29/04/2024

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¿Quién le teme al matrimonio?

01/03/2002
Comenzando con un espíritu de romance y aventura, esta pareja posa felizmente durante la sesión de fotos para su álbum matrimonial.

¡5.571! En octubre del año pasado, un legislador convocó una conferencia de prensa para dar aviso sobre lo que calificó como un “severo problema social” representado por esa cifra ­el número de divorcios en Taiwan durante agosto, una cifra récord para un sólo mes. Casi al mismo tiempo, otra serie de estadísticas mostró que fueron reportados más de 1.500 casos de violencia doméstica en la ciudad de Taipei desde enero hasta septiembre del año pasado, un aumento de 520 casos o más del 50 por ciento en comparación con el mismo período del año anterior.

Ambas noticias relacionadas con los asuntos familiares fueron tratadas por los medios de comunicación en el contexto de la reciente recesión económica de Taiwan. Los titulares típicos decían “Tasa de divorcio aumenta a medida que continúa el desempleo” o “Maridos pierden trabajos, y luego pierden el control con sus esposas”. Pero expertos tales como Cherish Lu indican que el impacto de las presiones económicas —aunque coloca cierta tensión en muchos matrimonios— ha sido exagerado. “La causa fundamental de la discordia doméstica se halla en la misma familia”, dice la consejera matrimonial del Centro de Orientación Sexual y Centro de Terapia Mercy. La gran alza de las cifras reportadas de abuso de los maridos puede relacionarse con la novedad de la ley que exige el registro de esas estadísticas.

Como sicóloga, Lu sostiene que las causas de discordia en un matrimonio necesitan de un análisis detallado antes de llegar a alguna conclusión. La mayoría de las parejas que buscan su ayuda citan problemas con la compatibilidad sexual, indica, pero “cuando analizamos más profundamente la relación entre el esposo y la esposa, con mucha frecuencia, el asunto del sexo es sólo el pretexto para intentar buscar ayuda”. Christine Chuang, directora ejecutiva asistente en Enfoque en la Familia China, Taiwan (FCFT, siglas en inglés), otra organización de asistencia familiar, hace una observación similar. “Solía considerar que los amoríos extramaritales eran el asesino número uno de matrimonios, pero luego me he dado cuenta de que es la brecha entre dos personas la que permite el espacio para que intervenga un tercero”, dice. “Es esa brecha la principal responsable del fracaso de la relación marital”.

Algunas veces, la distancia emocional es exacerbada por la distancia física. “Muchos esposos han ido a trabajar a China continental en los últimos años, dejando a sus esposas en Taiwan”, señala Chuang. “El matrimonio puede ser severamente puesto a prueba bajo estas circunstancias, y con frecuencia sigue la infidelidad”. Taiwan es una de las pocas sociedades seculares que trata el adulterio como un crimen, y una esposa que se siente agraviada puede optar por acusar legalmente a ambas partes involucradas en la relación adúltera. Muchos especialistas en asuntos legales y sociales han pedido la eliminación de ese artículo en el código penal, describiéndolo como un intento poco actualizado de regular la moralidad mediante el proceso judicial.

Las dificultades para mantener una relación intachable a largo plazo —o aunque imperfecta, tolerable— engendran dudas en muchos hombres y mujeres modernos a la hora de atar los lazos matrimoniales, y una vez que lo hacen, están dispuestos a considerar desatarlos. Según estadísticas del Ministerio del Interior, el número de hombres que se casa por primera vez en un año disminuyó del 6,27 por ciento de la población mayor de quince años en 1981 a sólo el 4,65 por ciento en 2000, y para las mujeres, del 9,19 al 6,37 por ciento. Durante el mismo período, la edad promedio al contraer el primer matrimonio se elevó de 27,1 a 29,2 para los hombres y de 23,6 a 25,7 para las mujeres. La proporción de gente divorciada en la población mayor de quince incrementó casi cuatro veces durante esta dos décadas, del 1,1 al 4,2 por ciento.

