05/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Una época de alegría

01/01/2000
El Templo Lungshan en Taipei es un semillero de actividades durante el Año Nuevo. Aquí, los jaraneros compiten entre sí para acertar adivinanzas y ganar premios durante el decimoquinto día del primer mes lunar.

Antaño, los chinos consideraban el invierno la época para descansar tras la faena de las cosechas otoñales: el período para deshacerse de los restos del año viejo y prepararse para el nuevo. Por miles de años, los chinos y otras razas asiáticas han celebrado el inicio de cada nuevo año lunar, creando tradiciones y costumbres para conmemorarlo y participando en actividades que se llevan a cabo solamente en esta época tan especial. El Año Nuevo continúa siendo el mayor festival a ambos lados del Estrecho de Taiwan, y también en cualquier lugar donde haya un número significativo de chinos —el equivalente oriental a una combinación del Día de Acción de Gracias y la Navidad. La única diferencia entre las celebraciones en Taiwan y en China continental por un lado, y las de países como Corea del Sur, Malasia, Singapur y Vietnam por el otro, es que las vacaciones de Año Nuevo tienden a ser más cortas en éstos últimos.

La especial atmósfera de Año Nuevo es única, y sólo se observa en esta época del año. Así como ocurre con las principales fiestas en otros lugares es, predominantemente, una época para los niños. “Me encanta celebrar el Año Nuevo”, dice entusiasmada Kitty Yang, una niña de siete años que, como siempre, pasará las vacaciones en el pueblo natal de su padre en el distrito de Changhwa, aun cuando la familia reside en Taipei. “Puedo ver a muchos otros niños y jugar con ellos. Por eso es que me gusta”.

La idea de reunirse con otros es uno de los aspectos más importantes de casi todas las celebraciones de Año Nuevo. En Taiwan, la gente celebra tres festivales importantes: además del Año Nuevo, el Festival de los Botes Dragones, correspondiente al quinto día del quinto mes lunar, y el Festival de Medio Otoño, que se celebra el decimoquinto día del octavo mes lunar —fechas que suelen caer en junio y septiembre respectivamente. De estos tres, sin embargo, el Año Nuevo siempre ha gozado de mayor importancia en las sociedades chinas, en gran medida porque es el tiempo de las reuniones familiares. Los miembros de la familia, por lo general, no se ven mucho durante el resto del año, pero en el Año Nuevo todo el mundo se toma unos días libres para reunirse con sus familiares y amigos. “Espero ansiosa el momento de ver a mis primos”, dice Gilliam Shen, una profesional que vive en Taipei y que anualmente hace un viaje a su pueblo natal en el distrito de Tainan. “Apenas nos vemos durante el resto del año, pero una vez al año, sin falta, todos nos reunimos en la casa de mi abuelo para celebrar el Año Nuevo”.

En Taiwan, la fiesta nacional del Año Nuevo dura por lo menos cuatro días, comenzando en la víspera de Año Nuevo, chu-hsi, que este año es el 4 de febrero. La duración de la festividad no es de mucha importancia para los estudiantes, porque sus vacaciones de invierno que duran un mes, coinciden con ésta. Para Kitty Yang, esto también es un motivo de emoción: significa la inminente llegada de las vacaciones escolares.

La atmósfera de fiesta no se limita a esta festividad. Mucho antes de que cierren los bancos y las oficinas, los vendedores ambulantes ya comienzan a buscar el mejor lugar para exhibir sus “afiches de primavera”: rollos de papel rojo decorados estéticamente con mensajes de buena suerte. Algunos callejones, tales como la Calle Tihua en Taipei, adquieren un ambiente poco usual, repleto de amas de casa en busca de especialidades típicas del Año Nuevo. Por los altavoces de las tiendas se pueden escuchar canciones de Año Nuevo y música china tradicional, llenando el ambiente de cierto sentimentalismo. Claro, no podían faltar las rebajas de fin de año, para atraer a las personas que cargan los bolsillos llenos de dinero tras haber recibido el tradicional bono anual que se otorga siempre en esta época del año. En muchos aspectos, se parece a la Navidad, pero sin el acebo ni la hiedra, ni la nieve ni los cascabeles.

