Con ocasión del cuarto centenario de la llegada del Padre Matteo Ricci a China, Juan Pablo II, invitado por la Universidad pontificia gregoriana, a la clausura del Congreso Internacional de estudios en homenaje al Padre Ricci, decía:
"La llegada del Padre Matteo Ricci a China representaba la coronación del sueño que había animado a su compañero Francisco Javier, muerto a la temprana edad de 47 años en una pequeña isla a las puertas de esta China inmensa, treinta años antes, en diciembre de 1552. Cuando exhalaba su último suspiro en Macerata sin ver su deseo realizado, hacía ya dos meses que había nacido el futuro misionero que, marchando sobre las huellas de su antecesor, habría de entrar en China, ganarse la simpatía del pueblo chino y ocupar, en consecuencia, un lugar en la historia de su cultura.
El Padre Ricci llevó a un país lejano la fe que había heredado de su familia y de su pueblo, así como la sabiduría que había asimilado en dicha universidad gregoriana para presentarla a un pueblo rico en elevadas tradiciones morales y de una noble civilización; al mismo tiempo, con su método de evangelización, contribuyó a enriquecer igualmente a la Iglesia de elementos culturales refinados y preciosos.
Después de la querella acerca de los ritos y la decisión de Roma concerniente a la introducción de los ritos chinos en la liturgia católica, en 1715, se acrecentó la desconfianza hacia los misioneros. En 1747 se habló por primera vez de persecuciones y condenas a muerte de misioneros.
Hacia el año 1800, quedaban en China alrededor de 200.000 cristianos. La guerra del opio, a pesar de su carácter sórdido, permitió a los misioneros occidentales penetrar de nuevo en China. Provenían de todas las naciones cristianas y de todas las comunidades y familias religiosas. Entre ellos llegó un día a China, en la primavera de 1901, un joven misionero de la misión de los lazaristas de París, el Padre Vicente Lebbe. El Padre Lebbe podría haber hecho suyo este lema del Padre Ricci y de su compañero, el Padre Miguel Ruggieri:
"Nos hemos hecho chinos y lucharemos al igual que Cristo." La obra principal del Padre Lebbe fue llevada a Roma a los obispos chinos para ser consagrados en esta función. Los primeros de ellos fueron consagrados por el Papa Pío XI el 28 de octubre de 1926. Lleno de júbilo, el Padre Lebbe decía al finalizar este día que coronaba la obra de su vida:
"Ya no creo en el Espíritu Santo... ¡Lo he visto!"
¿Dónde está esta Iglesia de China?
En mi último artículo demostré que había en China una Iglesia purgante, perseguida, mártir; una Iglesia que vivía en el corazón de los fieles, en la fidelidad de sus sacerdotes quienes, al precio de innumerables sacrificios, mantenían la integridad de la fe católica, apostólica y romana. Acerca de esta Iglesia de China, el mismo Juan Pablo II dice:
"Mi intercesión por esta Iglesia se ha convertido en la obsesión constante de mi pontificado." De lo contrario, la que se denomina Iglesia de China, la Asociación patriótica del clero, no podría existir como Iglesia a los ojos de Roma. El propio Cardenal Casaroli la calificaba de simple asociación de creyentes. Su existencia lastima seguramente el corazón del Santo Padre (el Papa) que confiaba recientemente a un religioso que estaba a punto de partir para Taiwan, que todas las mañanas rezaba por China. Pero por el momento, el deseo del Vaticano de establecer relaciones con la China de Pekín choca con la intransigencia de los dirigentes comunistas. La Asociación Patriótica les permite controlar lo mejor posible el fenómeno religioso. La única ventaja que los comunistas verían en un acercamiento a Roma sería un descrédito todavía más acentuado de Taiwan.
Ahora bien, en Taiwán existe, pese a todo, una Iglesia... y cualesquiera que sean las ambigüedades queridas por los acuerdos internacionales, esta Iglesia es verdaderamente una Iglesia de China. Podemos, Con Kissinger reconocer que no hay más que una China, lo que constituye el pleito de los gobiernos de Pekín y de Taipei. Queda por decir que en el momento de la diáspora provocada por la entrada de Mao en Pekín, católicos, sacerdotes, religiosos y obispos se han refugiado en Taiwan, han evangelizado a los taiwaneses y de acuerdo con Roma, han constituido una comunidad viva, jerarquizada, de la cual se podría decir que constituye, en libertad, la Iglesia personificada en China.
