posiciones. Naturalmente, a las élites del KMT que aún están en la cuarentena les queda mucho para ganar cierta prominencia. Por otro lado, cuando ganan fama temprana suelen ser bastante idealistas y terminan siendo excluidos del centro de poder del partido, lo que puede llevarlos a pasarse al Nuevo Partido, el grupo que se escindió del Partido Nacionalista.
En contraste con el senescente KMT, los partidos de la oposición están llenos de energía joven. Por ejemplo, el núcleo de poder del PDP ronda una media de entre 45 y 50 años, y cuenta con una generación de relevo en la treintena. Así, si no hay cambios en el KMT, éste no será rival para el PDP a largo plazo.
Aunque el PDP tiene ya bastante fuerza, todavía debe superar una serie de obstáculos si quiere llegar a ser el partido a cargo del gobierno central. Dichos impedimentos se centran principalmente en la preocupación de tres grupos de votantes: la clase media, los funcionarios y los empresarios. Todos ellos temen que la posición independentista del PDP pueda provocar una reacción de China continental, con la consecuente amenaza a la estabilidad. Por su parte, los funcionarios sospechan que podrían ser víctimas de una profunda reorganización de la administración del Estado tras la toma de gobierno del PDP. Y los empresarios ven con recelo que las oportunidades de negocio y prosperidad de Taiwan se vean reducidas por un posible incremento de la tensión entre ambos lados del Estrecho de Taiwan si el PDP accede al poder.
Estos grupos tienen gran calado en la sociedad. Incluso aunque el PDP se beneficiara de una fragmentación del KMT y consiguiera el gobierno central, a menos que calme la ansiedad que provoca el «cambio de cielo», a la victoria seguirían malos tiempos para el partido, ya que su éxito no cuenta con un apoyo público de base amplia y sólida. Por ejemplo, la clase media podría iniciar una ola de emigración y los empresarios podrían dejar de invertir localmente. Otra cuestión por aclarar es si el ejército permanecería fiel a un gobierno que propugnara la independencia del territorio. El PDP no puede olvidar estos problemas potenciales.
Por consiguiente, Hsu Hsin-liang, el presidente del PDP, sugiere una política de dos fases en la adquisición del poder político central; esto es, antes de conseguir su objetivo final, el partido debería consolidar la cooperación con el KMT mediante un gobierno de coalición. Así el PDP disfrutaría de un período de prueba para que el electorado comprobara la eficiencia de sus cargos ministeriales y se preparara ante la posibilidad de un gobierno del PDP.
Pero Chen Shui-bian ha ganado confianza tras su victoria en las elecciones a alcalde de Taipei en 1994 y está convencido de que el partido no necesita tal «período experimental», sino que puede obtener el poder ya en las presidenciales del 2000. Si éste fuera el caso, el PDP debe hacerse con la confianza de esos tres importantes grupos en muy poco tiempo.
Sea cual sea la decisión final, el PDP debe probar que, en los asuntos de China continental, su postura no es radical. Las dudas del electorado sobre el partido no se verán eliminadas totalmente a menos que éste revise su ideario de forma significativa. Pero cualquiera que se lance a ello se expondrá seguramente a las fuertes críticas de sus compañeros y se arriesga por tanto a ser expulsado. Este es el dilema del PDP, que seguramente persistirá durante algún tiempo.
Un conflicto entre Taiwan y China continental no sólo les preocuparía sino que seguramente involucraría a ambas naciones. Por ello, Hsu Hsin-liang y Shih Ming-teh [otro líder destacado del PDP] han visitado EE UU y Japón con la intención de explicar que el PDP quiere tratar el asunto de la independencia de forma pragmática. La respuesta que reciben es, generalmente: «Lo que importa no es que nosotros lo entendamos, sino que convenzan a Pekín». Éste es uno de los grandes desafíos a los que se enfrenta el PDP.
¿Cómo cambiar la preocupación fuertemente arraigada en Pekín en cuanto a la defensa de un Taiwan independiente? No hay duda de que, para el PDP, cualquier concesión obvia en este campo sería un gesto de rendición ante China continental. Al mismo tiempo, la actitud de Pekín es siempre esencial en el futuro de Taiwan. Por tanto, el PDP está estancado. Pero la política es un arte, y aunque los problemas son a veces difíciles de resolver, no existe ninguno irresoluble. Por ejemplo, a pesar de la mutua falta de confianza, el PDP puede aún encontrar vías de comunicación con Pekín.
