03/05/2024

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Convertir una sociedad a la ecología

01/07/1999

stamos a 31 de diciembre de 1998: una oscura y tempestuosa noche en la antesala del que se ha dado en llamar “el último año del siglo”. Mientras la mayoría de la gente celebraba la llegada de 1999, gobiernos locales y numerosos grupos conservacionistas llevaban a cabo por toda la isla una “vigilia de bendición forestal”. Los puntos de encuentro se habían fijado estratégicamente en lugares como la plaza frente al Consejo de Agricultura del Yuan Ejecutivo en Taipei, el Parque Conmemorativo del 28 de Febrero en Chiayi y la Plaza del Ayuntamiento de Kaohsiung. Se recogieron firmas, se pronunciaron discursos, se recitaron poemas, se representaron parodias alusivas, se lanzaron al aire faroles flotantes y se encendieron velas para dar la bienvenida al “Año de la Cultura Forestal”.

Esa noche de vela fue la continuación de la manifestación del 27 de diciembre en Taipei para salvar los cipreses de la isla (Chamaecyparis obtusa y Chamaecyparis formosensis) que, según algunos, llevan millones de años creciendo en la Montaña Chilan del norte de Taiwan. Los varios miles de participantes exigían que el Departamento de Conservación Forestal de la Comisión de Asistencia a los Militares Retirados dejara de retirar cipreses muertos y caídos de la Montaña Chilan. “Estamos convencidos de que la naturaleza sabe muy bien cómo rejuvenecerse a sí misma mediante un proceso que no requiere intervención humana”, dice Chung Ting-mao, profesor del Centro de Educación General de la Universidad Providencia. “Es cierto que el hombre reconoce al bosque toda clase de valores: medioambiental, económico, estético, religioso, educativo y académico; pero ¿por qué no, aparte de estos valores impuestos, los suyos propios ‘internos’, surgidos del mero hecho de su existencia entre los demás seres vivos?”.

Parte de la segunda ofensiva del movimiento taiwanés en favor de la conservación de los bosques, tras la que terminara con la prohibición oficial de la tala en los bosques naturales en 1991, el acto del 27 de diciembre fue convocado por las organizaciones conservacionistas con el objetivo de salvar los cipreses de la Montaña Chilan. Una vez finalizada la manifestación, se leyó la siguiente declaración: “Al término del Siglo XX, caminamos en favor del bosque, de las almas vivas de Taiwan y por una tierra patria digna y eterna [en chino, “bosque” (senlin) suena como “alma viva” (shengling)]. Queremos anunciar aquí que, dando hoy este primer paso, decimos adiós a la vieja cultura colonial de Taiwan y nos ponemos en marcha hacia una nueva ética de la tierra... Nuestra procedencia es muy diversa, pero dejamos atrás diferencias de partido, profesión, raza y cultura y nos comprometemos a guiar la cultura de Taiwan desde el antropocentrismo hasta el ecocentrismo.”

“Lo que separa a este movimiento conservacionista ecológico de otros anteriores”, subraya Chen Yueh-fong, jefe del Centro de Investigación Ecológica de Taiwan (ERCT, siglas en inglés), cuyos miembros han promovido activamente la preservación de los cipreses de la Montaña Chilan, “es el surgimiento de un concepto, idea o creencia que refleja una mayor inclinación hacia la preservación de la naturaleza por parte de los grupos privados”. Chen cree que la causa de Chilan, a la que se han unido muchos grupos no gubernamentales por iniciativa propia, no surgió de intereses personales ni de las secuelas inmediatas de un desastre (como, el causado por el Tifón Herb en 1997), según suele suceder en la convocatoria de protestas públicas. El ERCT dio comienzo al “Programa de Educación Social y Natural para Salvar el Ciprés de Chilan” en abril de 1999, a raíz del movimiento de Chilan.

