l negocio iba tan bien que Artist Magazine estaba planeando doblar el número de páginas por edición, pero Tseng Nian-yo, editor de arte gráfico de la revista, no se sentía muy satisfecho con su carrera. “Lo que aprendí en la escuela y lo que hacía en el trabajo parecía que no estaba muy relacionado”, recuerda Tseng de ese período de diez años. “Estaba encarando un callejón sin salida y no podía encontrar una solución”. Por ello Tseng dejó el trabajo y se fue a Estados Unidos y Canada para recargarse. Durante dos meses, visitó varias escuelas de diseño y arte, sólo para hallarse con otro obstáculo. “Vi gente de diferentes países haciendo obras que representaban sus propias características especiales, pero no pude crear algo -un color, una línea o un patrón- que fuera distintivamente taiwanés”, dice. “Me di cuenta de que simplemente transplantando el conocimiento occidental -como hacía el sistema de la educación artística en Taiwan- no ayudaría a encontrar una solución. Tenía que ser algo creado de mi propia tierra y mi propia cultura”.
Abandonando la idea de estudios avanzados, Tseng regresó a Taiwan y creó un taller de cultura en 1992 para realizar investigaciones de campo en toda la isla sobre la historia y cultura Hakka. “Nunca me había sentido orgulloso de ser Hakka, y ni siquiera podía hablar mi lengua materna bien”, dice. “Pero si quería algo mío propio, allí era donde tenía que comenzar”. Tseng dice que su conocimiento de la cultura e historia Hakka se hallaba en el “nivel elemental” cuando empezó a explorar el campo, y cuanto más lo profundizaba, más se interesaba en éste. Poco después se comprometió a dedicar su vida a la investigación de la historia de su pueblo y ayudar a preservar su cultura.
Muchos ancianos que se reúnen en los patios de los templos y parques han sido testigos de la historia y la cultura taiwanesas, pero frecuentemente no están dispuestos a ser entrevistados.
Al realizar investigaciones de campo, Tseng halló que los lugares más convenientes para sus investigaciones eran los templos y parques públicos, pero el proceso no siempre se desarrollaba con facilidad. Cuando deseaba entrevistar al administrador de un templo o algún anciano que conversaba en el parque, le mostraba una tarjeta de presentación que llevaba impreso “Taller de Cultura Tseng Nian-yo”. Pero la respuesta a sus preguntas entusiastas fue a menudo fría. Algunas personas le devolvían su tarjeta de presentación, y en ocasiones terminaba siendo interrogado por agentes de la policía local. “La mayoría de la gente nunca había escuchado de un taller de cultura o historia”, dice Tseng. “No tenía idea de lo que hacemos, y de la ignorancia surgió la sospecha”.
Esa actitud no sorprende si se considera que hasta recientemente, las investigaciones sobre historia taiwanesa y los esfuerzos para preservar la cultura, no fueron temas a los que se le prestaba mucha atención. Durante el régimen colonial japonés y luego durante la época de la ley marcial, la única historia reconocida fue la versión oficial registrada por el Gobierno o la de los intelectuales que fue aprobada por las autoridades. La cultura principal promovida durante el período japonés era aquélla de los ocupantes extranjeros. Cuando el gobierno del Kuomintang encabezado por Chiang Kai-shek llegó, propagó la cultura “china” traída desde China continental y aceptó las influencias culturales occidentales porque eran vistas como conducentes para la modernización económica y social de Taiwan. No había lugar en esta política para las culturas aborígenes, taiwanesa o Hakka.
Según una encuesta de 1999 comisionada por el Consejo para los Asuntos Culturales del Gobierno (CCA, siglas en inglés) y llevada a cabo por Liu Huan-yueh, especialista en este campo, el primer taller de cultura e historia locales fue la Asociación de Cultura e Historia de Tainan creada en 1957. Durante los quince años siguientes se crearon otras dos organizaciones privadas similares. Motivados por el interés y entusiasmo personales por la historia y cultura locales, los participantes en estos grupos se dedicaron principalmente a realizar estudios de campo, investigar documentos históricos, o simplemente recolectar materiales históricos.
