04/05/2024

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Déficit comunicativo

01/09/1998
Déficit comunicativo

Timothy R. Fox: «Las clases de inglés elemental aún se basan en métodos centrados en torno al profesor, en claro contraste con los métodos comunicativos que se están proponiendo en Occidente».

n el momento de su graduación, los universitarios que escogieron la lengua inglesa como especialidad han estado estudiando este idioma durante diez años. ¿Qué nivel se les supone para entonces? Si su respuesta es que, como mínimo, deberían ser capaces de mantener una conversación básica y hacerse entender en inglés, piénselo de nuevo.

Kuo Chang-huang, editor de una revista de enseñanza del inglés, era uno de estos alumnos hace siete años. Tras su graduación, sus padres quisieron que prosiguiera estudios en Estados Unidos, pero él se negó alegando que su inglés no era lo suficientemente bueno como para arreglárselas allá. Dice que durante los últimos años ha mejorado, pero admite que todavía tiene grandes dificultades a la hora de hablar y entender este idioma.

Minna Huang, que estudia tercer curso de filología inglesa y es presidenta de la asociación de alumnos del Departamento de Inglés de la Universidad Tamkang, no se anda por las ramas: «Yo no tengo nivel como para ser especialista en este idioma», asegura; «francamente, mi inglés es muy limitado, ya sea desde el punto de vista oral como de comprensión auditiva o de lectura».

Ambos son especialistas en inglés y ambos, antes de entrar en la universidad, habían estudiado ya el idioma durante seis años en la escuela secundaria. Pero a pesar de ello, ninguno considera haber dominado la que escogieron como segunda lengua. Y no son casos excepcionales; de hecho, son representativos de muchos de los errores que rodean al estudio del inglés hoy en Taiwan.

Hay que admitir que el inglés es una lengua difícil de aprender, pero un filólogo debería al menos poder hacerse entender. ¿Qué hace que el promedio sea tan bajo? Una razón es que al contrario que, por ejemplo, el español y el italiano, el chino y el inglés son idiomas totalmente diferentes en cuanto a gramática, sintáxis, vocabulario e incluso escritura. Tsai Yu-hsin, profesor asociado de inglés y director del Centro de Idiomas de la Universidad de la Cultura China, comenta: «El inglés y el chino son lenguas muy diferentes, y además hay diferencias culturales que hacen aún más difícil para los chinos aprender el inglés». Se refiere a la timidez de los alumnos chinos, que se resisten a exponer sus opiniones en clase. El trabajo duro y una gran motivación son absolutamente esenciales para el éxito, y Tsai, junto con muchos otros profesores, piensa que los alumnos de hoy no estudian con el suficiente ahínco. Minna Huang, por ejemplo, admite que sólo se aplica de verdad cuando se aproximan los exámenes. «Estudiar durante seis años y luego divertirse durante cuatro» es la forma común de describir la actitud de los universitarios de los años noventa.

En otras palabras, la motivación es otro grave problema, especialmente porque los hábitos lingüísticos de la lengua china no dejan de entrometerse, una insidiosa vocecilla interior que recuerda constantemente al estudiante: «Esto no te lo esperabas». Según Lin Yao-fu, decano de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Nacional de Taiwan (NTU, siglas en inglés), «aprender inglés es como lanzar un cohete: igual que hace falta mucha fuerza para que éste supere el campo de gravedad de la Tierra, un idioma tienes que estudiarlo durante el triple o el cuádruple de tiempo que otras asignaturas, para poder superar el obstáculo que representa la propia lengua».

Los exámenes de acceso a la enseñanza secundaria y a la universidad son de hecho el estímulo más importante que tienen los alumnos para estudiar en serio. Estas pruebas constituyen tal cambio en la vida de los jóvenes que la mayoría de ellos se encierra en su habitación para intentar pasarlas estudiando día y noche. El resultado es que, una vez superadas, se consideran merecedores de un período de descanso. Más aún, a medida que Taiwan prospera hay más padres con recursos que se sienten felices de costear las actividades lúdicas de sus vástagos. También es cada vez más fácil conseguir un trabajo a media jornada en los McDonald’s u otros restaurantes de comida rápida. Como consecuencia, muchos universitarios se olvidan de los libros y se dedican a divertirse, con la excusa de que se están resarciendo de los seis años de su juventud que perdieron durante la secundaria.

