Hacer figuritas de mazapán es una de las atracciones más populares en los festivales de los templos. El artista toma bolitas de masa de brillantes colores, las moldea y las une para crear un loro, un personaje de las caricaturas o lo que el cliente desee. Pero mientras las multitudes se divierten con este arte, cada vez menor cantidad de personas sabe cómo se practica. “Las figuritas de mazapán eran vistas como juguetes o bocadillos durante los festivales de templos”, nos explica Huang Sing-wu. “No se consideraba que este tipo de entretenimiento popular trivial era digno de ser preservado”.
Huang, que enseña este arte en las escuelas del centro y el sur de Taiwan, explica que el origen de hacer estas figuritas de mazapán, conocidas como jiangmi ren o gente del arroz del río en China, está perdido. Sin embargo, nos cuenta la leyenda que en una ocasión Kung Ming, primer ministro del estado de Shu en la era de los Tres Reinos (220-280), al tratar de cruzar el río Han, se encontró con olas tan grandes que hacían imposible el paso. Se le dijo a Kung Ming que 49 cabezas humanas debían ser sacrificadas para calmar las aguas. No queriendo ver pérdidas humanas, mandó a hacer 49 cabezas de arroz, rellenas de carne de res y de caballo. Esta treta logró engañar a los espíritus responsables de las olas, y desde entonces, Kung Ming ha sido respetado como el creador de este arte.
Si bien es mejor no tomarse las leyendas muy en serio, las figuritas de mazapán de arroz han permeado la cultura culinaria china por largo tiempo, apareciendo en tumbas de la dinastía Tang (618-907) como ofrendas en los sacrificios. Además de servir como alimentos para el consumo humano, la tradición de los banquetes chinos incluía una mesa con ofrendas a los dioses, compuestas de flores y figuritas. Después del banquete, las decoraciones se convertían en juguetes para los niños o se botaban.
Las figuritas de mazapán llegaron a Taiwan con los inmigrantes chinos siglos atrás. No obstante, hacer las exquisitas figuritas fue suprimido, junto con otras actividades tradicionales, durante la ocupación japonesa (1895-1945); pero las habilidades básicas sobrevivieron en la privacidad de las casas comunes y corrientes. Huang recuerda que los solsticios de invierno de su niñez estaban marcados por adultos sentados alrededor de la mesa hablando sobre el año que había pasado, haciendo empanadillas de arroz y moldeando pequeñas figuritas de mazapán.
Las figuras eran llamadas “gallinas y sabuesos” en dialecto taiwanés (hoklo) y estaban moldeadas en forma de cosas comestibles como pollos, pescados y verduras. Después de las ceremonias religiosas, las figuritas eran dadas a los niños, quienes, cuando se cansaban de jugar con ellas, las horneaban y después se las comían. Si bien la abuela de Huang era una experta en hacer gallinitas y sabuesos, las bolitas de mazapán eran poco menos que bocadillos de temporada para el joven Huang Sing-wu.
Después de terminar su servicio militar en 1988, Sing-wu trabajó en el Grupo de Plásticos Formosa, una de las corporaciones más grandes de Taiwan. Tras ocho años en la fábrica de textiles en Chiayi, fue promovido a un puesto administrativo. No obstante, rechazó este puesto promisorio por el mazapán, regresando a su pueblo natal de Siansi, en el distrito de Changhua. “No tengo ninguna queja sobre el trabajo, pero no era feliz”, confiesa. “Lo cambié por un recuerdo de infancia. En realidad, no fue una decisión difícil--no estoy realmente atado a las comodidades materiales”.
Su decisión fue impulsada por el llamado “Incidente de la Arcilla de Papel Tóxico” en 1995. Se informó que la arcilla de papel usada comúnmente en las clases de arte de escuela primaria contenía pentaclorofenol, un químico tóxico que actúa como antiséptico. Preocupado acerca de sus propios hijos, Sing-wu recordó el mazapán totalmente natural y pensó que sería un sustituto más seguro para que los niños jugaran con ella.
