05/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Un lugar para todos

01/02/2005
En un día frío de invierno, a unas siete semanas de la elección legislativa a finales del año 2004, dos grupos de gente se enfrentaron en las puertas del Yuan de Exámenes en la zona sur de Taipei. Dentro, los miembros nombrados por el Presidente se reunían para discutir los cambios en el examen del servicio civil del año siguiente. El tema discutido era si el Yuan de Exámenes debía eliminar las preguntas sobre Historia y Geografía chinas, o hasta simplemente quitar cualquier referencia a China de una vez por todas. Afuera, un grupo de gente ondeaba la bandera nacional y lloraba, “ésta es la República de China”, mientras que el otro gritaba, “ésta es Taiwan”.

Para el gobernante Partido Democrático Progresista (PDP), que preside sobre un país que está hallando difícil hasta llegar a un acuerdo sobre cómo llamarlo, el establecimiento de una base común  para afirmar la unidad del país es imperativo. Fue precisamente ésto lo que el presidente Chen Shui-bian procuró lograr cuando, durante su discurso del Día Nacional del año 2004, dijo, “la República de China es Taiwan y Taiwan es la República de China. Este es un hecho incuestionable”.

Chen estaba repitiendo la “Resolución sobre Diversidad Etnica y la Unidad Nacional” publicada el 26 de septiembre por el PDP. La resolución que es el equivalente a la carta del partido en categoría, consagra, entre otros asuntos, que tanto Taiwan y la República de China son expresiones igualmente  legítimas de identidad nacional, y deberían reconocerse como tal.

La resolución fue seguida por la Conferencia sobre Desarrollo Etnico y Cultura en Taipei, que duró tres días. Convocada por el Yuan Ejecutivo, y precedida por 12 reuniones preparatorias, la conferencia trató asuntos vitales, tales como el pluralismo social y cultural, la naturaleza de la ciudadanía en el nuevo Taiwan, y las políticas sobre étnica, cultura y educación del Gobierno.

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Un artefacto que pertenece al Museo Nacional de Prehistoria en Taitung.

Pero en el centro de muchas discusiones se encontraba el asunto de la conexión entre identidad y etnicidad. En medio de temores en el espectro político, de que la división étnica está polarizándose al punto de que es cada vez más difícil lograr compromisos, los participantes de la conferencia procuraron buscar definiciones de nación que enfatizaran la inclusión, y no la división.

Sin embargo, eso no significa que la etnicidad no sea un asunto en el nuevo Taiwan.

“Algunos creen que Taiwan no tiene un problema étnico, sólo identidades nacionales incompatibles”, dice Yang Chang-jhen, director del Departamento de Asuntos Etnicos del PDP, que redactó la resolución del partido. “Pero son dos problemas que coinciden”.

No obstante, según Shih Cheng-feng, profesor de ciencias políticas en la Universidad Tamkang, los grupos étnicos están definidos por sus memorias colectivas, en vez de su relación sanguínea. “En este sentido”, dice, “identidad y etnicidad verdaderamente se refuerzan entre sí”.

Si la sangre fuera lo que   mantuviera unida o separada a la gente, los aborígenes austronesios de Taiwan y los chinos han que comenzaron a llegar mucho después, estuvieran todavía en riña como ocurrió hace un par de siglos. Pero ambos grupos que se enfrentaron en las afueras del Yuan de Exámenes comparten la misma ascendencia han, así como los que protestaron en mayor número frente a la Oficina Presidencial después del 20 de marzo, luego después que Chen Shui-bian fuera reelecto por un pequeño margen.

Esa controversia aún continúa, a pesar de que los votos se volvieron a contar afirmando el ganador y el perdedor de una demanda legal presentada por la oposición que buscaba anular la presidencia. La oposición ha clamado la interferencia política en el sistema judicial. Pero, en medio de la turbia situación, Yang admite que por lo menos las protestas callejeras tras la elección presidencial condujeron a la nueva resolución.