El Museo Nacional del Palacio es un depósito de “cultura de la corriente principal”. Los reveses diplomáticos de los años setenta dieron lugar al movimiento “nativista” que se centra en la herencia única de Taiwan.
El desarrollo de los estudios históricos y culturales locales permaneció sin mucho cambio hasta el retiro de Taiwan de las Naciones Unidas, el viaje de Nixon a China continental y otros acontecimientos políticos internacionales a principios de los años setenta. A consecuencia de estos impactantes sucesos diplomáticos, surgió el movimiento “nativista” que animaba a la gente a reexaminar su identidad y adherirse a la historia, el ambiente y la cultura que habían ignorado anteriormente.
En el aspecto económico, la isla se había desarrollado al punto donde más gente podía darse el lujo de involucrarse en actividades culturales, en vez de dedicar todo su tiempo y energía a ganar dinero. Y la derogación de la ley marcial en 1987, trajo un ambiente social y político liberalizado en el que aquéllos dedicados al trabajo en historia y cultura podían disfrutar de total libertad para hacer lo que deseaban. Pero aunque la energía suprimida por tanto tiempo comenzó finalmente a ser liberada, la mayor parte de la sociedad necesitaba más tiempo para liberarse de la forma de pensar impuesta por la ley marcial. “La mayor parte de la gente no reconocía aún el trabajo en historia y cultura como una actividad profesional”, dice Tseng. “Se ponían muy nerviosos cada vez que escuchaban la palabra ‘encuesta’ o ‘investigación’. Temían que se les encerraría si decían algo malo”.
a cultura e historia locales comenzaron a recibir más atención en 1994, cuando el CCA cambió el enfoque del Festival Nacional de la Cultura y las Artes de ese año, de su “tema principal” a la cultura nativa. El tema elegido para el festival fue “Cerca de los otros, cerca de la tierra, cerca de la cultura”. El éxito del festival estimuló a los gobiernos locales, que fueron responsables de las actividades pertinentes a la cultura, pero que les faltaba el conocimiento y los recursos humanos para realizar la tarea, a formar equipos con grupos privados o individuos que podían ofrecer cooperación y asistencia.
Un grupo de estudiantes en Sanhsia realizan la danza del dragón. La educación “nativista” en las escuelas primarias y secundarias abarca los diferentes grupos y culturas de la isla.
Más gente se dio cuenta de la importancia de preservar las diversas culturas en la isla, y ésto condujo a los esfuerzos gubernamentales para promover la educación “nativista” en la escuela primaria y secundaria básica. La meta no sólo era enseñar a los alumnos sobre la historia, geografía, ambiente, artes, cultura y dialectos de Taiwan, sino también empaparlos con respecto a las diferentes culturas y grupos étnicos de la isla. Una vez más los grupos privados y expertos individuales se encontraron en demanda, esta vez para ayudar a las instituciones educativas que no tenían mucha experiencia en historia y cultura locales o suficiente personal entrenado para preparar los materiales de enseñanza.
En el corto período desde mediados de los años noventa, las becas para estudiar la cultura e historia locales pasaron de ser ignoradas por el Gobierno y la mayor parte de la sociedad a formar parte del currículo escolar formal. El número de talleres también ha aumentado, e incluso las agencias de publicidad y las compañías de relaciones públicas han establecido departamentos de cultura e historia. El número exacto de talleres de cultura e historia que operan en Taiwan es desconocido debido al alto índice de movimiento y al hecho de que muchas organizaciones no están registradas, pero el mejor cálculo se estima entre 400 y 500. Algunos se centran en realizar investigaciones de campo sobre una área geográfica o grupo étnico particular, otros en recolectar artefactos culturales y preservar reliquias, y los demás en asuntos ecológicos y ambientales, las artes o el desarrollo comunitario. “De repente, todo parece estar relacionado con la cultura o historia”, dice Tseng. “Tener un taller se ha convertido en una profesión prestigiosa”.
