30/04/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Torres de marfil para todos

01/03/2000
La ceremonia de fundación del Centro Educativo para Adultos de la Comunidad de Yungho. La mayoría de los centros tienen menos de dos años de existencia.

iao Wei-jeng, jefe de cocina, ha encontrado finalmente la sal de la vida –tan difícil de hallar–tras muchos años de búsqueda. Cuando tenía diecisiete años, dejó sus estudios para dedicarse al arte culinario. Ahora Liao, de cuarenta años, está de vuelta en las aulas. Es una de las 840 personas que en septiembre de 1998 solicitaron la admisión en un recién inaugurado centro de aprendizaje para adultos, el primero de su tipo en Taiwan, ubicado en el distrito de Wenshan en Taipei. Desde entonces, se han creado otros centros alrededor de la isla: dos en el distrito de Taipei (Yungho y Hsinchuang), uno en el sector Shihlin en Taipei, otro en Dali en el distrito de Taichung, y el quinto en Hsinchu. Cada uno atrajo a más de mil aspirantes de sus respectivas zonas, excediéndose el número de cupos. Los elegidos fueron seleccionados al azar.

Los centros educativos para adultos ocupan una posición indeterminada en el sistema educativo de Taiwan. Son administrados de forma privada, aunque pueden recibir limitados subsidios financieros del Gobierno. Los estudiantes que completan sus estudios allí reciben un certificado por sus logros, pero hasta ahora, ese “diploma” no ha recibido ningún tipo de reconocimiento formal, y los “créditos” aprobados por los estudiantes no pueden transferirse para cursar carreras en otras instituciones. Los adversarios dicen despectivamente que estos centros no son más que lugares donde la gente va a aprender jardinería, y que raras veces se discuten en clase temas de profundidad intelectual. Los defensores, por otra parte, afirman que estos centros contribuyen a sentar las bases de la educación para adultos.

El origen de estos centros se remonta a 1994 con Huang Wu-hsiung, quien fue la primera persona en proponer la creación de lo que él llamaba “colegios comunitarios”. Para Huang, profesor de matemáticas en la Universidad Nacional de Taiwan y destacado reformista educativo, el asunto de mayor importancia era la extensión de la educación superior al público general. Deseaba que todas las personas mayores de dieciocho años tuvieran la oportunidad de entrar a un “colegio comunitario”, independientemente de sus calificaciones o nivel educativo.

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Dos ancianos cortan un pastel durante la ceremonia de inauguración del Centro Educativo para Adultos de la Comunidad de Yungho. Los estudiantes de edad avanzada contribuyen con experiencias, que los más jóvenes no han vivido, lo que los convierte no sólo en alumnos, sino en maestros.

Según Huang, esto era un simple asunto de justicia social. “Compare al hijo de un buhonero con el de un profesor”, dijo alguna vez. “Después de la escuela, el primero estará ocupado fregando platos y haciendo oficios; en cambio, el segundo estará estudiando. El resultado: el hijo del profesor entrará seguramente a la secundaria superior, y luego a la universidad; mientras que el hijo del buhonero, se verá obligado a entrar en una escuela vocacional, para después terminar formando parte de la fuerza obrera. El sistema educativo actual aparenta un gran despliegue de justa competencia, cuando en realidad está plagado de lucha de clases e injusta distribución de recursos”. ¿El resultado? Huang cree que sólo los más “capaces” logran sobrevivir, mientras que el resto queda marginado y con una permanente sensación de inferioridad.

Sea como sea, la opinión de Huang es una perspectiva un poco desequilibrada sobre la educación en Taiwan. En la isla abundan anéctodas de jóvenes humildes que han luchado por obtener una buena educación, y un alto índice –cerca del 8 por ciento de los adultos– han recibido o están recibiendo educación universitaria. Pero, independientemente de si esta opinión representa la de la mayoría de la gente, es indudable el hecho de que muchos adultos de Taiwan están aprovechando las oportunidades que ofrecen estos nuevos centros.

La “Universidad Comunitaria” Wenshan –traducción literal del idioma chino– es un ejemplo de este tipo de institución (aunque debe tenerse presente que ninguna universidad acepta equivalencias de este establecimiento). La edad de sus estudiantes oscila entre los dieciocho y los setenta y ocho. Cerca del 70 por ciento no posee un título universitario, y un porcentaje similar percibe menos de US$10.855, el ingreso promedio anual. Muchos de los estudiantes tienen experiencias similares a las del jefe de cocina Liao Wei-jeng que, en el pasado, tuvo que tomar la difícil decisión de elegir entre trabajar para vivir o estudiar, pero morir de hambre. Mucha gente como Liao ha contribuido enormemente al desarrollo económico de Taiwan, a pesar de no haber tenido la oportunidad de cursar estudios superiores.

