A la distancia, el mar se veía en calma. La mujer toma la mano del niño --su primer hijo después de casarse con un taiwanés--. "‘Tu esposo es mucho mayor que tú. Te casaste con él porque ...’ Nga se sonroja y replica: ‘Tiene que ver con la suerte, y la vida’. Le pregunté: ‘¿Eres feliz?’ La respuesta de Nga me dio alivio". Así escribe Vi Thi Tuyet en su cuento corto titulado La playa, que ganó el primer lugar en una competencia nacional el mes pasado. El tema de la competencia de escritos y fotografía fue los "nuevos inmigrantes" de Taiwan.
Vi Thi es una auxiliar de atención personal vietnamita que trabaja en un pueblito cerca del mar en el distrito de Kaohsiung. Por medio de sus salidas diarias con el paciente anciano a su cuidado, conoció muchas personas del área, entre ellas su compatriota Nga. La playa contiene sus impresiones acerca de sus múltiples encuentros con Nga, al igual que los pensamientos de la autora acerca de su propia vida tan lejos de su hogar.
La imagen distintiva que emergió de las palabras de Vi Thi fue complementada perfectamente por la foto adjunta de la madre con su hijo, señala Hoang Oanh, una de los miembros del jurado, después de la ceremonia de premiación. "Eso fue lo que hizo resaltar su obra", indica.
Hoang, que ganó el primer premio en la misma competencia dos años atrás, explicó que se sintió conmovida por muchas de las historias que leyó. Hoang enfatizó que muchas de las obras le recordaron su propia experiencia creando un hogar lejos de Vietnam, después de casarse con un empresario taiwanés y venirse a vivir a la ciudad de Taipei.
Con el título de Imágenes e historias de los nuevos inmigrantes, la competencia fue organizada por la Fundación Nueva Frontera, una entidad que fue establecida por el gobernante Partido Democrático Progresista, con énfasis en los servicios comunitarios. Hsu Chia-tien, quien estuvo a cargo de organizar el evento, explicó que la cantidad de obras remitidas fue el doble de la competencia dos años atrás, y que participaron tanto taiwaneses como extranjeros.
El término "nuevo inmigrante" ha sido adoptado recientemente para describir a cualquier persona no nativa que ha obtenido la ciudadanía taiwanesa por medio del matrimonio. En su mayoría, son mujeres de China continental o de otros países del Sudeste Asiático. Anteriormente se las llamó "novias extranjeras", un apelativo visto como discriminatorio por los grupos defensores de los derechos humanos.
Ser identificadas con un punto de vista favorable o siquiera como individuos ha sido difícil a través de los años para los inmigrantes, particularmente ya que los periódicos sólo mencionan a las esposas extranjeras cuando se refieren a estadísticas --cuántas hay actualmente en Taiwan-- por ejemplo. Además, los informes de prensa sobre violencia doméstica y matrimonios falsos no han hecho sino agravar la desconfianza entre las personas y fortalecer el estereotipo negativo de las relaciones interculturales.
"Estos días, es particularmente sorprendente que los bienes importados sean más caros que los locales, mientras que las personas ‘importadas’ se valoren menos que las locales", señaló Hoang. "Lo bueno es que por medio de esta competencia, nuestros nuevos vecinos pueden darnos sus opiniones más profundas. La vida como inmigrante es difícil porque usted no es siempre capaz de captar el respeto de otras personas, aunque exista", opina, "pero ahora podemos darnos cuenta de los sentimientos de otras personas".
La combinación de imágenes y palabras es sin duda un poderoso medio de expresión, y la competencia permitió aún mayor creatividad ya que las obras pudieron ser presentadas en el idioma nativo del autor, explicó Yang Tsung-rong, miembro del jurado y profesor de la Universidad Nacional Normal de Taiwan. "Esta es realmente una gran oportunidad para que nosotros aprendamos e interactuemos con diferentes culturas", declaró durante la ceremonia.