Varios días antes de la víspera de Año Nuevo, mucha gente cumple con la costumbre de asear la casa para el fin de año. Aquellos que viven lejos de sus familias también emprenden su regreso a casa. Para tratar de evitar el congestionamiento del tráfico, mucha gente parte un día antes, en la que se ha dado en llamar “pequeña” víspera de Año Nuevo. En las ciudades grandes como Taipei, la situación del tráfico cambia fenomenal y positivamente durante estas festividades porque muchos de sus residentes, naturales de otras partes de la isla, vuelven a sus pueblos natales llevándose sus vehículos con ellos. Pero por otra parte, los trenes, autobuses y aviones van repletos. Los boletos se agotan el mismo día en que salen a la venta, y mucha gente acampa en bolsas de dormir para poder hacer las reservaciones que desean —cualquier alternativa es preferible a estar sentado en un automóvil, rodeado por otros más, durante las aproximadamente doce horas necesarias para llegar a Kaohsiung desde Taipei durante estas vacaciones (la distancia entre ambas ciudades es de sólo 350 kilómetros, aproximadamente 218 millas).

Sin embargo, a pesar de lo difícil que pueda resultar el viaje, todos los inconvenientes habrán valido la pena una vez que toda la familia se encuentre reunida alrededor de la mesa, preparándose para compartir la comida más importante del año —la cena de la víspera de Año Nuevo. Tradicionalmente se colocaba una estufa de carbón debajo de la mesa para calentar a los comensales, pero hoy día ésta ha sido reemplazada por los calentadores eléctricos. Habrá mucha comida y muchos platos, uno de los cuales seguramente será un “estofado chino”, que lleva numerosos ingredientes cocinados lentamente en caldo sobre una estufa eléctrica. La comida es uno de los aspectos principales durante cualquier celebración china, y ésta es quizás la más importante. “Los chinos suelen mostrar su hospitalidad y afecto sirviendo buena comida en lugar de expresarse oralmente con frases como ‘Te quiero’ y otras”, dice Shyu Woei-shyong, psiquiatra en el Hospital Cheng Hsin de Taipei.

Para los adultos de la familia, la cena representa una buena oportunidad para conversar a gusto. Para los niños, significa algo más. “Cuando era pequeño, la mejor parte del Año Nuevo eran los regalos: dulces y hong pao (literalmente ‘sobre rojo’, hace referencia al dinero en efectivo colocado dentro de un sobre rojo) de nuestros padres, abuelos y otros miembros de la familia”, dice Hsiao-yin Josephine Hsueh, que trabaja como periodista en el área de la Bahía de San Francisco. “Fuera del Año Nuevo, no había otra época en la que me sintiera más satisfecha y feliz”. Pero nada dura por siempre, por supuesto, y ahora cuando los jóvenes llegan a la edad de tener un empleo de jornada completa, son ellos los que dan “sobres rojos” a sus padres, como muestra de piedad filial. Para algunos padres, sin embargo, los hijos siempre serán niños, y por ello, en algunas familias, los hijos continúan recibiendo sobres rojos hasta que contraen matrimonio.

Se pueden observar ciertas semejanzas con los festivales occidentales una vez terminada la cena, cuando todo el mundo se acomoda para ver la televisión, disfrutar de las golosinas y jugar al mahjong, un juego tan típico del Año Nuevo Chino como el de las adivinanzas en una Navidad británica tradicional. Luego, alrededor de la medianoche, llega la hora de la diversión. Mucha gente juega con fuegos artificiales en las calles, mientras las más tranquilas llaman por teléfono a todos los que se encuentran en su libreta de teléfonos para intercambiar felicitaciones y platicar sobre los acontecimientos del año recién concluido. “¡Feliz Año!” “¡Buena suerte, gana dinero!” Apenas comienzan a oírse esas palabras, puede estar uno seguro de que el Año Nuevo realmente ha comenzado.

