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Gatos reviven viejo pueblo minero

26/10/2010
Este anuncio en la estación de tren de Houtong destaca sus principales estrellas. (Fotos de Kwangyin Liu)
La modelo posa ante las cámaras coquetamente bajo la mirada de los lentes acuciosos y vuelve seductoramente su cabeza en la dirección contraria. De pronto, salta sobre el techo cercano y desaparece sin dejar rastro, dejando a la gente un poco decepcionada, pero no enojada. “Eso es lo que hacen los gatos”, dice con filosofía resignadamente uno de los fotógrafos, al mismo tiempo que se encoge de hombros.

Los fotógrafos aman estos gatos. “Una gata dio a luz ayer aquí, con los visitantes y sus cámaras presentes”, explica Peggy Chien, fotógrafa y amante de los gatos. “Los animales sólo hacen eso cuando se sienten completamente a salvo y en su hogar”, señaló Chien, cuyo esposo es veterinario.

El “hogar” a que se refiere Chien es uno poco probable: el viejo pueblo minero de carbón llamado Houtong. Ubicado en el extremo noreste del distrito de Taipei, la pequeña comunidad montañosa prosperó por un tiempo en la década de 1970, gracias a sus minas de oro y de carbón. No obstante, cuando se acabó el oro y resultó más barato usar carbón importado, la industria de la minería en Houtong cayó en la quiebra en 1990. Un inevitable período de decaimiento se apoderó del caserío.

 

Un coqueto felino posa para la cámara mientras que al fondo se vislumbra la cercana estación de tren, donde antaño se transportaba oro y carbón.

“La población se redujo de más de tres mil a menos de cien en tan sólo unos pocos años”, indicó Lee Tsung-Kwei, director del Buró de Turismo y Viajes del Distrito de Taipei.

“Yo tenía tan sólo 16 años cuando trabajé en las minas”, recordó el jefe del caserío Guangfu de Houtong, Chou Chin-yi. “En aquel entonces, se necesitaban muchos jóvenes para sacar el carbón. Pero las minas murieron tan rápidamente como habían llegado”.

Hoy en día, tras casi 20 años de hibernación, el pueblo con unas 30 familias ha recuperado algo de su vitalidad de antaño y ahora captura la atención del mundo exterior gracias a los aldeanos de buen corazón, fotógrafos aficionados y hordas de gatos.

“Houtong recibía apenas unos 600 visitantes al mes, pero todo cambió después de que el pueblo de gatos se convirtió en una sensación de la noche a la mañana”, cuenta Lee. “Con la reciente inauguración del Museo de las Minas de Carbón, la cantidad de turistas se disparó a 45.000 en julio. Es simplemente fenomenal”.

 

Las típicas escalinatas y estrechos corredores que componen los caseríos de Houtong son oasis tranquilos para los gatos.

¿Cuánto tiempo le toma a un pueblo fantasma convertirse en un lugar pintoresco de moda? “Fue hace casi tres años, cuando comencé a publicar fotos de gatos de Houtong en mi blog”, recordó Chien. Los lectores de su blog las compartieron con sus amigos, quienes a su vez las pasaron a sus amigos...

Más y más fotógrafos y amantes de los gatos visitaron Houtong en persona. Y antes de que nadie se diera cuenta, la pequeña ciudad se había convertido en una meca para los amantes de los gatos.

Todo comenzó en el caserío de Guangfu, con cuatro familias que habían estado alimentando a los gatos durante años de buena voluntad. Su amor era tal que dieron nombres a cada uno de los cien gatos residentes a su cargo.

Las escaleras sinuosas del barrio mantienen a los conductores a distancia. Como resultado, la zona ha sido bendecida con serenidad y aire limpio. Es un nido perfecto para los gatos, que gustan de esconderse detrás de las paredes de vez en cuando.

 

Un registro, con nombres y fotografías, de los residentes felinos.

“La mayoría de los gatos callejeros huye de inmediato a la vista de los seres humanos. Rara vez nos permiten observarlos, por no decir dejar que les tomen fotografías. Aquí, los gatos simplemente viven en paz con los habitantes del pueblo”, afirma Chien, maravillándose de lo diferente que son los felinos de Houtong.

