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Museo rinde homenaje a la temprana cultura del café en Taiwan

26/05/2009
Una parte de la exhibición sobre la cultura del café en Taiwan reprodujo el Café Bolero en su época dorada. Este local fue mecenas y anfitrión de muchos artistas. (Foto de Silvia Villalobos)

El visitante que llega por primera vez a Taipei, Taichung, Kaohsiung; o cualquiera de las ciudades grandes y pequeñas de Taiwan, encuentra una gran variedad de cafés para escoger, según su gusto y presupuesto. Desde los más modernos a los tradicionales, es obvio a primera vista que el café está enraizado en una cultura más conocida por su té.

La exhibición Temprana cultura del café en Taiwan, en el Museo Nacional de Historia, brinda un homenaje al “grano de oro” y su influencia en el desarrollo de la cultura local. Al igual que el té, este producto no solamente enriqueció las vidas de los consumidores con su agradable aroma y sabor; sino también que moldeó un estilo de vida y cultura caracterizado por la apertura y sincretismo con el mundo más allá de las costas de la isla.

En la actualidad, locales y extranjeros están familiarizados con la variedad de cafeterías disponibles. Si bien la moda de las cadenas de cafeterías occidentales, estilo Starbucks; o las japonesas, como Doutor, parece tener la fuerza de un nuevo descubrimiento; en realidad, la historia del café en la isla se remonta a siglos atrás, cuando los granos fueron introducidos por los europeos.

Fueron los holandeses los primeros en traer el grano a la isla, pero los primeros intentos exitosos de cosecharlo en ella deben atribuirse a los ingleses; en particular, a los mercaderes británicos Tait & Co., que importaron café de Manila, Filipinas, e iniciaron su cosecha en Sanxia, pueblo sudoriental del distrito de Taipei. Posteriormente, continuaron sus esfuerzos en Leisuikeng en el distrito de Wenshan, y también en Xizhi, al norte de Taipei. Si bien la cosecha prosperó al principio, la falta de cuidado adecuado provocó al final el fracaso de esta empresa.

Cuando los japoneses tomaron control de la isla en 1895, consideraron que el clima subtropical de la misma era ideal para el cultivo del café. Por ello, comisionaron a varios institutos de investigación la labor de desarrollar y experimentar con el grano para obtener el éxito. Fue en 1915, cuando se comenzó a vender el café exitosamente cultivado desde 1908 en el Instituto de Investigaciones Forestales de Hengchun, ahora como un producto agrícola local por orden imperial. Al mismo tiempo, el cultivo del café en otras instituciones gubernamentales de investigación agrícola, como la Estación de Investigación Agrícola de Chiayi y la Estación de Investigación Hortícola de Shihlin, obtuvo notables resultados.

Por otro lado, la variedad arábica del café era cultivada por campesinos en la Villa Fengtian, en el área del Puerto de Hualien. A pesar de que la cosecha era poca, la mayoría de ella era exportada a Japón, más que todo a las ciudades de Tokio y Yokohama, haciendo del cultivo del café una industria clave para los locales.

Pero la atracción hacia el cultivo del café no fue tan fuerte ni de tanta influencia como la cultura alrededor del consumo del café en locales especializados. Aunque los cafés son un producto de la cultura occidental, la formación en Taiwan de la cultura del café tiene una profunda relación con Japón. En los primeros años bajo el régimen imperial japonés, las cafeterías o café-bares de la isla estaban en su mayoría administrados por japoneses.

La mayoría de los cafés en la ciudad de Taipei estaban ubicados en el área llamada en ese entonces Sakaemachi (hoy en día la calle Hengyang, cerca del Palacio Presidencial), como por ejemplo varios famosos como el Restaurante Chung Yang, el Café Parma y el Daiichi Eiraku. Fue posteriormente, cuando los estudiantes taiwaneses regresaron tras completar sus estudios en el exterior, que la sociedad comprendió mejor acerca de la cultura occidental, y los locales comenzaron a administrar sus propios cafés. De ellos, destacan el Werther, la Casa de Té Tianma y Bolero (todavía en existencia), ubicados mayormente en el distrito comercial de Dadaocheng.

El concepto de café de ese entonces difería un poco del actual. Si bien ahora son lugares para disfrutar comidas rápidas, leer plácidamente o simplemente tomar bebidas no alcohólicas, en aquéllos días los cafés fungían como restaurantes, casas de té, cabaret y hasta de comedero barato. Bajo el tema general del café, era un lugar más dedicado a los conceptos “occidentales” de recreación.

