04/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Ni batata ni taro

01/03/1999
Un debate televisivo entre los tres candidatos que participaron en la s elecciones para alcalde de Taipei el pasado diciembre. Durante las campañas electorales, salen a relucir los asuntos étnicos.

res batata o taro?”. Es la pregunta que se hace para averiguar la identidad étnica de alguna persona en Taiwan, en lo referente a cuándo sus padres llegaron a la isla. “Batata” alude a los llamados “nativos taiwaneses”, quienes llegaron en masa desde China continental entre el siglo XVII y principios del siglo XX; y “taro” a los “continentales” que se establecieron aquí alrededor de 1949. Esta división ha perdido sentido con el transcurso del tiempo, y en especial con el aumento de matrimonios entre “batatas” y “taros”. Esa pregunta también excluye a los aborígenes, que constituyen el grupo étnico más reducido de la isla, pero han vivido en Taiwan durante más tiempo que cualquier otro.

En la actualidad, los habitantes de Taiwan se dividen generalmente en cuatro grupos étnicos principales: los aborígenes, que abarcan nueve tribus principales; los Hakka, la mayoría procedente de la Provincia de Cantón; los Min del Sur originarios de la zona al sur del río Min en la Provincia de Fukien; y los “continentales”, que arribaron junto al gobierno nacionalista (KMT) tras la toma de control de China continental por los comunistas en 1949. Los Min del Sur (el grupo étnico más numeroso) y los Hakka representan más del 80 por ciento de la población, los “continentales” más del 16 por ciento y los aborígenes menos del dos.

A excepción de los aborígenes, que difieren cultural y racialmente de los otros tres grupos, todos los ciudadanos de la República de China pueden llamarse “continentales”, por cuanto sus antepasados vinieron desde China continental. Con el transcurso del tiempo, tanto los inmigrantes continentales establecidos aquí desde antes como los recién llegados, se vieron abocados a la búsqueda de una nueva identidad. “Es lo que se conoce como ‘indigenización’, y Taiwan aún está atravesando este proceso”, observa Chen Chi-nan, ex vicepresidente del Consejo para Asuntos Culturales y actual profesor de la Escuela de Posgrado de Artes Tradicionales del Instituto Nacional de Artes.

Según Chen, la primera etapa del proceso de indigenización finalizó cuando los primeros inmigrantes procedentes de Cantón y Fukien comenzaron a identificarse con su nueva ‘patria’. “Es algo que se hace patente en su forma de hablar de sí mismos. Al principio, se autodenominaban nativos de Zhangzhou y Cantón [por dos de las ciudades costeras de Fukien]; más tarde reemplazaron estos nombres con otros autóctonos de Taiwan, tales como Chang-hua o Taipei”.

Ni batata ni taro

Isleños de diferentes etnias conviven en el matrimonio, en la escuela y en el trabajo.

Hoy, ninguno de los llamados “nativos de Taiwan” emplea nombres de lugares de China continental cuando se refieren a su lugar de origen, mientras que los continentales y sus descendientes todavía dicen que proceden de, por ejemplo, Shandong o Hunan (dos provincias de China continental). En opinión de Chen, los inmigrantes más recientes todavía están en proceso de indigenización por no haber vivido en la isla el tiempo suficiente. “A juzgar por lo ya visto, pienso que tarde o temprano la indigenización alcanzará a todos los habitantes de Taiwan. Este proceso lleva tiempo, pero es muy natural”, apunta Chen.

La indigenización se está impulsando a través del idioma, y los líderes buscan un término único para denominar a todos los habitantes de la isla. Por ejemplo, el año pasado, en la víspera del Día de la Reintegración de Taiwan, el presidente de la República de China, Lee Teng-hui, hizo énfasis en el concepto del “nuevo taiwanés”. En opinión de Lee, todos los que viven en la isla, sin importar cuándo inmigraron aquí, deben considerarse “nuevos taiwaneses” y los auténticos dueños de la isla, por haber contribuido en la misma medida a su desarrollo.