Caballo de hojas, por Cheng Chung-yu y Zeng Jing-wun obtuvo el primer lugar en la categoría para participantes taiwaneses. La historia relata cómo dos mujeres participan en un juego que practicaban de niñas. La foto que acompaña fue tomada en un taller comunitario en Kaohsiung donde las esposas extranjeras fueron motivadas a compartir sus experiencias en un ambiente teatral. "Les preguntamos qué tipo de juegos practicaban cuando eran pequeñas. Resultó que la mayoría son los mismos juegos que teníamos en Taiwan cuando éramos niños", revela Chen. "Al final, escogieron un único juego que les gustaría jugar de nuevo y presentarlo a otros, que fue montarse en un caballito hecho con hojas de banano".
A pesar de que muchos de los extranjeros que participaron en la competencia lo hicieron impulsados por sus profesores de mandarín en las clases patrocinadas por el Gobierno, este año gran cantidad de "nuevos inmigrantes" tomaron parte por iniciativa propia. Por ejemplo, Liu Yi-kun, de China continental, envió la obra Valor, que consistió en una carta a su hijo de cuatro años y una foto del niño participando en un campamento de verano para presentar la cultura aborigen atayal a los pequeños. Liu se divorció hace dos años y está criando sola a su hijo. Se convertirá en ciudadana naturalizada en medio año, un estatus que ha tomado ocho años.
"Las culturas desaparecen si nadie cuida de ellas, así que los pueblos deben evitarlo tomando parte activa en ellas", afirma Liu, explicando por qué envió a su hijo al campamento. En Valor, le da instrucciones a su pequeño acerca del espíritu del valor, dejando claro cómo los aborígenes colaboran para traer presas de sus cacerías y compartirlas con otros miembros de su tribu. Los grupos minoritarios, ya sean los aborígenes o "nuevos inmigrantes" deben colaborar para ayudarse unos a otros, escribe Liu.
Dejando a un lado los asuntos relacionados con la identidad, algunas de las mejores historias vistas estuvieron relacionadas con el amor y la vida en general. Por ejemplo, Kana Lin, quien desafió a sus padres en Vietnam dejando sus estudios a los 20 años para casarse, contribuyó con una obra en la que habla de cómo se las arregló para desarrollar su propia familia en Taiwan.
"Considero que como mujer debo aprovechar cualquier oportunidad para superarme, pero también estoy consciente de que soy la única que debe ser responsable por el camino que escoja", afirma, diciendo que se inspiró en las mujeres taiwanesas, que rehusan doblegarse ante las restricciones sociales y de género. "No importa de dónde sea, con un corazón y una mente fuertes, usted puede crear y sustentar una familia adorada en otra tierra", enfatizó. La joven de 24 años continuó diciendo que seguirá su sueño de estudiar Derecho, con el fin de brindar asistencia legal a los vietnamitas que viven en Taiwan.
En La playa de Vi Thi, la situación era particularmente complicada, con Nga pidiéndole a su esposo escoger entre ella y sus hijos. Vi Thi escribe: "Las olas del océano eran cada vez más grandes. Vi a Nga correr hacia mí. ‘Siempre me humillan. ¿Qué hay de malo con ser vietnamita? Yo no quiero ser su madrastra y ellos tampoco desean que yo lo sea’. Le replico diciendo que: ‘No es razonable pedirle a un padre que se separe de sus hijos’".
No obstante, la historia tuvo un final relativamente feliz. Los hijos se fueron a vivir con su abuela, lo que permitió que naciera una nueva familia. El esposo se sintió más tranquilo y feliz, ya que pudo reiniciar su vida sin perturbar la armonía del nuevo hogar. La autora también parece contenta de que la pareja haya resuelto sus diferencias, al mismo tiempo que añade algunas opiniones acerca de las divisiones dentro de una familia. Como una madre que dejó a sus propios parientes en Vietnam, Vi Thi probablemente conoce bien la situación, pero no juzga a Nga de ninguna forma.
"Ahora Nga y su marido parecen mucho más felices", concluye. "Yo también me siento feliz, y tengo deseos de cantar al sonido del mar. Espero que ningún tifón venga a perturbar este lugar, para que el mar permanezca en calma por siempre".
Traducido del Taiwan Journal por Silvia Villalobos