19/05/2024

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Trabajadores filipinos en Taiwan

16/08/2000
La estación principal de tren en Taipei se ha convertido en uno de los sitios favoritos de reunión de los trabajadores provenientes de Filipinas. (Fotos de Chen Mei-ling)
Cualquier domingo, el único día que tiene libre como empleada doméstica, Geraldine puede ser encontrada en la estación principal de tren en Taipei. Sentada sobre el fresco piso de mosaicos junto a una pared del espacioso edificio, la mujer de 34 años de edad lee un periódico filipino mientras espera que sus amigos lleguen de una iglesia cercana.

Aproximadamente mil trabajadores de Filipinas, así como también de Tailandia, Malaisia, Indonesia y Vietnam acuden a la estación de tren con aire acondicionado los domingos y días de fiesta. Ellos conversan con sus amigos, juegan naipes y almuerzan al aire libre. La estación, junto con las cantinas y cafeterías en sótanos cerca de la Iglesia de San Cristóbal en la Avenida Chungshan Norte, es uno de los sitios favoritos de reunión de los trabajadores contratados provenientes de Filipinas.

Como más del 80% de la población filipina es católica y la Iglesia de San Cristóbal fue construida específicamente para los extranjeros, el área alrededor de la misma, salpicada con abarroterías y restaurantes filipinos, se ha convertido en la “Pequeña Manila” de Taipei.

Proveniente de Visayas, en el centro de las Filipinas, Geraldine ha estado trabajando en Taipei por casi tres años. En septiembre, expira su contrato de trabajo y ella tendrá que regresar a su país, que ha visitado en dos ocasiones durante su estadía en Taiwan.

Esta es la primera vez que Geraldine ha viajado fuera de su país natal. “Vine aquí meramente por razones financieras”, dice ella. “Solicité trabajar en Taiwan debido a que es relativamente más cercano a Filipinas y el salario es más alto que en el Medio Oriente o Hong Kong. Pero, ahora estoy muy emocionada de regresar a casa”.

Más de un millón de filipinos trabajan en ultramar, principalmente en Arabia Saudita, Hong Kong, Singapur y Taiwan. En conjunto, esos obreros de construcción, empleadas domésticas y trabajadores de fábrica remiten cerca de mil millones de dólares estadounidenses a Filipinas para ayudar a sus familias en una nación donde hay escasez de trabajo y la economía languidece.

El Gobierno de la República de China abrió las puertas para los trabajadores extranjeros en 1989 como una medida para resolver la falta de mano de obra en Taiwan. Actualmente, hay alrededor de 300 mil trabajadores extranjeros en la isla, de los cuales 37,4% vienen de Filipinas.

No se permite que los trabajadores extranjeros cambien de empleo durante su estadía en Taiwan y deben retornar a sus países de origen al expirar sus contratos de trabajo.

Al igual que otros trabajadores extranjeros contratados de Filipinas, Geraldine gana un salario mínimo de 511 dólares al mes, más que el doble de lo que ganaría en su país. Sin embargo, ella tiene que pagar una cuota de unos 2.741 dólares a la agencia de colocación de empleos. Después de varias deducciones, incluyendo impuestos, seguro de salud y, algunas veces un ahorro forzado, Geraldine usa el resto de su salario para remitirlo a su marido y tres hijos en Filipinas, y para pagar su costosa cuenta de llamadas internacionales.

“La vida es muy difícil en Filipinas, especialmente si tienes que criar niños”, dice Geraldine. “Muchas empleadas domésticas son en realidad profesionales en su país, pero sus salarios no son tan altos como los que se ganan aquí”.

Como empleada doméstica, Geraldine se encarga de los quehaceres del hogar, tales como cocinar y limpiar. A cambio, ella recibe vivienda y comida gratis, además de un salario. A diferencia de la mayoría de las otras empleadas domésticas, ella no tiene que cuidar de los dos niños de sus patrones. “Tengo suerte porque la familia me trata muy bien”, dice ella. “Ellos incluso me compraron un teléfono celular en la Navidad”.

El teléfono celular es un conexión con sus amigos filipinos locales, con quienes se ve una vez a la semana los domingos, y con su familia en Filipinas. Durante la semana, Geraldine puede salir si ella pide permiso, pero ella nunca lo ha intentado. “No vale la pena”, dice. “Todos mis amigos están trabajando durante la semana, y salir me cuesta dinero, dinero que necesito ahorrar. Así que es mejor que me quede en casa”.

Geraldine revela que durante su tiempo en Taiwan, ella no ha ahorrado tanto dinero como esperaba originalmente. Aún así, ella necesita regresar a Filipinas para cuidar a sus hijos. “Resulta muy difícil estar lejos de mi familia. Mis niños necesitan que los oriente como madre”, dice.

La nostalgia es una condición común de los trabajadores extranjeros contratados, pero el dinero que ganan en Taiwan ayuda a aliviar el deseo por estar en su propio país. Con sus ahorros, Geraldine planea abrir una pequeña tienda de ultramarinos cuando retorne a Filipinas.