De igual manera, Chen Shui-bian, ex alcalde de Taipei y distinguida personalidad del Partido Democrático Progresista (DPP, siglas en inglés), la principal fuerza de la oposición en Taiwan, rechaza los apelativos “batata” y “taro”, y prefiere el de “maní”. “De hecho, todos somos maníes”, manifestó Chen en público el año pasado, agregando que los ciudadanos deben echar raíces fácilmente, como lo hace el maní, e identificarse con la tierra que habitan y que consideran su residencia permanente.

Taiwan es vista por algunos como una isla de inmigrantes, llena de retos que sirven como estímulo para un desarrollo pleno del potencial de su gente, y libre del peso de la tradición. Por esta razón, Hsu Hsin-liang, ex presidente del DPP, llama a los taiwaneses “el nuevo pueblo progresista”.

Julian Kuo, profesor asociado de ciencias políticas en la Universidad Soochow en Taipei y ex director del Comité de Investigación y Coordinación de Políticas del DPP, opina que Hsu y el presidente Lee desean que el pueblo fortalezca su confianza en la isla. “Lee coloca la palabra ‘nuevos’ precediendo a la de ‘taiwaneses’ con el objetivo de dejar atrás el viejo concepto erróneo de que China continental es superior a Taiwan, mientras que Hsu afirma el orgullo de los isleños al subrayar su capacidad”, expresa Kuo.

Ni batata ni taro

Una exhibición de preparación de comida tradicional en un festival de cultura hakka en Taipei.

a indigenización del campo político, antes dominado por los continentales, es muy importante para el proceso de consolidación de la identidad de Taiwan. Casi al término de su vida, Chiang Ching-kuo, el último presidente de la República de China nacido y criado en China continental, proclamó: “Yo también soy taiwanés”. Más tarde, Chiang eligió a Lee Teng-hui como su sucesor, convirtiéndose éste así, tras el fallecimiento de Chiang en 1988, en el primer mandatario nativo de la República de China.

El DPP cobró mucha fuerza con el comienzo del proceso de democratización en Taiwan, después de la derogación de la ley marcial en julio de 1987, y en 1992 el partido, cuyos miembros eran en su mayoría nativos de Taiwan, consiguieron unos resultados espectaculares en la primera elección democrática del Legislativo bajo el sistema de sufragio universal. Obtuvo casi un tercio de los escaños del Legislativo, ocupados hasta entonces por los continentales desde que el gobierno nacionalista se trasladó a Taiwan en 1949. En esa misma oportunidad, el partido gobernante se vio envuelto en su propio proceso de indigenización a medida que comenzaban a surgir legisladores del KMT autóctonos de Taiwan. Chen Chi-nan dice que una representación más fiel de las opiniones de la mayoría local ha servido para mejorar la calidad de las relaciones entre los diversos grupos étnicos. “Es necesario distribuir proporcionalmente los recursos políticos entre las diferentes etnias; si no, nunca habrá armonía”.

Según Kuo, China continental debe tener más cuidado cuando trata de intimidar a Taiwan, a fin de evitar lo que menos desea: una reacción psicológica consistente en el desarrollo de una conciencia de identidad taiwanesa abocada a engendrar un sentimiento pro independentista. “En cada visita a Pekín, les explico [a los intelectuales y funcionarios de China continental] que sus actos de intimidación sólo sirven para favorecer la creación de una nación taiwanesa independiente. No obstante, da la impresión de que no comprenden lo que les digo”, dice Kuo, añadiendo que los funcionarios del KMT han hecho comentarios similares.

Esto no significa que la política en pro de la reunificación del KMT sea la misma que la del DPP, que persigue el ideal de un Taiwan independiente. Sin embargo, Kuo observa que ambos partidos sí comparten la misma política hacia China continental. “Ambos sostienen que debe salvaguardarse la soberanía de Taiwan, y que Taiwan y China continental son dos entidades políticas diferenciadas. Este es un punto de común acuerdo en la isla”, explica Kuo.

Al mismo tiempo, la tendencia hacia la indigenización y la identidad taiwanesa ha ocasionado cierta discordia. Según una encuesta realizada por el Consejo para Asuntos Continentales (MAC, siglas en inglés) en octubre de 1998, aproximadamente el 38 por ciento de la población de Taiwan siente que son taiwaneses y no chinos, mientras que el 12 por ciento cree que son chinos en lugar de taiwaneses. Cerca del 45 por ciento se acoge a la “doble identidad”.

