La historia de China ha sufrido la invasión de dos corrientes de ideas extranjeras, que han mediatizado en buena forma el pensamiento chino y provocado consecuencias importantes para esta civilización. Estas fuerort la introducción del budismo en el siglo I y las ideas occidentales por parte de los misioneros cristianos en el siglo XIX.
Durante la introducción de las ideas occidentales en el siglo pasado y actual, la lengua china estaba lo suficientemente evolucionada para adoptar a su terminología la corriente de nombres nuevos que no existían en China. De esta forma, por ejemplo la palabra "romantic", inexistente en chino, se transformó en "lang-manti". Sin embargo, en el siglo I, el desarrollo linguístico del chino se encontraba bastante incipiente como para poder adaptar la terminología budista. Así se emplearon términos taoístas para las expresiones búdicas, lo que trajo como consecuencia que el budismo se confundiera muchas veces con el taoísmo. De hecho, influyó tanto en el taoísmo, que a partir de este momento quedó más vinculado a esta religión, con su propio culto y sacerdocio, que a sus primitivos planteamientos.
Esta corriente de pensamiento, traída de la India, única cultura avanzada que tenía contactos con China, necesitó varios siglos para adaptarse a la mentalidad de los chinos, sufriendo notables alteraciones. Tao Sheng (360-434 d. C.), aportó la idea que podía alcanzarse el estado de Buda, gracias a una iluminación instantánea (contribución que posteriormente sería la base del Zen).
El budismo mantuvo una continua oposición frente al taoísmo y el confucianismo, sistemas ya establecidos en China, a los que achacaba el origen de todos los males.
A fines del Siglo VI de nuestra era, Hsuan Chuang viajó hasta la India, de donde regresó cargado de numerosos textos budistas, dedicándose el resto de su vida a traducirlos. Aquellos textos constituyeron una fuente de purificación del budismo tan chinizado de aquel entonces.