27/12/2024

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Un merecido descanso

06/03/1993
"Reposa bien un mes y así no tendrás problemas el resto de tu vida", dice un viejo prover­bio chino. La recomendación, lamentablemente, no es para to­dos. Está reservada a las mujeres que acaban de dar a luz. Y consiste en que éstas reciban los máximos cuidados durante un mes, para recuperar su orga­nismo del embarazo y el trabajo de parto. Comidas tónicas, sumadas a una serie de recomendaciones y prohibiciones, hacen de esta costumbre algo muy propio del pueblo chino. Pasadas durante siglos de madres a hijas y de suegras a nueras, muchas de estas tradi­ciones pueden parecer un poco insólitas para otras culturas. De hecho, varias son consideradas innecesarias por la medicina mo­derna, debido al mejoramiento de la calidad de vida. Pero como las creencias están bien arraigadas y la mayoría de la gente prefiere no correr ningún riesgo, el dzuo yué tze (sentarse un mes) sigue en plena vigencia. Calor y más calor El origen de esta costumbre, según el doctor Cheng Cheng-chieh, del Mackay Memorial Hospital de Taipei, estuvo en que antiguamente era la única forma de que la mujer consi­guiera una recuperación com­pleta, ya que no existían an­tibióticos ni cirugía para restau­rar las heridas. En términos de protección, los principios más importantes son mantenerse abrigada, evitar las corrientes de aire y comer alimentos nutritivos. En Taiwan, el plato más popular para este objetivo es la sopa de pollo con aceite de sésamo. La carne de pollo es rica en proteínas y fácil de digerir. Y el aceite de sésamo tiene altas cantidades de vita­mina E, hierro y calcio, por lo cual se cree que ayuda a con­traer el útero junto con eliminar rápidamente flujos y desechos. La mujer también debe evitar el consumo de frutas y verduras de "naturaleza fría", como sandías, peras, mandarinas y es­pinacas. La misma regla se aplica a la ropa y, aunque sea el más tórrido verano, es impera­tivo cubrir el cuerpo totalmente y no exponerse a ventiladores o aparatos de aire acondicionado. Según la creencia, un catarro es lo peor que puede pasarle a una nueva madre. Para evitarlo, las normas dicen que ésta no debe salir de casa, lavar su pelo, bañarse o tocar agua fría. Además, puertas y ventanas deben quedar cerradas. Los chinos tienen una expli­cación médica: durante el embarazo, el cuerpo de la mujer pro­duce entre un 30 y un 50% más de líquido que lo usual para brindarle nutrientes al feto. Des­pués del nacimiento, los fluidos son expulsados del organismo a través del sudor. Y como en ese proceso los poros están más abiertos, las mujeres quedan más expuestas a un resfrío. También se dice que una madre en período de dzuo yué tze debe permanecer acostada el mayor tiempo posible y evitar subir escaleras, levantar objetos pesados, coser e incluso leer (para no dañar la vista). Todo ello contribuiría a una más rá­pida recuperación y a prevenir consecuencias posteriores como artritis, dolores de cabeza o malestares de la menopausia. Esta particularidad de las cos­tumbres nacionales hace natural que a las mujeres chinas residentes en el extranjero se les haga difícil seguir su tradición al pie de la letra. Muchas quedan en la disyun­tiva de hacer caso a las recomen­daciones occidentales o seguir los consejos que han oído desde pequeñas. Porque por más mo­derna que clame ser una persona, entre los chinos siempre pesan las enseñanzas de los antepasados. Esto y lo otro Una enfermera con experien­cia cuenta que ahora muchas mujeres prueban los remedios que se les ha recetado para es­timular la contracción del útero, a la vez que toman la sopa preparada por sus madres o sue­gras para igual propósito. Comen las frutas y verduras que les sirven en el hospital, así como el caldo traído por su fa­milia. Y no se complican en combinar ejercicios suaves con un reposo en cama de al menos 16 horas diarias. Por una parte, lo que ocurre hoy en día muestra la aceptación de lo tradicional y lo moderno. Pero, por otro lado, es una señal de que las madres jóvenes no saben realmente qué hacer. Según Yang Ling-ling, profe­sora del Colegio Médico de Taipei, la práctica de consumir más carne y comidas tónicas en este período se originó en que, antes, la gente se alimentaba en forma precaria debido a la es­casez de recursos. Por eso, du­rante el embarazo y los días posteriores, se trataba de compensar la falta de nutrición. Otra de las razones es que, supuestamente, la mujer debe "comer por dos". Primero, para alimentar al feto y luego, para amamantar al bebé. Sin embargo ahora, con lo expandida que está la costumbre de dar leche de fór­mula a los niños pequeños, se hace innecesario comer en forma tan abundante. A menos que a la persona no le preocupen las espinillas o los kilos de más. Los mismos chinos reconocen que la atención médica actual permite una recuperación pronta y segura. Y con comodidades como agua caliente con sólo abrir una llave, estufas y secadores de pelo, la posibilidad de resfriarse es muchísimo menor. "En este ambiente, no hay nada malo en bañarse y lavarse el pelo", dice Yang Ling-ling. Alegría para el hogar Sin embargo, según la ex­perta, el quid del asunto va más allá de razones médicas o creencias ancestrales. "En el fondo, se trata de una recom­pensa", explica. Es un premio por traer alegría a la familia y una forma de reconocer a la mujer el esfuerzo físico que ha hecho durante el parto y los meses previos. Al mismo tiempo, es una for­ma de lograr que se recupere lo mejor posible para que luego pueda tener más niños. Esta costumbre también es reflejo de los papeles de las personas en la sociedad china. Antes de que las féminas entraran al mundo del trabajo re­munerado, las esposas jóvenes se dedicaban por entero a servir a una extensa familia que incluía a suegros, marido e hijos. "Este descanso de un mes era la única justificación que tenía la mujer para comer carne y alimentos nutritivos, cosas que antes ni siquiera se atrevía a tocar. Además, era su única oportunidad de darse un respiro sin que los parientes hablaran mal de ella", dice la profesora de enfermería Han Wen-hui. Pero, como todas las cosas eventualmente lle­gan a su fin, también ocurre así con el dzuo yué tze. El mes de encierro y reposo concluye con otra tradición conocida como man yué (cumplir un mes). Esencialmente consiste en que la madre em­piece a dedicarse a cuidar al bebé o vuelva a su trabajo fuera de casa, aparte de dejar de alimentarse en forma especial. Desde luego, esta etapa es marcada con una celebración. En el campo aún se acostum­bra hacer un banquete. Pero en la ciudad es más fre­cuente repartir regalos de agradecimiento a los amigos que dieron un obsequio o un sobre rojo con dinero. Por supuesto, esos regalos son comestibles: arroz glutinoso con hongos y ca­marones secos y huevos rojos. Después, la vida sigue su curso... hasta un nuevo nacimiento.

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