07/05/2024

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Taiwán Hoy

Aprender a reflexionar, reflexionar para aprender

01/09/1999
Aprender a reflexionar, reflexionar para aprender

Décadas de énfasis en el crecimiento económico han dejado a muchos isleños con una sensación de vacío espiritual. Algunos intentan llenarlo con la reflexión acerca de las intangibles cualidades del arte de los museos.

or qué no reemplazan con estanterías de libros sus aparadores y dejan el placer de los licores por el del arte?”, aconsejaba Chiu Chuang-huan, ex gobernador provincial de Taiwan, en su discurso de inauguración de la “Muestra de pintura de la familia feliz” en el Museo de Arte de Taiwan en marzo de 1990. En esa alocución, Chiu instaba al público a enriquecer su vida espiritual y cultural para alumbrar una sociedad no solamente próspera sino además ilustrada. A pesar de que desde entonces no han disminuido significativamente las ventas de alcohol, las muestras de arte y otras manifestaciones culturales parecen haber conseguido abrirse un hueco en la lista de actividades de tiempo libre de mucha gente.

“Hace no mucho, las muestras de obras maestras de Picasso y de pinturas procedentes del Musée d’Orsay de París atrajeron grandes multitudes. Aunque es verdad que se debió, en cierta medida, a unas inteligentes campañas en los medios de comunicación, su éxito también indica que la gente está cada vez más interesada en acudir a exposiciones de arte”, afirma Lin Mun-lee, directora del Museo de Bellas Artes de Taipei, uno de los tres museos públicos de arte de Taiwan. En la internacionalizada Taipei, así como en otras partes de Taiwan, el número de amantes del arte no deja de crecer.

Según Huang Yu-chin, conservadora jefe en el departamento de educación del Museo de Arte de Taiwan de Taichung, en el centro de Taiwan, la cifra total de visitantes de su museo ha aumentado en un veintiséis por ciento entre 1989 y 1998. Una experiencia similar relata Huang Tsai-lang, director del Museo de Bellas Artes de Kaohsiung en el sur de Taiwan: “Antes venían al museo unas 300 personas los días de entre semana y 2.000 los sábados, domingos y días feriados, pero últimamente hemos llegado a recibir 700 entre semana y 3.000 los demás días”, dice Huang.

Huang señala, asimismo, que la exposición de pintura impresionista y postimpresionista del Musée d’Orsay en 1997 atrajo 420.000 visitantes en un período de tiempo de dos meses. “Este entusiasmo es prueba del interés por, y demanda de, actos culturales por parte de los residentes del sur de Taiwan”, observa Huang.

En los últimos años ha crecido en Taiwan el número de amantes del arte, pero hay quien piensa que no a la velocidad suficiente --entre otros, el director Huang. “La historia de los museos de arte públicos en Taiwan no alcanza los veinte años y mucha gente aquí aún no entiende o valora el arte de museo; por eso las cifras de visitantes no son tan altas como cabría esperar”, dice Huang.

A fin de contribuir a que más gente comprenda la función de un museo de arte y extender la afición por éste, al mismo tiempo que celebran exposiciones y llevan a cabo investigación los museos de Taiwan están concentrando más sus esfuerzos en el terreno de la educación artística. De esta forma han dejado de ser únicamente lugares donde la gente hace cola para ver una exposición, desarrollando modos innovadores de fomentar las artes y extendiendo los límites tradicionales del museo para poder llegar a todos los estratos de la sociedad.

Aprender a reflexionar, reflexionar para aprender

Los museos taiwaneses se hacen eco de la importancia que actualmente se concede al igualitarismo y pretenden desarrollar programas educativos que se ajusten a las necesidades particulares de diferentes sectores de la sociedad.

