29/04/2024

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Taiwán Hoy

Oro antiguo

01/08/2005
En 1890, un grupo de obreros en la construcción del ferrocarril estaba lavando sus tazas de arroz en el río Keelung, cuando descubrió señales indicadoras de la promesa de riquezas. Muy pronto, la arenilla resplandeciente en el fondo del río atrajo a más gente a lavar con batea en búsqueda de oro, lo que fue el inicio de una activa industria minera.

Entre todos los distritos por los que pasaba el río, Jinguashih, ubicado en el Pueblo Rueifang, Distrito de Taipei, se convirtió en la mayor fuente no sólo de oro, sino de cobre y plata. Junto al aumento gradual de la industria minera, la villa de montaña pasó de estar formada por algunas casas dispersas que subsistían gracias a la agricultura, a ser un pueblo minero densamente poblado.

Se extrajeron más de dos millones de toneladas de metales preciosos de los túneles extensos, que cubrían una longitud combinada de algunos 600 kilómetros, desde aproximadamente el año1900 hasta los setenta. Su producción extraordinaria, naturalmente, causó problemas de salud a los mineros. Muchos de ellos contrajeron neumoconiosis, o pulmón negro, como se conoce comúnmente.

El gobierno japonés que controló Taiwan entre 1895 y 1945 fue el que obtuvo mayores ganancias con el éxito económico del pueblo. En ese entonces, la sociedad taiwanesa estaba claramente dividida en la clase alta japonesa y la baja taiwanesa.

No fue hasta que los japoneses abandonaron Taiwan en 1945 que los derechos mineros fueron transferidos al Gobierno de la República de China. Después de décadas de operaciones a gran escala, los recursos mineros del área finalmente llegaron a su fin, y las minas fueron cerradas en 1987. Jinguashih, que fue alguna vez un pueblo próspero, quedó finalmente en quiebra, con sus pozos abandonados y los esqueletos arquitectónicos de su pasado mineral.

Muchos jóvenes han dejado el pueblo por la escasez de oportunidades de trabajo. Pero la mayoría de sus padres y abuelos ha preferido quedarse porque están acostumbrados a sus vidas, y consideran que Jinguashih es su hogar.

“Es una dura tarea. Con frecuencia teníamos que trabajar dentro de los túneles a más de 40 grados centígrados, desde las 8 A.M. hasta avanzada la tarde. No había descanso, excepto un breve recreo para almorzar”, recuerda el minero jubilado de 82 años, You Hsiang-huei, quien trabajó en las minas durante 40 años. “A pesar de todo, nos pagaban bien. Yo ganaba NT$80 al mes. En esa época, con NT$1 se podía comprar siete kilogramos de cerdo. Los gastos mensuales de mantenimiento de mi esposa y yo eran solamente alrededor de NT$10. La vida era bastante estable.

Oro antiguo

La Experiencia del Quinto Túnel Benshan.

El jubilado Lai Shu-kuo recuerda que, “Había trabajo por doquier, siempre que no se temiera a las labores pesadas. En las minas, se necesitaban hasta 7.000 obreros. Gente de todos los rincones de la isla venía aquí para trabajar. Nuestras viviendas usaban luz eléctrica, cuando en Taipei todavía usaban candiles. En ese entonces, nuestro estándar de vida era de primerísima categoría”.

You y Lai esperan que la historia del pueblo sea conservada, y les gustaría ver nuevamente la opulencia del pasado. Un nuevo parque ecológico está resolviendo algunas de sus preocupaciones. El Gobierno del Distrito de Taipei, con la cooperación de Taiwan Sugar Corp. y Taiwan Power Co., ha establecido el parque en el lugar de las minas, con la esperanza de convertir el caserío adormecido en un destino turístico popular.

“Estamos aquí para promover nuestro patrimonio, transformar los viejos edificios y animar a la comunidad a participar”, dice Chiang Min-chin, curador del Parque Ecológico del Oro. “Con optimismo, mediante nuestras operaciones, los visitantes no sólo aprenderán sobre la historia minera y la cultura del lugar, sino que también disfrutarán los paisajes geológicos únicos del área”.