La recreación consistía en esa época de música, poesía y algo más. En japonés, se denominada como jyogyuu a la mesera del cabaret, que también hacía el papel de anfitriona. Su desempeño no era el de una geisha ni de una camarera en el sentido como lo entendemos hoy en día, sino más bien una mesera, vestida a la usanza occidental, dedicada a animar la velada de los bohemios clientes, y que tal vez se dedicara a veces a la profesión más antigua del mundo.

Por ello, era difícil para los taiwaneses de esa época comprender las implicaciones culturales del concepto del café en Occidente, donde estaba más asociado con el sincretismo de las artes, la política y literatura. Por esta razón, el estado ambiguo de las jyogyuu, las prostitutas y las geishas le daban a la gente la oportunidad de combinar los cafés y cabarets.

Sin embargo, conforme se aceleró la occidentalización de Taiwan, así comenzó a cambiar el concepto de los cafés, y la coexistencia de una cafetería dentro de un cabaret se volvió menos popular, y la ambiciosa jyogyuu declinó o tomó otro empleo.

De hecho, poco a poco el arte se convirtió en el centro y razón de ser de los cafés. En Taiwan, como en París, donde los Lumière presentaron su primera película en un café, se estableció un vínculo entre el cine y la cafetería. Por ejemplo, Jan Tian-ma, dueño de la Casa de Té Tianma, narraba películas mudas. Una de las primeras canciones populares en Taiwan fue el tema principal de la película china Lágrimas de un melocotón (1932), que Jan narró.

La música también se convirtió un elemento indispensable de los cafés. El gramófono fue el componente de audio más popular, seguido del piano, radio y otros. Aparte de música clásica, el jazz y las melodías populares compartían el público de las cafeterías.

El Café Bolero, por su parte, atrajo a muchos artistas y escritores tras su inauguración en 1934. Su dueño, Liu Sui-lai, abrió este café para dar un espacio de expresión artística. Al principio, Liu colgó lienzos en blanco en la pared para que sus artistas-clientes pintaran si deseaban hacerlo. Este ambiente también atrajo importantes personalidades que promovieron las exhibiciones de arte; tales como Zhou Jing-tian, dueño de una imprenta; y Jan Sao-ji, fotógrafo; así como numerosos coleccionistas, con lo que se promovió la interacción entre los elementos esenciales del mercado del arte: fotografía, impresión y compradores. Este mismo tipo de interacción, pero para los dramas teatrales, se daba en la Casa de Té Tianma.

Sin embargo, los cafés no limitaron su influencia al arte. Posteriormente, se convirtieron en centros de intercambio de información, donde los periodistas se reunían a indagar sobre las principales noticias del día, haciéndolos indispensables para su labor.

Las múltiples facetas de la vida de los cafés quedaron plasmadas en la exhibición del 27 de mayo del año pasado al 30 de junio del presente año. El objetivo de esta exposición fue reconstruir el espacio cultural original del café en Taiwan, presentando las influencias y la trascendencia de los cafés.

En el primer salón, se establece la relación entre la música y los cafés, incluyendo antigüedades como discos y fotografías de la época inicial. Allí vemos las imágenes de las jyogyuu y hasta un kimono, usado como uniforme de mesera de cafetería.

Para representar la relación entre los cafés y la literatura, se expone una reproducción del ambiente en el Café Bolero. Se llega a incluir uno de los primeros refrigeradores, usado para guardar helados; así como un bar con sus implementos para servir hasta cerveza. También se incluyen muestras de las comodidades estacionales tales como un ventilador para verano o un calentador en invierno.

Finalmente, se evocan los primeros pasos en el cultivo del café localmente, y su historia y desarrollo hasta nuestros días.

La exhibición nos motiva a descubrir cómo un elemento tan cotidiano como el café puede conducir a una fusión cultural. Gracias a la conservación de las antigüedades, fotografías, y registros testimoniales, se puede trazar la historia de cómo la cultura del café ha aportado al enriquecimiento de la sociedad. Los cafés de Taiwan, únicos e individuales, tienen un gran valor como patrimonio cultural. Más que un simple servicio rápido y conveniente, los cafés en Taiwan ayudaron a escribir la historia de la nación.

Texto de Silvia Villalobos

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