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La escarpada costa nororiental es parte de la zona paisajística nacional.

Su objetivo es lograr cierta equivalencia entre la República de China y Taiwan, antes de que se dividan aún más. En la Avenida Ketagalen, que conecta la Oficina Presidencial y la sede del Kuomintang (KMT), la bandera nacional de la República de China ondulaba por doquier después de la elección presidencial: sostenida en las manos, sobre las cabezas, pintada en los rostros, y hasta cubriendo los cuerpos enteros de algunos protestantes. Para estas personas, era la República de China la que perdía esta elección.

“Aquí podemos ver la ansiedad de un grupo étnico específico”, dice Yang, quien resalta que la resolución tenía primero y ante todo que tratar el asunto de los continentales que daban su apoyo político a la República de China, en lugar de Taiwan. Alrededor de un millón de continentales fueron forzados a reubicarse en Taiwan en 1949 junto con la República de China, o el gobierno del KMT, después de ser derrotados por el Partido Comunista Chino. Debido a que los inmigrantes de la República de China acababan de estar en guerra con los japoneses en su propio territorio, aquellos tenían un fuerte sentido de nacionalismo chino, dice Yang. Por otra parte, los taiwaneses locales, dice él, ya estaban desilusionados con la madre patria china, a la que habían dado la bienvenida con aplausos cuando se reemplazó a los colonizadores japoneses en 1945, pero que luego envió tropas para suprimir violentamente las protestas que ocurrieron en todo el país contra la corrupción y las prácticas comerciales monopolísticas del gobierno.

En las décadas siguientes, los continentales fueron nombrados para los cargos más altos en el gobierno. “Hasta los años setenta, la gran mayoría de los jefes, por ejemplo, de las estaciones de policía y las escuelas secundarias, eran continentales”, dice Jim Lee, profesor de historia taiwanesa en la Universidad Shih Hsin. “Ellos también reprimieron las tradiciones étnicas mediante, por ejemplo, el castigo de los estudiantes por hablar su lengua materna en las escuelas”.

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El cielo raso de un teatro cerca de la puerta del Templo Longshan en Lugang, una ciudad cerca de la costa occidental en el centro de Taiwan.

Los continentales presidían sobre un sistema administrativo autoritario y opresivo, pero muchos otros continentales eran rechazados por la sociedad. “Nuestra sociedad en ese entonces tenía una estructura piramidal, en la que los taiwaneses locales formaban las capas del medio y los continentales componían las secciones más altas y más bajas”, dice Lee. “Los locales, por lo menos, tenían un hogar en su tierra natal, pero muchos continentales no tenían raíces y eran solitarios”.

Por esta razón, la nueva resolución del PDP enfatiza que la opresión pasada fue impuesta por la clase gobernante del KMT, no por el grupo entero de continentales, y que los continentales individuales no deben acusarse de ningún pecado original.

Y si la noción de pecado original tiene una singular connotación espiritual que parece fuera de lugar en este contexto, vale la pena mencionar que hasta cierto punto, los defensores de la República de China como una entidad distinta de Taiwan podrían caracterizarse por tener una creencia cuasi-religiosa en su origen chino. En su discurso de apertura de la Conferencia sobre Desarrollo Etnico y Cultural, Stéphane Corcuff, intelectual visitante en el Centro Fairbank para Investigación del Este Asiático, de la Universidad de Harvard, indicó que los continentales y los taiwaneses locales están en dos grupos separados que viven con memorias colectivas completamente diferentes. Para crear legitimidad como el gobernante de no sólo su nueva base, sino de la desparramada China, el gobierno del KMT necesitó volver a escribir la historia de Taiwan y ajustar las tradiciones taiwanesas en un contexto chino. Para los nuevos inmigrantes, ésta fue una maniobra aceptable, pero por supuesto no es fácil aceptar el punto de vista taiwanés sobre la ola de inmigrantes y el gobierno opresivo, entre otras cosas, pues porque en gran medida ello involucraría la admisión de haber perpetrado injusticias bajo falsas pretensiones.