Una Iglesia que está viva.
Es enorme la vitalidad del la Iglesia en Taiwan. Las estadísticas abundan. En 1945 Taiwan contaba con 10.852 católicos. A principios de marzo de 1.982, la cifra de católicos alcanzaba, después de haber sobrepasado los 300.000 por un cierto período, los 286.088. Son, por tanto, treinta veces más numerosos. En 1945 había 15 sacerdotes. En 1968, aprovechando la inmigración masiva provocada por la llegada de los comunistas al poder en el Continente, había 800. Hoy, afectados además por la crisis posconciliar, su número ha descendido a 738 (358 sacerdotes chinos, 380 de otra nacionalidad). A esto se añaden 97 frailes y en cuanto a los religiosos, de cinco que eran al principio, su número se ha incrementado hasta 1.151 (822 hermanas chinas, 329 no chinas). El clero se va relevando también: desde el comienzo de la aventura de la Iglesia en Taiwan, ha habido más de cien ordenaciones de jóvenes para el sacerdocio. Actualmente, para una población católica que no alcanza los 300.000 fieles, hay dos grandes seminarios y seis seminarios más pequeños y 81 seminaristas, 58 del clero diocesano y el resto de órdenes y congregaciones religiosas. Y ante tal situación cabe preguntarse: ¿Cuál es la diócesis de nuestros países de la Cristiandad que cuenta todavía con un aspirante al sacerdocio por cada 3.500 fieles? ¡Quizá Polonia! ¡Pero Polonia es un país en el que existe únicamente el 0,35% de católicos! Aún más impresionante en esta isla exigua es que hay 800 iglesias católicas, de las cuales 44 se localizan en la ciudad de Taipei. En 1945, había solamente 52 centros de culto católico. Es preciso decir que Taiwan ha repatriado todos los cultos de China Continental. He visitado un gran número de templos taoístas, aparte del centro budista próximo a Kaohsiung. Había una doble intención en la mente de mi guía (ferviente católico), la de mostrarme que los chinos no son paganos. Pero ya el Padre Ricci había hecho notar que en este país, los principales monumentos son templos. Quien se acerque un poco a la cultura y sabiduría chinas, se verá forzado a reconocer que la adoración al "Señor del Cielo" es una herencia que no proviene únicamente de los católicos.
Se pueden observar las obras apostólicas de la Iglesia de Taiwan: Yo visité personalmente la Universidad católica Fu Jen anteriormente presidida hasta su muerte por el Cardenal Yu Pin y hoy por Monseñor Lo Kuang; acoge a 12.000 estudiantes y se permite el lujo de poseer una Facultad de Teología, la única en el mundo donde se publican libros teológicos en chino.
La propagación de la fe católica está muy desarrollada en China y constituye una de las principales inquietudes de la Iglesia misionera. La liturgia se hace completamente en chino y en ciertas iglesias, las estatuas de la Virgen adoptan un cierto aire chino que cuadra tan bíen en este ambiente formado por templos de tejados coloreados como los magníficos jardines del Vaticano. Pero la Iglesia católica está también presente por todo el territorio: dirige 27 escuelas secundarias, ocho escuelas profesionales, 10 escuelas primarias, 358 jardines de infancia y orfelinatos, 55 "hostales" para estudiantes. Las escuelas secundarias no son establecimientos de segundo orden. Fui a visitar la escuela secundaria dirigida por los clérigos de San Viater en Taichun: corta literalmente el aliento. Sin duda cabe lamentarse de que la mayoría de los alumnos que estas escuelas poseen no son católicos. El testimonio dado por los profesores -a menudo la mitad son católicos- y por la dirección es importante de cara a estos jóvenes. Asistí a una distribución de premios de fin de año en una escuela secundaria femenina y me impresionó la seriedad y la alegría de las estudiantes, y la buena acogida y admiración que prestaban a "su obispo". Pese a que la mayor parte son budistas, la paternidad del obispo se extendía y también se reflejaba en sus rostros, iluminados por una cierta paz interior.
Una Iglesia jerarquizada...
