05/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

La vida de los insectos

01/10/2005

Lee Sung-yang, entomólogo de 83 años de edad, propuso antes una idea radical: los insectos tienen mentes, sienten emociones y pueden realizar matemática simple. Tras haber estudiado los insectos durante más de seis décadas, está convencido de que los insectos pueden estar contentos y tristes, aprender y olvidar cosas, y hacer actividades que las criaturas sin mente no podrían.

Lee nació en una familia adinerada en el Distrito de Chiayi en 1922, se topó por primera vez la entomología con el libro Recuerdos entomológicos, de Jean-Henri Fabre (1823-1915), cuando era estudiante de bachillerato. Fabre sacó a relucir esta pregunta en su obra: ¿Pueden pensar los insectos? El diseñó varios experimentos y concluyó que los insectos sólo siguen sus instintos biológicos y no responden a los cambios.

El admiraba la devoción de Fabre a la búsqueda del conocimiento; sin embargo, Lee no estaba interesado en los insectos en la vida real y mucho menos convencido de la teoría del instinto biológico, pero no podía contradecirla en ese momento.

Al ser rechazado por una universidad agrícola en su país por ser taiwanés durante el período colonial japonés, Lee fue a Japón para buscar a su hermano que estaba preparando el examen de entrada al colegio de medicina. Irónicamente, él logró entrar en la Universidad de Agricultura de Tokio, y estudió patología botánica. Después de graduarse, regresó a Taiwan y encontró trabajo como investigador en el Instituto de Investigaciones Agrícolas de Taiwan (TARI, siglas en inglés). Allí se dedicó a investigar insectos nocivos.

Su trabajo requería atrapar insectos específicos, criarlos y observarlos en laboratorios para poder identificar sus debilidades, y así evitar que devoraran los cultivos. “En realidad, pensaba que investigar insectos no era una carrera ideal para alguien que había estudiado patología botánica”, dice Lee. “Sin embargo, cuanto más profundizaba en ello, más me fascinaba el comportamiento de los insectos, y más quería saber”. Varios de los trabajos de investigación de Lee fueron publicados en el Informe de Entomología Económica, que le hizo acreedor de un doctorado de la Universidad de Agricultura de Tokio en 1961, y le dio a conocer en el mundo de la entomología agrícola.

No obstante, el logro académico no era necesariamente provechoso en el aspecto financiero. Era duro mantener cuatro niños con un salario de investigador. Para suavizar la carga, un amigo sugirió que Lee tratara de hacer filmes de insectos para compañías químicas extranjeras a fin de promocionar los pesticidas en Taiwan. Lee estaba interesado en la idea, no sólo porque parecía una solución a su falta de dinero, sino también porque estaba interesado en la fotografía. Aunque una cámara de 16mm costaba el equivalente de todos sus bienes, Lee decidió adquirirla de todos modos.

El primer cliente de Lee quedó contento con el filme, y el pago considerable llenó su cuenta bancaria, pero faltaba algo aún. “Me gustaban los insectos, y la fotografía, pero hacer un filme para una propaganda comercial no era realmente lo que yo quería”, dice Lee. “Quería que mis filmes contribuyeran de una manera más significativa”. Esa “manera más significativa” se volvió clara después que Lee vio Aventuras de la Vida Real: El Desierto Viviente, un documental de Disney sobre la vida oculta en un desierto. “La mayoría de la gente considera un desierto como una tierra perdida, pero es un mundo fascinante”, dice él. “Lo mismo ocurre con el mundo de los insectos: la gente lo ignora, pero también es fascinante”.

Su proyecto comenzó en 1968. El primer paso fue colocar en cartoné las escenas que él quería filmar: dónde viven los insectos, qué comen, cómo cazan y sobreviven. Luego, tenía que buscar los “actores” apropiados, y criarlos. Al final, Lee contaba con 230 actores.

Al comienzo de la verdadera filmación, Lee trataba de filmar todos los insectos en su ambiente natural, pero no pudo hacerlo porque había muchos factores que no podían controlarse. Por ejemplo, la iluminación era difícil, y la brisa suave podía hacer que el actor en la punta de una hoja estuviese en medio de un tifón. Por ello, Lee decidió hacerlo todo en su estudio —una jaula fabricada de vidrio.

