05/05/2024

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Taiwaneses en la Argentina: un ejemplo de trabajo y progreso

06/06/1988

Dedicados en su mayoría al rubro servicios
La Nación, Buenos Aires, 8 de mayo de 1988
Los taiwaneses protagonizan uno de los fenómenos inmigratorios más llamativos de la última década.
De los treinta mil radicados en el país, la mayoría reside en la Capital y el conurbano, y el resto en el interior.
Su ingreso a la Argentina se produce a través del Japón, donde concretan un depósito inicial de alrededor de 30.000 dólares.
Lo curioso es que aunque su radicación aquí fue temporariamente suspendida, la comunidad se triplicó en los últimos dos años.
El 15 de febrero último, el gobierno argentino revocó la prohibición de su ingreso, por considerar que "resulta conveniente promover y fomentar" su radicación "siempre que se sometan a las condiciones y requisitos previstos por la legislación migratoria".
Entre las exigencias figura, en primer lugar, la obligación de radicarse legalmente en zonas alejadas de los centros urbanos más importantes y la de procurar esa autorización.
Misteriosos gestores alientan a los visitantes a quedarse en el país por medio de una radicación rápida a cambio de fuertes sumas de dinero en dólares.
Actualmente en la Dirección Nacional de Migraciones, en el Ministerio del Interior y en la Dirección General de Asuntos Consulares del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, se estudia la forma legal capaz de contener y distribuir convenientemente el flujo inmigratorio, al tiempo que se discute la repercusión que en el ámbito mundial pueda provocar la aceptación masiva de taiwaneses.
Los objetivos de la comunidad
Dedicados en su mayoría al rubro servicios, los taiwaneses definen a la Argentina como "un país con muchas cosas por hacer". La explotación de la industria liviana es, entre ellas, uno de sus objetivos principales.
Las dificultades de importación de repuestos demoran la proyección laboral de estos inmigrantes, quienes, mientras tanto, habilitan supermercados, casas de comida e incursionan, aunque tímidamente, en la construcción.
Se calcula que sólo en la Capital atienden unos 150 supermercados y pequeños almacenes y alrededor de 300 casas de comida.
Cheng-Ming Lee, presidente de la Asociación Taiwanesa en Argentina, se preocupa por dejar bien en claro dos cosas: que vino a la Argentina por propia elección, y que éste es el sitio donde crecerá su descendencia.
"En Taiwan -comenta- yo era exportador de artesanías hacia Alemania, Francia y los Estados Unidos. Aquí me dedico al rubro gastronómico. Tengo un supermercado y como almacenero exploto una de las actividades más lucrativas de esta tierra".
Su éxito, dice, se cimenta sobre "ganancias mesuradas y continuas".
"Mi filosofía -afirma- es vender más barato, ganar lo necesario para seguir en el negocio y conservar al cliente".
Las trabas
Los taiwaneses consideran que su única dificultad para desarrollarse en la Argentina es el idioma.
"Tenemos urgencia por aprender el castellano" , con fiesa Lee. "Por momentos, nuestra comunicación se limita a la actividad que desarrollamos yeso nos cierra algunas puertas".
A pesar de dominar pocos vocablos, prefieren expresarse en castellano, aunque bien podrían hacerlo en inglés, japonés o chino.
Las costumbres del estómago
Otro tema, nada fácil de solucionar, es "acostumbrar el estómago a las comidas argentinas", comenta Lee.
Ju-Lan Lee, una taiwanesa de 23 afias estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires, se define como una adicta a la carne argentina.
"Mi generación se adapta más fácil que la de nuestros padres; nuestra cultura es más abierta y, por lo tanto, flexible", dice.
Durante la charla con Ju-Lan y a modo de inversión de las costumbres, esta cronista compartió con los entrevistados un té taiwanés, servido por la profesora de ikebana Li- Yu Tseng.
La bebida, sin azúcar y ofrecida en pequeflos recipientes sin asas, se coloca, junto con la tetera, dentro de un plato profundo. En él se vierte, constantemente, agua caliente, "para mantenerlo a la temperatura ideal", explicó Ju-Lan.
Jóvenes de ojos cansados
Consultada sobre su experiencia como estudiante en una universidad argentina, manifiesta su "agradecimiento porque la gente de este país no hace diferencias".
Explica que "es mucho más fácil integrarse a la vida de una nación cuando se aprende a compartir su historia, sus progresos y se comparten su necesidades".
"En mi pequeño país -expresa- a los estudiantes se los conoce por los anteojos. Se trata de una civilización que lee mucho, que se prepara durante mucho tiempo para los exigentes exámenes de admisión en las universidades. Por esa razón, progresivamente, los jóvenes van perdiendo el nivel de visión".
El trabajo como filosofía
Resulta difícil no ubicar a los taiwaneses en la raza de gente que vive sólo para trabajar. Basta con verlos desenvolverse al frente de un comercio para pensar que nunca descansan.
"Ese es un error", expresa King Chien Cheng, un médico cuya esposa, Lin Wei-Ly, dirige y atiende una casa de comida en Francisco Beiró 3143.
Cheng define el trabajo como "la mayor fuente de dignidad humana. para nosotros -dice- el trabajo tiene cuatro razones determinantes:
-es el fundamento de nuestra utilidad como seres vivientes.
-es la base de la felicidad. El ser humano se siente bien cando trabaja.
-trabajar y vIvir son sinónimos y constituyen un bien
supremo.
-la jubilación como cesación del trabajo perturba al individuo. Sólo se es feliz cuando se es útil, independientemente de la edad que se tenga".
Cheng añade que la Argentina debería exigir un depósito inicial de 100.000 dólares a sus compatriotas que pretenden radicarse.
"Es una forma de elevar el nivel de los aceptados y de asegurarse el ingreso de gente con capital para invertir en el país", explica. Y en verdad esa suma no parece asombrarlo.
La legalidad del trabajo
El caso del doctor Cheng es un ejemplo de perseverancia y de ética profesional.
Egresado de médico clínico y especializado en medicina tradicional china en una universidad de Pekín, decidió revalidar su título para poder ejercer "legalmente" en la Argentina.
Para ello debió sortear numerosos exámenes hasta que finalmente consiguió su matrícula habilitan te otorgada por la Universidad Nacional de La Plata.
El punto de encuentro
Desde hace un año, un grupo numeroso de taiwaneses se reúne en Estado de Israel 4585.
"Este es nuestro punto de encuentro. Aquí intentamos mantener siempre viva nuestra cultura. Compramos libros,cassetes, leemos los diarios locales y nos informamos sobre lo que pasa en nuestro país", explica el doctor Cheng.
Cuentan con tres iglesias y cinco medios informativos propios en la Argentina. "Esto no implica que nos encerremos en nuestra cultura", aclara.
"Somos argentinos por elección. Personalmente, viví mi mayor felicidad el año pasado cuando, por primera vez en mi vida, elegí a un gobernante. Fue el 6 de septiembre de 1987 y lo hice aquí, en mi nueva tierra.

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