Para dirigir esta Iglesia, existe una conferencia episcopal que cuenta con 19 miembros. Está presidida por Monseñor Matthieu Kia, arzobispo de Taipei y el Secretario General es Wang Yu-Jung. Esta conferencia episcopal cuenta con seis obispos diocesanos titulados y dos obispos que tienen el título de administradores. Estos son los diez Ordinarios responsables de la Iglesia de Taiwan y a ellos se suman nueve antiguos Ordinarios venidos del Continente. Por otra parte, cabe mencionar también a los obispos salidos de la población taiwanesa local. Su voluntad se aúna en un afán común, la recolección de una semilla apostólica que tiene su origen en 1945 y que manifestaría la madurez de la Iglesia local y la recompensa de los innumerables esfuerzos de los primeros obispos chinos en el Continente.
...Que sigue siendo misionaria
Esta Iglesia es misionaria por dos razones. La primera en lo que se refiere a la población local: 300.000 católicos para una población que alcanza los 18 millones no constituye un gran porcentaje, por lo que, en este año en que se celebra el aniversario de la llegada de Matteo Ricci a China, los obispos, en una carta pastoral, han pedido a los cristianos un esfuerzo especial para inducir a la fe a 30.000 personas. Esta petición ha sorprendido especialmente a los nuevos misioneros que acaban de llegar del extranjero; quienes se preguntaban: ¿Estamos aquí no solamente para testimoniar sino también para convertir? Este esfuerzo de conversión es muy importante para la Iglesia china. A cada uno de sus miembros se le anima para que contribuya también. El "Benedicite" que se recita piadosamente antes de cada comida, incluso en el restaurante, es un testimonio de la fe. Los budistas saben que los cristianos oran antes de comer y respetan y esperan tal gesto.
Existen, por otra parte, otros rasgos que caracterizan al cristiano: la oración, la liturgia, la lectura de la Biblia (en particular del Evangelio), la catequesis, etc. La divisa lanzada por los obispos se había llevado a la práctica:
"Cada cristiano debe convertir a un amigo, cada familia debe superarse y llegar a ser enteramente cristiana".
Esta joven iglesia tiene todavía necesidad de misioneros venidos de países de la cristiandad. ¡Y no faltan en Taiwan! Esta isla china parece haberse convertido en el lugar de ensayo de todas las formas y de todos los movimientos de apostolado que se encuentran en Europa y América. Por mi parte, no he encontrado nunca tanta diversidad de naciones, de comunidades y de obras.
Todas las innovaciones que tienen éxito en la Iglesia occidental, cualquiera que sea el país o región, tienden a implantarse también en Taiwan, y a partir de aquí se extienden también a Asia, Filipinas, Corea y Malasia.
Una misionera europea que vive en Taiwan desde hace 30 años me decía, hablando de esta variedad: "No existe ninguna clase de obra carismática que no haya sido implantada en Taiwan". La Iglesia de China en Taiwan aunque reducida en la pequeña isla, conserva todavía la llamada misteriosa que en otro tiempo atrajera el celo apostólico de un Francisco Javier, de un Matteo Ricci, de un Jean du Pian Carpin. No obstante, los problemas son también patentes. Yo preguntaba a la Madre superiora de una comunidad de religiosas chinas si seguían teniendo muchas vocaciones. "No -me respondió- porque, además de los problemas de recrudecimiento que sacuden a la Iglesia actualmente.. añadía, ¡Hay 52 comunidades de mujeres en Taiwan!" ¡Solamente los obispos chinos pueden soportarlo! Es cierto que gran parte de estas comunidades vienen del continente. ¿Por qué parten de Taiwan? Después de todo, ¿No se han dedicado a la Iglesia de China? ¿Y los mismos obispos no se sienten responsables, al menos espiritualmente, de la suerte de sus compatriotas que viven en el continente? "La imposibilidad en que nos encontramos de acudir directamente en ayuda de nuestros compatriotas del continente chino, aflige enormemente nuestro espíritu", escribían los obispos de Taiwan en su informe suministrado al Papa en su última visita "ad limina". "Experimentamos sin embargo un cierto consuelo en la actitud paternal que adopta el Santo Padre a este respecto. Conscientes de la discreción que hemos de mantener estamos dispuestos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para cooperar en la labor emprendida con vistas a la felicidad de nuestros compatriotas, así como a poner a su disposición todos los recursos de que disponemos para ayudarles en sus tareas ( ... )". Nos preparamos lo mejor posible para ello".