La filmación de insectos en un ambiente controlado presentaba sus propios problemas; los actores no podían controlarse de ninguna manera. La espera de varios días para poder filmar unos segundos era común, pero la paciencia no era suficiente cuando los costos de producción se elevaban a medida que trascurría el tiempo. Un filme de 165 segundos, incluyendo el desarrollo en el extranjero, costaba alrededor de NT$2.000 (US$50), o más de la tercera parte del ingreso como investigador de Lee. Para reducir los costos y apresurar el proceso de filmación, Lee tuvo que estimular las actuaciones de sus actores, induciendo el comportamiento apropiado para las escenas correspondientes. La congelación de las moscas las hacía quedarse quietas hasta que los cazadores estuvieran listos para entrar en la escena. Es más probable que una mantis religiosa cace mejor cuando está hambrienta, que una que acaba de alimentarse.

Además de dirigir a los actores, tenía que resolver los factores de producción. Había que tomar en consideración la calidad del filme, Lee adquirió la mejor cámara que había en el mercado, una Arriflex, sólo para descubrir que no había lentes capaces de hacer tomas cercanas de objetos tan pequeños como los insectos. Finalmente, encontró una compañía japonesa que hizo un lente y un anillo de extensión a la medida. Sin embargo, el lente era un poco más grueso que las especificaciones por lo que Lee tuvo que pasar una semana limándolo al tamaño deseado.

Realizar el trabajo de filmador y director de los insectos era más de lo que un solo hombre podía hacer; Lee tuvo que contratar un asistente. “Pasar horas o días mirando insectos no era un trabajo realmente placentero”, dice Lee. “Yo podía estar muy sensible y ser muy difícil cuando estaba bajo presión”. Después que su primer asistente dejó el trabajo, Lee le pidió a sus hijos que lo ayudaran. Estos no tenían ningún entusiasmo en esto, por lo que su esposa decidió ayudarlo. Liao Man-ling, la esposa de Lee, recuerda que uno de sus trabajos era sostener una sombrilla para bloquear el sol hasta que la cámara tomara la foto, y atrapar los insectos si volaban. “La realización de este tipo de filme es muy difícil”, dice ella. “Pensando en el pasado, bueno, en realidad prefiero no pensar en eso”.

El filme Sus vecinos ocultos tomó ocho años para hacerlo. Lee utilizó más de 300 rollos de filme que resultaron en menos de dos horas de secuencias filmadas utilizables. El las envió a la BBC para ver si estaban interesados en ellas. La compañía quedó sorprendida de que un filmador aficionado pudiera realizar ese tipo de trabajo, porque gran parte del comportamiento de los insectos en el filme no había sido documentado antes. Además de comprar el filme de Lee, la BBC envió un equipo a Taiwan para entrevistarlo y documentar el proceso de filmación. Un programa de 50 minutos que combinaba el filme de Lee y el documental de la BBC, El mundo de los insectos del Dr. Lee fue sacado al aire en el canal de la BBC en enero de 1976.

Lee obtuvo fama internacional después de ese programa de la BBC. Los académicos y el público de todo el mundo lo elogiaron. Luego, Lee reeditó su documental, y le colocó un nuevo título Los eventos escondidos, y lo envió al festival cinematográfico internacional celebrado por la Sociedad Fotográfica de América (PSA, siglas en inglés). El se inscribió originalmente en la categoría no-profesional, pero fue informado por la PSA que la calidad del filme era tan buena que fue colocado en el grupo profesional. Lee ganó el primer premio.

La investigación en TARI y los ocho años de filmación le dieron la oportunidad a Lee de reconsiderar la teoría del instinto biológico de Fabre. El ya había reunido suficiente evidencia para retarla. Lee observó que Anterhynchium flavomarginatum, una especie de avispa que se encuentra comúnmente en Taiwan, utilizaba barro del mismo sitio para construir dos avisperos. Al construir el segundo, las avispas llevaban el barro directamente a este segundo avispero, pero volaban frecuentemente hacia el primero, y luego se devolvían al nuevo. “Las avispas olvidaban, luego recordaban”, dice Lee. “Esto necesita algo más que únicamente el instinto biológico de olvidar y recordar”.

