05/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

La perla de Taiwan

01/07/1998

Al principio, según la leyenda, la Isla Liuchiu (o Pequeña Liuchiu, como a veces se denomina localmente), estaba unida a la costa taiwanesa. «Pero hace muchos, muchos años, en una noche de tormenta, un rey mandó a un mago que destruyera el lugar pues pensaba que era tan bello e inspirador que seguramente un día nacería allí un usurpador. El mago escindió Liuchiu de Taiwan con su espada y después puso su pie en ella, dejando su huella sobre el terreno». Al menos esto es lo que pasó según Cheng Tsung, de 71 años, ex director de la escuela primaria de la isla, que escribió Una perla en el océano: la Isla Liuchiu, un folleto que ofrece una útil introducción general al lugar.

Si la leyenda es cierta, Liuchiu debió ser un verdadero paraíso antes de que el mago hiciera estragos en ella, porque incluso hoy su pintoresco paisaje suscita las alabanzas tanto de sus habitantes como de los turistas. Tsai Chia-chiang, elegido recientemente jefe del Distrito de Liuchiu, llega a decir que, en vacaciones, él prefiere quedarse en casa a salir de la isla.

El único acceso a la isla es un viaje de media hora en barco desde el puerto de Tungkung, justo al sur de Kaohsiung, en la costa sudoccidental de Taiwan. Desde la distancia, la pequeña isla brilla silenciosa sobre el extenso mar y aparece relativamente plana. Pero a medida que el barco se acerca, los viajeros pueden apreciar que su costa está en realidad protegida por accidentados macizos coralinos, esculpidos en grotescas formas a lo largo de los siglos. De éstos, la Roca Jarrón es el más famoso y ha sido adoptado como símbolo de la isla en sellos de la República de China. Tiene una altura de nueve metros y forma de huso, y su nombre le viene de la lujuriosa vegetación que cubre su cima, dándole la apariencia de un jarrón lleno de flores. Tras él se halla un magnífico templo. Para los turistas que tienen la suerte de llegar al atardecer, este santuario de deslumbrantes colores rodeado de bosque ofrece el fondo perfecto a la arribada del barco sobre un mar de aguas doradas a una playa de blancas arenas por la que los niños corren a darles la bienvenida.

De hecho, Liuchiu es la única de las catorce islas menores de Taiwan formada por coral y, para alegría de los ecologistas, lo suficientemente apartada de las zonas industriales de la región como para estar casi absolutamente a salvo de la contaminación. Ante la abundancia de coral, es un lugar perfecto para los pescadores. «Las aguas que rodean la isla son tan claras que los pescadores no tienen dificultad para ver la pesca», dice Tsai, «pero los peces se esconden entre el laberinto de coral». Por desgracia, Tsai sólo tiene razón en parte. Ciertamente, el macizo coralino está lleno de cavidades y escondrijos, pero estos son poca defensa ante la actitud depredadora de los pescadores comerciales armados con dinamita y veneno.

 

Sin embargo, Tsai no exagera sobre la excepcional claridad del agua, que proporciona a los buceadores un colorido panorama de peces lanzándose a través de los bosques de algas. Como también el aire está relativamente libre de contaminación, Chen Tsung afirma que Liuchiu es un estupendo lugar para criar a los niños. Recuerda una ocasión en que llevó a su nieto a Taipei, donde éste se resfrió. Varios médicos le trataron, pero él seguía tosiendo y estornudando. Sin embargo, volver a la isla y recuperarse fue todo uno.

El clima es agradable, con temperaturas anuales entre los 18 y los 36°C. Cheng también recuerda que el invierno que pasó en Taipei tuvo que usar una secadora de ropa, mientras que aquí puede lavarla al atardecer, tenderla en el patio y recogerla, bien seca, antes del amanecer.