Pero la idiosincrasia de Wenshan no se detiene allí. Más del 70 por ciento de los estudiantes son del sexo femenino. En la cultura china tradicional, a las mujeres no se les animaba a estudiar, e incluso ahora muchas amas de casa abandonan sus estudios o trabajos para cuidar a sus familias. No obstante, la situación ya no es la misma cuando se crea un centro de educación para adultos cerca de sus hogares, especialmente si, del mismo modo que Wenshan, ofrece servicios de guardería.

Liu Mian es el caso típico de una ama de casa convertida en estudiante. “Sólo con el diploma de secundaria superior, no podía hallar ningún trabajo decente por más que lo intentara”, recuerda. “Después de casarme y tener hijos, me sentía aún más aislada. Me mantenía alejada de las reuniones sociales, y era tan tímida que no me atrevía a decir ni pío”. Sin embargo, ahora Liu tiene cincuenta años, sus hijos ya son adultos y viven independientemente, y tiene más confianza en sí misma gracias a la educación. “Puedo sentir que progreso día a día”, dice. “En especial, disfruto del intercambio de opiniones con los compañeros de clase”.

La política de admisión-para-todos ha hecho que el estudiantado sea muy diverso, formado por personas de muy diferentes esferas. El reformista pionero Huang Wu-hsiung considera que esto es una gran ventaja, y no un inconveniente. En su opinión, estos “colegios comunitarios”, como a él le gusta llamarlos, son alternativas a la corriente principal de las universidades.

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El entusiasmo y la participación son típicos en las clases de Wenshan, en especial cuando los estudiantes se reúnen para tratar asuntos que interesan a la comunidad en general.

“Las personas que son muy competentes en el campo académico son más efectivas aplicando fórmulas, mientras que las menos competentes lo son en la asociación de experiencias personales”, sostiene. “La educación universitaria convencional se centra en temas especializados. Los colegios comunitarios, en cambio, tratan de resaltar el potencial de los estudiantes mediante un proceso de interacción. Las personas de diferentes campos pueden contribuir con sus experiencias y desencadenar discusiones significativas”.

in duda, a mucha gente le gusta el método interactivo. Un caso, por ejemplo, es el de Hao Li-chu, estudiante del curso de “Introducción al derecho”. “El profesor cita ejemplos relacionados con la vida cotidiana”, dice. “He aprendido sobre mis derechos y deberes legales, de los que antes no estaba al tanto. He dejado de ser egoísta y comenzado a pensar en mí como un miembro de la comunidad, e incluso los estudios están influenciando la manera de criar a mis hijos”.

Tsai Chuan-hui, director de Wen-shan, se expresa con firmeza sobre la popularidad y los atractivos de su institución. “Nuestros estudiantes demuestran un impresionante deseo de adquirir conocimientos, y en raras ocasiones faltan a clase”, dice él. “Nuestro curso más popular es el de psicología. En esas clases, los estudiantes participan en acaloradas discusiones, y con frecuencia, las dos horas de clases se extienden a tres”.

El éxito de este método se evidencia claramente en el curso de historia de Taiwan que se enseña en Wenshan. En lugar de usar libros de texto, el profesor invita a los estudiantes a narrar su historia personal en base a sus propios recuerdos. “Una abuela, que vivió la época de la ocupación japonesa y el período del Kuomintang después de la guerra, contó las historias más emocionantes”, recuerda Tsai. “En un curso de película documental, un mecánico de autos, que sólo había estudiado primaria, y era un hombre de pocas palabras, encontró que la filmación era la manera perfecta de expresar sus sentimientos. Estas personas se sentirían como inadaptados en un ambiente de educación formal, pero alcanzan un verdadero sentido de logro a través de la educación comunitaria”.

¿Cuál es, pues, la diferencia entre Wenshan y otros establecimientos de enseñanza para adultos? “En otras instituciones, los alumnos estudian libros de texto de secundaria básica o superior, lo que intensifica su sentido de inferioridad; o cursan asignaturas como computación o idiomas extranjeros, lo que significa que no hay diferencia entre la educación para adultos y la formación vocacional”, dice Tsai en tono burlón. “Incluso hay instituciones que la toman como una forma de entretenimiento o una manera de pasar el rato, y se limitan a ofrecer cursos de arreglo floral, natación o golf”.

