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Literatura: LA MESONERA DEL PUENTE DE MADERA
26/01/1975
Según se sale de Pienchou hacia el oeste, donde el camino llega a un puente de madera, hay un pequeño mesón. Los viajeros se sentían atraídos porque la dueña del mesón era una viuda jóven y atrayente, de agradable trato con los viajeros y ofrecía comida muy buena.
Además de esas razones, si era necesario cambiar su animal de carga, la mesonera tenía siempre alguno disponible y lo vendía a precio razonable. A todos agradaba la linda viudita y sus clientes aumentaban. Pese a lo solitario del lugar, nunca faltaban viajeros que buscaran allí su albergue.
Todos la conocían como la Tercer Patrona del Mesón del Puente de Madera. Nadie conocía su nombre propio ni su lugar de orígen. Tendría algo más de treinta años aunque parecía más jóven y hacía hasta los trabajos más pesados con facilitlad y siempre de buen humor. Vivía sola en su mesón que consistía de una sala que servía de comedor y lugar de descanso a los viajeros y dos cuartos ubicados detrás, uno para ella y el otro para dormitorio de los que allí hacían noche. El sencillo mesón era de madera con piso de tierra. A la cocina con techo de paja se pasaba desde el cuarto de la Patrona.
La viuda parecía no tener parientes que la visitaran o ayudaran, pero ella se las arreglaba para tener su corral bien provisto de burros de carga y también criaba cerdos y gallinas. Tenía además un gran patio en el que crecian flores y algunas frutas silvestres.
En tiempos de Yuan Ho, de la dinastía Tang, un comerciante llamado Chao Chi-ho pasó en viaje por aquel lugar y lo alcanzó la noche, por lo que decidió quedarse en el mesón. Ya había esa noche varios pasajeros que ocupaban las camas junto a la ventana del dormitorio. La cama disponible para Chao quedaba junto a la delgada pared que dividía el dormitorio de los pasajeros del cuarto de la viuda.
Después de comer, los viajeros se quedaron bebiendo y conversando y Chao Chi-ho, aunque poco bebía, se quedó charlando con ellos. La reunión era animada y de buen humor, como los encuentros de peregrinos en los cuentos antiguos.
Muy tarde ya, acercándose el nuevo día, todos se fueron a dormir y la Tercer Patrona se retiró también a su cuarto. La calma reinó en todo el mesón. Sólo se oían los ronquidos de algunos, cargados de bebida. Chao Chi-ho no lograba dormir, dando vueltas en su cama y de pronto le pareció oir en la habitación contigua el ruido de pasos de algún animal.
Llevado por la curiosidad espió por una rendija en la pared y lo que vió le causó gran sorpresa. A la luz de una vela, la mesonera sacó un cajón oculto bajo su cama y lo abrió con una llave. Abierta la tapa, sacó un ídolo de madera y una vaca del mismo material, ambos de unos 6 "tsun" (el Tsun es más o menos una pulgada) de alto, y varios instrumentos de labranza. Puso las dos figuras de madera frente a la cocina y las roció con agua, con lo cual las dos comenzaron a moverse. Entonces la Tercer Patrona mandó al ídolo que unciera la vaca al arado y labrara el espacio de tierra frente a su cama, unos seis "chih" o pies. Cuando la tierra estuvo arada la mesonera entregó al ídolo una bolsita de grano y el ídolo comenzó a sembrarlo. Pronto comenzaron a crecer las plantitas y el grano maduró en un instante. El ídolo cosechó entonces una buena cantidad de grano que la Tercer Patrona molió haciendo harina apropiada para hacer "shao ping" (una especie de torta frita) y amasó una cantidad suficiente para el desayuno. Con eso, guardó sus herramientas y sus figuritas en el cajón que puso en su lugar, apagó la vela y volvió a reinar la tranquilidad.
Poco después cantó el gallo y despuntó el nuevo día. Al levantarse los viajeros, la Tercer Patrona ya había puesto la mesa y allí estaban las tortas que acaba de preparar.
Chao Chi-ho, alarmado por lo que había visto, buscó una excusa y salió sin comer, escondiéndose cerca de la puerta para ver lo que ocurriría. Los demás pasajeros conversaban alegremente alrededor de la mesa, comiendo los shao ping con mucho apetito. De pronto comenzaron a caer al suelo, quedando en cuatro patas convertidos en burros, rebuznando vigorosamente.
La Tercer Patrona guió a los burros a su corral y se quedó con todo lo que habían traído los viajeros.
Horrorizado con lo que había visto, Chao Chi-ho se sintió paralizado y sin saber qué hacer, pero sobreponiéndose a su terror resolvió no decir nada, guardando la secreta esperanza de aprender algún día el secreto de esa magia. Un mes después, regresando de Tungchin, volvió al Mesón del Puente de Madera, no sin haber antes hecho preparar varias tortas del mismo tipo y tamaño que las que hacía la Tercer Patrona.
Ya anochecía cuando Chao entró a la posada. No había ese día otros pasajeros y la Tercer Patrona lo recibió con la cordialidad acostumbrada. Antes de retirarse, la viuda le preguntó si deseaba algo; Chao Chi-ho preguntó cortesmente si le sería posible tomar desayuno a la mañana siguiente, antes de partir.
"Desde luego, le prepararé un buen desayuno" respondió la viuda con una sonrisa encantadora. "Le preparé algo muy sabroso. Descanse tranquilo."
Por la noche, Chao Chi-ho oyó los mismos ruidos que la vez anterior y espiando como aquella vez, vió que todo se repetía,
Al volver la Tercer Patrona con el arroz, Chao le dijo que había traído consigo unos shao ping por lo que ya no tenía apetito para comer más de los preparados por la viuda. "Mejor que los guarde para otros viajeros" le sugirió cortésmente, mientras comía los propios. Se disponía a marcharse cuando entró nuevamente la Tercer Patrona que había ido por el té.
Con mucha amabilidad, Chao ofreció a la Patrona una torta que había tomado de la mesa, diciendo: "Pruebe usted uno de mis shao ping y dígame si los encuentra tan sabrosos como los suyos." Sin sospechar nada, ella tomó la torta de Chao y empezó a comer. Unos pocos bocados y cayó también, convertida en burro. Chao se apoderó del cajón de madera y abandonó el lugar montado en el burro. Pero cuando quiso poner en práctica la magia de la viuda, no logró poner en acción los ídolos de madera.
El burro era muy fuerte. Durante cuatro años Chao Chi-ho se sirvió de él, haciendo centenares de lis en un sólo día. Además, el animal reconocía todos los caminos y llegaba a destino sin tropiezo.
Un día Chao salió por la puerta del oeste y pasando unos cinco o seis lis más allá del templo de Hua Shan, vió a un viejo junto al camino. El viejo se rió ruidosamente, aplaudiendo y gesticulando. "Qué te ha ocurrido, Tercer Patrona", preguntó. Dirigiéndose a Chao, añadió: "Esta mujer es culpable de grandes crímenes, pero usted ya la ha castigado suficientemente. Le pido que tenga compasión y la deje libre." Con eso, metiendo sus manos en la boca del animal, desgarró el cuero con gran fuerza, despellejándolo hasta el pescuezo. He aquí que la Tercer Patrona, tan apuesta como antes, salió de pronto. Agradeciendo al viejo puesta de rodillas, se levantó y se alejó rápidamente.
Junto al puente de madera está todavía el pequeño mesón; pero ya no se encuentra allí a la Tercer Patrona.