Las experiencias que ocurren sólo una vez en la vida son verdaderamente especiales, y cuando son compartidas con miembros de la familia, se vuelven más memorables. Esta era la idea de Huang Chin-pao cuando salió a pedalear alrededor del mundo junto con su esposa y dos hijos adolescentes en sus bicicletas, o caballos de metal, como ellos las apodaron. La familia montó sus bicicletas en julio de 2002 para un viaje de 400 días que les llevó a 12 países y un recorrido total de 23.600 kilómetros.
La publicidad generada por la extraordinaria hazaña —muchas familias se enloquecen cuando se reúnen para los días de fiestas— nunca empañó el objetivo de Huang de que el viaje se convirtiera en una aventura familiar. “Me he esforzado para animar la interacción entre los miembros de la familia mediante actividades para todos ellos, y animándolos a desarrollar un pasatiempo común, como por ejemplo, montar bicicleta”, dice Huang. “Tener una familia que viva en armonía es una meta de por vida”.
La actividad de pedalear alrededor del mundo no era algo nuevo para Taiwan. En 1984, después de tres años sobre su bicicleta, Hu Rong-hua llegó a casa después de una travesía por 40 países, y sus aventuras inspiraron a Huang. Estos maratones son generalmente vistos como luchas solitarias contra el aburrimiento y las penas que culminan con un logro personal de dimensiones olímpicas. La ambición de Huang era un poco diferente, porque quería que su familia le acompañara.
Xinjiang, China. Los lugares hermosos son accesibles solamente a aquellos que tienen la determinación de explorar.
Después de acostumbrarse a su pasatiempo, la familia Huang decidió explorar primero su nativo Taiwan en sus bicicletas, y de allí se ramificaron. Luego, ellos pedalearon alrededor de Europa Occidental, mejorando su ciclismo y aprendiendo a tomar porciones gigantes de tiempo familiar —un prospecto intimidador hasta para la familia Huang desde el principio. “Si Ud. quiere hacer algo loco”, dice el padre de Huang con ironía, “hágalo solo y no le pida a su familia que le siga”.
Cuando él comenzó a hacer planes para su paseo alrededor del mundo, Huang se tropezó con cierta oposición. Su padre dio señales de alarma; a su esposa le preocupaban algunas paradas en el camino. “Planeábamos viajar por algunos países musulmanes que muy pocos taiwaneses conocen”, dice ella. “Eso me atemorizaba, especialmente después de los ataques del 11 de septiembre”. Pero para su esposo, pasar por bicicleta a través de países tales como Irán y Pakistán era parte de la aventura. “La religión musulmana y las culturas del Medio Oriente han existido durante mucho tiempo”, dice él. “Sería una lástima no verlas por sí mismo y conocer cómo son verdaderamente”.
Sin embargo, quizás la mayor fuente de resistencia a sus planes fueron los grupos a los que le solicitó fondos para el viaje. Entre los posibles patrocinadores, ninguno deseaba apoyarlo, y algunos le sugirieron que volviera a su trabajo y sus hijos a la escuela. La respuesta negativa resultaba aparentemente por su deseo de hacer el viaje acompañado de su familia. “Ellos podrían considerar prestarme ayuda si yo fuera a viajar solo”, dice. “Pero no estaban interesados en un viaje que podría ser impredecible con toda una familia a rastras”. Para un hombre que planeaba llevar a su familia hacia lo desconocido, esta resistencia no iba a detenerle. La dedicación de Huang le ayudó a romper la resistencia y finalmente encontró una corporación que le patrocinara. La familia Huang partió en sus bicicletas.
Budapest, Hungría. El apoyo de los diplomáticos y expatriados de Taiwan durante la segunda etapa del viaje de la familia Huang, fortaleció su confianza para continuar.
Sin embargo, una vez que emprendieron la travesía, las verdaderas cargas comenzaron a pesarle a los ciclistas. Su equipo consistía de 250 kilogramos de artículos de primera necesidad, incluyendo ropa para todas las estaciones y partes de bicicleta. En el camino, el clima era uno de sus principales desafíos, especialmente en la primera mitad del viaje, cuando tropezaron con tiempo severo. Los Huang se dirigieron hacia el Occidente atravesando el territorio accidentado y variado de China. En la provincia más occidental de China, Xinjiang, los ciclistas atravesaron desiertos abrasadores en los que la temperatura llegaba a los 50 grados centígrados. “Es simplemente como un horno enorme”, dice Huang. “Pero es mejor no detenerse cuando se tiene calor y cansancio. Una vez que lo haga, no se siente la brisa creada por el movimiento, y eso es aún mucho peor”.
Desde China, los Huang pedalearon a través de Asia Central hasta la Península Anatolia de Turquía, la parte más occidental de Asia, donde tuvieron su experiencia más inolvidable. Un día, la familia no se ponía de acuerdo en si ellos deberían ir a Ankara, en tiempo extremadamente frío, desde una ciudad en el oriente de Turquía. El padre y el hijo mayor votaron por seguir adelante, y la familia se dirigió hacia ese lugar de clima frío. A medida que caía la noche, la familia quedó atrapada en la oscuridad y el frío que llegó a menos 30 grados centígrados. A este ambiente desolado, se sumaron los lobos que merodeaban la zona. “Me sentía sin esperanzas, y comencé a llorar”, dice el padre. “Fui yo el que colocó a mi familia en esa situación tan peligrosa. Era como estar a la deriva en medio del mar picado, sin un faro que nos guiara”.