Establecer un taller es en realidad bastante fácil. Los grupos se pueden registrar como organizaciones cívicas sin fines de lucro. La ventaja de registrar el taller es el potencial acceso a los recursos gubernamentales, ya que sólo los grupos o individuos registrados pueden ser comisionados por las agencias gubernamentales para realizar actividades o encuestas. Pero esa ventaja también conlleva la obligación de entregar informes financieros regulares y hacer propuestas a las autoridades gubernamentales. “Los proyectos y actividades comisionadas por el Gobierno pueden ser fuentes importantes de apoyo financiero, y la supervisión gubernamental ayuda a los talleres a establecer un sistema administrativo y financiero más sólido”, dice Chi Jung-ta, del Taller de Cultura e Historia Huwei, que fue establecido en 1990 y registrado en 1999. “Pero trabajar con el Gobierno también puede ser conflictivo. La mayoría de nosotros no tiene tiempo para todo el papeleo, y no sabemos mucho sobre contabilidad. Contratar personal a tiempo completo para estos asuntos es una carga financiera pesada”.
La alternativa es evitar los contratos gubernamentales y el papeleo, imprimiendo las tarjetas comerciales y realizando la investigación sin registrar el taller. Según una encuesta del CCA, el 95 por ciento de los talleres de Taiwan prefiere no tratar con las agencias gubernamentales. Registrados o no, con frecuencia, diseminan los resultados de su investigación a través de páginas web o publicaciones, y buscan las oportunidades para contribuir con su experiencia. Después del terremoto del 21 de septiembre de 1999, en el centro de Taiwan, muchos miembros del taller dejaron a un lado sus propios estudios para ir a la zona del desastre a fin de ayudar a salvar los materiales culturales e históricos, e incorporarse al esfuerzo de reconstrucción.
La construcción de edificios de apartamento u oficina conduce a la destrucción de las edificaciones antiguas, pues se da más importancia al desarrollo económico que a la conservación.
a colaboración pública y privada estuvo detrás de uno de los proyectos más exitosos realizados en Taiwan. Una campaña emprendida en abril de 1998 por el Departamento de Asuntos Culturales del Gobierno Provincial de Taiwan (desde que fue absorbido por el CCA) y la Community Empowering Society, una organización sin fines de lucro, reunió diez talleres locales e individuos para registrar la historia de sus comunidades. Los participantes recibieron un corto entrenamiento sobre métodos de investigación, incluyendo la realización de entrevistas de historia oral. Los diez informes terminados en junio de 1999 incluyeron las historias de las villas de dependientes militares y las comunidades Hakka y aborígenes.
Para muchos talleres de cultura e historia de Taiwan, registrados o no registrados, uno de los mayores problemas es la escasez de fondos. El Taller de Historia y Cultura Huwei, por ejemplo, recibe cierta financiación de los proyectos del Gobierno, pero su principal fuente de ingreso es el servicio de giras turísticas a grupos que visitan el pintoresco Huwei —o Tamsui, como el área en la costa noroccidental de Taiwan ha sido conocida desde la era japonesa. Para pagar todas las cuentas, el taller tiene que contar hasta el último centavo. Excepto un administrador a tiempo completo cuyo salario mensual es de NT$20.000 (US$580), el resto trabaja de forma voluntaria, trabajando durante el día para mantenerse. Chi Jung-ta es un asistente en el laboratorio de ingeniería química de la Universidad Tamkang. Otros miembros del taller incluyen un profesor universitario, el propietario de una panadería, un ministro presbiteriano, y con frecuencia reciben la ayuda de maestros y alumnos de las escuelas locales. Debido a las limitaciones financieras, el periódico del taller, Huwei Street, nominalmente una publicación trimestral, es publicada sólo de manera irregular dependiendo del flujo de caja del grupo.