Déficit comunicativo

«Estudiar durante seis años y luego divertirse durante cuatro». Muchos alumnos estudian tanto durante la secundaria que se sienten con derecho a relajarse y abandonar los libros durante su paso por la universidad.

Pero ese es sólo un aspecto del problema. Taiwan no es como Singapur o Hong Kong, donde el inglés es más una segunda lengua que un idioma extranjero. Si bien la isla se está internacionalizando gradualmente y el inglés se va extendiendo poco a poco, a todos los efectos las lenguas usadas cotidianamente son el mandarín y el taiwanés. El conocimiento del inglés no asegura un salario mejor o una promoción, y la mayoría de la gente se las arregla perfectamente sin hablar una sola palabra más que de su lengua materna. En este contexto, no es sorprendente que los alumnos dediquen poco esfuerzo al inglés. Yang Yu-fen, profesora asociada de la Universidad Nacional Yunlin de Ciencia y Tecnología, ha llevado a cabo extensos estudios sobre el aprendizaje del inglés en Taiwan. En uno de sus trabajos explica que el inglés es meramente un componente obligatorio de los exámenes de acceso a la universidad, no algo de utilidad cotidiana.

De forma que los exámenes de acceso realmente sirven para obligar a los alumnos a aplicarse en sus estudios; pero, paradójicamente, también son un impedimento a la hora de dominar el inglés. En palabras de Tsai Yu-hsin, «los estudiantes están más interesados en aprobar los exámenes que en averiguar cómo usar realmente este idioma». Es una actitud presente desde hace mucho en todas las áreas de la educación en Taiwan. Tanto las escuelas como los padres tienden a evaluar el progreso de los alumnos por sus calificaciones y nada más.

Este interés exclusivo en las notas invade todo el sistema, desde la escuela primaria hasta la universidad. A la hora de aprender una lengua extranjera, lo que interesa a los alumnos es aprender las mañas que les permitan lograr una buena nota. Algunas academias son bien conocidas por su capacidad de enseñar a elegir la respuesta correcta en preguntas de selección múltiple, incluso cuando el estudiante no entiende perfectamente la pregunta. Esta es una destreza especialmente popular entre aquellos que buscan una alta puntuación en el examen oficial de inglés como lengua extranjera (Test Of English as a Foreign Language, TOEFL), un requisito esencial para los estudiantes que pretenden ocupar una plaza en EE UU. «Es difícil de creer, pero obtener buenas notas y adquirir un nivel adecuado del idioma no van siempre de la mano», asegura Lin Yao-fu; «muchos estudiantes chinos consiguen puntuaciones excelentes en el TOEFL y sin embargo les cuesta mucho arreglárselas en el extranjero».

oy en día, el énfasis de la mayoría de los cursos de inglés en todo el mundo se pone en las técnicas comunicativas, y en este área Taiwan parece estar especialmente atrasada. Los alumnos se resisten a hablar una lengua extranjera incluso en la relativa seguridad del aula. Una queja muy común entre los profesores extranjeros es que los estudiantes chinos raramente responden a las cuestiones de forma voluntaria, y menos aún hacen preguntas al profesor. Chi Feng-ming, profesor asociado del Departamento de Inglés de la Universidad Nacional Chung Cheng, ha realizado estudios sobre las razones de la baja calidad del inglés en la isla mediante entrevistas a numerosos profesores extranjeros. Todos ellos estuvieron de acuerdo en que la cuestión de la «cara», o la forma en que los demás le ven a uno, es una de las principales razones por las que los alumnos son reacios a participar activamente en clase.