Además del agua limpia, el aire puro y el buen clima, la isla cuenta con algunos de los paisajes marinos y terrestres más hermosos de Asia oriental, a pesar de extenderse por apenas 6,8 km2, y tener una costa no superior a los 12 km. La parte norte es más ancha, y se va estrechando hacia el sur, tomando una forma alargada parecida a la de un pie humano, lo que da credibilidad a la historia del mago que puso su pie sobre la isla. Excepto algunas playas arenosas al noreste, Liuchiu está rodeada por un arrecife coralino que ofrece excelentes vistas a los buceadores y a los turistas que optan por dar un paseo en los barcos con fondo transparente. Aunque es una isla pequeña, Liuchiu es rica en vida marina. Conforme a las estadísticas que proporciona el Distrito de Pintung, hay 176 especies de peces y 177 variedades diferentes de coral en los mares que la rodean.

Una empresa establecida recientemente alquila botes de arrastre para practicar actividades acuáticas como el parapente o el esquí sobre flotadores. Yang Chung-cheng, uno de los instructores, comenta que cada uno de los botes de arrastre cuesta NT$4,3 millones (US$134.375), y añade, orgulloso: «Sólo hay 235 botes de este tipo en todo el mundo».

Los paisajes son aún más interesantes. Una buena forma de visitar esta pequeña isla es a pedales o en motocicleta: ambos medios se pueden alquilar fácilmente. Pero para aquellos que tengan tiempo y energía, sin duda la mejor opción es hacer la excursión a pie. Sólo lleva unas tres horas caminar alrededor de la isla siguiendo la carretera de la costa. Incluso hay algo para aquellos que se pierdan las actividades acuáticas: un acuario de aspecto cavernario que contiene una impresionante variedad de peces tropicales, diferentes tipos de corales vivos y otras criaturas marinas, así como una buena colección de fósiles.

Algo que llama especialmente la atención del visitante es la abundancia de cuevas y de templos en toda la isla. De entre las primeras, Cueva del Espíritu Negro y Cueva de la Bella son las más famosas. Cueva del Espíritu Negro es en realidad un laberinto coralino a cuya entrada se yergue un árbol grande y viejo que le da un aire misterioso. Dicen que fue habitada por esclavos que los holandeses abandonaron allí al retirarse de Taiwan hace unos 350 años. Los esclavos se dedicaban a atacar a los barcos que pasaban por la zona, hasta que los airados armadores decidieron atacarlos y acabaron con ellos quemándolos vivos dentro de la cueva.

Durante la dinastía Ching se descubrieron en la cueva lechos de piedra, mesas y sillas, así como algunas joyas y cierta cantidad de plata. Hoy, sin embargo, el sendero que lleva hasta su entrada se ha hecho demasiado angosto para pasar por él debido al hundimiento del terreno. Fuera de ésta, un sinuoso y estrecho camino permite al visitante acceder a una repentina y espectacular vista panorámica del mar, quizás la mejor atalaya de la isla para observar el océano. Un segmento de la carretera de la costa conecta la cueva con una playa conocida como Sunset Boulevard, quizás porque desde allí se ve el ocaso.

 

Cueva de la Bella debe su nombre a una bella dama de China continental que fue víctima de una violenta tormenta. Las olas la arrastraron hasta la cueva y allí pasó el resto de su vida, entre las retorcidas rocas y el estanque central. Fuera de la cueva, unos peldaños esculpidos en la piedra llevan hasta la costa, cuajada de gigantescos macizos coralinos. En la misma zona hay varias cuevas más que los turistas pueden visitar a lo largo de un tortuoso camino.

Liuchiu es famosa por sus templos --casi 6 por km2, todos bien conservados. La razón de tal abundancia de lugares de culto es que, desde tiempos inmemoriales, la mayoría de los habitantes de la isla han dependido del mar para su subsistencia y, con anterioridad a los modernos aparatos de navegación, la única ayuda con que contaban los pescadores era la omnipresente, omnisciente naturaleza de los dioses. Cuando, tras una tormenta particularmente violenta, la tripulación arribaba a puerto sana y salva, a menudo donaban dinero para agradecer a los dioses su bondad construyendo un nuevo templo.

