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De vuelta a las montañas

01/10/2007
De vuelta a las montañas
De vuelta a las montañas

Los trabajadores aborígenes se encargaban de los trabajos más sucios, peligrosos y difíciles; aún así, desde principio de los noventa, han sido reemplazados en gran medida por los trabajadores extranjeros.

Gran parte de su historia no ha sido escrita y sus propias tradiciones orales sobre el pasado varían de tribu en tribu; sin embargo, la evidencia arqueológica indica que las tribus aborígenes de Taiwan llegaron a la isla alrededor de hace 5.000 años. Las primeras tribus se establecieron en los llanos occidentales, amplios y fértiles, hasta que un gran número de chinos han comenzaron a migrar desde el otro lado del Estrecho de Taiwan en el siglo XVII.

Por ser menos en cantidad para defenderse con éxito contra el apoderamiento de recursos y terreno por parte de los nuevos inmigrantes, poco a poco los aborígenes se asimilaron o retiraron a las montañas donde sobrevivieron gracias a la agricultura de corte y quema, la caza y la pesca. “Era una sociedad aislada y autosuficiente”, dice Lu Cheng-chun, profesor asociado en el Departamento de Sociología de la Universidad Soochow. “Las altas y bajas de la ‘economía' tribal dependían de si los Dioses proporcionaban suficiente lluvia y las bendiciones de los espíritus de los antepasados”.

Con la llegada de más inmigrantes, todo se complicó aún más. Tanto los japoneses como el gobierno del Kuomintang (KMT) explotaron las zonas montañosas de Taiwan para obtener madera, mina y cultivos de alto valor como té y frutas. Junto con las máquinas y pesticidas vino el concepto de economía de mercado y un sistema monetario. “Al disminuir las zonas para cazar y los recursos, muchos aborígenes tuvieron que abandonar sus tribus para ir a buscar empleo”, dice Lu. “Ellos necesitaban ganar dinero para comprar aquello que antes cazaban o cultivaban por sí mismos”.

Transmisión ineficaz

Sin embargo, la vida en las tribus no preparaba a los aborígenes para la ciudad. Desde hace tiempo, los aborígenes han carecido de conocimientos para competir en el mercado de trabajo. Un ejemplo es la educación. Solamente el 13 por ciento de la población aborigen ha recibido educación superior o universitaria, para el resto de la población la cifra es 31 por ciento. Además, las destrezas de caza son inútiles en el mundo industrial, y se ha ofrecido poca formación vocacional para ayudar a los aborígenes a adquirir destrezas más prácticas. En consecuencia, encontrar un trabajo sigue siendo difícil. Según la Encuesta de Situación de Empleo de las Tribus Aborígenes de Taiwan, publicada por el Consejo para las Tribus Aborígenes (CIP, siglas en inglés) en julio de 2006, el índice de desempleo de la fuerza laboral aborigen era del 4,7 por ciento, mientras que para la nación era de 3,9 por ciento. Pero hay otras desigualdades. Los aborígenes tienen un bajo ingreso per cápita —NT$31.000 (US$939) por mes, cuando el promedio nacional es de NT$44.000 (US$1.333), lo que indica que los aborígenes trabajan en puestos con bajos salarios.

De vuelta a las montañas
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Los trabajos textiles hechos por los aborígenes son hermosos, pero a veces ellos carecen del capital y los conocimientos del mercado necesarios para venderlos.

Sinan Tamuaden, una Tao que tiene una compañía de limpieza y aseo en Taipei, dejó la Isla Orquídea para trabajar en una fábrica textil en Taoyuan, al terminar la escuela secundaria en 1978. “La fábrica estaba contratando trabajadores al frente de la escuela el día de la ceremonia de graduación”, ella recuerda. “Tenemos que dejar nuestro hogar para ir a buscar trabajo, pues allí no había”. Sinan Tamuaden trabajó en varias fábricas durante un período de 10 años antes de establecer su propio negocio de prendas de vestir. Eso duró otra década hasta que toda la industria se trasladó al exterior en búsqueda de una producción menos costosa. Kao Chin Su-mei, quien es mitad Atayal, y ocupa un escaño en el Yuan Legislativo como representante aborigen, dice que los trabajos más comunes para los aborígenes son aquellos que otros no quieren, los sucios, peligrosos y difíciles, como en la construcción, las minas, y la pesca en aguas profundas. “Los trabajos son duros, pero no nos quejamos”, dice ella. “El dinero tan difícilmente ganado es muy útil para mejorar los estándares de vida de nuestro hogar”.

Competencia del extranjero

La fuerza física superior de muchos aborígenes es una ventaja competitiva en trabajos como estos, pero a los empleadores les preocupa su desempeño inferior y alto volumen de negocios— debido a las consecuencias de la bebida. Una encuesta de CIP muestra que sólo el 5 por ciento de los trabajadores aborígenes bebe con frecuencia o todos los días, pero Sinan Tamuaden dice que, para muchos, la bebida es más importante que el trabajo. “Ya he visto a muchos así”, dice ella. “Claro que beber con los amigos es muy divertido, pero eso no ayuda a colocar el pan sobre la mesa”.