Chiang dice que el Parque Ecológico del Oro es el primer museo ecológico construido en Taiwan. Esos museos incorporan las características de los tradicionales -alojamiento de colecciones, investigación y exhibiciones- al tiempo que utilizan los recursos naturales, históricos y culturales. Entre las atracciones en el parque están un museo, caminos con meandros, que siguen la vieja vía ferroviaria de la mina, paseos por las ruinas de las minas y la oportunidad de lavar oro con batea.

Kuo Chung-twun, representante del Laboratorio para el Ambiente y Forma (LEF, siglas en inglés), está encargada del diseño general del paisaje del parque ecológico.

Lo que es único del área, dice Kuo, es que durante los primeros días de la administración japonesa, el pueblo se convirtió en una compañía minera próspera, que brindó dormitorios para sus empleados, abastos, hospital, estación de policía y muchas otras conveniencias.

“En principio, lo que tratamos de hacer es reconstruir la prosperidad de Jinguashih durante su apogeo”, dice ella. “Hemos hecho todo lo posible por restaurar las características originales de sus edificios”. Kuo dice que la administración del parque se esfuerza por la autenticidad, y para ello utiliza los materiales disponibles en esa época. Muchas de las estructuras sirven para el mismo propósito ahora que hace varias décadas. La estación de policía, la oficina de correos y el restaurante de la compañía retienen mucho de su encanto rústico.

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Jinguashih.

“Nuestra tarea es resaltar los rasgos de Jinguashih, su significado histórico, geología peculiar y ecología diversa”, dice ella. “Se espera que el parque pueda convertirse en un museo ecológico e industrial viviente, que de a conocer a los visitantes sobre la historia minera y la belleza natural de Taiwan”.

Chang Chi-yi, arquitecto y profesor asistente en la Universidad Nacional Chiao Tung, dice que el museo se diferencia de otros en que en lugar de ser un único edificio con galerías, está compuesto de un grupo de pequeños edificios de la era japonesa. El ha utilizado bien el limitado espacio de exhibición, al tiempo que crea una experiencia completa para los visitantes.

“Como la mayoría de las estructuras en el parque son viejas, su apariencia no puede cambiarse”, dice. “Enfatizo la creación de un sentimiento irremplazable que muestre el valor del oro y la sensación que rodea su extracción, en vez de tratar de exhibir sus rasgos múltiples”.

Chang piensa que los museos tradicionales que únicamente colocan énfasis en la historia, ciencia u arte, verán en el futuro cercano cómo esas distinciones van desapareciendo. El Museo del Oro fue una readaptación del edificio antiguo de la Compañía Minera de Metales de Taiwan. En el primer piso, hay un corredor de fotografías tanto aéreas como antiguas del área, que muestran los cambios físicos que han ocurrido con el paso del tiempo.

Asimismo, hay exhibiciones de documentos y objetos relacionados con la minería, así como dioramas.

Al mismo tiempo, el diseño de Chang, de paredes iluminadas con luces doradas, pisos de vidrio, vitrinas de exhibición aparentemente flotantes y tuneles conectados, crea un simulacro de la cultura minera.

Los visitantes pueden también tocar el lingote de oro de 220 kilogramos que rompió el récord Guinnes, probar suerte lavando oro en batea o participar en una gira con guía para aprender sobre técnicas mineras y métodos de refinar oro. También hay una tienda de regalos, donde se vende mercancía con la temática del oro.

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El Centro para la Educación Ambiental.

Chang dice que debe haber comercio para que el parque tenga éxito. “El parque ha creado muchos negocios y oportunidades de trabajo”, dice, “los cuales beneficiarán a los residentes, la comunidad y al mismo parque”.

El Centro para la Educación Ambiental es uno de los muchos edificios renovados. Bajo la planificación de Chang, el pasillo del primer piso muestra las características ecológicas y geológicas de Jinguashih a través de fotografías, documentos, modelos y exhibiciones de medios múltiples. El segundo piso, desde el que se observa una hermosa vista, está diseñado como un espacio abierto para conferencias y actividades educativas.

El otro aspecto sobresaliente del parque es la Experiencia del Quinto Tunel Benshan. Mientras son guiados a través del túnel, los visitantes pueden aprender sobre las condiciones de trabajo en las minas.