Existen 38 templos en la diminuta isla, pero el centro espiritual es sin lugar a dudas el Templo Pi-Yun, dedicado a Kuanyin, la muy amada y venerada diosa budista de la piedad. Durante su cumpleaños, el día 19 del segundo mes lunar, la isla entera adquiere un aire festivo que dura mucho tiempo. Las compañías de ópera taiwanesa interpretan dos funciones diarias frente a los principales templos durante cuarenta o cincuenta días.

Otro importante festival religioso es la ceremonia en que se saluda a los dioses y se quema un bote, que tiene lugar cada tres años y dura una semana. Durante los primeros seis días, los vecinos hacen procesiones por toda la isla con imágenes de dioses sobre palanquines, se proporcionan aperitivos a los presentes, y se representan variadas funciones culturales y folclóricas. El último día es la apoteosis de las fiestas: tras una gran ceremonia, los participantes prenden fuego a un barco a escala real y lo dejan partir aguas adentro en una simbólica liberación de la isla contra la enfermedad. Es tradicional durante estas fiestas que los emigrantes regresen y ayuden en los preparativos a los residentes, que aprovechan este tiempo para tomar unas vacaciones. El festival se ve como un medio para fomentar las relaciones interpersonales, ya de por sí fuertes en Liuchiu.

Los isleños tienen ciertas características en común. Son diligentes, de mentalidad abierta, hospitalarios y, sobre todo, amistosos. «Desde que pusimos pie a tierra, se nos trató como invitados de honor», dice la señorita Chen, que ha venido de vacaciones con tres amigos; «amables y amistosos son las palabras que mejor describen a los lugareños». Y no son sólo los visitantes los que hacen la distinción, una peluquera del lugar asegura con firmeza: «Al primer vistazo sé si alguien es forastero».

Es ciertamente un lugar apacible. La gente te sonríe dondequiera que vas. Los vendedores ambulantes y los tenderos ofrecen sus artículos a los turistas de forma educada, en vez de acosarlos persiguiéndolos por la calle, como sucede en otros lugares de Taiwan. «Aquí la gente es francamente agradable y honesta», señala Hsu To, que ha vivido en la isla más de ochenta años y aún se pone sus mejores ropas para ir a vender guayabas al mercado local; «no tenemos que cerrar las puertas con llave, ni de día ni de noche, y con frecuencia dejamos puesta la llave de la moto o del coche sin miedo a perderlos».

La reseña histórica fiable más temprana sobre la isla data de 1755, año en el que Lee Yueh-lao, residente de la ciudad de Kaohsiung, llegó a Liuchiu por casualidad. Al ver que la isla gozaba de buen clima y de pesca abundante, se mudó allá con su familia e invitó a varios vecinos a que le siguieran, creando la primera colonia. A comienzos del control japonés de Taiwan (1895-1945), ya había más de 400 familias. Tras la rendición japonesa, el gobierno de la República de China puso a Liuchiu bajo la jurisdicción del Distrito de Pingtung, y su población actual ronda los 12.000 habitantes.

Al principio, la mayoría de los vecinos vivían en la parte noroccidental de la isla o a lo largo de la costa, ya que eran las zonas con más agua. Las fuentes de agua dulce, que solía ser escasa, han sido siempre un tesoro para los isleños. «Cuando yo era joven, mi familia entera tenía que usar un solo balde de agua para lavarse la cara y los pies», recuerda Hsu Chun-fa, un maestro de chino, «y el agua que quedaba no se podía tirar, se daba de beber a los animales». El agua era importante incluso a la hora del matrimonio: «Si una mujer se casaba con un hombre que vivía cerca de una fuente y poseía árboles que servían como combustible, todas sus amigas la envidiaban», comenta Tsai Chia-chiang, jefe del distrito.