Con muchos empleados aborígenes que todavía luchan entre la tentación del vino de arroz y la necesidad de un salario, su posición ha empeorado desde principios de los años noventa, cuando el Gobierno comenzó a permitir la importación de trabajadores extranjeros. Taiwan ha tenido hasta 400.000 trabajadores extranjeros —el número actual es poco menos que esto— mientras que el total de la fuerza laboral aborigen es de sólo 220.000. Kao Chin explica que a pesar de las barreras del idioma y las diferencias culturales, la gente prefiere aún emplear a trabajadores extranjeros, porque son mucho más económicos. Los empleadores sólo necesitan pagar el salario mínimo, actualmente de NT$15.840 (US$480) por mes. “Los trabajadores extranjeros resolvieron el problema de recursos humanos, y crearon ganancias para los empleadores, pero ha sido a cambio de los derechos de trabajo de los aborígenes”, dice. “A la mayoría de los trabajadores aborígenes les quedaron dos opciones: aceptar el salario mínimo como un trabajador extranjero o marcharse”.

Prefirieron marcharse —por cinco veces consecutivas durante el Día del Trabajador, desde 1995 hasta 1999, han protestado el trato que se les da. En respuesta, el Gobierno comenzó a hacer algo, y en 2001 se aprobó la Ley para la Protección de los Derechos de Empleo de los Aborígenes. La ley exige que las agencias gubernamentales, escuelas públicas, empresas estatales y contratistas de obras públicas, tengan por lo menos un trabajador aborigen por cada 100 empleados. Se está deliberando una enmienda que exige que en el sector privado se emplee un trabajador aborigen por cada 150 empleados. Los que no satisfacen el requisito tienen que pagar una multa equivalente al salario mínimo al fondo de empleo para los aborígenes, administrado por CIP. “La intención es buena, pero el cumplimiento es poco exigente”, dice Kao Chin. “La gente aún no contrata a trabajadores extranjeros porque hay maneras de evitar el pago de las multas”. Ella indica que aún se debe más de NT$1.300 millones (US$40 millones) de los NT$8.000 millones (US$242 millones) que tenían que ser pagados.

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El tejido de cestas de bambú y otras destrezas tribales no ayudan mucho cuando se trata de sobrevivir en las ciudades.

Se han tomado también otras medidas, tales como colocar restricciones en la contratación de mano de obra extranjera y la creación de programas de entrenamiento, y más oportunidades de empleo a tiempo parcial. Las estadísticas gubernamentales muestran que la situación ha mejorado desde mediados de 2002; el índice de desempleo entre los aborígenes disminuyó del triple del promedio nacional a menos del doble. Pero, analizar solamente el índice de desempleo puede ser engañoso. “El índice de desempleo es más bajo, pero el ingreso promedio ha bajado en un 10 por ciento”, indica Lu. “Es apenas una mejora, cuando hay más gente que no gana lo suficiente para satisfacer sus necesidades básicas”.

Problema capital

Si competir en el mercado laboral puede ser duro, ser un suministrador comercial también tiene sus problemas. Sinan Tamuaden es realmente uno de los pocos aborígenes que tiene su propio negocio en la ciudad. Antes de comenzar su negocio de limpieza y aseo en 1998, pasó varios años investigando el mercado y tramitando las licencias necesarias. Aún así, ella se sintió discriminada. “Tan pronto como los clientes saben de donde soy, comienzan a regatear el precio”, dice ella. “Pareciera que la gente tiene la impresión de que sólo somos mano de obra barata”. Ella nunca compromete su precio y, para esto ofrece el servicio de la más alta calidad. Después de varios años de duro trabajo, el negocio, aunque pequeño, ha establecido su reputación y una base regular de clientes.

La razón principal por la que Sinan Tamuaden pudo comenzar un negocio fue haber ahorrado dinero de su empleo en la fábrica para usarlo como capital inicial. “Buscar un crédito me hubiese dado mucha presión”, dice. “No me gusta la sensación de deber dinero para empezar un negocio”. Realmente, si hubiese tratado de obtener un préstamo de un banco, se habría desilusionado probablemente. Los bancos exigen generalmente tierra o propiedad como garantía. Pero la situación con los títulos de propiedad de terrenos en las reservas aborígenes es caótica. Parte del terreno es propiedad de personas individuales, otra del Gobierno, otra es propiedad de la tribu, y otra, aunque puede venderse sólo a aborígenes, ha sido ilegalmente vendida a no aborígenes. Aunque la ley dice que la propiedad privada en las reservas aborígenes puede usarse como garantía, la confusión que rodea los títulos de terreno se traduce en que pocos bancos quieren complicarse o arriesgarse, y generalmente rechazan estas solicitudes.

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Un restaurante Atayal (arriba) y una vista de la comunidad (derecha) en Wulai.