Desde enero hasta septiembre del año pasado, un promedio de 13.336 parejas se casaron por mes ­con la alta cifra de 19.320 matrimonios en enero durante la época del Año Nuevo Chino, pero sólo 6.363 en septiembre durante el poco propicio “mes de las ánimas”. Además de estas convenciones matrimoniales, otras tradiciones afectan el matrimonio en sí mismo. “Para los chinos, el matrimonio involucra definitivamente no sólo a ambos esposos, sino también a sus dos familias”, dice Chang Szu-chia, profesor de sicología social en la Universidad Shih Hsin. “Si surge cualquier diferencia entre la pareja, cada familia hablará en favor de su propio pariente, lo que complica más el problema y lo hace más difícil de resolver”.

Como una regla, la familia del esposo asume el papel dominante, y la mujer deja la casa de sus padres para vivir con sus parientes políticos. La relación espinosa entre la esposa y la suegra ha sido siempre el nudo gordiano para las parejas chinas. “Las mujeres que han sido instruidas para obedecer a sus suegras esperan naturalmente la misma obediencia de sus nueras”, explica Chang. “Pero las nueras modernas han recibido mucha más educación, y su comportamiento y mentalidad pueden chocar con las expectativas de la generación mayor”. Si el esposo o los miembros de su familia especialmente las hermanas, por ser nueras ellas mismas no contribuyen para disminuir la brecha en la comunicación, la esposa puede “sufrir penas indecibles”, dice. Aún cuando la pareja se mude y viva por su cuenta, la relación poco afable entre suegra y nuera puede ensombrecer el matrimonio.

En términos de la estructura de la vida familiar, la sociedad moderna ha traído una variedad más amplia de opciones para ambos sexos. En generaciones anteriores, los roles en la familia fueron en general poco definidos el esposo trabajaba para mantener la familia y la esposa se quedaba en casa cuidando los hijos. Hoy, un gran número de mujeres trabaja y gana su propio dinero. Además, mucha gente elige cohabitar sin casarse, y las familias de doble ingreso y sin hijos están poco a poco volviéndose muy comunes, en una sociedad que colocaba tradicionalmente gran importancia en mantener el apellido de la familia. Especialmente en las áreas rurales, la generación mayor coloca mucha presión en las parejas jóvenes para que les den nietos como una obligación filial. Pero la consejera matrimonial Cherish Lu sostiene que desempeñar el papel de padre o madre no es esencial para un matrimonio feliz. “Algunas veces, los hijos se convierten en meros instrumentos para tratar de mantener o fortalecer un matrimonio, lo que no es una situación saludable”, dice. El profesor Chang está de acuerdo en que “no tener hijos no es dañino para un matrimonio si ha sido una elección libre”.

Una fuente frecuente de discordia en los matrimonios modernos en Taiwan es el desequilibrio en las tareas domésticas cuando ambas partes trabajan. “Aunque las mujeres están contribuyendo financieramente con la familia”, dice Christine Chuang, del FCFT, “los hombres no están colaborando en la casa de manera proporcionada”. Muchas esposas están resignadas a esta situación por ser una continuación de un rol social de mucha antigüedad; en cambio, otras se sienten muy resentidas. En los raros casos en que los hombres eligen ser los que cuidan a tiempo completo la casa, mientras que sus esposas se dedican a su carrera, los esposos tienen que tolerar considerable presión social. Chuang recuerda un caso en el que un hombre vino a su organización buscando consejo después de elegir quedarse en casa cuidando a los hijos porque su salario era mucho menor que el de su esposa. “De hecho, él estaba bastante satisfecho con su nueva vida, pero la crítica de los vecinos y parientes era difícil de aguantar”, dice.

Además, éste era un caso poco común por la disposición del marido presionado a buscar ayuda en asuntos familiares. De aquéllos que participan en los cursos, seminarios, y conferencias del FCFT sobre los asuntos relacionados con la familia, más del 90 por ciento son mujeres. Cuando los hombres muestran interés, dice Christine Chuang, tienden a centrarse en las relaciones con los hijos. Cherish Lu también menciona la desgana de los hombres de analizar cómo se llevan con sus esposas. “Muchos hombres, al entrar en mi oficina, aclaran que vinieron solamente porque sus esposas se lo pidieron”, indica. Chang Szu-chia, de la Universidad Shih Hsin, observa esta actitud como algo común entre los hombres adultos. “En el proceso de socialización, se enseña a los hombres a esconder sus sentimientos y resolver problemas por sí mismos, especialmente en cuanto a los asuntos familiares”, explica. “Los esposos taiwaneses, aún más que en el Occidente, tienden a relegar los problemas familiares a un nivel de privacidad, inapropiado para la discusión abierta”.

