06/05/2024

Taiwan Today

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Así nos ven: LA SABIDURIA DE LA CONVIVENCIA - Por Eugenio Hintz

06/07/1981
Se adivina una sabiduría implícita en la capacidad del pueblo chino para amalgamar esta sosegada y reverente actitud hacia las tradiciones, con las impostergables exigencias del trajinar cotidiano. Taiwan es exigente con sus hijos, simplemente porque la vida no es fácil. Y si ha alcanzado un notable desarrollo, es por el espíritu de sus casi 18 millones de habitantes que conviven en una isla de 36,000 kilómetros cuadrados (más o menos la octava parte de Uruguay), lo que equivale a una densidad de población que es la más alta del mundo -485 personas por kilómetro cuadrado. A pesar de que sólo el 24 por ciento de la superficie territorial es arable, la República de China ha establecido en el reducido espacio de Taiwan una sociedad próspera, con un crecimiento económico cercano al 10 por ciento anual en los últimos tres lustros. Sus exportaciones, que en 1969 llegaban a 776 millones de dólares, ascendieron en sólo diez años a 16.103 millones. "Los economistas lo califican como un milagro; nosotros, fruto del sudor de nuestras frentes", señala uno de los protagonistas anónimos de este fenomenal desarrollo.

La población de Taiwan es casi íntegramente china, pero aún viven en la isla 265.000 aborígenes diseminados por la costa y la montaña en pequeños nucleos que componen otros tantos puntos de atracción turística. Uno de ellos está en Wu Lai, a poco más de una hora de viaje en auto desde Taipei hacia el centro de la isla. La ruta serpentea entre la exhuberante vegetación de la isla, corre próxima a un río cuyo cauce está regulado por algunos diques, permite observar algunos entretelones de la vida en Taiwan: mucha gente acampando o de picnic en visible demostración del placer del contacto con la naturaleza, y algunos estanques artificiales sembrados de peces, donde los aficionados a la pesca pueden practicar el deporte pagando una suma por hora o por pieza capturada.

El mundo de Wu Lai

Wu Lai es apenas algo más que una plaza y una calle -concurridísima- atiborrada de comercios. Hay que recorrerla de uno a otro extremo, atravesar un puente, subir una empinada escalera y recorrer algo más de un kilómetro en un trencito muy similar a los que suele haber en los parques de diversiones, para llegar finalmente a los aborígenes. Contra lo que se podría pensar de un lugar de tan complicado acceso, no se trata de un colorido pueblo típico, sino más bien de un conjunto de comercios que ofrecen a los visitantes toda clase de artículos de artesanía, presumiblemente de confección local. La cuota exótica está en manos de un afiatado grupo folklórico de danzas y canto que actúa en un teatrito a intervalos regulares. La función vale el viaje, pero uno piensa inevitablemente al cabo de la misma que sus protagonistas están cambiando sus coloridos trajes por blue-jeans, y que minutos después estarán en sus hogares viendo televisión.

La televisión en la República de China está a la par de cualquier otro país del mundo. El color fue introducido en 1969 y ya en 1971, todas las emisoras lo estaban utilizando. Las estaciones Taiwan Televisión Enterprise (TTV) y China Televisión Company (CTV) irradian toda su programación en color (6 horas diarias los días hábiles, 11 los sábados y domingos), en tanto que la Chinese Televisión Service (CTS), que trasmite 12 horas diarias, llegando los fines de semana a las 15 y 18 horas, tiene todavía un 15 por ciento de la programación en blanco y negro. El 85 por ciento de todos los programas que salen al aire en Taiwan son de producción local: sólo el 15 por ciento son importados y ello da una pauta del esfuerzo de este sector eficazmente orientado por la Academia de Artes y Ciencias de la Televisión de la República de China.

La verdadera China

No hay que buscar mucho en Taipei para encontrar la verdadera China. Las primeras impresiones incluyen el notorio bullicio de las calles, fruto de la superpoblación y de lo que parece ser una infinita cantidad de comercios que se apiñan tanto en el centro como en los suburbios; un sorprendente número de motocicletas (el clima templado y la practicidad determina que haya por lo menos una por familia) que suelen ocupar veredas enteras en los lugares de estacionamiento; las numerosas "pasivas" que protegen a los peatones de la lluvia, y finalmente la multiplicidad de lugares para comer, con gente a cualquier hora del día, que fluctúan entre el lujo y los modestos carritos ubicados en las calles. Si parecen muchos, hay algo que lo explica: hay en Taipei 857 restaurantes chinos y más o menos la mitad sirviendo comidas occidentales. A estas cifras pueden sumarse los 110 hoteles con sus 12.900 habitaciones de primera clase. Entre ellos sobresale el fastuoso Grand Hotel, de impactante color rojo cubriendo su arquitectura china, que figura entre los diez más lujosos del mundo. Hay que saber atar todos estos cabos para entender una ciudad que con sus 2.2 millones de habitantes no es, después de todo, tan grande.

