03/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Ting Kun-min Consejero telefónico de la esperanza

01/07/1998

Hace diecinueve años, vi en el periódico un aviso de la Asociación Lifeline de Taipei, que buscaba trabajadores sociales voluntarios. Unas 800 personas, incluyéndome a mí, nos registramos en el programa de entrenamiento de nueve meses de dicha asociación. Las clases no eran gratis; tuvimos que pagarlas. Luego, después de pasar algunos exámenes y entrevistas, permitieron que unas ochenta personas entráramos. El porcentaje de aceptación era incluso más bajo que el del examen de entrada a la universidad. Hoy hay más organizaciones que se dedican al trabajo social voluntario, así que la gente tiene otras alternativas si desea hacer algo por la sociedad. Por ello, nuestro último programa de entrenamiento --tenemos uno al año-- solamente atrajo a unas 200 personas.

Tras terminar mi entrenamiento, comencé a trabajar como consejero telefónico. Cada día está dividido en cinco turnos. Podemos elegir el turno que queremos, pero cada voluntario tiene que acumular por lo menos dieciocho puntos al mes. Los cuatro turnos del día y el de las primeras horas de la noche equivalen a dos puntos, pero se pueden obtener cinco puntos trabajando el turno de medianoche, desde las 10:30 P.M. hasta las 7:30 A.M. Esto tiene sentido, porque es agotador trabajar toda la noche.

Primero, trabajaba durante el turno de las primeras horas de la noche, desde las 6:30 P.M. hasta las 10:30 P.M., de manera que iba a la asociación inmediatamente después de terminar mi trabajo regular durante el día. Algunas veces, iba sin haber cenado. Luego, después de haber sido promovido en el Departamento de Aguas Corrientes de Taipei y por tener más ocupaciones durante el día, el turno de la noche ya no se acomodaba a mi horario, entonces decidí cambiarlo por el turno de medianoche de los sábados. No me preocupa no dormir suficiente, porque puedo descansar bien el domingo.

En una noche típica, recibo ocho llamadas durante las nueve horas que dura el turno. Cada caso lleva casi una hora. De hecho, tratamos de limitar el tiempo a 50 ó 60 minutos, para que más gente pueda tener acceso a nuestra ayuda. [Lifeline tiene solamente una línea de emergencia, y tres personas de guardia en cada turno]. Durante la noche, la línea siempre está ocupada. Con frecuencia, apenas cuelgo el auricular, el teléfono vuelve a repicar enseguida. Pero durante el día, la línea no está tan ocupada. Supongo que es natural, ya que los grandes problemas tienden a mantener despierta a la gente durante la noche, mientras que en el día la gente nos llama por cosas triviales que no son muy difíciles de resolver. Nuestro servicio no se limita a las personas que contemplan suicidarse.

Generalmente, las llamadas nocturnas son mucho más complicadas que las del día. Los usuarios nocturnos también conversan durante más tiempo. El caso de una mujer que tenía problemas con su vida amorosa duró casi tres horas. Todavía recuerdo que llamó a la una y cuarenta de la mañana. Al principio, apenas se escuchaba. Ella gemía silenciosamente, pero de forma lastimosa. [El imita el sonido]. Le dije que se relajara, y entonces comenzó a llorar ruidosamente. Lloró durante casi diez minutos antes de comenzar a hablarme. Conversamos y conversamos, hasta que la presión del auricular lastimaba mi oreja. De pronto, cuando amaneció, la mujer se oía diferente. Se rió y me dio las gracias antes de colgar. Me quedó una verdadera sensación de logro con esta experiencia.

Como de costumbre, no la convencí para tomar ninguna decisión. Si su situación se enredaba más debido a mi intervención, ¿quién iba a tener la culpa? Sólo la ayudé a analizar su situación y a sopesar los pros y los contras. Esto es lo que debo hacer como consejero. Soy como un espejo que los usuarios pueden usar para observarse a sí mismos más detalladamente. Ud. sabe: los espectadores ven el juego de manera más clara que los jugadores. Pero algunas veces no es suficiente ser un espejo. Por ejemplo, si los usuarios tienen problemas financieros, con frecuencia me hacen sentir incompetente y un poco deprimido. Por supuesto, puedo ofrecer alivio espiritual, pero es imposible hacer préstamos de dinero o resolver complejos problemas financieros.