El término “chino” puede considerarse tanto político como cultural. Si se admite que los encuestados que se idenficaron como taiwaneses entendían que dicha encuesta no se refería a su lealtad política (una suposición razonable dado que por definición la República de China se opone políticamente a la República Popular de China), el 38 por ciento de la población niega una vinculación cultural con el otro lado del Estrecho de Taiwan. “Algunos políticos están en favor de la diferenciación cultural entre Taiwan y China continental, pero ello provocará cierto grado de tensión en la isla”, explica Hwang Kwang-kuo, profesor de sicología en la Universidad Nacional de Taiwan. El cree que el número de isleños dispuestos a reconocerse como chinos aumentará conforme mejoren las relaciones a través del Estrecho.

A Kuo le parece que la isla está bajo la influencia cultural de China continental; pero, para él, el asunto de la identidad es delicado y por ello, tiene cuidado al hablar. “Culturalmente soy chino, pero políticamente no”, dice Kuo, manifestando una postura que --algunos asocian con una progresiva moderación entre las filas del DPP. Si bien la aseveración de Kuo puede interpretarse como la simple constatación de una realidad, a ese otro 57 por ciento de personas que se declaran “chinos” o “chinos y taiwaneses” les puede incomodar su resistencia a decir, simplemente, “soy chino” --y nada más. Kuo explica que su vacilación se debe al temor a una “anexión política oral” --no desea que la gente no familiarizada con la situación política de Taiwan lo malinterprete y piense que Taiwan es parte de la República Popular de China.

El significado del término “chino” debe, también, evaluarse en relación con el telón de fondo del día a día político en Taiwan. El porcentaje de gente que acepta la identidad china varía cada semana o cada mes, según como sea el comportamiento de la República Popular de China hacia la isla. Lo que está claro es que si la opinión de Chen Chi-nan sobre la indigenización es acertada, el número de los que dicen ser “taiwaneses” o “chinos y taiwaneses” está destinado a aumentar más allá del 83 por ciento actual. Sin embargo, ¿acaso eso significa que se tratará mejor el asunto étnico en Taiwan?

En general, los ciudadanos de mayor edad y la gente con menor nivel educativo suelen ser más conscientes de las diferencias étnicas. En cierta medida, esto se debe a la antigua política del Gobierno, claramente contraria a la situación social existente. Un ejemplo es la antigua política sobre el idioma, que promovía el mandarín como el idioma nacional, pero ignoraba --y en alguna época llegó a suprimir-- los demás dialectos. Entre los marginados a causa de la política de idioma único estaba el Min del Sur, cuya versión local se conoce popularmente como “taiwanés”, y era la lengua de la mayoría de la población de Taiwan en esa época. Esta política de exclusión de otros idiomas contribuyó indiscutiblemente a la creación de un sentimiento de solidaridad entre los “taiwaneses” frente al Gobierno y a los continentales hablantes de mandarín en general.

Pese a no haber nada malo en los esfuerzos del Gobierno de promoción de un idioma común en la isla, muchos consideran que ello no debió haberse llevado a cabo a expensas de otras lenguas. A Chen también le parece incompleta esta política lingüística, y señala que es contraria a los objetivos de multilingüismo y multiculturalismo. Asimismo mantiene que la práctica gubernamental de crear zonas residenciales para los dependientes del personal militar perjudicó las relaciones entre los continentales y el resto de la población de Taiwan. “Las personas que pertenecían a dichas áreas y las de fuera evitaban entrar en contacto, y esto creó la posibilidad de conflictos”, explica Chen.

Los tiempos han cambiado y las políticas gubernamentales pueden, también, hacerlo. Hoy en día, la promoción del taiwanés, el hakka y las lenguas aborígenes ha llevado a que éstas se estén ya enseñando en las escuelas primarias. En comparación con el mandarín que es el idioma oficial, el taiwanés atrae cada vez una mayor atención, y son muchas las personas que lo hablan en los lugares públicos --incluyendo a los altos funcionarios, deseosos de acercarse así más a la gente.

Al mismo tiempo, algunas de las áreas residenciales para los militares y sus familias en toda la isla han pasado a transformarse en nuevas comunidades donde se mezclan los residentes que hablan taiwanés con los de origen continental.