Y sin embargo...
Y sin embargo, esta Iglesia de China Libre que ha replegado sus alas sobre un territorio demasiado pequeño, esta Iglesia que ha sido hecha para desarrollarse en las viejas diócesis del continente (las de Hopei, Shansi y Shensi, las de Shantung o Shanghai) esta Iglesia que se ve forzada a esperar la hora de Dios, la hora de una nueva apertura de China y que desde que desembarcó en su isla de esperanza se ha desarrollado en un 30 por 1, esta Iglesia se siente marginada y molesta. Las quejas abundan en los labios de los católicos, ya sean laicos o revestidos del sacerdocio más elevado. Y estas quejas son expresiones de sufrimiento. Este es precisamente el caso de un obispo que impide al Vaticano renovar sus relaciones con China comunista. Y ya algún tiempo antes Hua Guofeng había comentado: "El Vaticano conserva todavía lazos 'de unión con el Kuomintang en Taiwan; hay todavía allí lo que se denomina un embajador. Es el mayor obstáculo para la normalización". Pero Hua Guofeng ya no es el jefe del gobierno chino. el "embajador" del Vaticano en Taipei ha sido sustituido por un simple encargado de negocios y la normalización no siempre se ve como inmediata. Además, ni los budistas ni los protestantes tienen embajador en Taipei, y el gobierno de Pekín intenta someterlos igual que los católicos a los militares de las asociaciones patrióticas.
Fragmento de la carta de los obispos de Taiwan a los obispos del mundo, a los cristianos y a todos los hombres deseosos de justicia.
"Nosotros hemos sido ordenados pastores para llevar a nuestro pueblo, a todo nuestro pueblo, hasta el Señor. Por lo tanto, nuestra misión es proteger la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Pero nosotros somos miembros de una minoría insignificante que un régimen totalitario, que no tolera otro pensamiento que el suyo, tiene prisa por reducir a una total impotencia, impidiéndonos definitivamente llevar a cabo nuestra misión. Es por ello por lo que debemos hablar ahora, con la esperanza de impedir que nuestro pueblo caiga en las tinieblas del abismo.
Nos dirigimos a todos nuestros hermanos del episcopado. Sucesores de los apóstoles, el Señor os ha confiado una responsabilidad universal. No permitáis que una parte de la Humanidad, por pequeña que os parezca, desemboque en una condición de esclavitud mental y espiritual indigna de los hombres creados por Dios y salvados gracias a la sangre de Jesucristo, muerto en la Cruz. No permitáis que les arranquen su alma ni destruyan la luz de la conciencia que el Creador ha encendido en ellos.
Apelamos también a todos aquellos que se consideran hijos de Cristo, único Salvador del género humano. En el nombre del Señor, haced todo lo que esté a vuestro alcance para que nuestro pueblo no caiga en la servidumbre destructora que le amenaza.
En nombre de la fraternidad humana, llamemos a todos los hombres que aman la justicia y la verdad. Nuestros sabios antepasados nos recomendaron no hacer al prójimo lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Ninguno de vosotros desea caer en una servidumbre sin recursos; no permitáis, pues, tampoco que 17 millones de vuestros hermanos sufran esta suerte.
A cada uno de vosotros os pedimos especialmente comprender y hacer comprender, por todos los medios que estén a vuestra disposición, el verdadero sentido de las situaciones y acontecimientos que nos atañen tan duramente, y también, siempre por el camino de la justicia, de hacer frente a la nefasta suerte que nos amenaza.
Estamos en las manos de Dios y también en la de nuestros hermanos. Que el Señor, cuyo mensaje es "amaos los unos a los otros", os bendiga e impregne en vuestros corazones la comprensión y caridad fraternal.
Nuestro pueblo está dispuesto a defender su libertad y a afrontar su destino e incluso a morir en la Cruz, si esa es la voluntad del Señor. Se trata, en definitiva, de impedir con todas nuestras fuerzas la destrucción de lo que nos constituye como seres humanos. El Creador nos ha confiado una chispa de libertad que nos hace hombres y conforme a su voluntad, tenemos el deber de defenderla y acrecentarla, no permitiendo en ningún momento que sea destruida.