El problema se resolvió por fin en 1981, cuando se empezó a surtir a la isla de agua dulce desde Taiwan mediante acueductos subacuáticos --el mismo medio por el que se suministra el fluido eléctrico--, y ahora todos los vecinos cuentan con el agua necesaria. Pero aunque se ha acabado con uno de los problemas cotidianos, la isla aún sufre el problema del transporte y la falta crónica de instalaciones médicas.

«Si realmente Liuchiu es la perla de Taiwan, es una perla que el Gobierno ha olvidado», afirma Chen Chen-hua, un empresario que volvió de Taiwan a su isla natal hace cuatro años; «yo he visitado muchos lugares del mundo, y estoy convencido de que esta isla podría convertirse en un enclave turístico internacional si el Gobierno se preocupara de promocionar la idea».

El problema radica en que la única vía de acceso a la isla es la marítima y, durante años, los transbordadores entre Liuchiu y Taiwan estuvieron monopolizados por empresarios locales. Las tarifas eran altas, y las subidas, frecuentes e impredecibles, especialmente durante el Año Nuevo, cuando la gente vuelve a casa para pasar las fiestas con la familia. Pero hace cuatro años, la población de la isla se hartó de tal explotación y solicitó al Gobierno un servicio público de transporte.

En un principio hubo resistencia e incluso sonó ridículo. Los transbordadores son caros y el gobierno central nunca había mostrado demasiado interés en el asunto. Pero gracias a la perseverancia de la población, éste terminó subvencionando la construcción de un barco encargado por el Distrito de Pingtung, no sin serias protestas de los empresarios cuyo negocio arruinaría. Hoy las tarifas son bajas y estables: un billete de ida en el transbordador público cuesta NT$60 (US$1,88) para los residentes y NT$180 (US$5,63) para los visitantes. El barco del gobierno local comparte la ruta con varios transbordadores particulares, ofreciendo servicios desde Tungkung cada hora en punto desde las siete de la mañana y zarpando por última vez a las 6:20 P.M.

Ello significa, obviamente, que la isla queda incomunicada de noche y cuando la mar está brava. Durante la estación de los tifones, no es raro que Liuchiu se quede aislada varios días. Además, el único barco público navega de un puerto al otro el día entero, y los vecinos temen que no aguante mucho. Ellos desearían que el Gobierno les proporcionara otro, pero cada uno de estos transbordadores cuesta NT$80 millones (US$2,5 millones), así que parecen tener una larga lucha por delante.

Las instalaciones médicas son otra espina clavada en el corazón de la población, por no hablar de su impacto negativo en la atracción de turistas. Inicialmente, el único tratamiento disponible en la localidad eran los remedios populares y la herbolaria tradicional. Cheng Tsung aún recuerda cuando su hermana mayor, que estaba embarazada, murió de una neumonía tras intentar en vano salvarla con remedios tradicionales. Hoy la isla cuenta con un centro sanitario de cuatro plantas y dispone de una lancha-ambulancia, proporcionada por el Distrito de Pingtung, y de un helicóptero de rescate, dependiente del escuadrón aerotransportado de la Administración Nacional de la Policía, con lo que se ha aliviado la situación, aunque aún dista mucho de ser satisfactoria. El centro sólo emplea a dos médicos, y aparte de éste sólo hay tres clínicas privadas.

La falta de hoteles y restaurantes de nivel internacional es otro freno al flujo de turistas. Hay tres fondas y tres pensiones cuya capacidad conjunta no pasa de las 300 camas. Es comprensible que tan poca gente haya oído hablar de Liuchiu a pesar de su notable belleza. Chen Chen-hua dice que sus amigos en Taipei solían pensar que los isleños aún llevaban taparrabos, igual que las poblaciones tribales, hasta que él les convenció de lo contrario.

