Yo también compuse un largo poema en continuación del de Chang, "Encuentro con un Hada".
La noticia del trágico fin del romance de Chang se difundió rápidamente entre sus amigos. Todos se preguntaban porqué había cambiado y abandonado a Ying Ying. Como soy íntimo con él, una vez le pregunté la razón. El dijo: "Demasiada belleza siempre trae mala fortuna a otros, si no a quien la posee. Se dan muchos ejemplos en nuestra historia. Tanto el Emperador Hsin de la dinastía Shang como el Emperador Yu de la dinastía Chou perdieron sus imperios porque se dieron a la compañía de mujeres hermosas. Sus reinos fueron destruidos y ellos perdieron la vida y se convirtieron en objetos de risa de las generaciones siguientes. Si Ying Ying se hubiera casado con un emperador, quién sabe si no se hubiera aprovechado de sus gracias femeninas y se hubiera hecho tan extravagante y cruel como las concubinas de las cortes antiguas. Yo soy insignificante y no tengo méritos suficientes para dominar a los espíritus malignos. Por lo tanto, decidí dominar mi pasión y poner fin a la locura de mi juventud."
Los que estaban conmigo pensaron que Chang podía justificar así su capricho.
Poco más de un afño después, Ying Ying se casó con otro y Chang también tomó a otra jóven por esposa. Un día Chang pasó accidentalmente por la ciudad donde vivia Ying Ying. Chang se presentó al esposo como primo de Ying Ying, y pidió verla. Su esposo le rogó que saliera, pero ella se negó. Sabiendo que Chang se sentiría herido, le mandó un poema secretamente:
La frescura de mi rostro ya no existe desde nuestra separación,
Mil veces me vuelvo de un lado al otro y languidezco,
sin deseo de dejar mi lecho;
No me molestaría levantarme
para recibir a otros.
Pero en mi decaimiento, no me atrevo a verte a tí.
Cuando Chang partía de la ciudad, Ying Ying le mandó otro poema:
Abandonada, qué más puedo decir?
Qué precioso el recuerdo de los días
cuando estábamos juntos.
Recuerda para siempre nuestro amor verdadero de aquellos días
y ofrécelo con ternura a la que ahora
está contigo.
No volvieron a comunicarse.
En el mes noveno del año de Cheng Yuan, un funcionario llamado Li Kung-chiu que se alojaba en mi casa del pasaje Chingan, me habló de ese romance. Maravillado ante la pasión de la jóven y lleno de compasión por el trágico fin, compuso "El canto de Ying Ying" esperando hacer conocer esa historia a las generaciones futuras.