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Dichos Populares: AN PU TANG CH'E – Caminar Como Andar en Coche
16/12/1977
En el reino del rey Hsuan-kung vivía allí un hombre llamado Yen Ch'o, reverenciado por todos como ilustrado y virtuoso, por lo que en todo el país se lo reconocía como un sabio.
Vivía simplemente sin ambicionar posiciones ni riquezas y nunca había ocupado posición oficial.
Cuando el arrogante rey Hsuan-kung oyó de él, comentó que no había hombre que pudiera resistir la tentación de la fama, riqueza y poder. Los cortesanos afirmaron que Yen Ch'o era tal hombre. El rey decidió mostrarles con los hechos que se equivocaban; estaba él convencido que si Yen Ch'o vivía tan sencillamente como decían era porque no se le había presentado la oportunidad de escalar posiciones, y quiso mostrar a sus cortesanos que el famoso sabio era como cualquier otro en desear y buscar las loas de los hombres y las satisfacciones de una vida de honores y comodidades.
Un día Yen Ch'o fue llamado a la corte.
Acudió como se le había indicado. El rey estaba sentado en un trono al fondo de la amplia y elegante sala, rodeado por cortesanos. Ante él, a ambos lados se alineaban los que habían sido llamados. Yen Ch'o hizo su reverencia al entrar y tomó el lugar que le señalaron, a un lado.
El rey no le prestó la menor atención. Llamó a uno, consultó con otro, despachó varios asuntos, y Yen Ch'o seguía esperando.
Por fin, después de un largo rato, el rey lo llamó por su nombre: "Yen Ch'o, venga aquí".
Yen Ch'o pareció no haber oído, y permaneció en su lugar.
Extrañado, el monarca miró a su alrededor, como buscando una explicación de eso; después de una pausa algo prolongada, Yen Ch'o dijo en el mismo tono usado antes por el rey: "Majestad, venga aquí".
El estupor más grande envolvió a todos los presentes. Desde el rey abajo, todos quedaron sin palabra ante tal temeridad. Cómo se atrevía a tamaña descortesía? Aunque todos lo estimaban, los más próximos a él no pudieron menos que reconvenirle: "Cómo puede ser tan rudo con Su Majestad? Usted es un sabio respetado, pero Su Majestad es rey de todo el pueblo de Ch'i. Su descortesía es una afrente muy grande".
Los murmullos subían de tono y todos los presentes los podían oír.
Con toda calma Yen Ch'o respondió: "Miren ustedes, yo pienso de otro modo. Si yo hubiera obedecido una órden tan descortés del rey, sería como cualquiera de sus muchos aduladores. Si en cambio, el rey cumpliera con mi pedido y viniera a mí, Su Majestad mostraría su aprecio real por un hombre de muchos conocimientos".
El rey palideció primero y después enrojeció de ira. Las palabras de Yen Ch'o habían tocado lo más profundo de su orgullo. Olvidando los buenos modales y la etiqueta de la corte, se levantó bruscamente y gritó con furia: "Quién es más grande, un rey o un sabio?"
Sin perturbarse, Yen Ch'o respondió inmediatamente: "Un sabio, desde luego".
"Si?" dijo el rey con tono de airado sarcasmo. "Y cómo lo explica? "
"Muy fácil, Majestad", contestó Yen Ch'o. "Cuando no hace mucho, el reino de Ch'in atacó al reino de Ch'i, el rey invasor hizo dos proclamas especiales. U na decía: Si alguien se atreve a cortar un solo árbol del patio del famoso sabio Li Chia-chi, será decapitado. La otra era: El que me traiga la cabeza del rey de Ch'i recibirá mil onzas de oro y posiciones elevadas. Su Majestad no negará que una vida humana es más valiosa que mil onzas de oro y todas las posiciones elevadas 'Pero el rey de Ch'in atribuyó más valor a un árbol del patio de un sabio que a la cabeza del rey. No muestra eso que un sabio es más grande que un rey? '.
El rey se sintió desconcertado ante esa respuesta Miró nuevamente a los presentes, como esperando que alguien le ofreciera un argumento para refutar a Yen Ch'o. Todos guardaban silencio y bajaron sus ojos ante la mirada del rey. Entretanto la ira de este se había calmado lo suficiente como para dar lugar a la razón. Con una sonrisa algo forzada dijo:
"Maestro Yen, perdóneme. Su sabiduría me ha hecho ver la necedad de mi arrebato. Si reconozco que un sabio es más grande que un rey, me permitirá usted ser su discípulo? Podría yo aprender mucho que me enseñaría a gobernar mejor a mi reino".
Sin esperar la respuesta del sabio, el rey continuó: "Usted sería mi reverenciado maestro en la corte. Tendrá toda la abundancia de comodidades y honores que corresponden a su gran sabiduría".
Yen Ch'o le dió tiempo para concluir, y después respondió: "Majestad, estoy profundamente agradecido por su amabilidad y generosidad". El sabio hablaba ahora con todo respeto y cortesía.
"Pero mis muchos años de vida simple y alejada de toda pompa me han incapacitado para vivir en la corte. Para mi, caminar es como andar en coche. Mi simple comida me resulta mejor que los grandes banquetes. Y mi vida guiada por los principios de los sabios es el mejor honor que puede ambicionar. Sólo ruego de la magnanimidad de Su Majestad que me permita regresar a mi casa, a vivir como hasta ahora del fruto de mis modestos trabajos".
Con una profunda reverencia al rey, y sin esperar mas, Yen Ch'o se volvió hacia la puerta y se encaminó fuera de la sala.
El rey, sentado en su trono, contempló en silencio a la figura que se alejaba.
El incidente le había sido doblemente beneficiosos.
Todo había comenzado por el empeño del rey de demostrar a sus cortesanos que nadie era inmune a las tentaciones del poder y las riquezas.
Ahora Yen Ch'o le había hecho ver que un hombre de sabiduría y virtud estaba muy por encima de todo eso.
El rey había aprendido, al mismo tiempo, que con su arrogancia y sus arrebatos de ira no podría atraerse hombres del calibre que necesitaba para ser sus ministros y consejeros en el gobierno.
La experiencia le fue molesta y enojosa, pero saludable.
AN PU TANG CH'E: CAMINAR COMO ANDAR EN COCHE ha pasado al uso popular como frase de elogio por la inegridad de un funcionario en servicio de su país, aunque también se aplica a algunos otros casos de circunstancias semejantes. Así, si alguien comenta el patriotismo de tal persona reflejado en alguna actitud de gran desinterés personal, el otro asiente: "Es un AN PU TANG CH'E".