19/05/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

De regreso a la escuela

01/02/2005

Después de abrirse paso lentamente en Cingliou bajo la pálida luz del atardecer, la camioneta se detiene finalmente y se bajan alrededor de 10 alumnos que recogió cuando iba en camino hacia el edificio de una planta cerca del hogar de Temi Nawi C. Tseng. Otros que viven cerca han caminado para integrarse al grupo. Hoy es miércoles, el día que Tseng dicta la “clase de desarrollo cultural” que trata sobre su lengua materna, seediq.

“El primer día que vino a clase, él me dijo la razón por la que estaba aquí”, dice la maestra de seediq que tiene 65 años de edad, refiriéndose a Iban Nawi, un tímido alumno de quinto grado de primaria, que sabía poco sobre su lengua nativa hasta que se inscribió en la clase de Tseng hace dos años. “El quería hablar con sus abuelos (que sólo hablan seediq). Por eso, él aprendió el dialecto”.

La tribu Seediq, conocida generalmente como una ramificación de la tribu Atayal, es un grupo aborigen independiente en la opinión de Tseng. Ellos comparten similitudes en muchos aspectos culturales, pero sus dialectos son casi totalmente diferentes. Los Atayal, una de las 12 tribus oficialmente reconocidas, es el segundo mayor grupo indígena en Taiwan con una población de aproximadamente 64.600; los Seediq, por otra parte, no están reconocidos oficialmente, pero Tseng dice que hay alrededor de 30.000 Seediq en las montañas del centro y este de Taiwan.

Mientras se escucha una sesión de preguntas y respuestas entre Tseng y sus alumnos, es difícil no pensar en la importancia de preservar las culturas y lenguas indígenas de Taiwan. Esto se refleja en particular en la historia del pueblo Seediq. En octubre de 1930, en Wushe, una villa de montaña habitada por los Seediq en el centro de Taiwan, tuvo lugar una feroz batalla entre los taiwaneses aborígenes que vivían allí y los colonizadores japoneses, que gobernaron Taiwan entre 1895 y 1945. A continuación ocurrió una sangrienta masacre, conocida como el Incidente Wushe, donde cientos de Seediq perdieron la vida. Los restantes 298 Seediq fueron obligados a abandonar sus hogares y se asentaron en un lugar que ahora se llama la comunidad Cingliou.

“En esa época, estaba prohibido hablar en público mi lengua materna”, dice Tseng, cuyo padre participó en la rebelión a los 15 años. Pero entonces, los aborígenes de Taiwan habían luchado durante siglos. Los chinos que emigraron gradualmente convirtieron a las tribus aborígenes en una minoría. Incluso cuando los japoneses fueron forzados a abandonar Taiwan en 1945, y el gobierno nacionalista se instaló en Taiwan en 1949, la prohibición del uso público de las lenguas aborígenes no desapareció. La política nacionalista de promover un idioma nacional estableció el mandarín como la norma.

La misma Tseng, quien fue criada en un ambiente donde se hablaba Seediq, se vio afectada por la hegemonía del idioma. Cuando estudiaba secundaria, ella dejó la tribu en las montañas y comenzó a estudiar en las ciudades donde casi nadie hablaba su lengua. Con el paso del tiempo, se dio cuenta que estaba perdiendo el dominio del seediq por la falta de práctica. “Cada vez que volvía a casa en los días feriados, tenía una lucha con mi lengua materna cuando conversaba con mis padres. Eso era verdaderamente lamentable".

La gran mayoría de los taiwaneses aborígenes, según Tseng, no hablaba su lengua materna en público porque se avergonzaba de su herencia. Pero Tseng dice que ella era una excepción, y nunca tuvo complejo de inferioridad por sus orígenes.

La situación es una reflexión, dice Tseng, de la larga discriminación contra los aborígenes que aún continúa hasta hoy, lo que contribuye a la falta de confianza en sí mismo y una generalizada pérdida de la esperanza. Y eso hizo que Tseng reflexionara sobre el destino de los aborígenes de Taiwan. “A menudo, veía a adolescentes aborígenes que bebían y no tenían un objetivo en sus vidas. Quizás sus padres también bebían”, dice ella de la situación que la incitó a hacer algo hace 15 años.

El centro de la misión de Tseng es la educación, que otorga autoridad a la gente para tomar el control de su futuro, dice ella. A través del apoyo de la Iglesia Católica, Tseng, monja en ese momento, realizó labor social para los Seediq durante 25 años, y después de eso, ella comenzó a ofrecer alojamiento y comida para estudiantes adolescentes aborígenes en Puli, a fin de que los padres se sintieran tranquilos con la idea de enviar a sus hijos desde lugares remotos, villas traseras de las montañas a uno de los pueblos más grandes del centro de Taiwan, y donde podían recibir una mejor educación.

Entre tanto, la enseñanza de la lengua nativa es una de las prioridades en la lista de tareas de Tseng, y se evidencia notablemente en su “clase de desarrollo cultural”, que ofrece cursos suplementarios extra escolares para estudiantes aborígenes durante los días de semana.

