06/05/2024

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Las reformas deben ser paralelas

16/02/1989
Hubo una época en la que el régimen de Pekín pensaba y actuaba como si fuera el campeón del denominado "Tercer Mundo". Era la época maoísta, y Pekín alardeaba de ser el guaredián de las naciones pobres y de mantener un nuevo orden en el mundo. Mao Tse-tung aprovechó al extremo el tema de "hermanos en la miseria", convirtiéndose en portavoz de las varias causas anti-occidentales, o contra los países que conforman el "Primer Mundo". Los países prósperos fueron tildados de "perros de caza capitalistas". Estando arriba, los pobres eran héroes del co­munismo pero, en una situación contraria, representaban las masas oprimidas constantemente por los capitalistas en el poder. En las Naciones Unidas, Pekín disfrutó del placer de defender las causas del Tercer Mundo. Los registros indican claramente que Pekín evitó votar a favor de los Estados Unidos y de Occi­dente para no traicionar su supuesta posición como guardián de los pobres. Para los expertos en asuntos de China comunista, esa cruzada lanzada por Mao en contra de los capitalistas era una farsa conce­bida deliberadamente para persuadir a las naciones pobres de que se unieran a las filas del movimiento internacional comunista. A finales de la década de los sesenta, Pekin y Moscú empezaron la competencia por el liderazgo de dicho movimiento. Moscú reclamaba ese papel por su poderío, Pekín lo peleaba res­paldado por su solidaridad con otros pueblos pobres del mundo. Con el ascenso de Teng Hsiao-ping al poder, el concepto que China comunista tenía sobre el Tercer Mundo parece haber cambiado mucho. Ya ha pasado la época en que los comunistas chinos recibían a líderes de las naciones africanas con una salva de veintiún cañonazos; atrás han quedado los días en que Pekín se enorgullecía de ser pobre y oprimido, como si los habitantes del continente chino hubieran sentido siquiera una pizca de identificación con tan falsa causa. Efectivamente, Pekín casi se ha descarrilado completamente de sus ideales maoístas con respecto al Tercer Mundo. Los lemas acerca de que los obreros del mundo se deben unir para luchar contra Occidente han sido substituidos por temas un poco más capitalistas, como "La riqueza es buena". El hecho de que Pekín ha abandonado su causa como paladín del Tercer Mundo quedó demostrado durante los últimos días por la manera en que tratan los comunistas chinos a los estu­diantes africanos en su territorio. Los estudiantes negros, antes vistos por los comunistas chinos como sus camaradas de armas, han protestado vehementemente contra los sentimientos anti­africanos cada vez más generales en China comunista, diciendo que al régimen de Pekín ya no le preocupa nada el Tercer Mundo. Los comunistas chinos no solamente han traicionado a su política original en concepto del "Tercer Mundo", sino tambien han salido del quicio de los principios económicos originales que Mao había esbozado para construir el llamado "paraíso del prole­tariado". Desde las llamadas cuatro modernizaciones de Teng Hsiao-ping hasta la reciente revisión económica, los comunistas chinos aparentemente ya no son fieles en seguir las huellas de Mao. Bajo la dictadura del proletariado, los comunistas chinos han conducido la economía del continente a una completa bancarrota y lo ha convertido en un infierno de miseria, con un "per cápita" equivalente a unos trecientos dólares. Por añadidura, el carácter belicoso de los comunistas les impulsó a desarrollar cos­tosas armas nucleares para competir por la hegemonía mundial, lo cual sí coincidió con otro lema de Mao: "También podremos construir un paraíso sobre las ruinas nucleares". Con tal política económica, China comunista se ha estancado amargamente en el fango de la mayor pobreza históricamente experimentada du­rante varios decenios. Sin embargo, a medida que las "cuatro modernizaciones" de Teng Hsiao-ping iban avanzando, el capitalismo occidental iba siendo deificado para salvar la economía quebrada. El estableci­miento de algunas zonas económicas especiales y el permiso de una pequeña cantidad de propiedad privada son pruebas de este cambio, aunque, bajo la vieja estructura política, no existe con­vicción de que puedan tener éxito. La anticuada política económica no solamente sufre una revi­sión oficial, sino también ha recibido severas críticas del sector privado. Recientemente, tres economistas renombrados del continente chino hicieron públicamente un llamado al régimen de Pekín para que renuncie a la política de nacionalización indus­trial con el propósito de desarrollar la economía del continente, informó el "Diario del Pueblo" de China comunista. El profesor Hua Sheng, el más sobresaliente de los tres eco­nomistas y director del Departamento de Microeconomía del Instituto de Economía de la Academia de Sociología de China comunista, dijo que en su propuesta urgió a las autoridades co­munistas para que transpasaran las industrias estatales al sector privado, con un sistema de accionistas. China comunista nunca logrará éxito en el movimiento de modernización si la industria manufacturera sigue vinculada oon la burocracia del régimen, expresaron los tres economistas y agregaron: "Ambos sectores deben ser separados, permitiendo así la administración de las fábricas a los accionistas, por que éstos son los que se preocupan más por sus propios intereses."

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