La mayoría de los educadores esperan que, los nuevos centros educativos para adultos funcionen en un plano superior. Tsai se inspira en la Europa del siglo XIX. “En esa época, la gente común comenzó a gozar de ciertos derechos políticos, pero no tenía la habilidad ni los conocimientos necesarios”, dice. “La revolución y el caos eran las realidades de la vida. Los centros educativos para adultos surgieron con el propósito de educar al proletariado y como alternativas a las universidades, que eran la corriente principal. Creo que Taiwan está frente a la misma situación. Nuestra meta es brindarles un foro público donde puedan expresar sus opiniones y desarrollar su propio pensamiento independiente”.

Una parte importante del currículo de estos centros se dedica a la promoción de la ciudadanía dentro de la sociedad. En una encuesta a dieciséis estudiantes del Taller de Diseño Comunitario de Wenshan, sobre cuáles eran las principales causas de irritación en sus vidas. Aquellos respondieron: problemas de estacionamiento, ruido, alienación, excremento de perros, zancudos y basura. Los miembros de la clase pudieron observar el ambiente que los rodea desde una nueva perspectiva. Publicaron sus hallazgos en un periódico de la comunidad, con la esperanza de emprender algunos cambios en el vecindario. Una vez concluido el semestre, continuaron reuniéndose regularmente, y actualmente están en el proceso de crear una página web de la comunidad Wenshan. Es difícil imaginar que ocurra algo así en universidades convencionales, ya que generalmente éstas se consideran torres de marfil, ajenas a los asuntos de interés público.

Seguramente que Huang Wu-hsiung estaría de acuerdo, porque él valora altamente los cursos que tocan en cierto modo el ambiente local. “Nuestra sociedad ha enfatizado demasiado el desarrollo económico a costa del ambiente natural”, dice Huang. “Además, en esta sociedad capitalista, la enseñanza de las artes liberales no ha recibido el respeto que merece. Mi sueño es que cursos tales como Ecología y Vida, Opera Taiwanesa, y Arte Aborigen, despierten el interés de la gente en el ambiente natural y cultural”.

Para saber hasta qué punto ha sido despertado ese interés, es necesario tomar en cuenta las circunstancias que rodearon la creación del centro Wenshan. “Estábamos asombrados y conmovidos por el entusiasmo de la gente”, dice Tsai. “El director de la escuela de secundaria básica de Mucha nos ofrecía aulas y espacio de oficina. Mucha gente joven y sana, que no necesariamente ha seguido la corriente principal de la sociedad pero con deseos de expresar su opinión, se ofreció para trabajar como voluntarios. La energía y recursos latentes del sector privado de Taiwan necesitan canalizarse, y este centro les ofrece un nuevo enfoque”.

En otras palabras, los centros de educación para adultos de Taiwan se han convertido en lugares donde los miembros de la comunidad pueden aunar esfuerzos. Muchas organizaciones no gubernamentales, tales como grupos de protección ambiental, talleres culturales, grupos feministas, y grupos para la defensa de los derechos de los consumidores, junto con un número de insignes personas, han contribuido con esta significativa experiencia educativa. Yeh Yung-ching, escultor que retornó a Taiwan después de vivir durante veinte años en Estados Unidos, enseña dibujo en Wenshan. Después de su regreso de Estados Unidos, no podía encontrar trabajo, y por ello comenzó a estudiar en el centro. Cuando en la facultad se enteraron de que él era un artista, le pidieron que se incorporara al equipo. “Lejos de Taiwan por tanto tiempo, me sentía fuera de lugar”, dice. “El centro me brindó la oportunidad de volverme a adaptar a la vida local”.

Estos centros son instituciones privadas. ¿Esto es positivo o negativo? “Si este establecimiento fuera administrado por el Gobierno”, dice Tsai, “habría todo tipo de burocracia, y las cosas no funcionarían muy bien”. Quizás –pero también hay desventajas, la principal se refiere a las finanzas; otra, al hecho de que los créditos y diplomas de estos centros no son reconocidos por el Ministerio de Educación.