En un proyecto del Museo de Arte de Taiwan bautizado “Embellecer el pueblo, pintar a la comunidad”, se pretende hacer participar a la gente de las comunidades vecinas junto al personal del museo en actividades tan diversas como seminarios, muestras de las obras de artistas locales y formas creativas de entretenimiento. “Cuando lo llevamos a la práctica en una pequeña localidad cerca de Taichung, buen número de gente mayor agarró su bastón y se puso en camino hacia la sede de la asociación de agricultores del lugar, donde habíamos organizado una exposición. Muchos de ellos se emocionaron al encontrarse con cuadros de edificios que no habían visto desde su derribo”, dice Huang Yu-chin. Mediante ésta y otras iniciativas se aspira a acercar el arte a la vida de quienes, en principio, pueden estar menos dispuestos a acudir a un museo.

El Museo de Arte de Taiwan también envía personal a dar cursos de arte en organismos públicos, con la esperanza de hacer entender a un mayor número de gente el papel de este tipo de institución en la sociedad y atraerla a disfrutar de sus exposiciones. El Museo de Bellas Artes de Kaohsiung coordina una actividad similar, “Embajadores del arte”, mediante la cual trata de poner en contacto a los entendidos en arte con la gente de las comunidades locales, esperando sensibilizarla acerca del valor de las obras expuestas habitualmente en el museo. “Hasta el momento estos embajadores se han limitado a presentar tal o cual muestra, pero es posible que en un futuro próximo incluyamos una serie de temas tales como la historia del arte chino, por ejemplo”, dice el director Huang.

Otra forma importante de promover la educación artística es cooperar con las organizaciones educativas. En esa línea, el Museo de Bellas Artes de Taipei cuenta con un semanal “día del profesor”, en el cual los profesores pueden acudir gratis a visitar las exposiciones del museo y recoger información y materiales para sus clases. “Los profesores se muestran muy deseosos de volver después de haber sido tratados por el museo durante ese día con honores de invitados especiales; y, como la mayoría emplean esos materiales en la clase, sus estudiantes también acaban saliendo beneficiados”, comenta la directora Lin.

Con un espíritu educativo similar, el Museo de Bellas Artes de Kaohsiung dispone de un aula de recursos artísticos en la que se exponen introducciones básicas al arte y se ofrecen a los visitantes las instalaciones necesarias para que creen sus propias obras. “El programa anima a todas las escuelas de la zona a sacar partido de estos recursos, combinando el proceso de aprendizaje en la escuela con actividades educativas en el museo”, dice el director Huang.

El Museo de Arte de Taiwan ha desarrollado una estrategia aún más dinámica para llevar el arte a los recintos escolares: su “Museo Ambulante de Arte” se propone brindar la oportunidad de disfrutar del arte a los estudiantes que viven en zonas apartadas. “Desde el año pasado, y con la ayuda de un camión especialmente diseñado para ello, llevamos algunas de las obras de arte del museo hasta escuelas primarias situadas en áreas remotas. Los tres días que dedicamos a presentar los cuadros y dar cursos de pintura creativa sirven para transmitir algunos conocimientos a los estudiantes”, dice Huang Yu-chin. Explica también cómo, después de tener lugar la actividad, ayudan a las escuelas a crear su propio “museo germinal” --que algunas de éstas han empleado luego para exponer los trabajos de los alumnos.

os museos de arte de Taiwan han advertido el valor de abandonar los confines propios del museo para llegar hasta la gente. “Escuchar a los expertos es una forma de ejercitar la educación artística, pero desde luego no la única”, comenta Lin Mun-lee. Ella concede gran importancia a la interacción personal del público con la obra creativa porque, según dice, “gente diferente responde de forma diferente ante una obra de arte, y lo que nos interesa son las reacciones del público”. Su museo ha dado pruebas del respeto que siente hacia las opiniones de sus visitantes reservándoles un espacio donde expresar su valoración de lo exhibido; tales opiniones irán después a una página web desde la que podrán atraer a más gente a las exposiciones.