Depender del patrocinio gubernamental tampoco ofrece estabilidad financiera. Tseng Nian-yo, quien no ha registrado aún su taller, indica que los programas culturales del Gobierno se asemejan a los proyectos de obra pública en cuanto a que ambos están sujetos al proceso de licitación contrato por contrato. Si gana una licitación, el taller necesitaría contratar personal a jornada completa para manejar la documentación requerida sin ninguna garantía de continuidad a largo plazo. Por lo tanto Tseng prefiere seguir independiente e idear sus propias maneras de ganar dinero y financiar sus estudios de campo. El ha realizado una variedad de trabajos a jornada parcial, desde profesor suplente de arte a repartidor de periódicos, y su hermano mayor también colabora financieramente de vez en cuando. “Quiero pasar la mayor parte de mi tiempo realizando obras culturales, y desde el comienzo he sabido que no es una manera de ganar dinero”, dice. “Es un asunto de bienestar material versus satisfacción espiritual, y ya he hecho mi elección”.
Una manera de hallar la identidad taiwanesa de uno es regresando al lugar del pasado, como esta antigua calle en Tamsui, cuidándolo y aprendiendo sobre aquél, sugiere el especialista en cultura Tseng Nian-yo.
Pero hasta la gratificación espiritual es algunas veces difícil de hallar. La mayor fuente de frustración deriva de tratar de preservar las reliquias históricas y culturales ante la presión por el desarrollo económico. “Las sugerencias de los especialistas en cultura e historia locales sobre la protección de éstas son raras veces tomadas en cuenta a la hora de tomar las decisiones sobre el desarrollo urbano”, dice Chi Jung-ta. “Con frecuencia, antes de aprender sobre un lugar, éste ya ha sido nivelado, y lo único que podemos hacer es recolectar lo que ha quedado entre las ruinas”.
La mentalidad de dar más prioridad al desarrollo económico que a la conservación está presente entre los dueños de propiedades privadas, así como los funcionarios gubernamentales, indica Tseng Nian-yo. Considerando los enormes beneficios económicos derivados de la construcción de edificios de apartamentos o complejos de oficina, la elección no es demasiado difícil para la mayoría de la gente. “Lo gracioso es que cuando les pregunto por primera vez por su casa, dicen con orgullo que tiene doscientos o trescientos años de antigüedad, y quizás sea la única estructura que queda de su tipo”, dice. “Pero cuando deciden demolerla, dicen lo mismo pero con una connotación negativa —la casa tiene doscientos o trescientos años de antigüedad y debe hacerse algo antes de que se derrumbe”.
En tales situaciones, el personal del taller trata de persuadir a los dueños de estos sitios para que los conserven, pero en pocas ocasiones logran tener éxito. Un obstáculo es que el título de estos sitios está generalmente a nombre de varias personas que deben ponerse de acuerdo antes de tomar cualquier decisión sobre la propiedad. Las negociaciones sobre estos asuntos podrían tardar años o incluso décadas. Como resultado, si todos los propietarios logran ponerse de acuerdo para demoler la estructura y usar la tierra para otros fines, por lo general desean realizar su plan lo más pronto posible antes de que alguno de ellos cambie de idea.
Aunque les parezca decepcionante cada vez que un edificio antiguo desaparece o una reliquia es destruida, la gente dedicada a la cultura e historia, raras veces se deja vencer por el desaliento. Están demasiado ocupados realizando sus estudios de campo, llevando a cabo protestas cuando los proyectos de construcción pública o privada amenazan eliminar un pedazo de la historia, y organizando a los residentes de la comunidad para renovar sus casas sin perder el carácter tradicional de la vecindad. “El trabajo cultural e histórico trata simplemente de encontrar nuestra propia identidad taiwanesa y entender quiénes somos”, dice Tseng. “Así que la única manera de lograr ésto es regresando al lugar de nuestro pasado, cuidándolo, y aprendiendo sobre aquél”.