Igualmente, el Chalet Príncipe Heredero, construido para dar la bienvenida al príncipe heredero japonés en 1922, es el ejemplo más fino de villa japonesa entre todos los edificios que existen en Taiwan. El chalet posee un bello jardín, un campo de arquería en el patio trasero y un campo de mini-golf.

Al subir las escaleras al lado del chalet, los visitantes pueden ver las ruinas de un templo japonés Zen, y disfrutar de los paisajes espectaculares de las colinas verdes y el azul del mar que lo rodea.

Huang Kuang-hsiung, de 48 años, es un visitante frecuente de Jinguashih. “Cuando vengo aquí, recuerdo las escenas de las minas que vi cuando era niño”, dice. “Es bueno que hayan mantenido algunos de los edificios japoneses intactos”. Jinguashih es una villa pintoresca que ofrece un escape de la vida de la ciudad. “Este es un lugar ideal para pasear gracias a los paisajes”, dice Huang.

La visitante Chen Hsiao-ling, profesora de bachillerato, se alegra de ver que varias estructuras remodeladas están siendo bien utilizadas. “Cuando vine aquí hace algunos años, me entristeció lo que vi- muchos edificios estaban dilapidados, y todo el lugar parecía desolado. Era una verdadera lástima, ya que hay pocos lugares así en Taiwan”, dice ella. “Gracias al parque, algunos de los edificios han sido renovados y puestos en uso”.

Chen dice que el parque sirve también como una buena herramienta educativa para los estudiantes interesados en biología, geología o historia, que es el motivo por el que ella piensa planear varios paseos al lugar durante el próximo año escolar.

Oro antiguo

El humo de las minas pasaba por estas tuberías y se lanzaba al otro lado de la montaña.

Chang Ying-chieh, director general de la Asociación para Promover el Turismo del Pueblo de Rueifang, decidió establecer la asociación en 1995. El administra la organización con su padre, quien fue jefe de la villa durante casi 30 años. Después de ser testigo de la demolición de varias casas japonesas, y la práctica continua de vender el equipo minero como chatarra, los dos comenzaron a esforzarse en la conservación.

“Crecí aquí y nunca me iré”, dice Chang, de 47 años. “Jinguashih tiene el potencial de transformarse en un sitio recreativo de clase mundial. Lo digo, no porque es mi pueblo natal, sino por sus múltiples recursos”. El dice que en el siglo XIX, Taiwan era descrita como la “isla del tesoro”, debido a la considerable producción de oro de Jinguashih.

El patrimonio del pueblo no ha pasado desapercibido por el Consejo para los Asuntos Culturales, de nivel de Gabinete, que ha colocado el pueblo entre uno de los lugares más notables de Taiwan. El consejo lo está promoviendo como uno de los sitios del patrimonio mundial, compilado por la Organización Cultural, Científica, Educativa de las Naciones Unidas.

Chang cree que Jinguashih debe reinventarse para mantener su desarrollo, y para ello, hay que atraer a los turistas. Chang visitó Australia, Japón, y Sudáfrica, donde varios pueblos mineros se han adaptado exitosamente a tales cambios. El dice que es importante para los grupos civiles locales y los líderes de opinión, incluyendo mineros jubilados, que participen en el proceso de toma de decisión sobre el desarrollo del parque, que es esencial para la prosperidad del pueblo.

Chang dice que la administración del parque sólo se centra en sus propias operaciones. El espera que los funcionarios del parque contribuyan también al plan de renovación del pueblo. Por ejemplo, Chang dice, ellos podrían invitar a expertos e intelectuales a establecer estándares uniformes para las renovaciones de viviendas y calles, para que los residentes tengan una serie de directrices.

Durante los últimos años, varias compañías mineras de Australia y Sudáfrica han expresado interés en realizar pruebas preliminares para hallar algún resto de mineral. Pero Chang no está de acuerdo. El dice que los costos de la alta producción y para el ambiente van mucho más allá de cualquier beneficio. “Además, provocaría una pesada contaminación de metal. ¿Por qué no simplemente dejamos el oro en las colinas -en nuestro país- para siempre, si es que queda algo?” pregunta.

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