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Así nos ven:El Milagro de Taiwan - Por Alfredo Ruíz del Río

26/02/1983
En poco más de treinta años, dieciocho millones de chinos han logrado lo que yo podría llamar "El Milagro de Taiwan", o sea que los treinta y seis mil kilómetros cuadrados que tiene la isla produzcan textiles, maquinarias eléctricas, alimentos procesados y que en Kaohsiung se advierta la trepidante potencialidad de una sorprendente construcción naval que produce barcos de gran calado, como el que llevando el nombre de México se está construyendo para Kuwait. Llegar a Taipei es encontrarse, de pronto, con una ciudad moderna, bien trazada, en la que esporádicamente se advierten características peculiares de la tradicional arquitectura oriental. Para no remontarnos a la historia que habla de invasiones sufridas por Taiwan a través de los siglos, cuando holandeses, portugueses y japoneses la dominaron temporalmente, al grado de que para muchas personas sobrevive el título de Formosa que los lusitanos le adjudicaron, sólo recordaremos que como resultado de la declaración de Potsdam en 1945, Taiwan fue recuperada por China junto con las islas Penghu y que a raíz de la discrepancia entre le general Chiang Kai-Shek y el grupo comunista hubo una emigración hacia la isla, que con un tamaño similar a Holanda ha concentrado varios millones de chinos empeñados en fortalecer un país libre de todo compromiso internacional, en donde sus habitantes viven en paz, vigilantes, eso sí, para repelar un ataque del exterior y animados de un nacionalismo que principia por un trabajo tenaz, permiténdoles un nivel de vida en donde se desenvuelven todas las manifestaciones del progreso. Dos millones de teléfonos, tres potentes estaciones de televisión, tres plantas de radio que cubren con sus emisiones toda la isla y el continente chino están al servicio de este pequeño país, que tiene la curiosa combinación de la vida en las grandes ciudades de Occidente, sin perder las características tradicionales de las culturas orientales. Los habitantes de la República de China están conscientes de que en tanto su dinámica de trabajo produzca al mundo la espectacular cantidad de productos que se encuentran en todos los almacenes del mundo, desde las curiosidades de artesanía en marfil, coral,jade y madera, hasta la variedad de sedas y aparatos electrónicos, podrán sostener un nivel de vida que a pesar de las limitaciones diplomáticas les permita mantener una flota de naves aéreas que conectan a Taiwan con la mayor parte de países del mundo. Durante nuestra visita a la capital de China Nacionalista, nos encontramos curiosas similitudes con México, por ejemplo: la venta de un dulce comúnmente conocido aquí como "alegrías"; también vimos en las esquinas de Taipei botes con elotes hervidos, que los chinos consumen ávidamente como aquí acontece en los barrios proletarios. Cuando en 1949 el Kuomingtang, encabezado por el general Chiang Kai-Shek se trasladó a Taiwan, se inició pudiéramos decir, la manera de vivir de esta isla, cuyo gobierno, presidido por Chiang Ching-kuo, hijo del general Chiang Kai Shek, se maneja en una forma tan sui generis que, por ejemplo, a un alto funcionario del gobierno no le está permitido asistir a los lujosos centros nocturnos porque se supone que va a gastar el dinero que siendo del pueblo está confiado a su cuidado. También para los altos funcionarios hay una disciplina social, como por ejemplo, para el matrimonio de un familiar se considera que la recepción no puede ser más de ciento veinte invitados, considerando que una persona normalmente tiene un grupo de familiares consanguíneos y políticos y un grupo de amistades íntimas que no pueden pasar de ese número. Con esta y otras mecánicas de trabajo, la República de China se desenvuelve en un ritmo de progreso que se aprecia en los grandes almacenes, tan suntuosos como La Printemps y Lafayette de París, y en barrios comerciales de una concurrencia espectacular. En este país no hay mercado negro de divisas, ya que lo mismo en los bancos que en tiendas y hoteles, el tipo de cambio es igual, o sea 37.74 por dólar americano y las facilidades para el turismo en el renglón de compras es tal, que un traje de buena calidad para caballero se hace a la medida por ciento cincuenta dólares. Dos semanas en las que recorrimos Taipei y Kaohsiung nos dejaron un grato sabor de auténtica hospitalidad cordial. Al despegar nuestra nave del aeropuerto Chiang Kai-Shek, reflexionamos la resultante de un esfuerzo común que convierte una isla de pescadores en un país laborioso que se forja en treinta años. (Suplemento La Prensa, 28 de febrero de 1982)

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