También hay evidencia de que los insectos -o al menos los más inteligentes- pueden hacer matemáticas. Lee observó cómo una avispa atrapaba gusanos extras para reemplazar los que él había “robado”. El descubrió que algunos insectos adoptaban ciertas estrategias de cacería en las que hacen ajustes en respuesta a diversas reacciones de sus presas. En varias ocasiones, Lee observó que los insectos reaccionan con “emoción” o “confusión” y ajustaban sus comportamientos. “Seguir los instintos significa que el insecto repetiría el mismo comportamiento una y otra vez a pesar de los cambios de circunstancias”, dice Lee. “La habilidad de hacer ajustes comprueba que ellos tienen mentes”.

Desde la producción de BBC, el filme de Lee y la obsesión con los insectos han sido tema de muchas publicaciones locales e internacionales, incluyendo el Reader’s Digest y el Smithsonian. La historia del Smithsonian, La obsesión de un hombre revela la riqueza de un mundo oculto , llamó el interés de una compañía americana que quería que Lee escribiera un libro sobre sus hallazgos. El plan nunca se hizo realidad, pero un editor local tradujo luego el escrito en inglés de Lee al chino y publicó el primer libro de Lee en 1981. En lugar de teorías aburridas sobre entomología, el libro empleó más de 200 fotografías para explicar la opinión de Lee de que los insectos pueden pensar. Fue uno de los libros mejor vendidos tan pronto llegó a las librerías.

Aunque el libro no fue reimpreso, Lee continuó recibiendo reacciones positivas de los lectores, así como de los entomólogos. Muchos de ellos, fascinados por la teoría de Lee y las extraordinarias fotos, le animaron a escribir otro libro.

El primer libro de Lee no se encuentra con facilidad, pero ha despertado el interés en los entomólogos que lo han leído. Christopher Starr, un entomólogo canadiense, quien es profesor en la Universidad de las Indias Occidentales en Trinidad y Tobago, se topó con el primer libro de Lee por casualidad cuando era un investigador visitante en el Museo Nacional de Ciencias Naturales en Taichung a principios de los noventa.

Starr estaba fascinado con las fotografías del libro, visitó a Lee y pudo ver el escrito del libro en inglés que nunca fue publicado. Después de leerlo, Starr le dijo a Lee que nunca se había realizado un estudio parecido desde Fabre, y le instó a publicar la versión en inglés, centrándose en sus descubrimientos de que los insectos tienen mentes. Lee valoró los comentarios de un entomólogo practicante y comenzó verdaderamente a reescribir la versión en inglés según las sugerencias de Starr. Sin embargo, la edad avanzada y los problemas de la vista que le han afectado por años, no le han permitido terminar el trabajo.

Chao Jung-tai, subdirector del Instituto de Investigaciones Forestales de Taiwan y entomólogo, indica que la investigación ha mostrado que algunos insectos pueden tener la capacidad de pensar. Chao cree personalmente que la teoría de Lee es muy interesante, pero que necesita más experimentación y mayor evidencia para poder ser comprobada. El dice que es una lástima que Lee nunca haya enviado sus hallazgos a las principales publicaciones científicas para que fueran publicados y revisados por los colegas, algo que es esencial para establecer una teoría científica.

Cuando ya tenía más de 70 años y varios años de jubilación, Lee volvió a tomar la pluma. El libro resultante, titulado Recuerdos Entomológicos de Lee Sung Yang, junto con una biografía de Chuang Chan-peng, y un DVD, fue publicado a principios de este año. “Creo que el saber que los insectos tienen mentes y vidas espirituales como la gente, nos ayuda a comprender lo que realmente son los seres humanos”, escribe Lee en el prefacio. “Esta es la razón por la que escribí este libro”.

La motivación de Lee para escribir el libro puede haber sido diferente a la de Fabre, y sus conclusiones son ciertamente opuestas. Pero ambos entomólogos comparten su dedicación a la búsqueda del conocimiento.

Popular

Más reciente