«Mis alumnos apenas respondían a mis preguntas», comentaba uno de los entrevistados; «al principio pensé que no me entendían, así que las repetía varias veces. Después me dí cuenta de que no sólo las entendían, sino que tenían buenas respuestas, pero la mayoría esperaba a que yo les pidiera que respondieran en vez de levantar la mano. Mis colegas me explicaron que los chinos temen perder cara y se preocupan demasiado de si lo hacen bien o no. En general, yo creo que es así».

Pero no todos los profesores extranjeros están de acuerdo con esa explicación. Timothy R. Fox, un estadounidense que trabaja como instructor en el Departamento de Inglés de la Universidad de la Cultura China, piensa que la metodología en Taiwan, centrada en torno al profesor, y no la cuestión de la cara, es la verdadera razón de la pasividad de los alumnos en el aula. El sistema educativo chino no suele potenciar la espontaneidad; más bien se prefiere acentuar el aprendizaje de memoria.

«Aquí, las clases de inglés elemental aún se basan en métodos centrados en torno al profesor, en claro contraste con los métodos comunicativos que se están proponiendo en Occidente», declara Fox; «después de repetir a los alumnos una y otra vez que guarden silencio, escuchen y repitan, no se puede esperar que de repente se alcen para exponer sus opiniones personales en un idioma extraño y enfrente de todos sus compañeros». El número de estudiantes en cada grupo tampoco ayuda. Según el Ministerio de Educación (ME), una clase promedio en la escuela primaria cuenta con 33 alumnos, mientras en ambas etapas de la secundaria son 39 y 44, respectivamente.

«En el aula, a los profesores les importa mucho más lo que ellos dicen que lo que decimos nosotros», protesta Marida Jing, estudiante de filología inglesa en la Universidad Normal Nacional de Taiwan (NTNU, siglas en inglés); «nos sentimos muy pequeños ante esos grandes profesores, así que sus clases no nos animan a hablar». Recuerda una clase de conversación en la que les dieron la tarea de discutir un escándalo sexual donde se había visto implicado un importante funcionario. Cuando los alumnos daban opiniones que la profesora no compartía, ésta se enfadaba y les criticaba. Los temas de discusión son casi siempre escogidos por los profesores; los alumnos no pueden más que aceptarlos, aunque no les resulten interesantes.

«Existe entre los profesores en Taiwan el error muy extendido de que los estudiantes se preocupan mucho de no perder cara, por lo que no quieren participar en clase», dice Fox, «pero si consigues un ambiente de clase adecuado eres capaz de ponerlos a hacer piruetas. Todo depende de cómo lleve la clase el profesor». El mismo Fox utiliza a menudo actividades como las canciones, el baile, o el lenguaje corporal para motivar a sus alumnos a que se expresen. A veces incluso utiliza su chino «de supervivencia» para demostrarles que no teme hablar ese idioma a pesar de no hacerlo bien. El resultado es que sus alumnos generalmente se entusiasman con el curso. «Mi trabajo como profesor de inglés es animarles a convencerse de que pueden hacerlo bien», señala.

Aunque el método comunicativo ha ganado terreno recientemente en Taiwan, su progreso es lento. «Nuestra organización ha convocado simposios internacionales e invitado a eminentes profesores para debatir sus experiencias con sus colegas de aquí, pero sigue siendo difícil conseguir que los profesionales de la enseñanza secundaria se adapten al nuevo método», explica David Dai, profesor de la NTNU y presidente de la Asociación Taiwanesa de Profesores de Inglés. Para los profesores universitarios, el proceso de adaptación es aún más duro.

Dai recuerda una ocasión en que su departamento invitó a un joven profesor recién doctorado en una universidad extranjera para que explicara el método comunicativo a sus colegas. Tras su exposición, un veterano profesor se puso en pie y le espetó: «¿De qué estás hablando? ¡No entiendo ni una palabra de lo que has dicho!». Dai comenta con un suspiro: «Es difícil enseñar trucos nuevos a un perro viejo».