El Año Nuevo Lunar desafía los límites territoriales. La festividad no deja de celebrarse dondequiera que haya un grupo significativo de chinos. “Cuando estudiaba en la Universidad de Missouri, el Año Nuevo siempre caía a mediados del semestre, cuando tenía la mayor presión”, dice Hsiao-yin Josephine Hsueh, quien inicialmente fue a Estados Unidos a cursar estudios hace unos ocho años. “Pero mis amigos y yo buscábamos la forma de reunirnos y preparar un estofado chino o empanadillas para celebrar este festival. El Año Nuevo era la época en la que más extrañábamos a nuestras familias y amigos”.

Ahora que Hsueh vive en San Francisco, al menos no tiene la preocupación de hallar alimentos tradicionales de Año Nuevo. “Durante el Año Nuevo, las comunidades chinas en las principales ciudades estadounidenses están siempre llenas de chinos de ultramar comprando comida, regalos y otros artículos”, dice ella. “Cualquier cosa que busque, allí la encontrará”.

Rick Wang, quien actualmente trabaja como programador en Los Angeles, también añora su hogar en esta época del año. “Tenemos que trabajar incluso en la víspera de Año Nuevo, por eso ese día sólo puedo llamar por teléfono a mi familia en Taiwan”, dice Wang, quien lleva ya siete años en Estados Unidos. “Sin embargo, la gente con amigos y parientes aquí elige generalmente un fin de semana próximo al Año Nuevo para reunirse a comer”.

Las celebraciones de Año Nuevo mantienen su incomparable importancia tanto en Taiwan como en el extranjero, pero la atmósfera festiva se siente cada vez menos animada. Hace menos de una década, era común ver a los jóvenes jugando con fuegos artificiales en las calles de Taipei durante el Año Nuevo, y los padres solían acicalar con vestimenta nueva a sus hijos y sacarlos de paseo, lo que causaba mucha emoción en la familia. Pero hoy, a medida que la gente se ha ido enriqueciendo, es posible adquirir ropas nuevas durante todo el año, y a los niños les quedan muchas otras actividades para entretenerse aparte de jugar con fuegos artificiales. Existe un sentimiento general de que esta fiesta no es tan “especial” como lo era antes. Las expectativas de la gente ya no son las mismas.

Chang Wen-ching, de setenta años, observa pocas semejanzas entre cómo la gente celebra ahora el Año Nuevo y cómo se celebraba cuando él era un niño en la provincia de Shandong, al norte de China continental. Han ocurrido muchos cambios y, para él, no son positivos. Recordando los días de su niñez en una sociedad predominantemente agrícola, Chang piensa que ese sentimiento único que en épocas pasadas se experimentaba durante el Año Nuevo, se debía en gran parte a su contraste con la pobreza en que se vivía el resto del año. “En Taiwan, hoy día la gente come más durante el Año Nuevo, pero aparte de esto no se siente realmente ese espíritu de celebración”, dice con tristeza.

El apego al hogar, típico del Año Nuevo, ya no es tan firme como antes. Ciertamente, muchos residentes de la isla prefieren quedarse en casa para celebrar comiendo, platicando, jugando mahjong o viendo los diversos programas de variedades de la televisión. Sin embargo, muchas más personas están optando por salir a comer en un gran hotel, para así ahorrarse el inconveniente de preparar un gran banquete. Esos establecimientos, entre los pocos que no cierran durante el Año Nuevo, ofrecen una enorme variedad de platos. Otras personas viajan al extranjero para unas mini vacaciones de invierno en lugares soleados. Los boletos de avión son mucho más caros durante la época de fiestas, pero el problema del precio es compensado por la disponibilidad de días libres, difíciles de tener durante otras épocas del año. Para algunas familias, el Año Nuevo representa su única oportunidad de viajar juntos.

