07/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Los estudiantes hispanos en Taipei

01/09/1998

Para algunos, la vida universitaria no acaba nunca. Ya sea por razones profesionales, intelectuales o personales, hay quienes nunca dejan atrás los libros. Uno de los mayores componentes de este grupo de personas es el que se dedica a estudiar idiomas. Las universidades, en un intento por diversificar sus servicios, han creado los centros de idiomas, que generalmente funcionan paralelos a sus estudios oficiales. En ellos se enseñan lenguas extranjeras a los locales y la lengua local a los extranjeros. Casi todos tienen aspecto de «pequeñas Naciones Unidas», ya que aquí se reúnen alumnos de todos los orígenes, lenguas, razas y credos. Entre ellos, el inglés es obviamente la lingua franca pero, por su expansión en el mundo, el español está también entre las más escuchadas en esos centros. Y Taiwan no es una excepción.

En Taipei, varias universidades y muchas academias privadas ofrecen clases de chino mandarín a los extranjeros, incluyendo a los chinos de ultramar que, bien por haber aprendido alguna otra de las lenguas y dialectos chinos, bien por no haber aprendido a escribir los caracteres, deciden lanzarse a la difícil tarea de aprender el chino mandarín. «Decidí estudiar chino porque mi familia paterna es de raíces chinas y pienso algún día comunicarme con ellos», explica Luis Chu, un ingeniero panameño. Aparte de las razones personales, como la ascendencia de origen chino o el matrimonio con los naturales del lugar, dos de las razones más comunes para adentrarse en esta joya del saber oriental son la fascinación por la milenaria cultura china, como en el caso de Ana María, una doctora guatemalteca que se dedica a la medicina tradicional china, o las perspectivas profesionales que tal conocimiento ofrece, como explica la argentina Adeline: «Después de pasar una temporada aquí hace dos años, decidí volver para estudiar y emplear estos conocimientos en desarrollar mi trabajo como asesora de marketing».

Para aquellos que se sienten atraídos por la realidad pasada, presente y futura del pueblo chino, llegar a conocer la lengua que ha servido de canal de expresión a todos los sucesos de su historia tiene un valor evidente. Tarde o temprano, todo el que pretende profundizar en el conocimiento de China considera tomar clases de mandarín. Especialmente, si lo que busca es subirse al tren del futuro. Nadie duda actualmente que, en el próximo siglo, el chino será una de las lenguas más influyentes de la escena internacional, tanto desde el punto de vista político como, sobre todo, en el ámbito económico. A medida que aumenta la importancia de las áreas económicas del Extremo Oriente y del Sudeste Asiático, de fuerte influencia china, la necesidad de profesionales con capacidad comunicativa en este idioma ha hecho plantearse a muchos dedicarle parte de su formación para adelantarse a la demanda. En cualquier caso, Taiwan es uno de los destinos más apropiados, por varias razones.

Desde el punto de vista lingüístico, el mandarín que se enseña en la República de China es el mismo que se ha escrito a lo largo de la extensísima historia de China. Su escritura sigue siendo la tradicional, más compleja, pero también más fiel a sus orígenes, sin simplificaciones que la desvirtúen. Además, en Taiwan la cultura china se ha mantenido intacta en muchos aspectos, sin perjuicio de su adaptación a los tiempos modernos. «Lo que más me gusta de Taipei es la dualidad entre Oriente y Occidente, que combina el incienso de un templo budista con una tienda de Gianni Versace», dice Esteban Castillo, de Costa Rica.

Por otro lado, no faltan consideraciones de interés cotidiano, como el nivel de vida que ofrece la isla, la seguridad ciudadana, el ambiente cosmopolita de la capital --Adeline asegura que «vivir en Taipei es comparable a vivir en cualquier otra gran urbe de este planeta»--, el respeto a las libertades, o el trato de la gente, como explica Daniar Sancho, de Costa Rica: «La vida en Taipei es muy segura y la gente es muy agradable y amable». En referencia a la capital, Luis comenta: «En general hay de todo para todos; lo que más me gusta es que puedes aprender muchas cosas». Sin olvidar las oportunidades de contactar con el mundo empresarial taiwanés, uno de los más activos en Asia y con más posibilidades de acceso al mercado continental. «Me parece un lugar de muchas oportunidades; en lo personal es una experiencia enriquecedora, y en lo profesional también», señala Susett Arauz, de Panamá.

