Noticias de Taiwán
Más de veinte siglos en la comida china
06/03/1992
Fuera de estas tierras se la conoce popularmente como "salsa china", gracias a su inmediata identificación con esta nación. Porque es difícil imaginar un plato de comida china sin salsa de soja, ese líquido oscuro y salado que realza magistralmente el sabor de los más diversos alimentos.
En China tiene otro nombre: "Maestra de los ocho manjares escasos". Se suele decir que, sin ella, las exquisiteces no adquirirían tan delicioso sabor. Los ocho manjares son el hígado de dragón, la médula de ave fénix, la vesícula de leopardo, la cola de carpa, el águila asada, los labios de mono, las palmas de oso y las cigarras con crema de queso.
Las recetas de todos estos manjares han pasado ya a la historia, pero no el famoso aderezo. Desde que fue inventado, hace más de dos mil años, este aliño se ha vuelto indispensable en las cocinas de China.
En realidad, la comida china debe en parte su fama a la salsa de soja. Sin este ingrediente fundamental, un plato de cerdo agridulce, o incluso de mapo tofu (cuajado de oja, carne molida, ajo, cebollitas y salsa picante), perderían todo su sentido. Un plato tan simple como pollo o cerdo cocido se vuelve sabroso cuando la carne es untada en salsa de soja.
Algunas personas están tan habituadas a su sabor, que llegan a pagar 20 dólares estadounidenses por una botella con 600 ml. de salsa de soja sin sal importada. Generalmente son personas aquejadas por ciertas enfermedades (presión alta, corazón o riñones) que no les permiten consumir salsa de soja corriente.
Monjes inventores
Las primeras salsas chinas fueron hechas de carne y pescado. Se comían principalmente como platos secundarios y no eran usadas para aliñar como hoy en día.
Gradualmente, las salsas hechas de granos y frejoles empezaron a aparecer y pronto ganaron popularidad. Entre ellas, la salsa hecha de frejoles de soja fue especialmente favorecida por los antiguos chinos.
Se dice que los primeros en usar estos ingredientes fueron monjes. Es bastante probable, ya que los vegetarianos desde tiempos muy antiguos han consumido ese tipo de alimentos por tratarse de importantes fuentes de proteína y grasa en su dieta.
Para conservarlos por largos períodos, los monjes primero los escabechaban en agua salada y los secaban al sol. Luego los guardaban en jarros. Cuando llegaba el momento de comer, tomaban algunos frejoles o granos de los recipientes y los presionaban para quitar el jugo. Este líquido lo usaban luego como salsa para untar otra comida en ella o para mezclarlo con el arroz cocido.
Esos frugales hábitos de comer de los religiosos fueron gradualmente imitados por los fieles. Pronto, la gente empezó a hacer su propia salsa de frejoles de soja.
El prototipo de la salsa como la conocemos hoy en día fue llevado a Japón a mediados del siglo VIII, por un monje budista llamado Chien Chen. En ese país, la salsa fue bautizada con el nombre de miso shiru y se convirtió en uno de los elementos más representativos de la comida nipona.
Hecha en casa
En Taiwan, la gente aprendió a hacer salsa de soja mucho más tarde que los japoneses. El método fue introducido en la isla hace unos 250 años desde el sudeste de China continental.
En las primeras etapas, la salsa de soja se hacía de frejoles negros importados del continente. Esto la convirtió en un artículo caro. Y como sólo unos pocos funcionarios gubernamentales y hombres de negocios que viajaban a menudo a China continental sabían cómo hacerla, la mayoría de la gente tenía que comprar la preciada salsa en diversas tiendas.
A diferencia de la salsa de soja de hoy, que se vende en botellas desechables, la de antes se expendía a granel y los clientes debían llevar sus propios recipientes.
La gente de Taiwan aprendió a hacer la salsa en casa para su propio consumo después que se empezaron a cultivar frejoles negros en la isla. Sólo entonces este especial jugo empezó a ganar verdadera popularidad.
Durante un tiempo, entre los regalos presentados a los novios en su día de bodas, estaba una buena cantidad de frejoles negros. Estos se entregaban ya sea a la familia del novio o de la novia.
El método para hacer la salsa requería pasos muy simples. Primero, se debía hervir los frejoles negros. Luego se añadían fermentos y se dejaba descansar la mezcla durante una semana, para proceder a vertirla en una vasija de barro. Una vez que se le agregaba agua salada, el líquido era expuesto al sol por cerca de un mes, al cabo del cual quedaba listo para ser usado como aderezo.
La costumbre de hacer salsa de soja en casa duró hasta la década de los 40. A partir de entonces, con el avance de la tecnología, vino la producción en masa. Cuando el precio bajó a un promedio razonable, la gente optó por comprarla preparada.
Actualmente, aunque los frejoles negros aún se usan en la fabricación de esta salsa, la que es hecha con frejoles de soja es mucho más popular en Taiwan. En la isla hay más de 200 productores.
Y para satisfacer mejor los gustos modernos de la población, las compañías más grandes han estado trabajando en la creación de salsas para distintas necesidades, siempre sobre la base del líquido oscuro y salado. Entre ellas están las salsas de barbacoa, para carne y huevos cocidos, y una gran variedad que incluye cebada, la cual es apreciada por sus cualidades alimenticias.
También existe la salsa de soja que contiene un 6% menos de sal y la salsa de soja sin sal. Es que, para los chinos, sin ella no se puede vivir.