Hoy, China posee dos rostros, como un Jano obstruyendo el paso para el nuevo camino de Taiwan. Uno es una China hostil que apunta cientos de mísiles desde el otro lado del Estrecho, y un gobierno en Taiwan que parece más determinado a enfrentar la intimidación que su predecesor, el KMT. El otro es una China histórica y cultural que exige el respeto de los taiwaneses, especialmente de los continentales, como una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Para algunos de aquellos que vinieron de China o cuyos padres vinieron de China, la oposición a la vasta nación del otro lado del Estrecho tiene una connotación personal.

“Nuestra oposición a la amenaza de China podría ser interpretada como un gesto poco amistoso hacia nuestro grupo continental”, dice Yang. “Y ésta es la mayor amenaza para nuestra armonía social”.

Como resultado, la reconciliación de las tradiciones taiwanesas y chinas es esencial para el proceso continuo de taiwanización, dice Yang.

“No existe eso de desinificación, ya sea un término positivo o negativo”, dice Jim Lee, quien dice que Taiwan debería tener suficiente confianza para conservar las mejores partes de la tradición china. “No necesitamos deshacernos de la China política del otro lado del Estrecho porque en realidad nunca ha existido en Taiwan, ni tampoco despojarnos de la China histórica porque es una parte integral de nuestras culturas, incluyendo los idiomas que hablamos a diario”.

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El Hospital de la Universidad Nacional de Taiwan solía ser parte de lo que se llamaba la Universidad Imperial Taihoku.

“Lo que está sucediendo en Taiwan no es una revolución cultural”, dice Shih Cheng-feng, quien es también el presidente del Instituto para el Desarrollo Nacional. “Sólo estamos tratando de desleir la posición central de las tradiciones chinas”.

Con esto, él quiere decir que la separación de la naturaleza unificadora del imperio chino implica la posibilidad de desarrollar culturas pluralistas. En otras palabras, según Yang, la tradición china debería abrirse a diferentes interpretaciones y aplicaciones, un proceso que ya está ocurriendo con holo, hakka y las culturas aborígenes.

En primer lugar, durante la Conferencia sobre Desarrollo Etnico y Cultural, Yang sugirió un proyecto a gran escala para escribir las historias de la vida de los inmigrantes continentales ancianos. “En el pasado, su imagen ha sido siempre asociada con el partido y el estado, pero la vida tiene su propio significado independiente”, dice Yang. “La gente local taiwanesa adora a los pioneros ancestrales en Taiwan, y la primera generación de continentales debería venerarse de igual manera”.

La nueva resolución del PDP persigue finalmente construir una sociedad con una cultura pluralista en un estado democrático.

“Toma tiempo y no hay consenso nacional todavía”, dice Corcuff, quien publicó el año pasado un libro en chino sobre la identificación nacional de los continentales. “Pero si nosotros no hacemos lo que estamos haciendo ahora, estoy seguro de que no habrá una solución”.

La distancia de Taiwan para encontrar esa solución se convirtió nuevamente en una realidad a principios del pasado noviembre , cuando las nuevas directrices para los libros de texto de historia que se utilizan en bachillerato recibieron ataques por parte de la oposición, quienes expresaron que se trataba de otro ejemplo de la desinificación respaldada por el gobierno pro-independentista. Los nuevos materiales de enseñanza convierten la historia taiwanesa en una de tres secciones importantes, junto con historia china e historia del mundo. Además, la historia republicana pre-1945 que ocurrió antes del traslado a Taiwan, será incluída en la sección de historia china.

 Mientras que las discusiones sobre asuntos como éste, que se enturbian fácilmente en la neblina de la pasión étnica, parecen insolubles, según Jim Lee, éstas pasarán con el tiempo de forma inevitable.

 “Los inmigrantes siempre han discutido con los locales, pero sólo por una generación o dos”, dice él. “Al final, las fuerzas locales son las que deciden”.

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