Recientemente, debido al bajo precio del atún --la principal captura de la isla--, la gente ha empezado a abandonar Liuchiu para buscar trabajo en Taiwan, ya que prefieren emigrar a dejar a sus familias durante uno o dos años cada vez en busca del escurridizo pez. Actualmente, el trabajo en la isla anda escaso: «En mi oficina había un puesto con un salario menor de NT$15.000 (US$470), pero lo solicitaron más de cuarenta postulantes», señala el jefe del distrito, Tsai Chia-chiang. Como resultado de la emigración a Taiwan, la población de Liuchiu decrece velozmente.

A los vecinos les gustaría que Liuchiu se convirtiera en un enclave turístico, pues esa transformación crearía muchos puestos de trabajo. Pero si se lleva a cabo ese desarrollo en la isla, una importante prioridad será la protección del arrecife, que a lo largo de los años ha sufrido el expolio de los recolectores ilegales de coral. Si persiste la negligencia policial, el bello coral, los peces tropicales y las demás criaturas marinas desaparecerán pronto. «Aún no es demasiado tarde, pero el Gobierno debería otorgar a la isla el estatus de reserva natural o costera», afirma Chen Chen-hua.

Los sectores gubernamental y comercial de Taiwan adoptaron recientemente la semana laboral alterna de cinco días, con dos fines de semana de dos días libres al mes, y los vecinos de Liuchiu esperan que esto aumente el número de visitantes. Los taiwaneses disponen ahora de más tiempo de ocio, y hay indicios de que muchos optan por viajar. Ante esta tendencia, el Grupo Formosa Plastics ha anunciado un grandioso plan de inversión en el desarrollo de la isla por valor de NT$6.000 millones (US$187,5 millones), que incluye la construcción de un hotel y un parque de atracciones, así como un proyecto para aumentar la pesca en la zona.

La Oficina de Turismo y el Distrito de Pingtung ya han estudiado las posibilidades, y han hecho público un plan para reunir las administraciones del Area Panorámica de la Bahía de Taipon, en Tungkung, el Parque Nacional Kenting y la Isla de Liuchiu bajo un mismo organismo, con el fin de crear una zona turística con las suficientes atracciones como para merecer la visita de turistas extranjeros. El desarrollo del Area Panorámica de la Bahía de Taipon, una laguna de Tungkung, ya se ha llevado a cabo, pero en el caso de Liuchiu todo está aún en la fase de planificación.

¿Se llegará a realizar el proyecto? Nadie lo sabe. Cheng Tsung, el director de escuela retirado, se queja de que cuando se acercan las elecciones un montón de políticos llegan prometiendo crear más puestos de trabajo que ayudarían a los isleños a desarrollar el sector turístico, promesas que olvidan tan pronto como son elegidos. «Estoy harto de oír sus mentiras», confiesa.

La Isla Liuchiu tiene un potencial evidente como enclave turístico. Según un estudio del Distrito de Pingtung, cuenta con algunos de los mejores paisajes naturales de Taiwan: «Los acantilados, las cuevas coralinas y los arrecifes son bellísimas obras de la naturaleza. Además, está situada bien lejos de los ruidosos y contaminados centros urbanos de Taiwan, lo que ofrece una perspectiva diferente a los residentes de la ciudad. Debe conservarse y desarrollarse apropiadamente, pues sería una gran pena que un lugar de tal belleza permanezca desconocido, pero también sería una tragedia verlo arruinado».

La mayoría de los visitantes aseguran que les gusta tanto que sin duda volverán. Pero, cuando lo hagan, ¿qué encontrarán? ¿un mundo nuevo, o el mismo lugar intacto? Pase lo que pase, algo es seguro: el paisaje y el arrecife de coral deben preservarse. Lo último que querría la gente es que volviera el mago a Liuchiu a completar el trabajo de destrucción que dejó inacabado hace muchos, muchos años.

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