La gente tiene sus penas y gozos, sus fiestas y reuniones;
la luna menguante y creciente aparece despejada y oculta por las nubes. Todo esto, desde tiempos remotos, nunca ha sido perfecto.
Mi único deseo es que todos podamos, ahora y siempre,
aunque separados por miles de leguas, compartir el esplendor lunar
Su Tug-po (1037-110l)
En todo el mundo la luna ha sido siempre objeto de admiración. En China, el calendario tradicional está marcado por las fases lunares. En el corazón de todos los chinos la luna es algo animado, humanizado, mitificado. Los chinos hemos amado y respetado tanto a la luna, que hasta tenemos un día dedicado a ella: el Festival del Medio Otoño.
La mitad del otoño coincide con el decimoquinto día del octavo mes lunar, que según el calendario gregoriano, caerá este año el próximo 7 de octubre. Esa noche la luna llena estará más cerca del equinoccio de otoño (cuando el sol brilla vertical sobre la línea ecuatorial y los días son iguales que las noches). Los cielos son claros y azules, por lo que la luna llena aparece esa vez más brillante que el resto del año.
El origen de esta festividad es antiquísimo. Un pasaje del Li chi (Libro de los Ritos), hace referencia al Hijo del Cielo que observa los sacrificios del alba en la prima vera y de la noche en otoño.
En la dinastía Tang (628-907) los poetas solían tomar a la luna como fuente de inspiración. La historia del emperador Tang Ming-huan, -"apoyado en la balaustrada, acompañado por la hermosa consorte imperial y observando los dos el estanque Taiyeh bajo la plateada luz de la luna llena del decimoquinto día del octavo mes"- ha despertado la fantasía y el ensueño de muchos. El medio otoño se convirtió en una ocasión de júbilo para hacer ofrendas a la luna, para admirarla y para celebrar las cosechas del otoño con danzas, bailes y cantos.
Cuando se aproxima este festival, las familias preparan las semillas de melón y los pasteles enforma de luna sobre una mesa ceremonial de sacrificios, orientada hacia el lugar por donde esa noche aparecerá la luna. Luego se acostumbra comer pasteles -dulces en su interior- y pomelos, beber té y sobre todo, disfrutar de la luna llena, perfectamente redonda, símbolo de la unidad familiar.
Esa noche se narran todos los cuentos -tristes y alegres- cuya protagonista es la luna, como el de la bella Chang O, quien robó a su marido el elixir de la inmortalidad y voló hacia el palacio lunar, o también el de Su Kang, desterrado a la luna y condenado eternamente a cortar una casia, que siempre volvía a brotar. Cuando la bota del primer astronauta holló la corteza lunar, se derrumbaron numerosos mitos, pero la belleza y el sabor poético emanados de la luna, ha deleitado siempre a nuestros antepasados y continuará deleitando a nuestros descendientes.