El Museo de Bellas Artes de Kaohsiung, por su parte, ha diseñado un curso especial en el que cuatro o cinco expertos especializados en campos diferentes discuten con los participantes; Huang quiere que éstos, tras el coloquio, se queden tan satisfechos como si hubieran estado charlando y tomándose unas copas con sus amigos en el pub. “En la sala de conferencias, en vez de las clásicas hileras de sillas hemos colocado sofás, y la gente puede decidir libremente si se arrellana en uno de ellos o se sienta en el suelo. Todo el mundo puede expresar su opinión y preguntar lo que le parezca sin miedo de que nadie se ría de él”, explica Huang.

Los museos taiwaneses se hacen eco del actual hincapié en el igualitarismo y pretenden desarrollar programas educativos que se ajusten a las necesidades particulares de diferentes sectores de la sociedad. A este respecto, se puede decir que el Museo de Bellas Artes de Taipei ha encontrado un particular equilibrio en su enfoque de la educación artística: “Me ha preocupado mucho llegar a los discapacitados mentales y los invidentes, y por eso hemos diseñado servicios especiales de guía para ellos”, dice la directora Lin. El museo de Lin ha mantenido consultas con numerosos profesores y expertos en un esfuerzo por organizar recorridos especiales que permitan a estos colectivos apreciar la belleza del arte. “Es una equivocación darle los mismos materiales a toda la gente. El contenido explicativo debe cambiar según cuáles sean las necesidades del grupo en cuestión, de la misma forma que los materiales para gente con un historial educativo diferente tampoco tienen por qué ser iguales en cada caso”, dice Lin.

El Museo de Bellas Artes de Kaohsiung también es consciente de las necesidades únicas de las diferentes clases de público que recibe. Por ejemplo, Huang Tsai-lang cree que si el museo trata de transmitir demasiada información de una sola vez a personas poco familiarizadas con el arte, éstas pueden perder la paciencia y terminar resistiéndose a volver: “A gente que está acostumbrada a ver la televisión después de hacer un poco de ejercicio o de kungfú chino por la mañana temprano, sólo intentamos introducirles de forma elemental en lo que es la apreciación del arte”. Pero con otros que ya han asistido a clases de arte, el museo dedica al menos cuarenta y cinco minutos a la presentación de cada muestra. “Se consiguen mejores resultados ofreciendo distintos tipos de visita a gente con distinto nivel educativo”, dice Huang. Este mismo principio lleva al museo a preparar materiales diferenciados en función de la edad de su clientela: “A fin de obtener un resultado óptimo, hemos diseñado un juego de folletos para los adultos y otro para los niños”, dice Huang.

Los esfuerzos de los museos de Taiwan por fomentar la educación artística pública no han pasado desapercibidos. Victoria Lu, profesora asociada de diseño de comunicaciones visuales en la Universidad de Shih Chien y conocida crítica de arte local, está en buenas condiciones de juzgar los puntos fuertes y débiles de la actual situación. “Soy de lo más optimista”, dice. “Los museos eran antes bastante pasivos, pero en los últimos tiempos han estado recurriendo a fórmulas cada vez más innovadoras e interesantes para la promoción de la educación artística”. No obstante Lu también piensa que los museos públicos de Taiwan presentan numerosos problemas en los aspectos relativos a gestión administrativa y de personal, y cree que deberían abordarse cuanto antes.

“Conozco a muchos empleados de museo que han llevado a cabo desde sus puestos, durante años, una dura y callada labor; sin siquiera ser promocionados, no se puede decir que su dedicación esté siendo recompensada debidamente”, dice Lu; y lo peor, sostiene, es que bajo el sistema actual alguien sin el más mínimo interés por el arte puede perfectamente terminar adscrito a un museo del Gobierno. A Lu le preocupa que este estado de cosas llegue a entorpecer el fomento público de la educación artística: “Dudo mucho que unos empleados sin interés por el arte vayan a poner gran empeño en ello”.

