28/04/2024

Taiwan Today

Taiwán Hoy

Tejiendo el pasado con el futuro

01/03/2002
Sin darse cuenta, las mujeres aborígenes convirtieron sus destrezas en el tejido y la costura en un medio para preservar el legado cultural de sus tribus.

n la Planicie Occidental, en medio de los picos de la Cordillera Central, y a lo largo de la Costa Oriental donde las montañas se aproximan al mar, los pueblos aborígenes de Taiwan de origen austronesio establecieron sociedades tribales que disfrutaron las bendiciones abundantes de la naturaleza. Ellos creían que los vientos soplaban el color, que el humo llevaba mensajes, y que el sol, antes de ponerse, pintaba el cielo cada atardecer para que la gente volviera a casa. Ellos veían a los espíritus de sus antepasados como sus eternos guardianes, protegiéndolos a toda hora. Los hombres aborígenes aspiraban a convertirse en guerreros, creyendo que un corazón valiente les dotaba con orgullo y dignidad. Las mujeres de las tribus, con manos capaces en el hogar y en la granja, tenían habilidades especiales para tejer y coser. Ninguna de las tribus desarrolló un sistema de escritura para registrar su historia quizás no se necesitaba alguno cuando la vida se vivía como siempre se había hecho. Siendo cantantes talentosos y artistas por naturaleza, los aborígenes transmitieron su herencia a través de su música, rituales y cuentos y en los diseños de sus artículos tejidos a mano.

Las leyendas folklóricas fueron la esencia de las creencias de los aborígenes y el principal punto de referencia para sus creaciones artísticas. En la elaboración de ropas para cubrir las necesidades básicas de sus familiares, las mujeres aborígenes emplearon la costura, el bordado, y el tejido para traducir las antiguas leyendas de sus pueblos en llamativas imágenes que decoraban prendas de vestir y tocados. Sin darse cuenta de ello, estas mujeres transformaron su trabajo en un medio de preservar el legado cultural de los aborígenes.

Esa herencia continuó aun cuando se comenzaron a emplear materiales nuevos. A medida que la agricultura avanzaba, muchos de los grupos aborígenes aprendieron a reemplazar la corteza de árboles y las pieles de animales por el ramio como el principal ingrediente de sus ropas. Aunque cada tribu desarrolló sus propios motivos para los diseños narrativos sobre sus trajes, su modo de vestir compartía por igual el rasgo de la simplicidad geométrica y simetría en un vívido esquema colorido en rojo, amarillo, verde, negro, y blanco. En lugar de botones, los aborígenes usaban correas para sostener sus vestidos de corte simple, bien tejidos y de forma cuadrada.

Esa característica común entre las diferentes tribus refleja el intercambio de influencias culturales que ocurrió entre ellas debido a su proximidad geográfica. Las diez tribus reconocidas oficialmente hoy son: Ami, Atayal, Bunun, Paiwan, Puyuma, Rukai, Saisiyat, Thao, Tsou, y Yami, junto con ocho otros subgrupos a los que se les llama colectivamente Pingpu. Cada una existía como una sociedad tribal madura, creando una impresionante diversidad cultural en una isla de sólo 36.000 kilómetros cuadrados. Cada una de ellas llevaba a cabo sus respectivos rituales en diferentes épocas del año. En los días de las ceremonias, los aborígenes se vestían con sus atuendos formales para cantar, beber y bailar, al tiempo que rendían sus respetos a los espíritus de los antepasados o celebraban la cosecha.

Entre las tribus, sólo la Paiwan y la Rukai mantuvieron la clase noble hereditaria, que condujo al desarrollo de diseños más sofisticados de trajes y accesorios. Las mujeres nobles Paiwan disfrutaban de más tiempo que las plebeyas para pulir sus destrezas en la costura, y sus trabajos se convirtieron en un sello de su clase social. Según la leyenda, el cacique fundador fue en realidad una serpiente una víbora cien pasos de nariz puntiaguda con forma humana que nació en un cántaro de barro de una lágrima que cayó del sol. Al amanecer el día de su nacimiento, dos víboras aparecieron para cuidar del recién nacido. La historia sienta las bases para que la gente Paiwan respete las serpientes como sus protectores, y use repetidamente esta leyenda como elemento decorativo de sus vestidos. La cabeza de la víbora cien pasos y la forma de diamante sobre su piel fueron también motivos populares. Otro ornamento popular fueron las conchas de mar, que son símbolo de dinero.