Dondequiera y como sea que se pasen estas vacaciones, casi todo el mundo desea pasarlas con sus parientes. Después de todo, el Año Nuevo es un festival fundado en los valores familiares tradicionales. No obstante, las columnas están comenzando a desmoronarse a medida que la sociedad de Taiwan toma mayor interés en la posición y el significado del individuo. El matrimonio aún sigue siendo una institución importante, pero ya no es sacrosanta. Según cifras del Ministerio del Interior, el índice de divorcio en Taiwan es el más alto entre los países asiáticos. En 1998, hubo más de 43.000 divorcios —aproximadamente dos parejas taiwanesas de cada mil terminan separándose— y esta cifra continúa aumentando.

Igualmente, los padres actuales ejercen menos influencia en sus hijos, quienes prefieren, cada vez más, vivir solos sin el inconveniente de la supervisión de los padres. Pero esto puede causar problemas. “Odio el Año Nuevo”, dice Gillian Shen, a pesar del hecho de que disfruta viendo a sus primos. El año pasado durante esta época tuvo una seria discusión con sus padres porque querían casarla con un hombre que no le gustaba.

Como pueden corroborar muchos que han pasado un interminable Día de Acción de Gracias o una Navidad con su familia, la intimidad obligada, algunas veces, tiene precisamente un efecto opuesto al deseado. Los que celebran el Año Nuevo Chino también están al tanto de esto. Cuando comienzan a llover las preguntas, no hay en dónde esconderse. “¿Estás saliendo con alguien?” “¿Cuándo planeas casarte?” Y para las parejas casadas: “¿Cuándo van a tener por fin un bebé?” Algunas personas prefieren pensar que estas preguntas son una expresión de preocupación familiar, pero no todos las toleran. Yu Chun-po, de 25 años de edad, originario de Chiayi, al sur de Taiwan, vive solo en Taipei. “No pienso ir al sur este año durante el Año Nuevo”, dice. “Mis parientes siempre me hacen las mismas preguntas. Quiero hallar una buena excusa para quedarme en Taipei”. Yu ha resuelto privadamente no casarse nunca, complicando doblemente el asunto cuando las preguntas se dirigen hacia su vida personal.

Yu se contenta con pasar las vacaciones solo, o quizás con algunos amigos. Pero la gente que por razones ajenas a su voluntad se queda sola, como los supervivientes del terrible terremoto que devastó el centro de Taiwan en septiembre de 1999, teme la llegada de este Año Nuevo. “Cuanta más gente vean disfrutando de reuniones familiares, más triste se sentirán”, predice Shyu Woei-shyong, del Hospital Cheng Hsin. Durante su formación psiquiátrica aprendió que, generalmente, se necesita entre uno y tres años para que una persona se recupere de la pérdida de seres queridos, y que durante este período tiende a sufrir problemas mentales durante festividades y ocasiones especiales como los cumpleaños o aniversarios de boda. “Creo que más víctimas del terremoto comenzarán a buscar orientación a medida que se acercan las fiestas en comparación con el resto del año”, dice.

A pesar de todos los cambios, derivados de la transformación económica y social de la isla y que han modificado algunas de sus tradiciones, el Año Nuevo Lunar sigue siendo esencialmente festivo, una época de alegría. Además, esta fiesta tiene una dimensión espiritual. Por ejemplo, en Taipei, cada víspera de Año Nuevo, montones de personas acuden al Templo Hsing Tien. Este es un popular lugar para la adoración en cualquier época, según Chan Ming-chin, su supervisor, pero durante el Año Nuevo se llena por completo —entre otras razones, porque muchos fieles traen consigo a sus hijos.

El Año Nuevo es un período de mucha actividad para los templos de Taiwan, repletos de gente elevando varas de incienso mientras rezan por su buena suerte. Algunos templos principales cierran antes de la medianoche en la víspera de Año Nuevo, mientras que ruidosas y emocionadas multitudes se reúnen en sus afueras. Al dar la medianoche, las puertas se abren y la gente se lanza para entrar y tratar de ser los primeros en colocar sus varas de incienso en el incensario. Según una antigua tradición, el ganador se verá bendecido con buena suerte por todo el año.

