Taiwán Hoy
Semilla de amargón disciplinada
01/07/1990
El escultor Yang Bor-lin (楊柏林) vive en un granero convertido en estudio de artista, situado alto entre las pendientes de la montaña Kuanyin, en el noroeste de Taipei. Debido al buen fengshui geomántico del lugar, el sitio está rodeado de tumba. Pero Yang dice que posee igualmente buen sentido para los vivientes. "No puedo vivir sin creatividad", manifiesta él y juzgando por la calidad de las obras en su estudio, los alrededores son ideales para la actividad creativa.
Las largas y solitarias caminatas de Yang en las playas a la falda de la montaña le proporcionan más inspiración. Un sitio favorito se encuentra cerca de la pequeña aldea de pescadores de Pali, que le trae frecuentemente recuerdos de su infancia al introvertido y pensativo artista. "La apariencia de alada y la geografía de esta área me recuerdan mucho a mi pueblo natal", indica. Oriundo de Yunlin, un pequeño pueblo de pescadores en el centro de Taiwan, Yang pasó la mayor parte de su niñez ayudando a sus padres a recolectar ostra.
Cuando era niño, su trabajo consistía en ayudar a colocar los altos postes de bambú usados para atraer las ostras cerca de la costa. En la marea baja, los altos postes eran enterrados parcialmente en la arena para esperar las aguas cargadas de larvas de ostra. En la próxima marea baja, Yang desenterraría los postes de la manera cómo le enseñaron sus padres y recolectaría las poca ostra que habían estado buscando un refugio firme en medio de las olas y corrientes. De allí, replantaría los postes unos metros más allá, esperando que la próxima cosecha sea más abundante que ésta.
Los postes de ostra creaban un panorama misterioso: miles de altos postes de bambú estirándose hacia el cielo. Esas imágenes vívidas, combinada con su imaginación libremente asociante, se convirtieron en la inspiración de las futuras obras de su arte.
"En mis fantasías de la niñez, frecuentemente me veía a mí mismo como un cangrejo que trepa entre los gigantescos postes de bambú", narra Yang en un reciente ensayo acerca de su arte es cultórico. A medida que crecía, Yang vino a darse cuenta que su visión de la naturaleza al "ojo del cangrejo" en realidad expandía sus horizonte intelectuales. El dice que esa ostra fueron más que un obsequio de la Madre Naturaleza a los pescadores -ellas también reflejan un cierto paralelismo con la existencia humana. Cada concha de ostra es un ente independiente, pero al mismo tiempo también está pegada a otras por la naturaleza. La imagen visual de una fila de conchas de ostras en un poste le recuerda el escamoso dragón chino, a diferencia de que el dragón se remonta alto por las nubes, fuera del alcance de las manos del hombre; mientras que las ostras están al alcance de las manos y firmemente enraizadas con la tierra. En raras ocasiones, cuando Yang deambula entre las ciudades, los apartamentos de los gigantescos edificios le siguen recordando de los montones de ostras individuales de los postes de su niñez. Esas impresiones quedan también reflejadas en sus numerosas esculturas altas y en forma de postes.
Si los verdaderos artistas nacen y no se hacen, Yang Bor-lin debe ser uno de los mejores ejemplos. Antes de que adoptara su actual nombre, Bor-lin (que significa "bosque de cedros"), a los 17 años, su nombre era Hsiang ("elefante"). Este nombre había sido escogido por un ciego adivinador de la suerte que había sido consultado por su abuela supersticiosa. La selección hecha le causó considerable malestar psicológico debido a que sus compañeros de clase se burlaban frecuentemente de su nombre poco usual. Pero teniendo un apodo animal hizo despertar en él un deseo de tomar un pincel y como pasatiempo, escribía con frecuencia el ideograma chino de elefante tanto en la escritura china antigua como moderna. Su atención a las líneas caligráficas tuvo eventualmente un impacto sustancial en su arte.
Debido a la pobreza de su familia y su débil actuación académica, Yang no continuó su educación formal después de terminar la escuela primaria. En otras palabras, él se fue a la gran ciudad de Taipei para recibir una educación en la "universidad de la sociedad". La primera clase fue un trabajo en una tienda de artículos para escritorio. Allí, el aprendió las técnicas necesarias para grabar inscripciones en los mangos de los pinceles. El trabajo requería más habilidad artística que la que ya había recibido en la caligrafía, y esto le inspiró a gastar la mayor parte sus ingresos en instrucción y materiales para varios cursos de pintura. Esta fue una elección costosa debido a sus poco ingreso, y el hambre fue su frecuente compañero durante ese tiempo.