Por otra parte, el pueblo Atayal consideraba que la serpiente cien pasos era un buen amigo, no una divinidad. La forma de diamante sobre sus vestidos tenía un origen diferente —una representación de los ojos del espíritu ancestral. La gente Atayal tatuaba sus rostros con marcas en forma de franjas para que el espíritu ancestral pudiera diferenciarlos de los demás cuando los recibiera en el puente del arcoiris en el Cielo. De allí que las prendas de vestir de la tribu Ayatal tiendan a enfatizar las franjas (del arcoiris), además de sus ornamentos con cuentas. Por su parte, los aborígenes de la tribu Puyuma preferían la elegancia del punto de cruz y la forma de diamante en capas múltiples. Ellos consideraban que era importante colocar sobre los vestidos el grupo de edad, así como el signo de la posición de cada persona en la sociedad. Se suponía que la gente joven vestía y vivía simplemente hasta que llegaba a la mayoría de edad y estaba lista para casarse.

o que hace tan preciado los vestidos tradicionales de los aborígenes es que reflejan los antecedentes culturales y la estructura social del pueblo”, indica Saalih Lee, jefa del Departamento de Educación y Exhibiciones del Museo Nacional del Palacio, y autora de varios libros sobre los trajes tradicionales de los indígenas de Taiwan. “Es sorprendente ver cómo los aborígenes han podido seguir con sus tradiciones durante tanto tiempo. Una buena explicación podría ser que ellos verdaderamente saben cómo vivir bien la vida, y cómo incorporar la estética y las creaciones artísticas en la vida diaria”.

Lee sugiere en sus libros que los trajes tradicionales aborígenes revelan mucho sobre la estructura y costumbre de las sociedades tribales. Las piezas de vestir tenían la función de representar el estrato social del propietario y registrar cualquier hazaña personal. Igualmente, reflejaban las normas sociales, tales como la insistencia de los Atayal de que las mujeres aprendan las destrezas de tejer antes de casarse y de que se tatúen las caras. Además, el proceso de fabricar vestidos seguía una rigurosa división del trabajo, en el que los hombres hacían las herramientas y ayudaban a recoger y tratar el ramio, pero tenían prohibido tocar o siquiera pasar cerca de los telares mientras las mujeres tejían. Los trajes también revelan la extensión del intercambio cultural con otros grupos, como se evidencia en los tipos de materiales usados, y son muestras sobresalientes de la estética y el desarrollo artístico de las tribus. Por último, simbolizan la identidad de los aborígenes, que se ha vuelto más importante a medida que las tradiciones se han vuelto más vulnerables a las presiones de los cambios sociales y políticos.

Las sociedades aborígenes de Taiwan se mantuvieron intactas hasta que el número de habitantes de China continental comenzó a elevarse en el siglo diecisiete. El éxodo comenzó a ocurrir a un ritmo lento. Después que los japoneses colonizaron Taiwan en 1895, los aborígenes trataron de resistir los esfuerzos colonizadores por mantener el control, llevando a cabo frecuentes levantamientos. Pero ni esas batallas, ni los siguientes cincuenta años de ocupación japonesa de la isla, lograron cambiar sus tradiciones. Los aborígenes aprendieron a hablar japonés, pero no abandonaron sus dialectos nativos. Las leyendas que fueron contadas millones de veces durante los siglos continuaron tocando el corazón de los aborígenes. Asimismo, las manos diestras de las madres y esposas nunca dejaron de tejer para sus seres queridos. Muchos intelectuales japoneses quienes vinieron durante el período colonial para estudiar las culturas aborígenes, enviaron a casa grandes cantidades de trajes hechos a mano, comprados o tomados de los aldeanos.

Después de que el gobierno de Chiang Kai-shek se trasladara a Taiwan en 1949, los aborígenes entraron en un período de asimilación y migración extensivas a las áreas urbanas. En las cinco décadas a partir de ese entonces, la mayoría de los aborígenes ha adoptado gran parte del estilo de vida y la cultura de sus vecinos chinos. “La práctica de rituales aborígenes tradicionales casi llega a su fin entre los años sesenta y ochenta”, dice Sun Ta-chuan o Pa’labang en el dialecto Puyuma, profesor asociado de filosofía en la Universidad Soochow en Taipei. “Esa brecha causó la pérdida de un enorme número de trajes tradicionales. Muchos fueron a parar en manos de coleccionistas privados, y una porción más pequeña es parte de las colecciones de museos. Muchos han desaparecido sin dejar huella”. A medida que fueron desapareciendo las mujeres aborígenes expertas en la fabricación de trajes, la preservación de esta parte importante de la herencia aborigen se ha vuelto un asunto cada vez más urgente. “Los estudios sólidos de las artes aborígenes que los intelectuales japoneses realizaron durante el período colonial, constituyeron el mayor logro realizado en los últimos cincuenta años”, mantiene Sun. “Si pudiéramos establecer un mecanismo de investigación bajo la coordinación de las agencias gubernamentales relevantes, las instituciones académicas, y los museos, podríamos ser capaces de recuperar la cultura material de los aborígenes del pasado siglo e incluso de mucho antes”.

urante la última década, en Taiwan se ha visto un renovado interés en la cultura aborigen como resultado del mayor respecto por la diversidad social. La música y los cantantes aborígenes han logrado mayor popularidad, y Amei, la cantante de música pop más famosa en la isla, es de origen Puyuma. Un mayor número de mujeres aborígenes se está dedicando al tejido y la costura, aunque algunas técnicas antiguas ya han desaparecido con el paso de las generaciones. Saalih Lee estima que existen entre 400 y 500 estudios de arte aborígenes en la isla. “Casi todas las creaciones artísticas de objetos cotidianos que esos estudios están produciendo, utilizan patrones de los trajes tradicionales”, indica. “El resultado ha sido un movimiento cultural de los aborígenes. Los nativos ya no necesitan luchar por los derechos humanos —pues disfrutan completamente de éstos. Sus preocupaciones sobre el futuro están dirigidas a sus perspectivas económicas y culturales”.