La República de China, en su política de fomento de los intercambios internacionales, ayuda a quienes se deciden a iniciar esta andadura de diversas formas, principalmente a través de becas de estudio. Desde los países con los que mantiene relaciones diplomáticas, o bien a través de sus oficinas económicas y culturales, es posible acceder a becas para estudiar el mandarín, concedidas por uno o dos años, que en ocasiones excepcionales pueden prorrogarse para realizar estudios universitarios. Es un tipo de intercambio que Alejandra Noriega, de Guatemala, «quisiera promover para que otros tengan la oportunidad de vivir la experiencia». Por su parte, Christian Arana, también guatemalteco, explica que «son oportunidades muy escasas, y hay que saberlas valorar». En el caso de que el estudiante ya estuviera matriculado en uno de los centros reconocidos por el Ministerio de Educación, aún es posible conseguir las becas que éste concede, disponibles a partir del segundo trimestre de estudio. Y aún la Municipalidad de Taipei ofrece ayudas para el estudio del mandarín a los residentes de sus ciudades hermanadas.

En el sur de la ciudad, en el barrio de Ta An, se encuentran dos de los centros más frecuentados por la comunidad de estudiantes internacionales: el Centro de Enseñanza del Mandarín de la Universidad Normal Nacional de Taiwan y el de la Universidad de la Cultura China. El primero, conocido por sus siglas en inglés, MTC, es el que hasta cierto punto establece la norma, ya que la mayoría de los centros utilizan el material didáctico editado por éste. También es allí donde se concentra el mayor número de estudiantes hispanos en Taipei. La cercanía de ambos centros hace de este barrio universitario un punto de encuentro para locales y extranjeros donde no es difícil oír hablar español en sus callejuelas y restaurantes.

Un buen número de países latinoamericanos disfruta de relaciones diplomáticas con la República de China, lo que ha facilitado un especial acercamiento entre estas sociedades y ha creado un ambiente de cooperación que posibilita que muchos hispanos vengan a aprender chino a Taipei. «Espero extraer de la experiencia de Taiwan lecciones de desarrollo que puedan ser útiles a mi país, que en estos momentos trata de desarrollar su economía», comenta María Ponce, de Ecuador; y Lizandry Medina, de la República Dominicana: «Estudiaré el modelo de desarrollo taiwanés para ver cómo podemos aplicarlo en mi país, en su sentido positivo». La aproximación diplomática tiene un claro efecto catalizador que desencadena otras muchas relaciones, en particular las de carácter comercial e inversor, así como educativo y personal. Se crea así un marco de entendimiento mutuo que ofrece amplias posibilidades, como la de actuar de intermediarios para aquellos que tienen la experiencia de conocer ambas sociedades. La presencia de empresas taiwanesas en Latinoamérica es, sin duda, otro atractivo para que un taiwanés aprenda español, o para que un latinoamericano aprenda chino.

Entre la comunidad de estudiantes hispanohablantes de Taipei también hay algunos españoles interesados en aprender el mandarín y algo más sobre un área como la de Taiwan que, en los últimos tiempos, goza de tantas semejanzas con su país natal. La transición pacífica de un gobierno autoritario a una democracia pujante y el excepcional crecimiento económico de ambos pueblos en las últimas décadas hacen que los españoles que viven en Taiwan se identifiquen bastante con la isla. Como dice Javier Salamanca, un español que empezó a estudiar el chino por curiosidad y ahora le está dedicando su tesis doctoral: «No me parece difícil hacer de Taiwan una segunda casa --un poco particular, claro».