Por primera vez, Yang quedó expuesto a los artistas y terminologías occidentales tales como impresionismo, arte pop y cubismo. Su alma fue conmovida por maestros tales como Gauguín, Munch, Utrillo, Modigliani, Renoir, Giacometti y Van Gogh. Aunque la terquedad de Yang le hacía persistir en su búsqueda de un estilo artístico propio, la falta de un entrenamiento formal, así como una demasiada autoconfianza, le produjo en los primero tiempos un estilo más bien caótico. Un estilo que él mismo describe "como meterse en un campo de trigo con cuervos volando de Van Gogh".
Cuando el famoso escritor de Taiwan, Lin Ching-hsuan (林清玄) visitó a Yang hace algunos años, él quedó un tanto sorprendido por la apariencia del artista. Lo que lo impresionó no era su contextura alta y muscular, ni tampoco su larga cabellera, sino un dinamismo que lo realzaba: "Una voz por dentro me decía que este hombre está tan rebosante de creatividad que está a punto de estallar", se recuerda Lin.
Yang no es una persona a ser restringida por convencionalismas artístico, y ninguna corriente popular era lo suficientemente fuerte como para alterar el curso que él mismo había trazado. Yang era el equivalente humano de un leopardo joven que hace su primera cacería, no está completamente seguro de lo que debe hacer pero se siente impulsado por un instinto natural. Al igual que el leopardo que acecha, la dirección artística de Yang era difícil de predecir.
Después de su primer encuentro, Lin comparó las obras de Yang como las semillas de amargón o diente de león. A medida que el viento sopla las semillas y las dispersa por todas partes, ellas echan raíces por dondequiera. De igual manera, las ideas de Yang parecen dispersarse con el viento sin un plan disciplinado o una dirección clara. Lo limitado entrenamientos y educación que ha recibido Yang no son suficiente para enseñarle a cómo canalizar sus esfuerzos y ponerle la rienda a su mente inquieta, y sus esculturas iniciales revelan esas fallas.
El caos del inicial período creativo de Yang es más fácil de entender a la luz de su segunda clase en la escuela de la experiencia. De nuevo, él fue aprendiz, pero esta vez de tallador de esculturas de madera para templos. Se le entrenó a copiar siguiendo precisamente los pasos de su maestro. Las limitaciones que le impuso la sombra de la tradición a su creatividad personal fue casi insoportable.
Por casi una década, Yang estuvo esculpiendo estatuas religiosas para los monasterios budistas. Pero a medida que caminaba por los talleres de trabajo, su mente se movía entre aguas inexploradas. Cuando miraba los pedazos de madera que habían sido arruinados por manos inexpertas y que habían sido arrojados a la acera; él veía una belleza mística en aquellos objetos sin terminar. Yang dice que estaba fascinado por su "apariencia ruda y su presencia en una esquina de la naturaleza". Fijar su propio curso era la única alternativa, y así lo hizo cuando se rebeló contra los estilos y modos de expresión tradicionales.
La inicial inquietud de Yang ha sido reemplazada en los últimos años por un carácter sólido e introspectivo, dándole un aire de monje pío y dignificado. Sus esculturas de bronce y cobre le recuerdan a la gente de los totems, templos sagrados, pirámides o monumentales inscripciones pétreas de Sian, en el continente chino. Las piezas masivas emiten una cualidad misteriosa y meditativa. La mayor parte de sus esculturas pesan toneladas, y en son de broma, Yang hace alusión a los grandes riesgos de su trabajo debido a la enorme fuerza física que se requiere.
"Los artistas en este mundo se pueden dividir en dos categorías", dice Yang. "Aquellos con un mejor karma, como los escritores y compositores, pueden crear con instrumentos más sencillos y en un medio relativamente más controlable. Pero los escultores como yo están condenados con un karma malo. En el tope de la fátiga mental, hemos de trabajar físicamente para crear. Yo siempre siento que estoy esculpiendo para poder redimirme a mi mismo".