Renunciar a un salario fijo no fue bien recibido por la mayoría de su familia, pero Huang Sing-wu tenía todo el apoyo de su hermano mayor, Huang Sing-bin. Once años mayor que Sing-wu, para ese entonces Sing-bin ya había estado promoviendo este arte por cerca de una década y era también un escultor de mazapán amateur. Habiendo trabajado como supervisor de control de calidad en una fábrica de hule por 10 años, se tomó un tiempo libre y probó moldear algunos de los bocadillos de infancia. “Al principio, lo hacía por diversión, pero de alguna forma pasé el punto sin retorno”, recuerda Huang Sing-bin. “Pensé que debería tratar de ganarme la vida con algo que disfruto en lugar de regresar a algo en lo que no estaba interesado”.
El plan era vender figuritas de mazapán en la calle y enseñarle a cualquiera que estuviera interesado. Huang Sin-bin explica que su abuela usaba mazapán hecho de arroz glutinoso que no se había cocinado completamente, mezclado con agua. Para hacer que las figuritas duren más, añade harina de trigo al arroz glutinoso y lo cocina con un poco de sal como antiséptico. Los colorantes para alimentos expandieron la gama de colores de los dos tradicionales a siete. Asimismo, para mantenerse más actualizado, incluyó personajes de caricaturas en el elenco de gallinas y sabuesos, y comenzó a tomar los pedidos de los clientes.
El proceso de esculpir es realmente simple. La masa es enrollada en una de cuatro formas básicas, luego se le aprieta y se le da vuelta y se combina con otras para completar al personaje. Cada uno toma cerca de cinco minutos y, dependiendo del clima, requiere de dos a tres horas para endurecerse. “Nuestra demostración es el producto real--las figuritas son sólo el acompañamiento”, señala Sing-bin. “A la gente le gusta detenerse y observar cómo creamos algo de la nada en algunos minutos, pero casi nunca se quedan una hora”.
Huang Sing-wu aprendió todas sus habilidades de su hermano. En vez de enfocar en la escultura, decidió poner sus esfuerzos en la enseñanza. En la década pasada, ha enseñado a niños y maestros desde el jardín de infantes a la secundaria. Sing-wu descubrió que, en lo que se refiere a los pequeños, la máxima prioridad es interesarlos en este arte. El tema de sus demostraciones varía de acuerdo con su público. Los estudiantes en las aldeas pesqueras pueden considerar más interesante moldear peces tropicales de masilla; mientras que los estudiantes de las urbes prefieren más a los personajes de las caricaturas.
Muchas de las obras de sus estudiantes han obtenido premios de arte, pero Sing-wu no considera ésta su meta principal. “No todos los que han tomado una clase son buenos para ello, pero la mayoría de ellos han aprendido cómo apreciar este arte”, confiesa. “Los talentos artísticos son importantes, pero este arte sólo puede ser preservado cuando haya suficientes personas que lo aprecien”.
Este concepto es apoyado por su sobrino, Huang Yuan-yue, hijo de Huang Sing-bin. Por haber crecido rodeado de estas figuritas, Yuan-ye aprendió todas las técnicas de escultura cuando estaba todavía en la escuela primaria. Ayudó a su padre y a su tío a dar clases o a realizar presentaciones de su arte, e inclusive ha ofrecido exhibiciones individuales desde que salió del colegio. Yuan-ye trabajó como ingeniero de investigación y desarrollo para una compañía de productos electrónicos por cerca de dos años, antes de decidir unirse a su padre y tío. “Hay miles de ingenieros talentosos trabajando en electrónica, pero hay muy pocas personas que tengan la habilidad para trabajar en las artes populares”, confiesa. “Creo que seré más útil haciendo ésto y dejando la electrónica a otros”.
La mayoría del tiempo, las dos generaciones de los Huang están ocupadas enseñando o esculpiendo individualmente. Pero cada Año Nuevo Lunar, ellos trabajan en equipo haciendo presentaciones en los festivales de los templos con otros miembros de la familia. Los Huang ven ésto más como una reunión familiar que como una oportunidad para hacer dinero. Deleitar a su público con su arte y ver la sonrisa de un niño al recibir un Pikachú recién hecho de manos de su abuela es más que una recompensa suficiente.
Adaptado del Taiwan Review por Silvia Villalobos