Otro posible problema, como cabría esperar, es el de la financiación --y, a este respecto, el Museo de Arte de Taiwan ofrece un interesante, por más que triste, ejemplo de hasta qué punto el buen funcionamiento de un museo se halla ligado a la fría y dura realidad de las cifras y de cuán seriamente puede repercutir la amenaza de restricciones presupuestarias en los planes de mejora de instalaciones y programas. Recientemente, el edificio del museo fue calificado por una fundación privada dedicada a la investigación como de “peligroso arquitectónicamente” por la caída de azulejos de sus paredes y deficiencias estructurales, y uno de los periódicos locales llegó al extremo de sugerir que se proporcionara un casco a los visitantes al entrar. Lo trágico es que, con recortes en los presupuestos, los administradores del Museo de Arte de Taiwan no saben cuándo podrán llegar a emprender tareas de reconstrucción, y mucho menos llevar a la práctica nuevos programas educativos. “A causa de la gran reducción presupuestaria que ha traído consigo la reestructuración del Gobierno Provincial de Taiwan ha habido que anular muchos proyectos. En mi departamento, este año, el presupuesto ha pasado de siete u ocho millones de Dólares Nuevos de Taiwan a sólo dos”, dice la conservadora jefe Huang.

El Museo de Bellas Artes de Taipei tiene la misma queja: “Si nos atenemos al viejo dicho de ‘Tanto dinero, así de trabajo’, la verdad es que no podemos hacer mucho”, afirma la directora Lin; y explica, flemática, cómo a veces no sabe de dónde van a salir los fondos para un programa incluso cuando éste se halla ya a punto de ser lanzado. “El Gobierno no nos ofrece recursos económicos ni humanos suficientes --deberá reforzar su ayuda”, sostiene Lin. Para ella, la mayoría de los políticos que afirman que quieren ayudar lo dicen a humo de pajas.

ara muchos promotores, sin embargo, el principal obstáculo a la educación artística del público es el propio público. “Los beneficios del fomento del arte no son muy evidentes a corto plazo, así que son muchos los que, en vez de invertir su dinero en ello, prefieren gastárselo en un banquete de lujo”, dice el conservador jefe Huang, del departamento de educación del Museo de Arte de Taiwan. Y esa misma preocupación manifiesta la directora Lin, del Museo de Bellas Artes de Taipei: “Sí es cierto que hay más gente ahora que presta atención al arte, pero tampoco son tantos los que entienden realmente su significación y nos echan una mano”, dice Lin.

La crítica de arte Victoria Lu advierte acerca de otra clase de circunstancias que ella considera un grave problema para los promotores de la educación artística en Taiwan: el tratamiento de preferencia que, a menudo ímplicitamente, conceden los museos de Taiwan a las culturas de los que comúnmente se denominan “países avanzados”; y explica cómo, en los últimos años, “ha habido un florecimiento de actividades culturales en Taiwan y, sin embargo, parece que la mayoría de las exposiciones de gran envergadura han presentado arte de procedencia occidental --Estados Unidos y Europa”. Ella piensa que “un exceso de atención hacia estas culturas y un mínimo de interés por las de Asia, Africa y el Oriente Medio tendrá un efecto negativo en nuestra próxima generación. Espero que los museos se den cuenta de este problema e incorporen más culturas a la promoción de las artes”.

Aunque los tres museos públicos de arte de Taiwan se han venido enfrentado con obstáculos de diversa índole, continúan sembrando las semillas del trabajo creativo; queda por ver cuáles son los frutos, pero dado el aumento en el nivel de bienestar de la isla, junto con la cada vez mayor importancia concedida a la calidad de vida, el número de amantes del arte no puede sino aumentar. En cualquier caso, es más la gente que ha empezado a reflexionar sobre las implicaciones del consejo de Chiu Chuang-huan de que, comparada con los pasajeros placeres materiales, la intemporalidad del arte puede contribuir a la felicidad de un hogar --y la prosperidad tocada de buen gusto, a la madurez de la sociedad de Taiwan en general.

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