Chien y sus amigos quedaron tan profundamente enamorados de los gatos que formaron un escuadrón de voluntarios para atenderlos y a la vez cuidar del medio ambiente local. Ellos ayudaron a hacer un seguimiento de los residentes felinos y también poner carteles que decían: “No se aceptan perros” y “No comemos los alimentos de humanos”.

Al preguntársele qué pensaba de la intervención exterior, Chou admitió que algunos residentes no estuvieron muy contentos de que los voluntarios limpiaran sus patios por ellos. “Pero yo los insté a pensar de forma positiva, recordándoles que los voluntarios están aquí para ayudarnos a pulir nuestro tesoro, no para robárnoslo”.

Ahora, casi todos los locales también forman parte del esfuerzo por promover el turismo en la zona.

 

Con gatos amistosos, espectaculares vistas de las montañas cercanas y un aire de serenidad, Houtong es un paraíso para los fotógrafos.

“En ningún otro lugar de Taiwan se pueden encontrar los gatos asilvestrados tan cerca de la gente. Viven en armonía con los residentes, y ni siquiera tienen miedo de que los turistas les tomen fotos”, declaró Chien. Esta intimidad ha sorprendido incluso a los visitantes de Japón, un país conocido por su compasión por los gatos callejeros.

“Un periodista japonés llamó a ésto un milagro, porque a pesar de que las ciudades japonesas como Kanazawa son conocidas por tener una gran cantidad de gatos callejeros, nunca han experimentado una relación tan cercana entre felinos y seres humanos”, añadió Chien.

Los residentes tienen el cuidado de no dejar que la población de gatos aumente con demasiada rapidez. Para controlar la cantidad de gatos en la comunidad, los voluntarios han castrado a más de 40 gatos, con la ayuda del marido de Chien, que es dueño de una clínica de mascotas en la ciudad de Taipei.

“El control es necesario tanto para las personas como los animales, porque los recursos y el espacio son limitados”, indicó Chien, añadiendo que teme que el crecimiento incontrolado de gatos podría devorar los recursos del pequeño pueblo.

 

Los gatos de Houtong se acercan a los humanos sin temor.

Junto con la llegada de turistas, las oportunidades de negocios también se han multiplicado. Frente a la estación de tren de Houtong, solía haber sólo cuatro pequeños restaurantes. Ahora hay 16 tiendas, y se espera que más abran pronto.

Dentro del pueblo en sí, varios residentes de edad avanzada han abierto puestos para vender artículos y bocadillos. “Ha pasado mucho tiempo desde que se sintieron necesitados por alguien”, señaló Chien. Incluso los jóvenes que habían salido de la aldea han regresado, para abrir cafeterías o casas de hospedaje.

El lugar una vez olvidado está ahora más vivo que nunca, lleno por todas partes de fotógrafos, blogeros, periodistas y turistas mochileros.

Hasta algunos profesores han entrado a formar parte de la historia. Después de que Chao Guo-hsiang, instructor de tecnología en el Colegio Secundario Nacional Chu-tung, visitó el lugar, les contó a sus estudiantes sobre las maravillas que vio y usó el tema de los gatos callejeros para estimular su creatividad.

“Le di instrucciones a mis alumnos para que encontraran maneras de mejorar las condiciones de vida de los animales abandonados”, explicó Chao. “Yo les insté a presentar sus propios diseños, ya sean casas para gato, rampas o juguetes, lo que ayude”.

En sus obras de fotografía, Chien trata de incorporar a los felinos en su entorno, y su enfoque a los gatos de Houtong no es diferente.

“Estos son algo más que gatos. Son una parte inseparable de la cultura única de Houtong”, afirmó Chien, añadiendo que espera que el mundo pueda ver la magia de esta ciudad a través de los ojos de los gatos.

A medida que se pone el sol en el valle, más visitantes siguen llegando. Han venido bien preparados: con cámaras atadas alrededor de sus cuellos, juguetes para gato en una mano y comida para gatos en la otra. Vienen aquí no sólo a ver a los gatos, sino también la belleza y vitalidad de Houtong.


Traducido del Taiwan Today por Silvia Villalobos

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