Esta tendencia puede hasta extenderse a la eficiencia legislativa en cuanto a los asuntos familiares. “La mayoría de los legisladores son hombres”, dice Chang, “ y ellos sólo dan importancia secundaria a las leyes relacionadas con los asuntos familiares”. No obstante, se ha observado cierto progreso gradual. Se promulgó en 1998 la Ley para la Prevención de la Violencia Doméstica, que ordenaba al Ministerio del Interior y los gobiernos locales a establecer las comisiones pertinentes, integrando recursos judiciales, policiales, médicos, educativos y voluntarios. Un proyecto de Ley para la Educación Doméstica que se encuentra actualmente en revisión en el Legislativo, sentaría las bases para que los estudiantes de primaria y secundaria, así como las parejas comprometidas en matrimonio, completen un mínimo de cuatro horas de clases sobre vida familiar.

Un importante objetivo desde hace tiempo para el Legislativo en referencia a los asuntos familiares, ha sido el Libro IV del Código Civil, que tendía a respaldar una perspectiva patriarcal de las relaciones familiares. En 1994, el Consejo de Grandes Jueces decidió que el Artículo 1089 del Código, que otorgaba a los padres la prioridad en cuanto a los derechos paternales, violaba la Constitución. Otras revisiones adicionales importantes fueron realizadas en 1996. Estas incluyeron la remoción del derecho autómatico del padre para obtener la custodia de los niños en caso de divorcio por mutuo consentimiento, estipulación que señala que ambos padres poseen los mismos derechos y obligaciones hacia los hijos menores, y estipula que las cortes —y no el esposo— debe tener la última palabra al resolver las disputas domésticas. En cuanto a los derechos de propiedad, la revisión de 1985 del Código Civil garantiza a la mujer casada todos los derechos sobre la propiedad registrada bajo su nombre, en lugar de tener que entregarla a su esposo como antes. Un proyecto de ley preparado por el poder ejecutivo el pasado noviembre y ahora en el Yuan Legislativo flexibilizará las condiciones necesarias para obtener un divorcio. Cualquier cónyuge podría presentar la demanda de divorcio (actualmente sólo la parte que alega haber sido agraviada puede hacerlo) o si la pareja ha vivido separada por cinco años consecutivos.

Además de implementar una reglamentación más justa, las agencias gubernamentales y las organizaciones privadas han trabajado conjuntamente para ayudar a la gente divorciada, en particular las mujeres, para que lleven una vida mejor. En 1996 el Gobierno de la Ciudad de Taipei cooperó con varios grupos benéficos para establecer el Centro de Servicio para los Padres y Madres Solteros, donde más del 90 por ciento de los que solicitan asistencia son mujeres. Otros gobiernos locales han creado organizaciones similares. “El aspecto más crucial para ayudar a nuestros clientes es la aplicación efectiva de las leyes”, sugiere Chien Hui-lan, director del centro de Taipei. “En particular, deberían tomarse medidas legales para asegurar el pago de pensión alimenticia”, eliminando las rendijas que han hecho de la evasión algo común. El centro ofrece asesoría legal, sicológica y cuenta con líneas telefónicas de emergencia.

Chien indica que más del 60 por ciento de sus casos son consecuencia del divorcio. Quizás el ascendente índice de divorcio confirma la urgencia de un nuevo análisis de la institución del matrimonio. “En el pasado, la gente se casaba para obtener un permiso para tener sexo, y también para hablar”, dice Cherish Lu. “Pero ahora como uno pueden elegir libremente compañeros sexuales, el matrimonio debería reorientarse como una manera de lograr una verdadera unión de cuerpo, mente y alma. De lo contrario, ¿para qué molestarse en casarse?”

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