Algunas universidades, como la NTU y varias privadas, han adoptado un sistema de evaluación para controlar el rendimiento del profesorado. En esta ruptura con la tradición del magisterio, cada profesor pasa una prueba quinquenal sobre su metodología, los resultados de sus investigaciones, su actitud general y su contribución al trabajo del departamento. La renovación del contrato depende de la puntuación obtenida. Para Dai, este sistema tendría que servir para deshacerse de los llamados «profesores de diez mil años», denominación que reciben aquellos que usan los mismos libros de texto, el mismo método y hasta los mismos chistes viejos durante toda su carrera. Sin embargo, nadie puede predecir cuánto tiempo llevará fijar el nuevo rumbo, especialmente si se tiene en cuenta la típica escasez de instalaciones en las universidades.

Por ejemplo, el sistema taiwanés de educación superior adolece tanto de espacio docente como de profesorado cualificado. No es inaudito encontrar una clase de literatura inglesa con más de ochenta alumnos. ¿Cómo puede un instructor usar el método comunicativo en un ambiente así? «En un grupo de cien alumnos, y con tres horas de clase a la semana, lo más que puedes conseguir es comunicarte con un puñado de ellos», dice Lin Yao-fu, de la NTU, quien piensa que para mejorar el inglés de los alumnos habría que reducir el tamaño de los grupos y darles clases prácticas intensivas.

La NTU ha hecho todo lo posible por reducir el número de estudiantes en cada clase: de aproximadamente 20 ó 30 a unos 15 ó 20 en las de conversación, y de 60 ó 70 a entre 35 y 50 para las de literatura inglesa. Pero ello significa que hay que emplear a más profesores y pagar más horas extraordinarias, y esa es una carga que la institución no puede permitirse.

El ME ha ido reduciendo gradualmente las subvenciones educativas a causa de su política de recorte presupuestario, en un momento en que las universidades están recibiendo una mayor autonomía de gestión. Según datos del ME, la subvención a la NTU ha decrecido casi en NT$103 millones (US$3,12 millones) de un total para el año pasado de NT$6.300 millones (US$190,3 millones), mientras que la Universidad Nacional Cheng Kung, en el sur de la isla, ha sufrido un recorte presupuestario de NT$484 millones (US$14,7 millones) para el curso 1997-98 en la cifra de NT$3.700 millones (US$ 111,9 millones) del curso pasado.

La mayoría de las universidades están experimentando problemas financieros e intentan conseguir fondos procedentes del sector privado, o bien se deciden por aumentar el coste de las matrículas, lo que provoca la indignación de los alumnos y de sus padres. «No sé por qué será, pero cuanto más rico es Taiwan, más pobres son sus instituciones educativas», se lamenta Lin; «nos sentimos indefensos; ni el mejor chef puede cocinar si no dispone de ingredientes. Sólo tiene sentido hablar de mejorar la metodología y todo lo demás si contamos con el apoyo financiero necesario».

isto que los canales educativos normales no acaban de satisfacer las necesidades de los estudiantes, muchos de ellos buscan ayuda en otros centros, como las academias privadas de idiomas. Algunas de éstas, no todas, pueden facilitar realmente una mejora en el nivel lingüístico del alumno, pero no todos se pueden permitir las tarifas, en general altas, que éstas aplican casi de manera uniforme. Minna Huang, la estudiante de filología inglesa de Tamkang, señala que ella quiso asistir a una academia para adquirir fluidez, pero tuvo que desistir de la idea pues la matrícula era demasiado cara.

Parece poco probable que la enseñanza universitaria del inglés como lengua extranjera vaya a mejorar a corto plazo. Algunos observadores opinan que cuando Taiwan se internacionalice completamente más gente se verá forzada a usar otro idioma de forma frecuente, y será entonces cuando su inglés mejore. Sin embargo, otros toman una perspectiva más pesimista, y lanzan al aire una pregunta simple, pero descorazonadora: si en Taiwan hay pocas personas capaces de comunicarse efectivamente en inglés, ¿qué esperanzas puede tener la isla de llegar a internacionalizarse algún día?

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