Lo que Taipei es -si se trata de calificarla en pocas palabras- es una metrópolis moderna, con abundante edificación en altura y autopistas que la atraviesan de lado a lado. Sin embargo, el progreso no le ha impedido retener el espíritu chino. Muchos edificios públicos mantienen el opulento estilo de la antigua época oriental, como el grandioso monumento a Chiang Kai Shek, que aloja una imponente estatua del lider en una atmósfera de apacible respeto, o el igualmente reverenciado Monumento a los Mártires, dedicado a todos aquellos que perecieron defendiendo la causa de la República de China. Impecables soldados que montan guardia con una rigidez absoluta, completan el imponente aspecto de estos monumentos.

El día del Doble Diez

Los días de fiesta nacional como el aniversario del establecimiento de la República (comúnmente denominado el "doble diez" por celebrarse el 10 de octubre, décimo mes del año), todos estos edificios se engalanan con lamparitas de colores que recorren todos los perfiles y aberturas. Esta iluminación, sumada a las luces que suelen adornar los árboles de las principales avenidas en estas ocasiones, le presta de noche a Taipei un aspecto realmente fantástico en el sentido más literal de la palabra.

En general son los templos -y hay cerca de 2.500 en Taiwan- los que ofrecen al visitante los ejemplos más auténticos de arquitectura tradicional. Longsan, construído hace 300 años, es el templo máximo para los ocho millones de budistas de la isla. Traspasados los ornamentados portones que conducen a un patio interior en cuyo centro está el templo propiamente dicho, una de las cosas que llama de inmediato la atención de los visitantes occidentales, son unas largas mesas de madera cubiertas de comida: son alimentos de todo tipo que los fieles traen diariamente para su bendición. El recinto está siempre muy concurrido; el paso de la gente está pautado por una cantidad de palitos de incienso quemados a distintas alturas que pueblan los enormes inciensarios. Sus hilos de humo perfuman permanentemente el ambiente.

A diferencia de éste u otros recintos budistas o taoistas comó el de Pao An, el Templo de Confucio presenta un aspecto muy diferente de paz imperturbada. El confucianismo es una filosofía -como el cristianismo lo es para el mundo occidental- y en sus templos no se ofician servicios religiosos.

Otra visión de la China es la que ofrecen el espléndido Museo Nacional de Palacio, donde se alojan unas 250.000 piezas de porcelana, jade, bronce, laca, manuscritos, pintura, escultura, etc., que conforman la colección de arte chino más importante del mundo, donde solícitos guías brindan una culta información en todos los idiomas imaginables y, en otro sentido, el Centro de Promoción de Artesanía China, un muy bien planificado organismo que ofrece toda la gama de productos artesanales que los turistas suelen encontrar dispersos en sus paseos, expuestos ordenadamente y a precios oficiales, lo que evita abusos que si no son comunes, tampoco pueden ser descartados.

Capital gastronómica

En un país industrializado como es éste, hay otros atractivos visibles en materia de compras. En variedad y precios, hay como para todos los gustos. El itinerario de las vidrieras puede comenzar en la avenida Chung Shan North, si lo que se busca son alfombras, telas batik, tallas de madera, joyas, réplicas de arte, etc., y seguir por Chung Ching South, Heng Yang, Pao Ai o Cheng Tu, en procura de todo tipo de vestimentas y calzado, o por la famosa Chang Hwa (más conocida por los occidentales como Haggler's Alley), un centro de compras compuesto por ocho edificios con una variedad de tiendas donde se puede encontrar prácticamente de todo, desde antigüedades a televisores.

Sumergido en el bullicio de Oriente y sus variadas atracciones, el turista no debe olvidar que Taipei es la capital gastronómica de la comida china, un arte cultivado durante muchos siglos. Esta es quizá la cocina más difundida y popular en el mundo, pero lo que se ofrece casi invariablemente en el exterior es la variedad cantonesa, por sus afinidades con el paladar occidental. El viajero tiene entonces aquí una oportunidad inmejorable de apreciar las demás variantes tipicas, como ser la Peiping, muy común en el Norte de Taiwan, que se caracteriza por el uso del trigo -y no del arroz- como grano principal; las de Szechwan y Hunan, que comparten una preparación muy condimentada y picante, con abundante uso de ajíes; o la Shanghai o Chekiang, que se particulariza por el uso de pescados y mariscos.

La comida slgue siendo en la República de China la más antigua y más variada tradición familiar. Es también un acontecimiento social (el chino raramente come solo), que se practica con evidente placer toda vez que surge un motivo para ello. Y el agasajar a un visitante es, sin duda, una razón tan valedera como la mejor. Una cena tipica formal, en la cual el anfitrión siempre ocupa un lugar de espaldas a la puerta y el huésped enfrente, consta de no menos de doce platos, de los cuales cuatro suelen ser fríos y ocho que pueden calificarse como platos principales con criterio occidental. Estos últimos suelen incluir pato, pescado, centolla, etc., y un par de platos dulces, con la particularidad de que ellos no se sirven al final de la comida, sino alternando con los salados. La culminación puede consistir en dos o más platos de carne con el infatigable arroz y una sopa. "Kan pei! ".
(Adaptación de El País, de Uruguay)

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