Los años de rápido desarrollo económico en Taiwan ayudaron a la isla a llegar a ser uno de los “tigres asiáticos”. Como resultado de la premura, la sociedad se enfrenta hoy en día a una miríada de problemas, tales como la excesivamente larga jornada de trabajo diaria y la creciente distancia en las relaciones familiares e interpersonales. Cuando los jóvenes trabajadores de las áreas rurales comparan el alto costo de la vida en las ciudades con sus bajos salarios iniciales, la “carrera de la rata urbana” pierde mucho de su brillo.
Los tiempos han cambiado, animados por la nueva definición contemporánea de “éxito”. Donde antes existía “envidia” por el estilo de vida de cuello blanco con buena paga, ahora vemos que muchas personas buscan la satisfacción personal sobre la adquisición de riqueza, lo que a su vez torna más atractiva la idea de dejar la ciudad y regresar a su pueblo natal.
Por ello, cada vez más personas que han escogido ejercer sus profesiones en la ciudad se preguntan a sí mismas si verdaderamente están viviendo la vida que desean. Algunas van más allá, dejando sus trabajos de cuello blanco en las ciudades para dedicarse a cultivar la tierra u otras actividades similares, tales como las industrias creativas y culturales. Su meta es aportar nueva energía o aplicar sus habilidades profesionales en pro de la revitalización de sus pueblos natales.
Ello no significa que estos individuos hayan “fallado” en su cometido por el “éxito” en la urbe; sino más bien que su deseo de regresar al campo representa un primer paso para asentarse y “echar raíces”.
La tendencia en los años de desarrollo fue que la población en edad productiva fluía del campo hacia las ciudades, en búsqueda de mejores oportunidades. Sin embargo, durante la última década, el curso de la marea se ha revertido, con muchas áreas rurales viendo el retorno de caras conocidas.
Un ejemplo de ello es Jiang Shen-feng, quien trabajó como camarógrafo en la filmación de Guerreros del Arcoíris: Seediq Bale. Jiang se graduó de la Escuela de Artes Hwa Kang en Taipei, pero proviene de una familia campesina. Jiang se trasladó a la ciudad por su educación y pasó los años después de su graduación haciendo películas y documentales. Aún así, nunca se adaptó completamente a la vida urbana.
El joven Yang Yu-fan rocía su campo de piñas con fertilizante su propia invención.
En 2003, regresó con su familia a Miaoli con el fin de dar a sus hijos la oportunidad de crecer en un entorno más natural y que reuniera a las tres generaciones de su familia bajo un mismo techo. Lamentablemente, pronto descubrió que la villa agrícola que recordaba de su propia infancia ya no existe. Los arroyos limpios y las libélulas ya han desaparecido, y los campos se encuentran exhaustos por el prolongado uso de fertilizantes y pesticidas químicos.
Hace tres años, decidió ir a los campos por sí mismo, con la hoz y la cámara en la mano, para ser un fotógrafo campesino.
Ahora, Jiang cultiva dos variedades de arroz que vende por Internet y en persona bajo la marca Jingmi Suo. El único problema es que su hectárea de arrozal genera un poco más del equivalente a 1.100 dólares estadounidenses por cosecha, lo que significa que aún se gana la vida en su mayor parte con su cámara.
Durante la filmación de Seediq Bale, los coreógrafos de artes marciales de China continental compraban arroz en los supermercados locales para cocinarlo en sus dormitorios. Después de que Jiang los convenció para que probaran la variedad taiwanesa de arroz Taikeng Nº 9, ésta fue tan popular que cada uno de ellos se llevó más de 30 kilogramos a casa cuando terminaron su trabajo en la película.
En el sureño distrito de Yunlin, tenemos a Wu Yong-xiu, uno de esos jóvenes que regresan. Actualmente funge como director de la Asociación de Desarrollo de la Comunidad Wukuaicun, en el poblado de Yuangchang, donde construyó una sala de lectura con el fin de establecer vínculos entre los ciudadanos mayores y sus hijos.
Wu se trasladó a Yunlin en 2002 para estar cerca de su madre anciana tras pasar muchos años trabajando para la Corporación de Electricidad e Ingeniería Shihlin en Taipei y establecer su propia compañía de subcontratación tendiendo líneas para la Compañía de Electricidad de Taiwan.
Wu se vio involucrado con el trabajo de desarrollo comunitario en 2009, después de que el Gobierno comenzó a promover la revitalización de las villas agrícolas. Tras ser elegido presidente de la asociación, enfocó en el proyecto de construir una biblioteca.
A Wu siempre le había molestado la falta de recursos educativos en su pueblo natal. Tras ver muchas aulas en su antigua escuela primaria sin usar, llenas de basura, pensó en lo maravilloso que sería llenarlas de libros que presentaran el mundo a los niños y a la comunidad.
Junto con su esposa, patrocinaron una serie de actividades y competencias para los ciudadanos de la comunidad. Pronto su entusiasmo fue reconocido, a tal punto que un agricultor local llamado Ah-Ming donó el dinero necesario para dotar de libros y pisos nuevos al sitio.
Los beneficios de regresar al hogar no solamente van en una dirección. Si bien muchos individuos se esfuerzan por aportar a sus pueblos natales, muchos están aprendiendo lecciones valiosas que aplican a su propia vida.