Geraldine considera que ha sido agraciada por tener la oportunidad de trabajar en el extranjero para mantener a su familia. Ella ha tenido una experiencia relativamente buena en Taiwan. Sin embargo, algunas empleadas domésticas se escapan cuando sus contratos están por expirar debido a que ellas desean continuar trabajando en Taiwan. Otras abanadonan a sus patrones alegando que son abusadas.

Según en Consejo de Asuntos Laborales de la República de China, cerca del 24% de los trabajadores extranjeros se escapan de sus empleos de contrato. Actualmente, se estima que unos 6 mil fugitivos están trabajando ilegalmente en la isla. En las secciones de clasificados de los diarios en inglés de Taiwan se encuentran anuncios sobre personas desaparecidas con fotos y números de pasaporte de Filipinas. Se ofrecen recompensas de entre 323 a 968 dólares por cualquier información que lleve a su paradero.

Trabajadores filipinos en Taiwan

Muchas trabajadoras filipinas aprovechan los días libres para revelar algunas buenas fotos para enviar a casa.

“Me siento mal cuando veo a esas personas en los periódicos”, dice Geraldine. “Tal vez ellos no tienen otra alternativa que huir. Si sus patrones son malos o si ellos tienen deudas en Filipinas, no los puedo culpar. Eso sería la peor cosa, regresar a casa con deudas”.

Un corto viaje en bus desde la estación de tren nos lleva al Café Jungla, donde Leita y uno de sus amigos bailan en el disco club situado en un sótano, que se convierte en las tardes del domingo en un sitio de reunión de los trabajadores filipinos después de ir a misa.

Leita es una empleada doméstica que cuida la hija de catorce años de sus patrones. Ella está trabajando en Taiwan para ahorrar suficiente dinero para sus propios gastos escolares.

Leita, de 27 años de edad, tiene planes de retornar a Taipei con una visa de estudiante después que expire su contrato de trabajo. “Deseo aprender a hablar mandarín o taiwanés con fluidez para encontrar eventualmente un buen trabajo”, dice ella mientras toma su Coca-Cola y escucha una canción de Backstreet Boys que surge de los altoparlantes del club.

Su amiga, que la llamaremos aquí “Marisol” debido a que ella no desea que se revele su identidad, es una fugitiva que actualmente trabaja ilegalmente limpiando casas. Ella llega al club los domingos, saludando a sus amigos en las diferentes mesas. A pesar de su actitud tranquila en la pista de baile, Marisol sabe que está arriesgándose.

Los policías de Taipei ocasionalmente hacen redadas en los sitios frecuentados por los trabajadores extranjeros contratados, buscando fugitivos. Marisol, de 32 años, por poco fue capturada recientemente cuando la policía hizo una inspección de tarjetas de identidad el domingo anterior en el Café Jungla.

Robert, de 31 años de edad, trabaja como ensamblador de teclados de hule para juegos de computadoras en una pequeña fábrica de tipo familiar. Oriundo del norte de Filipinas, él ha vivido en Taipei durante dos años en un dormitorio en el tercer piso de la fábrica donde trabaja. El describe su trabajo como “bueno”, pero cree que sus patrones lo tratan a él y a sus compañeros en forma injusta.

“Ellos nos hacen limpiar la fábrica sin pagarnos, a pesar que mi contrato dice que supuestamente sólo debo ensamblar partes”, dice. “Pero no quiero buscar problema debido a que ellos pueden terminar con el contrato inmediatamente y enviarme a casa”.

El contrato de Robert expira el próximo año y está deseoso de regresar al hogar de su madre, a quien le ha estado enviando dinero todos los meses. “Algunas personas cambian su nombre y retornan a trabajar a Taiwan, pero yo extraño mi vida en Filipinas”, dice. “No tengo vacaciones aquí, aparte de los domingos libres”.

A partir de 1º de junio, el Gobierno de la República de China ha dejado de emitir nuevos contratos para filipinos en los principales proyectos de manufactura e ingeniería civil, bajo una prohibición temporal. La medida no se aplica para los contratos de enfermeras y mucamas de Filipinas.

El congelamiento de los contratos, que se espera dure por lo menos tres meses, ha sido en respuesta a la supuesta interferencia de la oficina representativa de Filipinas en las disputas laborales que involucran a trabajadores extranjeros contratados y sus patrones de Taiwan.

Robert se queja que la prohibición es injusta para sus compatriotas que tratan de venir a trabajar en Taiwan. “Esto limitará las oportunidades de trabajo para muchos filipinos”, manifiesta.

La reciente prohibición de importación de mano de obra, junto con la actual disputa de aviación entre los Gobiernos de Filipinas y de la República de China, han empañado las relaciones bilaterales.

A pesar de tal fricción, el Gobierno de la Ciudad de Taipei patrocinó el 4 de junio un “Festival Mabuhay” para demostrar públicamente su gratitud a los muchos trabajadores extranjeros contratados que trabajan en el área metropolitana. La feria se llevó a cabo en la plaza al lado de la estación principal de tren en la ciudad.

El alcalde de Taipei, Ma Ying-jeou, anunció que la ciudad está trazando los planos para un parque y un centro de actividades que serán dedicados a los trabajadores extranjeros.

Traducido por Luis M. Chong L.del Taipei Journal

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