El perfil del estudiante hispano en Taipei no es fácil de definir, aunque lógicamente no deja de haber algunas características comunes. Por ejemplo, es muy raro encontrar alguno que estudie chino como primera lengua extranjera. Prácticamente todos han tenido ya la experiencia de estudiar otro idioma, que en su inmensa mayoría es el inglés. Esto, por otra parte, les es muy útil aquí, ya que los textos de enseñanza del mandarín suelen incluir referencias o explicaciones en esa lengua. Pero no se quedan ahí; muchos de ellos han estudiado además otras lenguas, casi siempre europeas, antes de adentrarse en el chino. Para Jorge Lira, ingeniero venezolano, el mandarín «es un idioma totalmente diferente a los que había estudiado antes»; ¿y cuáles son? «Había estudiado inglés, francés, italiano, rumano y griego».

También son, en su mayoría, estudiantes universitarios o de posgrado. Su interés por el chino es en ocasiones genuinamente intelectual, les interesa la lengua por sí misma y se centran en aprenderla, como es el caso de otro costarricense, Leonardo Corrales: «Hasta el momento no tengo idea de qué voy a hacer con el chino»; pero incluso en esos casos admiten que siempre está ahí la posibilidad de utilizarlo como herramienta de trabajo, lo que no es de extrañar, dada la inversión de tiempo y esfuerzo que supone: «Lo único que espero es que algún día pueda llegar a ser útil», concluye Leonardo.

En cuanto al choque cultural, Jorge es tajante: «El choque cultural siempre existirá, aún en los más expertos en vivencias en el extranjero. El impacto depende de cada individuo en particular y de cómo lo maneje». Pero no es insuperable, como recuerda María: «Con el pasar del tiempo, me he adaptado tanto que quiero aprender y conocer más sobre esta interesante cultura». Ni tiene que ser algo negativo; Luis recomienda: «Lo único que hago es aprender lo bueno de cada cultura». Y una vez sobrepasada esa primera etapa, las ventajas son múltiples. Por ejemplo, a Miguel Reategui, un peruano que canta en un grupo musical, le chocó encontrarse ante «las oportunidades que brinda este país a los extranjeros».

En general, todos tienen conocimientos previos de la República de China antes de llegar; Susett dice que «antes de venir había leído varios artículos, revistas y libros que hablaban de Taiwan y su situación», y en ocasiones han podido comprobar sus expectativas, como Pablo Bolaños, de Costa Rica: «Lo más sorprendente es que, a pesar de tener un pasado turbulento, los chinos en Taiwan no tienen rencores históricos profundos». Aún así, no deja de ser cierto que la experiencia real es distinta a lo esperado: «En mi país leí y me informé sobre Taiwan, ¡sin embargo todo eso cambia cuando uno lo vive!», asegura Esteban.

No es de extrañar que una de las características más admiradas por los hispanos que viven aquí sea la vivacidad de la economía. «Me ha sorprendido mucho el gran éxito económico que transformó a Taiwan, el cual se alaba a menudo como un modelo de crecimiento económico para los países en vías de desarrollo», señala María. Alejandra añade: «El nivel económico que han adquirido en tan poco tiempo es admirable».

Para todos ellos es, cuando menos, una profunda experiencia personal que seguramente no olvidarán. En la mayoría de los casos, además, esta experiencia les dispondrá a estrechar en la medida de sus posibilidades los lazos de amistad y cooperación entre sus naciones y el pueblo chino en Taiwan, como indica Javier: «Creo que sí podemos aportar una visión distinta sobre la situación en esta parte del mundo y tener una cierta influencia en el círculo en que nos movamos». Y nunca se sabe si alguno de ellos terminará estando en posición de tomar decisiones a este respecto: «Mi experiencia le da a Taiwan otro aliado en mi país; debemos apoyarlos en la búsqueda de reconocimiento internacional», dice Pablo. Jorge resume la idea en pocas palabras: «Taiwan podría ser un laboratorio de la política de que las relaciones entre los países comienzan a través de sus nacionales. El hecho de haber tenido la oportunidad de vivir en Taiwan, compartir con sus ciudadanos sus ilusiones y desilusiones, aspiraciones, angustias y forma de pensar, cimenta las bases para un estrecho fortalecimiento de las relaciones con la República de China».

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