09/05/2024

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En China Libre: Nueva vida para los refugiados

16/07/1980
De los cientos de miles de vietnamitas que han estado huyendo del sistema comunista en los últimos cinco años, muchos han llegado a la República de China encontrando que les espera una nueva vida.

Los refugiados, quienes han volado desde Bangkok por la "China Airlines", o han sido rescatados en altamar por embarcaciones navales o botes pesqueros, son enviados al Centro de Refugiados Indochinos de Paisha, en las islas Penghu (Pescadores), cerca a la capital del condado de Makung.

Ellos son tratados excepcionalmente bien, por lo menos en comparación con aquellos que finalizan su huída en grandes campos de refugiados, como los que se encuentran en Tailandia y Hong Kong.

A cada uno se le da una asignación para vestidos ­ -NT$1.700 (US$47) para adultos, NT$850 (US$24) para niños-, una manta, cobijas y otras necesidades diarias.

El suministro para comida es de NT$40 (US$1) por día para los refugiados mayores de tres años de edad, mientras que a los infantes se les asignan NT$20 diariamente para la leche. Como dinero de bolsillo para diversos gastos cada persona mayor de 13 años recibe NT$500 (US$14) mensualmente y los niños obtienen la mitad de esta suma.

En general, los refugiados hacen casi todas sus cosas por sí mismos. Compran sus alimentos en un mercado mayorista para ahorrar dinero. Hacen su propia comida en una cocina comunal. Cada comida tiene generalmente tres platos más la sopa y, por supuesto, arroz.

Los 12 edificios del campo que es hogar temporal para los refugiados venían siendo utilizados por el ejército chino, como un centro de entrenamiento. Los refugiados están divididos en cinco grupos manejados por ellos mismos, denominados "sociedades". Aparte de la guardia del campo, el ejército presta vigilancia y transporte.

Hogar temporal

En su mayoría, los refugiados son gente joven y constituidos por grupos familiares. Las familias viven en los edificios-dormitorios, mientras que los solteros o quienes se encuentran solos permanecen en barracas, segregados por sexo.

Tseng Chung-sen, director del centro de recepción, dice: "Ellos pueden venir e ir a donde les plazca. Ellos atienden los oficios religiosos, van de compras o se reunen con amigos".

Las facilidades recreacionales del campo incluyen canchas para volibol, badminton, fútbol y baloncesto.

Se suministran aparatos de televisión a color y cada dos semanas un equipo militar llega allí para presentar películas u otros espectáculos libres de costo.

Los ejercicios también son populares, entre la gente adulta, especialmente, quienes practican el popular boxeo en la sombra por las mañanas.

Entrenamiento vocacional

El entrenamiento vocacional es otro hecho importante en la vida de quienes viven en el centro de recepción. Para las mujeres hay clases de costura y bordados, mientras que los hombres aprenden a reparar aparatos eléctricos. Pronto se agregará a esto la enseñanza sobre reparación de automóviles.

Luego del adiestramiento vocacional, los refugiados son enviados a Taipei para otro curso avanzado de tres meses, totalmente gratuito. Casi todos los refugiados participan igualmente en clases de inglés que son dadas por instructores escogidos. Los estudiantes atienden 10 horas de clase por semana, tanto en los niveles básico como intermedio. Los niños en edad escolar asisten a la Escuela Primaria de Chiangmei.

La atención médica se ofrece en una pequeña clínica en el mismo centro de recepción, la cual tiene a su cargo la medicina preventiva y chequeos reutinarios de la salud. En casos de enfermedades serias, estas se atienden en hospitales cercanos o en otros más grandes de Taiwan.

Las dos muertes que han ocurrido en el centro han sido causadas por malnutrición y debilidad física en general, resultante de la vida en los duros campos de trabajo de Vietnam.

La historia más desgarradora de todas es contada por Tran Thanh Hiep, de 36 años, quien capitaneaba un bote sobrecargado que escapó de Vietnam en octubre de 1978.

La embarcación tuvo problemas mecánicos y quedó a la deriva, hundiéndose, hasta que solo quedó prácticamente su armadura. Entre los pasajeros que murieron uno por uno mientras el barco estaba en­ callado, se encontraban dos hijos de Tran y 19 de sus parientes.

Cuando el grupo fue rescatado por un pesquero chino en diciembre de 1978, solamente 64 de los 146 que habían embarcado se hallaban vivos. Otros 30 murieron en el camino a Taiwan.

Tran y su esposa se han recuperado de su penosa prueba, al menos físicamente. Ahora tienen otra hija, nacida en diciembre pasado.

Ellos han solicitado ir a los Estados Unidos donde Tran espera renovar los estudios que fueron interrum­ pidos por la guerra.

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