Taiwán Hoy
El renacer de una vida a través de pequeñas flores de lana
01/09/1982
Hsu Hun Hui-ju, es una abuelita de 83 años de edad, quien no tiene buena vista, pero sí buen oído, excelente dentadura y goza de buena salud. Pero más que todo, tiene manos hábiles. De sus dedos ágiles nacen, una tras otra, flores multicolores tejidas con hilo de lana. Sus creaciones para el Día de la Madre por ejemplo, incluyeron crisantemos, flores del ciruelo y melocotonero, rosas, claveles, y las llamadas "crestas de gallo."
Nacida en la provincia de Kiangsu, empezó su carrera artesanal en el año 1920; y cuando su esposo se fue a Indonesia para dar clases en una escuela para chinos de ultramar, ella empezó a enseñar artesanía en la misma escuela.
En los cuarenta años siguientes, en Indonesia, los dos continuaron enseñando, tuvieron cuatro hijos, dos varones y dos mujeres, y se dedicaron al bienestar de la comunidad china. Luego, en 1959, la familia entera retornó a su patria.
"Yo quería que mis hijos gozaran de los tesoros de sus antepasados chinos; por lo tanto, los envié a estudiar a Taiwan después de terminar sus estudios secundarios. Nunca me fallaron. Se graduaron de la Universidad Nacional de Taiwan y de la Universidad Normal Nacional de Taiwan, dos de las mejores universidades de la República de China; ellos han creado sus propias carreras y han organizado familias sanas y felices. Imagínese: ¡Mi hijo mayor tiene ya 56 años, y yo no recuerdo ni siquiera cuántos nietos tengo! " exclama.
Actualmente, esta abuela vive con la familia de su hija menor, Hsu Tien-chen, en el segundo piso de una quinta con jardín, en Chungho, en los alrededores de Taipei. "Todos mis hijos respetan mucho a sus padres, especialmente Tien-chen. Pero siempre vive en un dilema: Ella no quiere que yo siga haciendo flores debido al problema de mi vista, pero sabe también que yo amo la artesanía y que no podría vivir sin hacer nada. Puesto que no puedo viajar a Taipei para comprar los hilos, ella gasta su dinero y tiempo escogiéndolos para mí. Ella dice 'Yo gasto el dinero, tú haces el trabajo. Juntas podremos hacer un mundo más colorido.... ' ", dice la señora Hsu, y su voz tiembla de emoción.
La anciana dama parece inquietarse un poco por la entrevista, toma una aguja y dos bolas de lana, empieza a tejer y, en menos de diez minutos, ha confeccionado los pétalos de un clavel. Parecería increíble que una mujer, en sus 80 años de edad, pueda tener dedos tan ágiles y, al mismo tiempo, una facilidad de creación tal para sus flores.
"Bueno, yo las hago luego de observar de cerca a las flores reales. Se necesita mucha paciencia. Algunas jóvenes del vecindario quieren hacer lo mismo, pero no lo logran debido a su falta de paciencia. Los jóvenes tienen demasiadas distracciones.
"Pensándolo bien, creo que no he hecho nada de verdadero valor para el reportaje. Amo a las flores y me enloquezco por los hilos de lana. Mi amor por el pasatiempo y mi entrenamiento desde la infancia me ha llevado, naturalmente, a hacer algo que pueda hacer brillar mi vejez," continúa.
"Me levanto temprano en las mañanas. Después que mi hija y mi yerno se van a trabajar y mis dos nietos parten para la escuela, hojeo el periódico para enterarme de los acontecimientos mundiales. Empiezo mi trabajo a las 10 a.m. y sigo hasta que ellos regresan de sus labores. Si no fuera por mi mala vista, trabajaría durante las noches también," dice.
Hace dos años, ella vendió alguno de sus trabajos en una venta de caridad y donó las ganancias a un orfanato. En febrero, ella exhibió unas flores de ciruelo, hechas en lana, en una exposición llevada a cabo en el Palacio Conmemorativo de Sun Yat-sen, en respuesta al tema "Yo Amo Las Flores de Ciruelo," escrito por el General Wego Chiang. Este año, al acercarse el Día de la Madre, ella contribuyó con más de 400 racimos de flores, incluyendo 100 de claveles, para una campaña para reunir contribuciones voluntarias con destino a la adquisición de armas defensivas para la República de China.
"Quiero donar el dinero al Ministerio de Defensa como un fondo con sentido patriótico para ayudar en la compra de los armamentos que necesitamos. Ya que he pasado más de la mitad de mi vida en el extranjero, siento una deuda especial hacia mi país, por la ayuda que han recibido mis hijos en su educación, la cual los llevó a una buena vida," agrega.
En la pared del salón de entrada cuelga el caracter chino fu (suprema felicidad), hecho en amarillo sobre un fondo carmesí y compuesto de pequeñas flores de ciruelo en lana. "Entre más pequeña es la flor, más difícil es hacerla," anota.
"Cuando diseño una flor, empiezo utilizando un alambre delgado de hierro para los pétalos y después, decoro los pétalos con cáliz y pistilo. La parte más difícil es la terminación de las hojas. Algunas veces, uso ramas legítimas en lugar de los alambres. Después, las cubro con hilo color café oscuro para que sobresalgan las flores. Por último, junto todas las partes, lo cual, naturalmente, requiere un cuidado especial." Diciendo esto, de repente, encuentra una rama rota.
Una expresión de pena asoma a su cara. Regresa al cuarto, y sale con un manojo de hilos. Como una madre en su afán de curar a un hijo herido, ella extiende la rama varias veces, tan apresuradamente que se le enreda el hilo. "Espero que los dueños las amen tanto como yo," murmura.
Ella mira a través de un par de anteojos, cuelga de su cuello otros y lleva corto su cabello canoso. Usa un traje sencillo en su cuerpo delgado, pero saludable.
"Ahora que estoy vieja, apenas puedo caminar hasta el jardín de enfrente. A pesar que mi mundo es pequeño, invento otra primavera dentro de él. Soy optimista, lo cual me mantiene sana y llena de esperanza."
Esta dama, tan sencilla y ocupada, enseña, talvez, más de lo que ella soñó jamás.