Parte de la población taiwanesa alberga profundos sentimientos hacia China continental. A medida que gana fuerza la idea de «Taiwan en primer lugar», esta gente siente naturalmente un momento de crisis y se refugia en el NP. Al principio, el NP creció rápidamente hasta hacerse con un 12 ó un 15 por ciento de los votos en toda la isla, pero éste parece ser el techo del partido. Su postura entra en conflicto con las tendencias crecientes, como la preocupación por una identidad propia de Taiwan.
Aunque hay quien duda de la lealtad del NP hacia el pueblo de Taiwan, lo que sus miembros piensan es que es el gobierno de China continental, no su población, quien se opone a Taiwan. Pero los líderes de la opinión taiwanesa han forzado al NP a una falsa dicotomía: ¿la lealtad del NP está con el pueblo de Taiwan o con el de China continental? El Nuevo Partido piensa que no es necesario hacer tal elección.
Cuando Hsu Hsin-liang [del PDP] mencionó la posibilidad de establecer contactos directos [postales, comerciales y de transportes] entre Taiwan y China continental, lo que se criticó fue su idea, no su lealtad al pueblo taiwanés. Pero cuando en el NP adoptaron la misma idea, se les acusó de confabulación con China continental.
De los tres principales partidos de la isla, el NP es el que tiene mayor afinidad con China continental en el asunto de la reunificación, pero sólo representa a una minoría de la opinión taiwanesa, de forma que Pekín adopta una postura pragmática y trata de llegar a los partidos más votados, el KMT y el PDP, para conseguir acrecentar su influencia en la sociedad taiwanesa. Naturalmente, el intento de Pekín de centrarse en esos partidos comporta cierto grado de frustración para el NP no sólo en su estatus nacional sino frente a China continental.
Aparte de su impopular postura por la reunificación, el NP tiene otras barreras en su desarrollo, como la lucha interna por el liderazgo. Más aún, la pasión de sus seguidores ha decrecido con el tiempo. A pesar de ello, no creo que vaya a desaparecer. La gente seguirá votándo por éste debido a su capacidad como contrapeso de la política en Taiwan, estimulando al KMT y al PDP a madurar políticamente. Aquellos que pierdan fe en los principales partidos podrían querer pasarse al NP.
En cuanto a su potencial de desarrollo, el factor decisivo serán los cambios en el KMT. No hay muchas perspectivas de reunificación entre el NP y el KMT mientras Lee Teng-hui siga de presidente, ya que sus caminos son muy diferentes. Pero si el Partido Nacionalista no obtuviera la mitad de los escaños en las elecciones legislativas de este año, más legisladores del KMT podrían apoyar algún tipo de consenso con el NP. Si esto ocurre, el NP podría ampliar su influencia y provocar alguna revisión en el ideario del KMT.
Otra posibilidad es que el KMT se fragmentara antes de la próxima elección presidencial y que los escindidos formaran una potente «tercera fuerza» contra el KMT y el PDP. Para tener influencia en las elecciones, dicha tercera fuerza intentaría conseguir el apoyo de los votantes del NP. Por ahora, sin embargo, el NP tiene suficiente con preservar su fuerza actual.
En todo caso, todavía no. Para llegar a esto debería haber dos partidos poderosos que contaran siempre con un total del 90% de los votos en las elecciones parlamentarias, lo que significaría un descenso del NP por debajo del 10%, y yo no lo creo posible. Dada la estructura de nuestro sistema electoral, los partidos políticos pequeños pueden desarrollar al máximo su potencial durante las elecciones y ganar al menos unos escaños.
En elecciones legislativas pasadas, el PDP obtuvo, cuando más, alrededor del 34% de los votos, y eso no le convierte en un rival de la talla del KMT. Además, los principales partidos de Taiwan cuentan aún con muchas facciones internas que podrían provocar una ruptura y la formación de un mapa político de alineación muy diferente. Con todas estas posibilidades, yo creo que aún queda mucho camino por recorrer antes de alcanzar un ambiente político bipartidista estable.
--entrevista por Oscar Chung