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Como una gran parte de los habitantes de Taiwan residen en ciudades, los parques suelen proporcionar las únicas salidas para la observación de la naturaleza.

reado en 1991 y con sede en el Distrito de Taichung (en el centro de Taiwan), el ERCT tiene como meta registrar la historia natural de la isla y, a partir de la educación medioambiental, construir una nueva cultura de Taiwan basada en la ética de la tierra y en una conciencia natural; asimismo, confía en estimular la investigación ecológica no gubernamental y la cooperación con otros países. Entre 1991 y 1995 había llevado a cabo trabajos de investigación en temas sociales urbanos de carácter tan diverso como parques, negocios de prostitución, arbolado de las calles, consumismo, precios o agua potable; después comenzó a publicar un promedio de dos estudios mensuales, atrayendo la atención de los medios de comunicación. A partir de 1995 el ERCT se ha dedicado a investigar, escribir y publicar sobre la historia natural de Taiwan; tres volúmenes sobre la vegetación aparecen a menudo en las listas de fin de año para “mejor libro”, y la página web de la Oficina de Información del Gobierno alaba el primero de la serie por “intentar plasmar en detalle la memoria profunda de esta tierra y presentar su perspectiva de futuro conectando los mundos de la vida pasada y actual. [El libro] transmite una imagen sólidamente fundada en nuestra madre patria, al mismo tiempo que un discurso NeoTaiwanés”.

En 1997 el ERCT, conjuntamente con la Fundación de Consumidores Verdes de Taipei, lanzó un “Plan de Salvación Verde” para las regiones urbanas, zonas rurales y bosques de montaña. Dicho plan concede gran importancia a la formación de profesores de ecología, investigadores locales y el público para lograr una conciencia civil y medioambiental. Los profesores que completan el plan deben ser capaces de diseñar materiales, dictar cursos y llevar a grupos de expedición ecológica; de los investigadores se espera que realicen investigación independiente en temas locales de ecología natural y sociedad humana, reuniendo los resultados en materiales de enseñanza y libros, tanto profesionales como populares, sobre las relaciones entre los seres humanos y el entorno; por otro lado, y en línea con el esfuerzo por implantar nuevos movimientos verdes, en agosto de 1999 se impartirán cursos destinados a formar una tercera promoción de “predicadores medioambientales”. “El sector privado puede ser muy activo de muchas formas”, dice Chen Yueh-fong. “En estos últimos años las cosas en la educación han estado funcionando de forma diferente a la habitual: ahora es el sector privado quien espolea al Gobierno con sus avances”.

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La Sociedad de la Naturaleza (SOW, siglas en inglés) también se ha centrado en la educación, especialmente la infantil. “Es ya demasiado tarde para educar a unos adultos atrincherados en sus ideologías y parámetros vitales de siempre”, dice el presidente de la junta de la SOW, Hsu Jen-shiu. “Pero podemos educar a nuestros futuros legisladores, empresarios y miembros del Gabinete, que hoy tienden a considerar que ciertos problemas no lo son en absoluto”. El cree que a un niño que se ha emocionado ante el mundo de la naturaleza le preocupará más que a nadie ver a ésta sufrir. La SOW quiere llevar a los niños a la naturaleza y hacerlos experimentar el esplendor de su belleza, de modo que encuentren felicidad en ella y aprendan a respetarla; para cumplir con ese objetivo, la SOW precisa que le sean donadas, confiadas o incluso vendidas más zonas naturales.

A partir de su creación en 1995, la SOW ha atraído a más de 2.000 familias. A corto plazo, se propone poner en marcha cursos intensivos de formación, reunir talento, abrir sucursales y aumentar su número de miembros para poder llegar a contar con más capital y servicios. En un futuro menos inmediato, se celebrarán encuentros internacionales sobre temas tales como ética de la tierra, parques nacionales y diversidad de las especies. La SOW espera, además, poder colaborar con los sistemas de educación dominantes a fin de que los intérpretes que salen de su seno tengan garantizado un certificado oficial y la posibilidad de enseñar en los colegios, fomentando así la educación infantil. Otra idea es adquirir escuelas abandonadas y convertirlas en centros educativos (uno, al menos, en cada distrito o ciudad) donde, entre otras cosas, se ofrezcan cursos de formación de profesorado y estudiantes procedentes de la ciudad puedan distraerse unos días en un entorno natural antes de su graduación. El objetivo a largo plazo es la adquisición de áreas verdes con carácter de “aulas de la naturaleza” en las que el guarda lleve a los niños de observación.