Primero, las finanzas. Para el período de un año y medio, el presupuesto total de Wenshan fue de casi NT$26 millones (US$812.500). De ese total, 38 por ciento fue suministrado por la Alcaldía de la ciudad de Taipei, 49 por ciento derivó de la matrícula de los estudiantes, y 13 por ciento, de donaciones. Chen Shui-bian, presidente electo de la República de China, comentó en una oportunidad cuando ocupaba el cargo de Alcalde de Taipei, que con tan escasos recursos, era casi un milagro que estos centros fueran capaces de ofrecer educación de tan alto nivel.

El Gobierno del Distrito de Taipei, en junio del año pasado, redujo el presupuesto original destinado a los centros educativos para adultos, de NT$50 millones (US$1,6 millones) a NT$10 millones (US$312.500). En consecuencia, el número de centros planeados para el distrito de Taipei se vio reducido, de cinco a sólo uno. Antes de que ocurriera esto, más de 2.000 estudiantes ya habían solicitado admisión, y alrededor de 200 profesores –algunos con certificados de profesor, otros, personas destacadas en sus respectivos campos, como por ejemplo, el escultor Yeh Yung-ching– habían sido asignados a enseñar alrededor de 400 clases. Los defensores de los centros criticaron esta decisión, y la calificaron de una acción política, y no de una medida práctica, ya que NT$40 millones (US$1,25 millones) representaban “simplemente” el 0,3 por ciento del presupuesto total del distrito. Otros replicaron que con tantos gastos que cubrir, no se puede hablar de “simplemente” cuando se trata de más de un cuarto del 1 por ciento del presupuesto de un distrito.

Ku Chung-hua, profesor en Wenshan, fue uno de los que se enojó con esta reducción. “La inauguración de cinco nuevos centros, de haberse aprobado el presupuesto, hubiera tenido un impacto espectacular”, dice con enfado. “Nunca se oye hablar de reducción de los subsidios gubernamentales para las escuelas secundarias básicas. Si los centros educativos para adultos se consideraran instituciones de educación formal, no tendrían que ser objeto de este tipo de acción política. Tendrían un presupuesto estable, sus profesores podrían disfrutar de mejores condiciones, y los estudiantes podrían, al término de sus estudios, recibir un diploma reconocido oficialmente”.

El Ministerio de Educación (MOE, siglas en inglés), sin embargo, considera que esas son metas imposibles de lograr. “No es posible, a menos que cambie la ley, que los centros educativos para adultos se conviertan en universidades formales y otorguen diplomas”, dice Yang Kuo-shih, viceministro político del MOE. “La ley estipula estrictos requisitos para las universidades, entre ellos, un campus de por lo menos cinco hectáreas, un mínimo de doce departamentos, y cierto número de profesores de jornada completa. Los centros educativos para adultos, sencillamente, no cumplen con estas condiciones”.

Estos argumentos podrían tener cierto sentido. Lo que es, quizás, más difícil de comprender es la actitud negativa del ministerio hacia las aspiraciones de los centros de educación para adultos. “Respaldamos completamente la idea de centros educativos para la comunidad”, dice Yang. “Hemos participado en reuniones junto a los fundadores de algunos centros, y les hemos ayudado con el suministro de fondos y locales. Sin embargo, uno de los objetivos originales de estos centros fue separarse del sistema educativo convencional, y desmistificar la predominante creencia en un diploma. ¿Por qué quieren, de pronto, estar dentro del sistema convencional?”.

Ku Chung-hua se conforma con pensar en que, el reconocimiento formal de los certificados de los centros educativos para adultos ocurrirá en algún momento en el futuro; no obstante, esto no le preocupa demasiado. “Ya sea que, estén dentro o fuera del sistema educativo formal, los centros comunitarios tienen un triple propósito”, dice. “Queremos que la gente se cuestione asuntos que dan por sentado, tales como el valor de un diploma; refresque los conocimientos adquiridos en el pasado; y viva su vida desde una nueva perspectiva”. Muchos estudiantes comparten esta opinión. “Mi próximo objetivo es estudiar álgebra”, dice Liu Mian. “Lo único que me importa es tener la oportunidad de seguir estudiando, sólo porque me interesa e independientemente de un diploma, para que mi vida no pase así como así”.

El Grupo de Promoción del Centro de Educación para Adultos de Taipei, en septiembre del año pasado, se convirtió en una organización que abarca toda la isla. Se espera que, sólo en este año, se inauguren otros diez centros en Taiwan. A juzgar por el caso de Wenshan, los grupos e individuos que apoyan a estos centros educativos, harán todo lo posible por hacer realidad sus altos ideales y, quizás, superarlos –con o sin la ayuda del Ministerio de Educación.

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