Otra importante medida para borrar las diferencias entre los diversos grupos étnicos fue tomada por el Ministerio del Interior cuando decidió modificar el formato de las cédulas de identidad de los ciudadanos de la República de China. Un pequeño recuadro impreso en el revés de la cédula sirve para indicar el “lugar de origen” de la persona --en referencia al lugar de China continental de donde procede su padre (si éste inmigró a Taiwan alrededor de 1949), o al de Taiwan que se tenía como lugar natal (si el padre había llegado antes, o era nativo de Taiwan). En 1986, se imprimió otro espacio en el revés de la cédula de identidad para señalar el lugar de nacimiento de la persona. La gran mayoría de personas que vivían en Taiwan en 1986 colocaba en ese espacio el nombre de algún lugar de Taiwan. En las cédulas emitidas después de 1992 ya no se llenaba el espacio destinado a colocar el “lugar de origen” --ya fuera en China continental o en Taiwan. En todas las cédulas emitidas después de 1992, ese espacio queda en blanco. Este cambio en las cédulas de identidad suponía restar importancia al vínculo con China continental, y reforzar el de la identidad personal con Taiwan. La reforma otorga más significación a las vivencias de la persona en la isla, y contribuye al proceso de indigenización.

En el Taiwan de hoy, mientras más joven sea la persona, más tenue es su conciencia sobre las diferencias étnicas. Es bueno salir fortalecido del pasado, pero aún no se ha terminado de calmar las tensiones étnicas y las líneas divisorias aún existentes empañan el concepto del “nuevo taiwanés”. “¿Sabe Ud.? Raramente se presentan problemas étnicos en la vida cotidiana, pero cuando se trata de alcanzar el poder político, éstos aparecen con mucha facilidad”, manifiesta Hwang.

Hwang se refiere al síndrome de la “cultura electoral” que existe en Taiwan. “Cada vez que se aproximan elecciones, los candidatos manipulan a los votantes tratando de remover los sentimientos étnicos. Esta estrategia es con frecuencia efectiva, especialmente cuando se aplica en las áreas rurales”, apunta Hwang. “Sin embargo, podríamos decir que resulta poco ético”.

Por otra parte, Kuo piensa que el asunto de las diferencias étnicas va perdiendo importancia según pasan los años, ya que sacarlo a relucir hoy en día sólo puede provocar el rechazo por parte de la sociedad. “Ahora los políticos se controlan más que antes a este respecto”, señala.

No obstante, Kuo menciona una nueva hegemonía étnica que podría impedir el normal desarrollo del multiculturalismo y provocar perturbaciones en la sociedad. Es ahora a los Min del Sur a quienes se somete a un examen crítico. “Un ejemplo es el idioma. Tienden definir el ‘taiwanés’ de manera muy limitada, refieriéndose solamente al idioma de la región sur de Fukien. Sin embargo, ¿por qué no se consideran también taiwanés el hakka y las lenguas aborígenes?”, pregunta Kuo. “Ud. sabe, la mayoría tiene la obligación de cultivar el espíritu democrático, porque sin querer tiende a ignorar las necesidades de las minorías”.

Mientras que el celo nacionalista en favor del mandarín no es tan común ahora, algunas empresas en la isla practican la discriminación lingüística a la hora de contratar personal. Kuo cita como ejemplo a la empresa Evergreen Marine, conocida porque rechaza a quienes no pueden hablar bien taiwanés en la entrevista de trabajo, aunque sus directivos han negado oficialmente que exista esa política en la empresa. “Incluso hay compañías que rehúsan contratar a personas cuyo lugar nativo esté en China continental”, añade Kuo.

Aun cuando los prejuicios lingüísticos se reflejen en las políticas de algunas empresas, no van a conducir a la desaparición del mandarín, puesto que muy pocos en la isla no pueden hablarlo. Además, como el mandarín se ha convertido en el idioma común en ambos lados del Estrecho de Taiwan, resulta muy útil cuando la gente de Taiwan viaja a China continental o hace negocios allí, una región cuyo poder está en continuo crecimiento. Sin embargo, ante la mayor importancia del mandarín y del taiwanés, el hakka se está viendo más relegado que nunca. En consecuencia, los Hakka están volviéndose “invisibles”, porque en público usan los idiomas principales y no el hakka.

