04/05/2024

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Sangrienta represión comunista en el Tibet

16/03/1989
El "Gobierno Tibetano en el Exilio" acusó a la policía china comunista de asesinar a "cente­nares" de tibetanos durante las recientes manifestaciones inde­pendentistas, registradas en Lhasa entre el 5 y el 8 del co­rriente mes, y previno que "los tibetanos podrían recurrir a la violencia para terminar con la usurpación comunista en su patria". La citada declaración está contenida en una Carta redactada por la Asamblea de Dipu­tados del Pueblo Tibetano, que fue distribuida por refugiados ti­betanos, en Nueva Delhi, a las embajadas de países extranjeros y a los manifestantes que el martes 14, por segundo día consecutivo, efectuaron "sit-ins" ante ellas en demanda de una intervención de las Naciones Unidas en el problema del Tibet. La mencionada carta estaba dirigida a los embajadores de países miembros de las Na­ciones Unidas y la misma manifestaba que "la brutal represión de un movimiento libertario ti­betano no-violento ejercida por las autoridades chinas comu­nistas está en contra de todas las normas del Derecho Internacional". "La violenta respuesta de China comunista a las manifestaciones en favor de la indepen­dencia, incluida la imposición, el pasado martes, de la Ley Marcial en el Tibet, nos han movido a acercamos a Su Exce­lencia para que intervenga en favor del pueblo tibetano y con­dene el terrorismo del estado chino contra el pueblo tibe­tano", decía la carta. Por su parte, Pekin declaró que las fuerzas policiales "se vieron forzadas a tomar me­didas extremas para sofocar las violentas protestas que durante tres días sacudieron a la ciudad de "Lhasa, a partir del 5 de marzo último", en las que, según ciudadanos extranjeros que presenciaron los desór­denes, se registraron entre 50 y 70 muertos entre los manifestantes. Sin embargo, la carta de la Asamblea decía que "la brutal represión china desatada contra pacíficos manifestantes tibe­tanos, causó la muerte de cente­nares de esos luchadores por la libertad y dejó a millares seriemente heridos, en tanto que varios millares más fueron arrestados". El documento proseguía afir­mando que "los tibetanos están decididos a atenerse a medios no violentos para lograr inde­pendizarse de Pekín" , pero con­tinuaba: "Si, pese a ello, esos medios no bastan para conse­guir reconocimiento y apoyo de parte del resto del mundo, el pueblo tibetano puede llegar a verse compelido a procurar un curso de acción alternativo". Interrogado por medios noti­ciosos norteamericanos, uno de los asambleístas, Tsering Dhundop, declaró que "muchos jóvenes militantes tibetanos" es­taban preparados para concluir su compromiso con los llama­mientos en favor de las mani­festaciones pacíficas efectuados por el Dalai Lama, el líder budista espiritual y temporal que marchó al exilio en la India con decenas de miles de partidarios, después del fracasado alza­miento contra China roja de 1959. "Muchos de esos jóvenes tibetanos", agregó Dhundop, "contemplan ya la opción de la violencia". Al preguntársele si el go­bierno en el exilio apoyaría un movimiento violento en el Tibet en pro de la independencia, Dhundop manifestó: "Si la mayoría de los tibetanos decide iniciar una acción drástica, la Asamblea de Diputados del Pueblo Tibetano estará con ellos". Miembros de la resistencia tibetana con base en Nepal fueron entrenados y abastecidos por fuentes de inteligencia occi­dentales, y llevaron una especie de guerra de guerrillas en tono menor contra los comunistas chinos, en las décadas de 1950 y 1960. Pero, finalmente, Washing­ton optó por poner fin a ese programa de ayuda a los guerri­lleros cuando se decidió procu­rar la normalización de las relaciones con China comunista, durante la segunda presidencia de Richard Nixon. El Dalai Lama, por su parte, siempre se opuso a la violencia y en reiteradas oportunidades hizo llamados para que se reali­zaran negociaciones con Pekín. El autodenominado "Go­bierno Tibetano en el Exilio" tiene su sede en la ciudad de Dharasamala, en el Noreste de la India, donde reside asimismo el Dalai Lama.

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