El primer terreno adquirido y supervisado por la SOW, confiado por el Consejo de Agricultura a la organización a través del Gobierno Municipal de Chupei, es uno en la zona litoral del Distrito de Hsinchu dedicado al cultivo de plantas insectívoras. Según expertos que han estudiado los expedientes y documentos académicos pertinentes, es casi seguro que dos especies insectívoras (una de ellas la Drosera indica) sólo crecen en esa región del Distrito de Hsinchu. Además, en opinión de un miembro de la delegación de la SOW en Hsinchu, no por carecer de valor económico ha dejado ese pequeño trozo de tierra de llenar de enorme satisfacción, felicidad y significación espiritual las vidas de quienes se hallan entregados a trabajos de observación ecológica. Una vez los resultados de este esfuerzo de conservación restauradora se hagan visibles, la SOW tiene pensado construir plataformas desde las que los niños puedan observar las plantas sin causarles daños. “Su capacidad para ocuparse de todo eficazmente, mediante expertos y voluntarios que forman parte de sus propios recursos”, explica Hsu, “da fe de la vitalidad de estas organizaciones. El Gobierno apenas puede hacer nada, e incluso espera que nos hagamos cargo de la reserva a título permanente”.

El ERCT, por su parte, también está intentando sacar adelante un proyecto para “comprar tierra y remendar el cielo” que conlleva la recuperación de un bosque natural del que, eventualmente, se hará entrega al gobierno para que lo integre en su administración única. Hasta la fecha se han comprado dos terrenos; en una de las muchas causas (tristemente) interesantes de este proyecto, los comentarios del propietario resultaban muy reveladores: “Todos los que se han acercado a ver el terreno pretendían desarrollarlo. ¡Sólo a ustedes se les ha ocurrido venir a recuperar el bosque que tres generaciones de mi familia, incluyendo mi abuelo, mi padre y yo mismo, hemos estado matándonos por arrancar!”.

n lo que se refiere a los planes actuales del Gobierno, el sector privado conservacionista tiene muchas sugerencias que hacer; por ejemplo, hay que diseñar cuanto antes un programa a largo plazo para las tierras del Estado, y la clasificación del territorio forestal figura también en la lista de prioridades. “No podemos talar sin más los árboles que necesitamos”, dice Chen Yueh-fong, “y dejar para reservas forestales unos cuantos árboles inútiles”. Un programa sólido para las tierras del Estado debería ser integrador, inequívoco y coherente, consintiendo un mínimo de excepciones y trascendiendo el mero utilitarismo. Por otro lado, son muchas las voces que exigen un reajuste entre las organizaciones gubernamentales a fin de contar con una dirección coordinada y un claro reparto de responsabilidades. “Para empezar”, dice Hsu Jen-shiu, “adscribir la Dirección de Parques Nacionales, una institución en las antípodas de los trabajos de construcción, a la Administración de Construcción y Planificación del Ministerio del Interior viene a ser algo así como ‘confundirse de padres y acabar en el útero equivocado’”. El resultado es que una gran parte del presupuesto de parques nacionales va a parar a trabajos de construcción, y sólo una exigua cantidad a conservación y educación.

El desorden administrativo también está causando estragos en el sistema de parques nacionales: por ejemplo, en el de Kenting se dan cita nada menos que once organizaciones competentes tales como la Dirección General de la Fuerza de Servicios Combinados del Ministerio de Defensa, la Comandancia de Guardacostas, el Buró Forestal de Taiwan y el Instituto de Investigación Forestal de Taiwan del Gobierno Provincial de Taiwan, la Compañía de Electricidad de Taiwan, el Cuerpo Juvenil de China y los gobiernos locales. “Pregunto yo en broma”, dice Hsu, “¿quién va a acudir a apagar el fuego si el bosque se quema?”. La solución básica pasa por una metamorfosis institucional: habría que retirar los parques nacionales de la supervisión de gente cuya especialidad es la construcción. Y, antes que nada, debería crearse una organización para la conservación de la naturaleza a nivel de Gabinete que se encargue de coordinar los diversos esfuerzos para la preservación de los recursos naturales.

Taiwan es una isla de montañas cubiertas de bosques, algo de lo que la mayoría de los ciudadanos no parece consciente. “¿Cuánta gente ha conseguido alguna vez escapar al ambiente artificial en que se desenvuelven desde que se levantan hasta que se acuestan?”, pregunta el investigador Yang Kuoh-cheng del ERCT. “La gente está demasiado inmersa en sus rutinas como para preocuparse por el medio ambiente”. ¿Cómo conseguir que cambie la situación? Quizá simplemente siguiendo la exhortación de un folleto de la SOW: “Volvamos a la naturaleza y recuperemos recuerdos y placeres olvidados”.

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