El CIP ha iniciado verdaderamente un programa de préstamo a bajos intereses para ofrecer ayuda. Conforme al programa, el CIP sirve como fiador, y compensa la diferencia entre el índice de bajo interés que paga el prestamista y los intereses comerciales. El CIP tiene completa autoridad para aprobar solicitudes, pero por desgracia ha realizado algunas malas decisiones. Por no tener la habilidad de dirigir con éxito un negocio, muchos de los prestatarios han incurrido en mora; los prestamistas se dirigen naturalmente a los garantes para el repago de la deuda. Actualmente, el CIP tiene que pagar deudas de NT$180 millones (US$5,5 millones) y esta suma se espera que aumente a NT$400 millones (US$12 millones).

Ningún lugar como el hogar

La tendencia global es tomar medidas para garantizar los derechos laborales y la seguridad económica de los aborígenes, pero Lu piensa que la mayoría de las medidas tomadas son suplementarias o tienen como base el bienestar social. Estas no ofrecen empleos a largo plazo ni ingresos fijos. El cree que la solución fundamental es promover la economía de las áreas tribales en sí mismas. “Hemos sacado a los aborígenes de sus hogares y culturas, y asumido que pueden adaptarse a otro sistema, de hecho, los hemos discriminado”, dice. “Una política centrada en la tribu con valores y características locales, pueden funcionar mejor que una basada en la integración social”. De hecho, la encuesta de CIP mostró también que aunque el 14 por ciento de los aborígenes quiere quedarse en las ciudades, dos tercios, si se les da la opción, prefiere quedarse a trabajar en casa o cerca de ésta.

En vista de los recursos naturales y el patrimonio tribal, el sector del turismo y el relacionado con la cultura parece ser el que promete más desarrollo. De hecho, el turismo fue una de las primeras “industrias” tribales. En los años cincuenta, las danzas y canciones aborígenes, modificadas por las autoridades han , fueron un entretenimiento principal cuando se visitaban las tribus Atayal en Wulai o los Thao en el Lago del Sol y la Luna. Los grupos de danza aborígenes tenían tanta prosperidad que no sólo atraían turistas, sino que también actuaban en el extranjero, antes de que la buena época del turismo doméstico terminara cuando el Gobierno abrió el turismo al exterior en 1980.

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Los aborígenes han tenido mejor suerte con la explotación de su patrimonio cultural y los recursos locales.

Con la resurrección del mercado del turismo doméstico en los últimos años, el Gobierno aprovechó la oportunidad de promover el turismo de las tribus e inició hace dos años el Proyecto Tribal Seis Estrellas. Se estimula a las tribus a hacer uso de sus recursos naturales y patrimonio cultural para atraer a los turistas. El Gobierno, además de asistir con los préstamos y construcción de infraestructura, ayuda también a publicar folletos, brindar programas de entrenamiento sobre giras ecológicas, operaciones de hotel, administración de alimentos y bebidas, y otros aspectos relevantes.

Desempeño variado

Algunas áreas aborígenes comenzaron a desarrollar el turismo mucho antes de este proyecto, y hay problemas que el proyecto no ha resuelto. Por ejemplo. Wulai, donde la mitad de la población es Atayal, la cultura aborigen siempre ha sido el principal atractivo de este lugar. El turismo en el área tiene sus altibajos, pero desde que los baños de aguas termales se hicieron populares en los últimos años, Wulai es ahora uno de los lugares más populares en el norte de Taiwan. Los turistas, además de disfrutar de las aguas termales y el paisaje, pueden visitar también el museo local donde pueden aprender sobre la cultura Atayal, así como disfrutar de danzas y música. Según la oficina del pueblo, Wulai atrae más de un millón de visitantes al año. El único problema es que gran parte de los ingresos del turismo queda en el bolsillo de los dueños de los negocios del lugar, que no son aborígenes.

Sin embargo, el programa funciona bien en otros lugares. Por ejemplo, el área Mataian en el Distrito de Hualien. Mataian tiene la mayor población Amis de Taiwan y el mayor pantano interno. Después de visitar el museo local, ubicado en una casa tradicional Amis de 70 años de antigüedad, los turistas son guiados a través del sistema ecológico del pantano y observan a los aborígenes usar sus métodos de pesca que no dañan el ambiente, y luego van a uno de los restaurantes cercanos para degustar platillos de la cocina Amis. Las tiendas que venden recuerdos aborígenes crean también oportunidades de empleo y producen ingresos. A principios de este año, Mataian fue designado como una de las 10 principales villas tradicionales pesqueras y agrícolas de Taiwan. “La idea es usar los recursos locales y el patrimonio cultural para mantenerse a sí mismos”, dice Lu. “Lo que forma un sistema económico tribal sostenible sin agotar los recursos”.

Eso suena conocido. Aunque la “fuente” de suministro ha cambiado de caza y pesca a los bolsillos de los turistas, esta “economía tribal sostenible” es más parecida a cómo funcionaban las cosas antes de que los aborígenes fuera obligados a usar otro sistema. Es irónico que después de una lucha tan larga y dura en las ciudades, éstos se han dado cuenta de que les conviene más regresar a sus tribus y vivir de los recursos naturales y el patrimonio cultural, así como sus antepasados lo hicieron hace un siglo atrás.

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