Desde hace mucho tiempo, Tseng ha estado enseñando a las mujeres locales el tejido tradicional, con la esperanza de preservar destrezas compartidas por las tribus Atayal y Seediq, y mejorar la situación económica de su pueblo con la venta de los productos.

Una tarea igualmente significativa es su dedicación a la preservación del idioma seediq en la forma romanizada y usarla para registrar la cultura de la tribu. Durante años, Tseng ha realizado estudios de campo, entrevistas a los aborígenes ancianos en el centro y este de Taiwan, donde se encuentran dispersos algunos Seediq. Ella dice que el trabajo le ha permitido aprender muchas cosas sobre su cultura, arquitectura, agricultura, crianza de animales, tejido y mitología.

Tseng es candidata a un doctorado en el Instituto de Postgrado en Etnología, de la Universidad Nacional Chengchi en Taipei, y una de las pocas maestras que enseña seediq en colegios y universidades. Ella ha viajado entre Puli y Taipei -algunas veces un viaje de cinco horas- una vez a la semana durante ocho años a fin de enseñar el dialecto en el Departamento de Etnología de la universidad.

Tseng, quien fue descrita alguna vez como la hija del pueblo Seediq en la televisión pública, es franca sobre lo que está en peligro. “Si no tomamos con seriedad el trabajo de salvar nuestra lengua materna, será imposible restaurar la autoestima de los taiwaneses aborígenes”, dice Tseng.

Tseng ha luchado durante mucho tiempo por el desarrollo sostenido de la cultura Seediq, y ahora la sociedad de Taiwan está comenzando a interesarse en la situación de los indígenas taiwaneses. De hecho, sus clases en Cingliou están siendo ahora financiadas por el Consejo para las Tribus Aborígenes, de nivel de Gabinete. Establecido en 1998, el Consejo ofrece actualmente ayuda financiera a 40 clases de este tipo en las comunidades aborígenes alrededor de la isla, muchas de las cuales son organizadas por iglesias cristianas.

Al mismo tiempo, con el lanzamiento de la educación de lenguas nativas por el Ministerio de Educación a partir de 2001, los dialectos de los Atayal y Seediq se están enseñando en la Escuela Primaria Hu Chu, donde asisten niños de Cingliou y las comunidades vecinas. Ese mismo año, se estableció una prueba anual de capacitación en lenguas aborígenes, y ya 5.000 examinandos la han aprobado, y por lo tanto, están calificados para enseñar. Cuatro de ellos están ahora enseñando en la Escuela Primaria Hu Chu, que cuenta con 134 estudiantes.

Aún así, Pawan Dakis, que enseña tanto los cursos principales y lengua seediq en la escuela Hu Chu, teme que las clases de idiomas, que es de sólo 40 minutos a la semana no están dando un resultado satisfactorio. Según la maestra Seediq de 48 años, la influencia familiar sigue siendo el factor principal que decide si sus alumnos pueden hablar bien la lengua. “Entre el 10 y 15 por ciento de los estudiantes pueden hablarlo con fluidez porque ellos viven con sus abuelos”, dice, convencida por su experiencia de que los nacidos después de 1970 tienen dificultad para hablar su lengua materna. “Por eso, algunas veces hablo seediq en otras clases, para darle a los estudiantes más oportunidad de aprenderlo”.

Entre tanto, los padres tienen sus propias preocupaciones. Huang Mei-lan, una madre aborigen de tres niños en edad preescolar, se preocupa porque le parece que es demasiada carga para los niños aprender sobre su lengua materna si ellos no están interesados. "Está bien que mis hijos aprendan mi lengua materna si lo desean así”, dice, “pero está bien para mí si no quieren aprenderla. Usted sabe, los niños de hoy tienen que aprender muchas cosas. Ellos ya tienen mucha presión”.

Sin embargo, algo interesante es que algunos cambios substanciales podrían incitar porfiadamente a los padres a que sus hijos aprendan sus lenguas maternas; el Ministerio de Educación ha decidido llevar a cabo pruebas a partir de 2007, que verifican la capacitación de los aborígenes taiwaneses en sus lenguas nativas, y a los que se destaquen en aquellas se les agregará un porcentaje o bono a su puntuación en los exámenes de entrada al bachillerato y universidad. Es un sistema nuevo que reemplazará el régimen actual, en el que los taiwaneses aborígenes tienen mejor acceso a colegios y universidades sin tener que tomar una prueba de capacitación de idioma.

Pero para Tseng, que está planeando publicar un diccionario de seediq, el camino para preservar el dialecto seediq nunca terminará. Un centro de arte y cultura es otra de sus ideas, y ella dice que está dispuesta a donar parte del terreno cerca de su casa en la comunidad Cingliou para que se construya. Y luego, hay que asegurar que la tribu Seediq se incorpore a la lista de tribus aborígenes oficialmente reconocidas en Taiwan. Si alguien puede lograr que esto ocurra, esa persona es Tseng, quien ha redefinido el significado de esperanza para un patrimonio que está desapareciendo.

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