Pero nuestra mirada de pastores va más allá. Por encima de los designios limitados del hombre, nosotros confiamos en la venida del Reino de los Cielos, en el sacrificio universal del Señor que es la base de nuestra esperanza y en el amor del Padre que alivia nuestros esfuerzos y angustias. Cualquiera que sea el resultado de nuestros pasos, cualquiera que sea la suerte que los hombres nos reservan, sabemos que ya nada puede impedir la victoria del Señor sobre el mal. Esperamos de todo corazón cruzar este desierto con todo nuestro pueblo y descubrir el rostro de amor de nuestro Padre.
Por otro lado, es evidente que los cristianos de China Continental y los comunistas incluso, no pueden ser eliminados de un plumazo de la realidad geo-religiosa del mundo. La situación actual puede durar mucho tiempo. La fidelidad a toda prueba de la Iglesia de Taiwan es también, en cierto modo, su debilidad. Roma está segura de que nunca brotarán de esta cristiandad signos de rebelión y constituyéndose así la Iglesia patriótica, o como quiera llamársela, en una entidad semejante a un cisma. La Iglesia de Taiwan es además poco numerosa. El inmenso continente de China comunista sigue siendo un campo de apostolado. Ante esta situación, el corazón del padre común se siente sumamente afligido por las condiciones e intolerancia impuestas por China comunista, que mantiene un abandono explícito de los estrechos lazos que están implicados por la paternidad de Pedro sobre los bautizados de Taiwan y por la fidelidad de los obispos y de los bautizados de Taiwan hacia Pedro.
Una vez dicho todo esto, es preciso manifestar que una conferencia episcopal puede comprender y a pesar del sufrimiento, aceptar. Cuando dirigiéndose de Manila a Tokio, para evitar sobrevolar Taiwan y enviar el tradicional telegrama del Santo Padre, el avión papal hizo escala en Guam, base americana, los católicos de Taiwan se sintieron heridos hasta el fondo de su corazón. En las semanas siguientes esos corazones ya no estaban dispuestos a escuchar los mensajes pontificios que relataban el viaje a Asia, la llamada a China y la preocupación paternal hacia la Iglesia perseguida. Y desde entonces en Taiwan se habla siempre de Juan Pablo II con una cierta molestia. "No aman al Papa con el cariño del corazón", me decía una mujer profundamente comprometida con el apostolado en Taiwan. "¿Está Ud. segura?" -le pregunté-. Y ella: "¡Oh, si el Papa viniera! ¡La alegría reinaría por doquier y todos se abrazarían!". Un sacerdote me comentaba: "La visita del Papa equivaldría a los frutos de cien años de trabajo apostólico". Efectivamente, la fruta está ya madura ¡Sólo queda esperar el momento preciso para su recolección! .
Si transcribo estas reflexiones en "El Hombre Nuevo", que es el órgano de fidelidad al Papa, es porque, cualquiera que sea la situación, la verdad libera. Todo lo expuesto en este artículo no es el reflejo de una minoría, es el grito de una Iglesia. He regresado para explicar todo lo que Occidente, que nosotros representamos, piensa acerca de los cristianos de Asia Suroriental Bajo la mirada de Dios, he querido dar testimonio del sufrimiento de la Iglesia de Taiwan y de la semilla involuntaria de duda, de desaliento y, en ocasiones, de una auténtica desesperanza que aqueja a muchos de los miembros. Polonia padece el comunismo, pero tiene un Papa polaco. Taiwan padece la marginación por parte del Comunismo en el momento en que el papa polaco acepta el precio de una apertura a China comunista.
En el instante en que escribo estas líneas, los católicos chinos siguen esperando una respuesta. Todos sabemos que el Santo Padre irá a Corea en un futuro próximo para celebrar el 200 aniversario de la implantación del catolicismo en este territorio. ¿Hará escala en Taiwan? ¿Enviará su bendición? ¿Se comportará como el padre y el pastor que encuentra la solución, incluso cuando las relaciones diplomáticas son tensas, o quizá imposibles?
Recemos para que la comunidad católica de Taiwan reciba, de una manera o de otra, el signo que Jesús en la Cruz encontró en la mirada de María, su madre. □