Otra fecha importante en el calendario se celebra poco después del Año Nuevo. El decimoquinto día del primer mes lunar se viene celebrando en las sociedades chinas con el nombre de Festival de los Faroles, pero en Taiwan tiene una particularidad especial. La noche de este festival, miles de personas llegan al pueblo de Yenshui en el distrito de Tainan, para presenciar uno de los espectáculos más extraños en Asia: una batalla de fuegos artificiales. Este evento es organizado por un templo local y consiste en encender una variedad de cohetes y petardos que, en lugar de apuntarse hacia arriba, se dirigen en dirección horizontal. A pesar del hecho de que los participantes utilizan cascos y ropas protectoras, todos los años ocurren muchos accidentes, en algunos casos bastante graves. La popularidad de este evento nunca se ha empañado; e incluso ha recibido apoyo oficial en forma de subsidio de parte del gobierno local. En calidad de ejemplo extremo de evento renao, es decir, con un ambiente caliente y bullanguero, como a los chinos les encanta, éste es uno difícil de superar.

Esta demostración anual de temeridad (o coraje, según el punto de vista) tiene una —tenue— base histórica en la que justificarse. Según Su Chung-shan, quien trabaja en el Departamento de Asuntos Civiles de Yenshui, en 1827 ocurrió una epidemia en el pueblo, y a la gente local se le ocurrió encender fuegos artificiales con el propósito de alejar la enfermedad. De esta manera, esto se convirtió en un evento anual que añade su toque distintivo propio a la festividad del Año Nuevo en Taiwan.

Una actividad más “tranquila” también asociada al décimo quinto día del primer mes lunar es el Festival de los Faroles de Taipei, celebrado anualmente desde 1990 en el Monumento Conmemorativo Chiang Kai-shek. El Buró de Turismo del Ministerio de Transporte y Comunicaciones es su principal organizador. Según el Buró, el festival de este año será un poco menos festivo como resultado del desastroso terremoto que afectó al centro de Taiwan el pasado septiembre. Se propuso, incluso, suspenderlo, en señal de respeto a las víctimas y sus familias, pero el evento atrae a enormes cantidades de personas de toda la isla y del extranjero, y se decidió que, por el hecho de haber alcanzado demasiada importancia, no podía cancelarse. Este año, sin embargo, se dispondrán áreas especiales para exhibir un mínimo de 10.000 faroles sobre los cuales se leerán oraciones y reflexiones ofrecidas por miembros del público.

La pieza central de este festival siempre ha sido un gran farol en la forma del animal que corresponde al año según el horóscopo chino, colocado en medio de la plaza central del monumento. El farol esta vez será un dragón gigante, considerado una de las criaturas que traen más suerte del zodíaco chino. Aparte de esta importante atracción, un sinfín de faroles eléctricos adornan las calles de los alrededores, muchas diseñadas a partir de temas clásicos chinos. El Buró de Turismo afirma que durante el período de tres a cinco días (dependiendo del año) que se prolonga el festival, más de un millón de visitantes se acercan para ver los faroles, incluyendo turistas del extranjero, muchos de los cuales vienen en giras que incluyen una visita al Festival de los Faroles como parte del itinerario.

Quizás es cierto que parte de la magia del Año Nuevo ha ido quedando atrás en la larga marcha hacia la industrialización seguida por Taiwan. Hoy día, los niños llevan faroles con baterías y bombillas en lugar de los de velas que llevaban sus antepasados en las procesiones durante el decimoquinto día del primer mes lunar. Pero los tiempos han cambiado, y la manera de celebrar se ha visto en la necesidad de cambiar también. Sin embargo, no existe el peligro de que el Año Nuevo quede relegado en el olvido: esta fiesta es un recuerdo compartido demasiado antiguo, demasiado arraigado, que no desaparecerá de la conciencia colectiva de los chinos. Para los extranjeros que suelen disfrutar de la Navidad tradicional y del Día de Acción de Gracias, el Año Nuevo chino podría ser un recordatorio saludable de que son más las cosas que unen a los seres humanos de culturas y creencias diferentes que las que los separan.

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