Noticias de Taiwán
La historia de Echo Chen: Escritora china con estilo latino
06/05/1982
"Se bebe agua caliente, gris, roja: los alimentos están cubiertos de arena; los ojos duelen por la reverberación. Es que el Sahara es un paisaje áspero y desolador que el hombre todavía no ha logrado dominar."
Echo Chen es menuda, sus modales revelan la educación propia de su raza y bajo su aparente fragilidad late la experiencia acumulada en los dos años que pasó en el desierto. Una etapa que marcó su vida definitivamente.
Nacida en un hogar tradicional de China continental, su infancia transcurrió plácidamente soñando con visitar alguna vez los lejanos países latinos, sobre todo España. La guerra y el dominio comunista obligaron a la familia Chen a emigrar a Taiwan y a partir de entonces de ese "despliegue". Echo ya adolescente y próxima a comenzar sus estudios universitarios, decidió convertir sus sueños infantiles en realidad y partió para España.
Sus Memorias:
"Comencé una nueva vida -dice-, de la que no quería perder un instante. Perfeccioné mis conocimientos del español que rudimentariamente había aprendido en China, y empecé a estudiar filosofía pura en la Universidad de Madrid. Mis años de estudiante sirvieron para colmarme con la cultura y la civilización europea. El deslumbramiento aumentaba cada día más."
Pero no solamente lo latino deslumbraba a esta joven china que, además de su lengua natal y del español, habla inglés, alemán, japonés y ocho dialectos chinos. Una vez que obtuvo su licenciatura, viajó a Alemania."Allí me recibí de maestra de idioma alemán y viajé a los Estados Unidos, donde trabajé once meses en la biblioteca de la Universidad de Illinois. Habían pasado más de siete años desde que dejara China, y era el momento de retornar."
Su vuelta significó reencontrarse con un estilo de vida que había dejado de serle familiar. "A pesar de ello -comenta con cierta emoción- me quedé un año, enseñé gramática y literatura alemana en la Universidad de Cultura China, y además escribí una novela corta."
Pero desde España la llamaban. "Regresé para casarme con el español que conocí en mi época de estudiante y, como los dos buscábamos nuevas vivencias, decidimos ir al desierto", recuerda.
Arena, sólo arena:
En el Sahara el tiempo se ha detenido y son pocos los que aspiran a que se eche a andar. Bajo las palmeras oásicas o de las pequeñas ciudades, mientras gustan sus dátiles, disfrutan su sombra y cuentan sus ganados, los saharauis prefieren quedar un poco al márgen de la historia sin por eso desdeñar o ir agregando poco a poco algunas ventajas a su vida. Este es el panorama que encontraron Echo Chen y su marido cuando llegaron, en 1976.
"Arribamos a una ciudad desértica llamada El Aaiún, donde vivían legionarios y militares. Como teníamos muy poco dinero, fuimos caminando al registro civil -tardamos casi una hora para llegar- mi marido no tenía saco ni yo flores, pero al pasar por el mercado que proveía a los pocos habitantes vi la abundancia de verduras y tomé un ramito de perejil para poner en mi sombrero de paja. Fué el día más feliz de mi vida," recuerda sonriente.
"Fueron dos años muy duros que templaron mi espíritu. El desierto no es un paisaje cualquiera; en él conviven el militar y el saharauis que ha aprendido a leer y a escribir, pero prefiere transmitir las "suras" coránicas y las canciones legendarias que historian las memorias de cada clan por simple tradición oral; también están los esclavos. Cada uno tiene expectativas diferentes: ambiciones de poder o asumir su destino de no ser libre. Todo esto me obligó a tomar una posición: yo fuí la primera mujer china que llegó a esa zona, y como testigo y partícipe de cada acto cotidiano debía hacerlo, conocer. Por eso, además de dedicarme a mi vida familiar, comencé a escribir."
"Mi marido era buceador y todos los días hacía 200 kilómetros (ida y vuelta) hasta la orilla del Atlántico para trabajar en el muelle artificial, y yo buscaba conocer cada vez más el lugar y su gente. Escribí lo que me llegó al corazón." Esas vivencias, Echo las volcó en dos novelas, "Los cuentos del Sahara" y "El llanto del camello", que fueron traducidas a 15 idiomas.
"Creo que generalmente lo que nos hace feliz no dura y, en nuestra caso, la profecía se cumplió. El rey Hassan II de Marruecos inició la Marcha Verde hacia el desierto y tuvimos que partir."
De vuelta a Europa:
Su nuevo destino fueron las islas Canarias. "Trabajamos intensamente durante varios años, pero otra vez la profecía se cumplió porque, hace tres años, mi marido murió en un accidente." La resignación milenaria ponía a Echo Chen a prueba, pero el golpe había sido demasiado fuerte. Volvió a China, a la que Napoleón llamó "ese gigante dormido", sin ganas de vivir.
"La sabiduría de mi padre -dice- hizo que yo volviera a ser fuerte, decidida como entonces y nuevamente escribí. Primero como una distracción, luego como profesión."
Novelas, pequeños ensayos, artículos periodísticos. Y es como periodista que llegó a Buenos Aires. "Actualmente estoy como corresponsal en Centro y Sudamérica del United Daily News, de Taiwan, un periódico que tira más de un millón de ejemplares diarios y una edición internacional que reciben todos los chinos que se encuentran en el exterior. Me permite hacer lo que para mí es fundamental: conocer a la gente. Hasta ahora lo consigo."
(La Nación de Buenos Aires)