El Reconocimiento Ohtli es un honor dado a mexicanos sobresalientes que residen en el extranjero, y es presentado por el Instituto de los Mexicanos en el Exterior. El término “Ohtli” proviene de una palabra náhuatl que significa “camino”.
Sor Esperanza nació en Jalancingo, Veracruz en enero de 1912. Su padre, quien era un médico famoso, le inculcó a Esperanza la importancia de ayudar a los más necesitados y menos afortunados.
Impulsada por el sueño de servir como misionera en China, Esperanza ingresó al Instituto de Mercedarias Misioneras de Bérriz, localizado en Vizcaya, España, en noviembre de 1935. Sin embargo, debió esperar 30 años para que su sueño se cumpliera.
Sor Esperanza arribó a Taiwan en 1963, hablando muy poco mandarín. No obstante, la religiosa, quien adoptó el nombre chino “Teh”, que significa “virtud”, no dejó que las barreras culturales o del idioma interfirieran con su deseo de abocarse a su labor inmediatamente y con gran entusiasmo.
Inicialmente, fue asignada a la comunidad agrícola de Hsinpu, en el norteño distrito de Hsinchu, donde pasó 15 años ayudando a los más necesitados.
En 1978, Esperanza aceptó la invitación de las enfermeras en el Centro Chen Kuang para las Personas con Discapacidad, con el fin de ayudar a cuidar a los niños huérfanos con discapacidades o con síndrome de Down. Al mismo tiempo, socorrió a madres solteras y sus hijos en el Centro Católico de la Diócesis de Taipei.
La contribución de Sor Esperanza a la población marginada en Taiwan atrajo la atención del gobierno mexicano. Basados en una firme recomendación hecha por Muñoz Ledo-Villegas, el Gobierno de México aprobó prontamente la idea de presentar a Sor Esperanza con el Reconocimiento Ohtli. De hecho, normalmente el proceso de solicitud toma un año, pero en el caso de Sor Esperanza se hizo en un mes, señaló el director de la Oficina de Enlace de México en Taipei.
A la ceremonia de entrega asistieron más de 50 personas, entre ellas el viceministro de Relaciones Exteriores, Javier C. S. Hou, quien destacó que los servicios desinteresados de Sor Esperanza a favor de la población menos favorecida de Taiwan son un poderoso recordatorio de que el Gobierno no está haciendo lo suficiente para proteger a su pueblo.
A pesar de que la religiosa mexicana, ahora ya con 98 años, habla y camina con dificultad, y debe emplear una silla de ruedas, todavía mantiene su contagiosa sonrisa y su impresionante sentido de humildad, repitiendo varias veces durante la ceremonia que no era merecedora de tal honor.