Tal es el caso de los esposos Zhong Shun-long y Liang Yu-lun, creadores de la marca de maní Bueno para comer.
Liang nació en 1978 y estudió una maestría en Administración de Arte en el Reino Unido tras completar su licenciatura en Economía en la Universidad Soochow de Taipei. Al regresar a Taiwan, trabajó en el Parque Creativo Huashan 1914 en la planificación de exhibiciones. Zhong, su esposo, trabajó para el diario Apple Daily tras terminar su propia maestría en la Universidad de Londres.
Cuando Zhong trabajaba en Taipei, su mamá, Liu Xiu-xia, le mandaba con frecuencia maní del poblado de Fenglin, en su natal distrito nororiental de la isla, Hualien. Pero cuando Taiwan ingresó a la Organización Mundial del Comercio en 2002, los cultivadores de maní de Fenglin no pudieron competir con los maníes importados y comenzaron a dejar sus campos al baldío. La familia Zhong, que se ganaba la vida alquilando equipo agrícola, comenzó a sufrir también, por lo que Liu comenzó a freír y vender los maníes preparados para ganar algo de dinero extra.
Sus esfuerzos coincidieron con un festival internacional de esculturas, patrocinado por el distrito de Hualien. El festival, cuyo objetivo fue promover los productos locales originales de cada uno de los poblados de Hualien, ayudó a atraer la atención del público a los maníes de Liu.
En 2009, cuando Liu, ya de más de 60 años de edad, comenzó a pensar en retirarse, Liang y Zhong decidieron regresar a Hualien para ayudarla a llevar el negocio. Al saber de su decisión, muchos de sus amigos pensaron que era una lástima.
Wu Yong-xiu (sentado, segundo a la derecha) en la biblioteca construida con ayuda comunitaria.
“Todos piensan que dejar Taipei significa una desventaja, pero yo creo que fue una bendición”, afirma Liang. “Pude aprender a freír maní y a compartir con los vecinos su experiencia en agricultura. Eso ha sido fantástico. También está la creatividad e imaginación que implica freír el maní. El trabajo manual es tan sólo una pequeña parte de la tarea”, cuenta Liang.
Conforme han crecido las ventas, Liang ha contratado a vecinos con edades entre 60 y 70 años para que ayuden a descascarar maní y a nueve agricultores para que cultiven los maníes Taiwan Nº 9. Sus esfuerzos han revitalizado a Fenglin, que había envejecido porque sus jóvenes dejaron el pueblo en busca de trabajo.
Hay muchas razones por las que las personas regresan a las comunidades rurales, pero aquéllos que buscan escapar de las frustraciones de su vida en la ciudad puede que no encuentren una panacea para todos sus males en el campo.
“Usted enfrenta mucha presión de su familia cuando regresa a su pueblo natal”, advierte Hong Zhi-jie, director ejecutivo del Grupo de la Sociedad Juvenil de Nantou. Hong señala que los mayores piensan todavía que emigrar a la ciudad es la única forma de triunfar en la vida y que si regresas es porque eres un perdedor. Si las comunidades desean animar a los jóvenes a que regresen, se necesita un cambio de actitud, indica. Si los jóvenes van a desarrollar todo su potencial, las comunidades necesitan tratar a los que laboran en los campos y en un escritorio de la misma manera, opina Hong.
Otro problema, señala Hsin Ping-lung, profesor del Instituto de Desarrollo Nacional de la Universidad Nacional de Taiwan, es que Taiwan sufre un estancamiento económico tras el período de rápido crecimiento, por lo que regresar al pueblo natal, si bien aporta diversificación del mercado laboral, no es una solución al desempleo.
Hsin advierte que la mayoría de los programas de orientación a los empresarios novatos enfocan en la asistencia financiera, pero la clave para que funcionen las empresas locales radica en una mejor planificación y orientación para las mismas; así como en la demanda local. Sin ello, se puede tener el negocio por un tiempo, pero si se depende completamente de los consumidores locales, será difícil expandir la demanda.
Tal es el caso de Yang Yu-fan, de 27 años de edad. Graduado del Departamento de Artes Gráficas y Comunicaciones de la Universidad Nacional de las Artes de Taipei, regresó a Tainan para cultivar piñas en tres hectáreas del área de Guanmiao que eran de su abuelo.
Al carecer experiencia en agricultura, su enfoque fue bastante diverso. En lugar de fertilizantes químicos, empleó una mezcla creada por sí mismo con enzimas de piña, agua y azúcar. También dejó crecer la maleza en sus campos, no la quitó.
Su entusiasmo se vio constreñido por las dificultades que enfrentan los agricultores para vender sus cosechas. Tras vender su cosecha, queda con un ingreso promedio de apenas 500 dólares estadounidenses. Si bien el Consejo de Agricultura tiene un programa que garantiza un ingreso mínimo para los agricultores que regresan; Yang opina que éste no soluciona el problema de raíz, ya que la ayuda gubernamental no debe limitarse a subsidios. Yang piensa que se necesitan más canales de ventas para su cosecha y que se ayude a los consumidores a reconocer que es justo cobrar más por los cultivos libres de pesticidas.
Adaptado del Taiwan Panorama
por Silvia Villalobos