Las lenguas aborígenes también se están volviendo invisibles por las mismas (y otras) razones, y esto parece ser uno de los problemas con que inevitablemente se enfrentan los grupos en desventaja. “Pienso que actualmente el Gobierno presta atención a los diferentes asuntos que involucran a los indígenas sólo en la medida en que ello le permite ofrecer una imagen de gobierno tolerante, y al tiempo atraer a este grupo minoritario con vistas de acrecentar su poder político”, expresa el escritor indígena Walis Nogang.

Nogang considera que los esfuerzos del Gobierno para reforzar la armonía étnica son sólo programas políticos de fachada. “Hoy, todavía existen casos de ofensas verbales o de otro tipo contra los indígenas. ¿Es verdad que no existen problemas étnicos en Taiwan? El asunto no es hasta qué punto existe la discriminación”, señala, queriendo dar a entender que el prejuicio es prejuicio, a pesar de lo “leve” que pueda parecer.

Sin embargo, el escritor sabe que va a llevar tiempo lograr el respeto mutuo entre los diversos grupos étnicos en Taiwan. La situación ha cambiado para bien, cree él. Por ejemplo, la gente ha comenzado a llamar a los indígenas yuan-chu-min (que significa “los primeros habitantes”) en lugar de shan-ti-jen, o “montañeses”, un término peyorativo para algunos y absolutamente incorrecto en lo que respecta a las muchas tribus que viven o vivieron en los llanos. Además, si los indígenas pueden vivir cómodamente en una sociedad que es racialmente diferente, hay más oportunidad para la integración de los otros tres grupos étnicos, considerados todos de raza Han. “Somos semejantes en muchos aspectos, por eso no es difícil resolver los problemas étnicos”, dice Chen Chi-nan.

De hecho, gracias al contacto cada vez mayor entre miembros de diferentes grupos étnicos, tanto en las escuelas como en el trabajo o en el matrimonio, las disparidades son cada vez menos obvias. Asimismo, resulta cada vez más difícil determinar los antecedentes étnicos de una persona por el idioma que usa, pues muchos “continentales” han llegado a dominar el idioma taiwanés, mientras que muchos de los llamados “nativos de Taiwan” hablan fluidamente el mandarín --y estos casos seguramente aumentarán en las próximas generaciones.

“¿De dónde eres?” preguntó el presidente Lee a Ma Ying-jeou, en mandarín, frente a un grupo de personas mientras hacía campaña junto a Ma para las elecciones del alcalde de Taipei a finales de 1998. “Soy un ‘nuevo taiwanés’, que come arroz taiwanés y bebe agua de Taiwan”, respondió Ma un “taro” que nació en Hong Kong y fue criado en Taipei por sus padres procedentes de China continental en voz alta con un marcado acento taiwanés. Los observadores consideraron entonces que el énfasis del Presidente en el concepto del “nuevo taiwanés”, dirigido a superar los límites de la división étnica y lograr un mayor apoyo entre los ciudadanos de Taipei, podría contribuir al éxito de Ma. Un par de días después, Ma fue electo alcalde de Taipei con una mayoría del 51 por ciento de los votos.

¿Qué piensan los ciudadanos de la isla sobre el concepto del “nuevo taiwanés”? Una encuesta llevada a cabo entre los residentes de Taipei por el diario United Daily News tras las elecciones del año pasado indicó que el 68 por ciento de los encuestados lo consideran aceptable. Según otra encuesta realizada en toda la isla después de las elecciones, realizada por la Organización Gallup, el 46,7 por ciento de los encuestados aceptaban que eran nuevos taiwaneses. El número de encuestados fue de 1.106 y 1.129 respectivamente.

Así pues, la propia pregunta de “¿Qué es Ud.: una batata o un taro?” implica que hoy, en Taiwan, no es fácil diferenciar entre unos u otros grupos étnicos --o incluso podríamos decir que es absurdo hacer esa distinción. Como se ve, el presidente Lee tiene buenas razones para impulsar el concepto del nuevo taiwanés, una nueva identidad social en proceso de formación en la isla.

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