02/05/2024

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Presencia china en Cuba

01/11/1997
Placa en chino y español que obsequiara el Gobierno de la República de China en 1931. Nótese al extremo izquierdo del texto en chino los rastros de la inscripción original donde se exalta a los héroes de la revolución. El texto fue borrado posteriormente por agentes de China continental.

El 3 de junio de 1847 llegaba a Cuba el primer ciudadano chino, del cual se tenga noticias, procedente de Cantón (Guandong). Nadie podría pensar en aquel entonces, que alrededor de 6.000 chinos integrarían las filas del Ejército cubano (llamado Mambí), en la lucha contra el colonizador español.

Existe en una de las avenidas más importantes de La Habana, la Calle Línea, un enorme monumento dedicado a las luchas de los ciudadanos chinos por la independencia cubana. En lo más alto del pedestal, una inscripción reza: «No hubo chino cubano desertor, no hubo chino cubano traidor». Esta frase, fue expresada por Gonzalo de Quesada, uno de los generales más victoriosos del Ejército cubano.

En este primer monumento erigido a los héroes de la Independencia de Cuba, se inscribieron los nombres más ilustres de aquellos chinos: Juan Han Lai, que pertenecía a las tropas del aguerrido Henry Reeve (combatiente internacionalista en la Guerra por la Independencia cubana, conocido con el sobrenombre del «Inglesito»).

Cuando Han Lai fue detenido, sus captores españoles no pudieron sacarle palabra de delación y fue finalmente acribillado y muerto a palos. Todavía en el suelo y casi moribundo, el primer chino que murió por su patria de adopción gritaba orgullosamente: «Por Cuba Libre».

El máximo dirigente militar cubano, el Generalísimo Máximo Gómez, no tuvo hombre de más confianza a su lado que el capitán chino José Bu. También uno de los oficiales más destacados en la Victoria de las Minas de Guáimaro (1870), fue el chino Sebastián Sian, inserto para siempre en la historiografía de la patria cubana.

Y no son leyendas. El documento que hacía muchas concesiones a los colonialistas españoles, conocido como el Pacto de Zanjón, en su Artículo 3, proponía: «Libertad a los esclavos o colonos chinos que se hallan hoy en las filas insurrectas». Existieron muchos chinos que gloriosamente lucharon y murieron por la libertad de Cuba: el Teniente Rancredo, muerto heroicamente en Las Villas; el Comandante Sebastián Sian, que se destacó a las órdenes del General norteamericano Thomas Jordan; y Juan Anelay, quien peleó briosamente bajo el mando de Henry Reeve.

Según muchos historiadores, se ha llegado a la conclusión que los primeros chinos que integraron las filas del Ejército Libertador Cubano fueron en las ciudades de Manzanillo, Las Tunas, Holguín, Santiago de Cuba y otras localidades orientales.

Según el historiador Gonzalo de Quesada, en el ejército de Camaguey lucharon «bien mandados por oficiales chinos hasta el grado de Comandante». Pero, fue en Las Villas, donde su presencia en las filas mambisas resultó más numerosa. Ejemplo de la actuación de los chinos en la guerra contra España fue el asedio sorpresivo a la Guarnición de Manzanillo en 1873, conocido como el «ataque de los chinos».

La tropa de Maceo tenía la difícil tarea de llegar hasta el centro mismo de la ciudad y tomar la cárcel y el cuartel de infantería. Como antes de irse a la manigua, los chinos habían sido utilizados por los españoles como fuerza de trabajo para su red de fortificaciones, conocían sus secretos. Por esta razón, pudieron prestar una ayuda inestimable en el cumplimiento de estas misiones.

En el Combate de Las Guásimas, dirigido por Máximo Gómez, las fuerzas españolas integradas por 3.000 hombres, fueron derrocadas por 1.500 soldados mambises, entre los cuales había alrededor de unos 500 chinos que pelearon bravíamente. Entre ellos se destacó el Capitán Juan Sánchez, cuyo nombre verdadero era Lam Fu King, quien tenía experiencia militar porque había sido soldado en su primera patria, China.

No nos sería posible precisar cuántos chinos tomaron parte en las luchas liberadoras cubanas, ya que una gran parte de ellos no conservaron sus nombres originales, porque se vieron obligados a «españolizarlos». Quedan otros nombres importantes, como el de José Tolón (Lai Wa), en Oriente, veterano de 3 guerras.

La China milenaria de los primeros inventos y descubrimientos que beneficiaron a toda la humanidad y la China moderna, ha motivado siempre a los intelectuales cubanos, y con más fuerza a los que llevan sangre china en sus venas.

Regino Pedroso (descendiente de chinos por línea materna), cuyo centenario se conmemora también en este año, escribió entre otras obras, El Heredero y Concepto del nuevo estudiante. Regino evoca a sus muy sabios antepasados:
 
Mandarín de botón encarnado
misterio de las pagodas,
los clásicos lotos
y la poesía de Li Tai Po.

En 1955, profundiza en el tema chino con uno de los libros más interesantes de la literatura cubana: El ciruelo de Yuan Pei Fu. En la introducción del texto, Pedroso indica: «Para el hombre de esta raza milenaria, la poesía no es un simple juego del intelecto... sino un modo emocional de sentir y ver la vida».

Otro poeta cubano, Nicolás Guillén, escribió en 1952:

Yo vengo de Pekín
sin mandarín, ni palanquín.
Allá la vida en flor está
se ve la vida puesta en pie.

Miguel Barnet, otro poeta cubano, escribió:
 
Pienso en la China milenaria
en la China eterna y exultante
en la China lejana y legendaria
donde la mariposa breve
nos regala seda, oro, amor eterno.

Nosotros hemos pensado, también poéticamente, en la China milenaria:
 
Algún día visitaré la China ancestral
admiraré sus pagodas, el Cuento de la
Emperatriz poderosa y cruel;
me ensoñaré y meditaré frente
a los enigmas de la naturaleza
que ya estremeciera a Confucio
y recordaré a la briosa e invencible
República de China.
Ejemplo y vigencia de la China mítica.
¡Ejemplo y vigencia de lo eterno y admirable!

Algunos niegan a la República de China. Pero en el pasado, cuando América no había sido todavía descubierta, a finales de 1420, quedó construido el mítico Palacio Imperial. Veinticuatro Emperadores quedaron en sus entrañas, muchos lo llamaron la Ciudad Prohibida. Pero hoy, la República de China es la heredera de todo aquel símbolo. De toda aquella historia de todos los chinos, de la inmortalidad y del amor.

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