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Dichos Populares: Pai-ya Tze-chi: Amigos Intimos

26/10/1977
Yü Pai-ya viajaba cómodamente en la barca real.

Ya había entrado la bella estación del otoño, y la barca estaba muy bien aderezada y provista para hacer el viaje muy agradable.

Día tras día navegaba por el río Yangtze. Por la noche del Festival de la Luna de Otoño, se encontraba frente a la montaña Ma-an.

La luna se presentó, radiante, convirtiendo al río en un espejo de plata. Fuera del suave sonido de los remos, reinaban el silencio y la calma más completos. Pai-ya había gozado otras veces de esa soledad, pero hoy, su espíritu estaba apesadumbrado.

Por años había pasado largas jornadas de camino entre los siete reinos guerreros, impulsado por su deseo de mantener la paz. Esta última vez, su misión había tenido éxito. Pero, por cuánto tiempo? El reino de Ch'in no desistía de su ambición. Sólo la alianza entre los otros seis reinos mantenía el tenue equilibrio en que se apoyaba la paz. La menor grieta abriría el camino al asalto de Ch'in. Y la guerra con todos sus horrores envolvería a toda China. Sería posible impedir el desastre? Pai-ya suspiró. Tarde o temprano China debería tener un Emeprador. La paz que él predicaba ahora, no era una farsa?

Los tripulantes de la barca echaron ancla al costado de la montaña Ma-an para hacer noche en ese lugar tranquilo. Pai-ya no sentía sueño. Se bañó, sacó su lira de siete cuerdas, encendió una varilla de incienso, y después de un momento de meditación, comenzó a tocar.

La melodía era de gran sentimiento. La emoción ascendía a gran altura para disolverse como en un suspiro de congoja. De pronto, una cuerda del instrumento se cortó. La comunión de Pai-ya con la naturaleza quedó interrumpida.

"Alguien debe de estar oyendo mi música", dijo a un sirviente. "Busque en la orilla al intruso".

"Mi señor, no es necesario buscar", respondió una voz desde la orilla. Soy yo, su humilde servidor. Estaba cortando leña y me detuvo algo más atraído por la bella luna. Al oir su música, vine a escuchar".

"Ah, un leñador versado en música? Bueno, bueno, vaya y no me interrumpa más".

"Mi señor, si no hubiera oídos para la música en lugares como este, por qué toca su señoría la lira a esta hora y en tal lugar?" "Parece que no le faltan razones. Así que entiende usted mi música? Puede decirme qué es lo que tocaba?"

"Esa melodía fue compuesta por Confucio. Es un lamento por la muerte prematura de su discípulo Yen Wei", respondió el leñador.

Pai-ya quedó asombrado de que un simple leñador supiera eso, y lo invitó cortésmente a venir a su embarcación. El hombre, jóven aún, alto y delgado, vestía como los campesinos del lugar. Sus ojos resplandecían en su agradable rostro algo moreno. No pareció embarazado en presencia de un gran señor como Yü Pai-ya. Saludó con cortesía y aceptó con soltura la invitación a sentarse.

Después de servirse el té, el leñador dijo: "Mi señor, usted ha sido muy amable en invitarme; pero debo confesarle que yo también tenía deseo de conocerlo. Sólo un hombre de corazón noble y bondadoso pudo tocar con tal inspiración. Y si su señoría me permite decirlo, su espíritu estaba acongojado."

"Cree usted que los pensamientos de un hombre se expresan en su música? ", preguntó Pai-ya.

"Sí, mi señor. La música es la voz del corazón. Un día Confucio tocaba la lira y Yen Wei acertó a pasar por allí. Con asombro y pena descubrió una nota de crueldad en la melodía del Maestro, a quien admiraba y amaba. Cuando estuvieron solos, preguntó: "Maestro, por qué había una nota de crueldad en su música?"

Confucio respondió: "Un gato estaba al acecho esperando a un ratón, y yo deseé que lo atrapara. Ese pensamiento pasajero salió en mi música". El leñador concluyó su explicación: "Por eso Confucio amaba a Yen Wei por sobre sus otros discípulos. Sus corazones se comunicaban con intimidad".

La riqueza interior del aparentemente tosco leñador admiró más a Pai-ya.

"Si toco al azar, podrá usted conocer mis pensamientos?" quiso saber.

"Por lo menos puedo hacer la prueba, mi señor", fue la respuesta.

Pai-yu cambió la cuerda rota y comenzó a tocar. El leñador seguía la música con atención y a cada pausa cantaba con suavidad:

"Majestuosa es la escarpada montaña
el bello río se desliza
claro y brillante como manantial.
En este Festival de Otoño
resplandece la luna.
Feliz la hora que une nuestros corazones
y aleja el dolor de la humanidad.
Triste es el día...

Pai-ya interrumpió su música y dijo: "mi amigo, qué bien ha interpretado mis pensamientos. Dejé de tocar porque una nota de dolor me estaba penetrando. Hoy quiero regocijarme por mi buena fortuna de haberlo conocido".

Levantándose; Pai-ya hizo una reverencia al leñador, diciendo: "Perdóneme por no haber inquirido antes sobre su honorable nombre. Mi apellido es Yü y me llamo Pai-ya".

"Sung es el humilde nombre de mi familia, y el mío propio es Tze-chi", respondió el otro, también con una cortesía.

"Con tantos conocimientos y gusto tan refinado, porqué los ha sepultado en este desierto?", preguntó Pai-ya después de volver a ocupar sus asientos. "Hasta yo, tan tosco e ignorante, soy un alto funcionario de un gran reino. Si usted se hiciera conocer al mundo, la fama y las riquezas le seguirían".

"Soy hijo único y mis padres entrados en años. Lo que gano cortando y vendiendo leña nos alcanza para nuestras modestas necesidades. Ni fama ni riquezas podrían inducirme a apartarme de mis ancianos padres. Y si se me permite decirlo, no parece que su señoría haga mucho de fama ni riquezas, pues es claro que su corazón sólo aspira al bien de los hombres, no es verdad?"

"Qué bien dicho, mi amigo." Exclamó Pai-ya con gozo. "Hijo filial, hombre de letras, corazón comprensivo! Qué fortuna la mía. Dónde en todo el mundo pudiera encontrar otro como usted! Mi honrado amigo; me haría el honor de hacer conmigo el voto de fraternidad? He tratado familiarmente con reyes y nobles, pero con nadie me ha unido una amistad como esta!"

"No parece apropiado que un simple leñador se una en fraternidad jurada con un noble señor..." objetó Tze-chi. Pero Pai-ya lo interrumpió y sin dar oído a sus protestas mandó que se dipusieran las velas y varillas de incienso para la ceremonia. (Continuará)

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