La preocupación del padre de ser atacado por los lobos o terminar congelados acabó finalmente cuando vieron la luz de un extraño en la oscuridad. La difícil noche renovó el respeto de los miembros de la familia por la solidaridad y la compañía. “Mi esposa e hijo menor, quienes habían sugerido tomar un tren hasta Ankara, tenían derecho a protestar contra mi decisión cuando nos hallamos en esa situación peligrosa, pero nunca se quejaron después que la decisión fue tomada”, dice. “Sabíamos que debíamos mantenernos unidos para poder continuar”.
Holanda. Huang dice que el viaje fue mucho más una experiencia de aprendizaje que un paseo familiar por placer.
Huang ha descrito el viaje como impredecible y desafiante, y más como una experiencia de aprendizaje que una salida familiar por placer. Los compañeros de clase del hijo menor veían con envidia el viaje; ellos pensaban que era una gran oportunidad de no ir a la escuela y presentar exámenes, mientras se divertía alrededor del mundo. “Pero nadie piensa así después de solamente comer, descansar y montar bicicleta día tras día”, dice Huang, agregando que tuvieron que viajar rápidamente en ciertos países donde solamente se permitía una corta estadía. “Y cuando dormíamos, nos quedamos en todos los lugares inimaginables, incluyendo una celda en una estación de policía”.
Pasar a través de sociedades poco conocidas y sin las comodidades modernas, sirvió para que la familia aprendiera a depender del espíritu de equipo para superar las dificultades y lograr sus sueños. El viaje también brindó una oportunidad para que los dos adolescentes se dieran cuenta del mérito de las divisiones de tareas. El mayor era el responsable de filmar el viaje con una cámara y una grabadora. El también llevaba una computadora notebook para escribir un diario para la familia, que luego sirvió de material para dos libros publicados en Taiwan. Su hermano menor tenía el deber de comprar los artículos de uso diario y estudiar los mapas para encontrar las mejores rutas para el equipo. Así compartieron las cargas del viaje con sus padres, y pudieron hacer una verdadera diferencia en la toma de decisiones.
Hu Rong-hua, el ciclista que dio la vuelta al mundo, tiene una buena perspectiva de las dificultades que pasaron los Huang. “La familia Huang siguió su itinerario. No fue fácil”, escribió Hu en el prefacio de los libros del hijo mayor de Huang.
La determinación de la familia Huang alcanzó el sentimiento de alivio una vez que llegó a medio camino en Europa. Las oficinas representativas de Taiwan le dieron la bienvenida a la familia de ciclistas taiwaneses, y los expatriados taiwaneses los recibieron calurosamente en Europa, y en la última etapa del viaje en Estados Unidos. El viaje de los Huang comenzó a tomar un mayor significado porque ellos llevaban el espíritu de Taiwan alrededor del mundo.
Diplomacia popular: El hijo mayor juega con el diábolo chino frente a europeos curiosos.
El éxito al resaltar la visibilidad de Taiwan en el extranjero a través de la diplomacia popular fue una recompensa inesperada. “Presentamos Taiwan a la gente cada vez que tuvimos la oportunidad”, dice la Sra. Huang. Según el Sr. Huang, la aventura en bicicleta de su familia fue cubierta por los reporteros de China continental hasta llegar a Estados Unidos. La aventura dio visibilidad a Taiwan, que con frecuencia es ignorada por muchos países que no reconocen oficialmente la isla. “La tarea de promover la imagen de Taiwan no es fácil aunque se gaste mucho dinero en ello”, dice Huang. “Esta vez la publicidad costó poco dinero, pero dejó una gran impresión en la gente de los lugares que visitamos”.
Echando un vistazo atrás, los Huang dicen que recibieron la mejor educación posible en su viaje a través de varios países del mundo. Los jóvenes sienten que aprendieron más que en una aula de clases. “¿No es el mundo como una escuela enorme? ¿No es el viaje como una actividad extracurricular que me permite aprender sobre diferentes culturas y pueblos?” pregunta el hijo menor, quien se oponía al comienzo al ambicioso proyecto de su padre.
El padre también siente que aprendió mucho en el camino, y que un mejor entendimiento de las culturas extranjeras brinda una oportunidad de eliminar los prejuicios. “La falta de familiaridad conlleva a la sospecha”, dice, “lo que a su vez conlleva a los malentendidos”.
Las recompensas más valiosas para la familia, por supuesto, son todos los recuerdos agridulces de los momentos que compartieron durante el viaje. En los tiempos modernos, dice el padre, los miembros de una familia suelen realizar actividades separadas y, con frecuencia, los padres se sienten distanciados de sus hijos. No hubo oportunidad para que la distancia invadiera las relaciones familiares, porque ellos tuvieron exclusivamente que depender uno del otro durante su odisea de 400 días.
Huang espera que la historia de su familia sirva para que otras familias se acerquen también. “La Tierra no es tan grande como la gente cree”, dice. Y si los Huang pudieron montar sus caballos de metal alrededor del mundo, quizás otros encuentren en esta historia un poco de inspiración para que traten de alcanzar sus sueños.