Nuestro entrenamiento en asesoría vale la pena; aprendemos a ser oyentes listos. Algunos usuarios no van directo al grano. Me han tocado casos de cónyuges que tienen problemas sexuales, y el usuario habla de todo menos del problema. Pero, no pasa mucho tiempo para darme cuenta de lo que realmente les ocurre. Entonces, paso a paso, los llevo a hablar del verdadero problema. Otra gente llama sólo para conversar. Mis colegas del sexo femenino me dicen que algunos hombres llaman para acosarlas sexualmente. Lo hacen cuando conversan de su disfunción sexual, y es posible que en realidad tengan tal problema. Si éste es el caso, estamos dispuestos a ofrecer consejo. Pero también es posible que el usuario se esté masturbando del otro lado de la línea telefónica mientras conversa con la consejera. De todas maneras, generalmente podemos juzgar bastante rápido la intención real del usuario, y tenemos la habilidad de terminar una conversación con mucho tacto. No se puede simplemente colgar de repente.

Además de afinar mi destreza como consejero, trato de aprender sobre todos los aspectos de la sociedad contemporánea. De lo contrario, no podría mantener un diálogo real con los usuarios, y mucho menos una discusión sobre sus problemas. De vez en cuando, Lifeline invita a expertos en derecho, medicina y psicología para que nos dicten charlas. Por ejemplo, cuando surgió el SIDA por primera vez en Taiwan, la asociación invitó inmediatamente a profesionales para que nos hablaran sobre esta enfermedad.

Lifeline ayuda a prevenir suicidios. Una noche una mujer me llamó, musitando que se acababa de tomar cuarenta píldoras para dormir. Decía que no podía soportar la idea de morir sin decirle a alguien su triste historia. Esta era una emergencia real. Le hice señas a otros colegas para que pidieran a la compañía de teléfonos que localizara la llamada, mientras yo mantenía a la mujer en el teléfono. Finalmente, la mujer fue localizada y llevada al hospital a tiempo de salvar su vida.

En este caso, supe que la mujer estaba bien porque el hospital llamó a Lifeline para avisarnos. En general, no hacemos llamadas para averiguar qué sucedió y tampoco conocemos personalmente a los usuarios. Solamente usamos el número de nuestra tarjeta de trabajo, no nuestros nombres, para evitar intimidad indebida con los usuarios. De lo contrario, podrían surgir problemas si los usuarios comienzan a depender demasiado de un consejero, o a desarrollar fuertes sentimientos por un voluntario. Recuerdo que una mañana, cuando acababa de terminar mi turno de medianoche, una mujer me llamó y me dijo que me estaba esperando fuera del edificio de la asociación. Quería agradecerme el buen consejo que le había dado por teléfono. Por supuesto, me negué a verla y le pedí que se fuera.

Generalmente, los consejeros telefónicos no le decimos a nadie que trabajamos para Lifeline. Sólo dos de mis colegas en el Departamento de Aguas Corrientes lo saben, y esa es toda la información que tienen. Hemos jurado no revelar este secreto y no conversar sobre nuestros usuarios, entonces cuanta menos gente sepa lo que hago, mejor. Si no fuera así, tratarían de saber más sobre los casos que se me presentan. Además, ¿qué pasaría si algún usuario es un amigo de mi amigo?

La mayoría de nuestros usuarios son mujeres. Según nuestras cifras, solamente tres de cada diez usuarios son hombres y mi impresión es que los hombres llaman con menos frecuencia en la noche. Mantenemos cierta información sobre nuestras llamadas, incluyendo el tiempo de la llamada, la edad, el sexo y la ocupación del usuario, así como el problema discutido. En los últimos años, la inestabilidad mental ha ocupado el primer lugar de la lista de razones para llamar a Lifeline, y los problemas entre los sexos, el segundo. Pero, ¿cómo se discute un asunto con pacientes mentales? Generalmente llaman después de tomar sus medicamentos.

Durante casi dos décadas, he escuchado un sinfín de quejas. El resultado no es que me siento decepcionado de la sociedad, sino que estoy convencido de que realmente se necesitan organizaciones como Lifeline. Como no juego mahjong y no veo telenovelas, ¿por que no emplear mi tiempo libre haciendo algo bueno por la sociedad? Me siento feliz cuando ayudo a la gente. Cuantas más llamadas recibo, aún más se fortalece mi convicción de que debo seguir trabajando para Lifeline. Algunas personas podrían pensar que somos tontos por dedicar tiempo a un trabajo sin paga, pero si no fuera por tontos como nosotros, esta sociedad sería aún más desdichada.

A mi esposa no le preocupa que trabaje para Lifeline, aunque al principio, ocasionalmente se quejaba porque iba directamente a Lifeline sin cenar en casa. Ella y nuestros dos hijos nunca se han opuesto a mi deseo de ayudar a la gente, pero no tienen interés en unirse a mí en la asociación. No todo el mundo está dispuesto o puede dedicar tiempo al trabajo voluntario, y algunas personas lo dejan porque se cansan o cambian su rutina diaria. En cuanto a mí, creo que seguiré por este camino.

--entrevista por Oscar Chung

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