Aunque Yang siempre ha estado fascinado con las formas de culto religioso que practican los campesinos, dice que su viaje a India hace tras años fue un punto de viraje en su vida creativa y en su propia fe religiosa. Durante su viaje al subcontinente, su viejo amor por los caracteres escritos fue revitalizado al ser expuesto al sanscrito y otras inscripciones antiguas. El llegó a percatarse que la caligrafía es similar a la escultura por su doble dimensionalidad, mientras que los pájaros y animales abstractos que veía en los bronces y estelas de piedras de India eran figuras tridimensionales. A través de un salto imaginario, Yang se dió cuenta de repente que los aspectos abstractos en la escultura moderna son como caracteres imaginarios escritos en forma tridimensional, y que la escultura tiene el poder de poder reflejar la vida e historia de la humanidad, no importa sea a través de líneas complicadas o sencillamente como un pájaro tallado en la piedra.
Después de retornar de India, Yang comenzó a poner énfasis en el reforzamiento de las relaciones entre las líneas y los espacios en sus obras. Su primera exhibición, denominada la serie "Preñez", se llevó a cabo en 1985. La idea de fondo vino de los pliegues y arrugas que tiene la ropa ordinaria.
"Hubo un largo período de tiempo en que tenía que ir al trabajo en ómnibus", menciona Yang. "Notaba que los pasajeros llevaban diferentes pliegues y arrugas en sus ropas, aún cuando la tela era la misma. Para mí, todo eso parecía estar narrando diferentes historias. A través de esta serie de esculturas, deseaba mostrar cómo las diferentes esencias de la vida coexisten en una espacio unificado". Como los filósofos taoístas y budistas de la China tradicional, Yang entiende el concepto de la unidad en la diversidad y la diversidad en la unidad, pero a diferencia de ellos, él lo expresa en su escultura.
La primera exhibición de Yang logró una modesta aclamación crítica, y fue considerada como un exitoso inicio para alguien nuevo en el escenario artístico de Taipei. Pero Yang no se sintió satisfecho. El retornó a la montaña Kuanyin para meditar y poner a trabajar su mente para crear un segundo grupo de esculturas. El resultado fue su serie "Meditación", que representa la relación entre la naturaleza, el hombre y Buda.
Cuando la serie fue exhibida en la Galería de Arte Crown de Taipei a inicios de septiembre de 1989, los presentes se acordaron de Rodín y del más conocido escultor de Taiwan, Ju Ming, ambos de ellos famosos por su habilidad en poder infundir una fuerza vigorosa a través de líneas sencillas. Aunque la obra de Yang es más abstracta que las producciones de estos dos maestros, no era menos poderosa que ellas. Pero tales comparaciones no caen bien con Yang. El insiste en su individualidad:" o intento ser parte de ningún maestro. Deseo llevar una vida creativa completamente independiente".
Otra serie de esculturas, "Cielo y Tierra", que se exhibió en el Museo de Bellas Artes de Taipei en septiembre de 1989, le dió al público una visión más amplia acerca de las habilidades creativas de Yang. Las piezas de esta serie eran mayores que todas sus obras anteriores, a excepción de las estatuas budistas que hizo para los templos. Otra vez más, sus obras trajeron a la mente a otro escultor: Henry Moore, pero más armónico con la sensibilidad filosófica asiática.
En "Cielo y Tierra", Yang dice haber encontrado la figura que siempre había estado buscando -una que combina los postes puntiagudos en un estilo definitivamente de Giacometti, las columnas de dragón que uno encuentra con frecuencia en los templos, y los postes de bambú rellenos con conchas de ostras que están presentes en sus memorias de la niñez. Las piezas son extraordinariamente exitosas e indican que Yang es ahora un artista maduro con ansiedades juveniles que se convulsionan muy dentro de sí. "Estoy contento", dice, "pero aún no estoy satisfecho".
Sin embargo, su insatisfacción es una disciplina, nacida de la tensión entre un poderoso espíritu creativo y una mente controlada y contemplativa. La fuerte inspiración artística y la percepción budista se han fusionado en forma armoniosa. Debido a que sus temas enfocan en la naturaleza, sus obras urgen a las personas a contemplar el mundo y a vivir en armonía con el mismo. "La esencia de todo los seres vivientes se refleja en el mundo natural", indica Yang, "y solamente a través del contacto pacífico con la naturaleza es que la gente puede coexistir con el cielo y la tierra".
El escritor Lin Ching-hsuan, al comentar acerca de las más recientes obras de Yang, está de acuerdo en que Yang ha alcanzado un nuevo nivel de madurez y percepción, un nivel que combina la creatividad con la disciplina. Lin manifiesta: "Estoy feliz por Bor-lin. El amargón en él aún está echando semillas que siguen remontando a los cielos, pero en esta ocasión, su vuelo tiene una dirección más certera". □