Las Comisiones para los Asuntos Aborígenes en varios gobiernos de distrito brindan programas de entrenamiento en veintitrés pueblos de aborígenes para equipar a la gente con habilidades en el tejido, y los programas son cada vez más populares entre los jóvenes aborígenes. Según Chang Hsien-sheng, jefe de la división cultural de la Comisión para los Asuntos Aborígenes del Gobierno Central, su agencia gastó casi NT$8 millones (US$232.000) el año pasado en la promoción de las artesanías tradicionales y en subsidios para diversos programas de entrenamiento ofrecidos por estudios de arte privados. Al estar más familiarizados con las prácticas comerciales modernas, más aborígenes están hallando maneras de utilizar las imágenes distintivas de sus tribus con fines comerciales. Los motivos derivados de las leyendas antiguas están ahora apareciendo en una amplia gama de productos, desde vestidos hasta bolsas, protectores de teléfonos celulares, pendientes, cojines, y muchos otros.

La tecnología de computación ha facilitado la producción en masa y el mercadeo con el fin de lograr costos más bajos, pero a costa de la autenticidad. Los trajes y artesanías hechos completamente a mano pueden llevar etiquetas con precios bastante altos. Un vestido de novia al estilo Paiwan hecho a mano, por ejemplo, podría costar por lo menos NT$150.000 (US$4.350), según Lin Shih-chih, gerente del Parque de la Cultura Aborigen en Pingtung. Los productos decorados con aplicaciones hechas mediante computadoras son más asequibles, pero Lin cataloga esas piezas hechas con máquinas como “sin emoción”. Pero cuando se trata del potencial de ganancias, sin embargo, la falta de toque humano en los productos no tiene relevancia. Sun Ta-chuan no considera que esa tendencia sea completamente negativa. “Las oportunidades comerciales ofrecen gran motivación para continuar con las tradiciones, que de otra manera serían relegadas a los museos”, indica. “Las creaciones artísticas son útiles y están asociadas con la vida diaria, y constituyen una continuación valiosa de la tradición. Merece la pena prestar atención a cómo construir y estabilizar el mercado para estos productos”.

Los diseños nuevos se basan en los modelos antiguos pero con un toque moderno. “Lo que estos estudios de arte están haciendo es altamente innovador”, dice Saalih Lee. “Ellos pueden emplear esquemas y patrones coloridos poco convencionales en sus creaciones. Esto cambia pero no contradice la tradición. La mejor manera de promover una cultura es vivir la cultura”. Sun Ta-chuan comparte esa opinión pero advierte que las transformaciones adoptadas en el proceso de innovación deben ser cuidadosamente registradas. “El propósito de documentar los cambios y los conceptos es construir un camino para que los sucesores puedan seguir la pista hasta los originales”, dice. “De esa manera podemos crear un contraste y un diálogo entre lo tradicional y lo moderno, y podemos lograr tanto la preservación cultural como el desarrollo dinámico”.

Sun está preparándose para emprender un ambicioso proyecto si logra obtener los fondos catalogar todas las colecciones esparcidas de trajes aborígenes tradicionales en Taiwan y Japón, luego preparar una guía completa impresa con fotografías. El está también luchando por la idea de investigar y registrar cada aspecto de las labores tradicionales, desde el cultivo del ramio hasta la completación de una prenda de vestir, y poner estos hallazgos a la disposición de aquéllos que operan negocios relacionados. Además, Sun sugiere que se organice la concesión de licencias y los sistemas de aprendizaje para asegurar la continuación de la verdadera artesanía tradicional. Se solicitaría la ayuda monetaria del Gobierno, por ejemplo para la compra de terreno para cultivo, y ayudar a diseñar una política cultural que sirva de orientación.

Detrás de esas propuestas prácticas se encuentra una base filosófica. “Muchos soñadores como yo anhelan una vida de refinamiento”, dice Sun. “Pero sólo una mejoría dramática en el desarrollo cultural en general será capaz de transportarnos a ese mundo de sueños”. La irrefrenable vitalidad que ha posibilitado que las tradiciones aborígenes se mantengan vivas y frescas puede ser sólo uno de los motores para esta travesía”.

Popular

Más reciente